Se acerca una fecha señalada para Barañain, porque hay fechas que por
motivos diversos adquieren una significación concreta en algunos
lugares. Este es el caso del 6 de diciembre para este municipio de la
merindad de Iruñea.
Pronto se cumplirán 20 años de la muerte de
Karmele Solaguren, como consecuencia de un siniestro en las carreteras
del Estado español; un siniestro de trágico desenlace que, sin ninguna
duda, era evitable.
Karmele en la madrugada de aquel 6 de
diciembre de 2004 emprendió junto a su compañero Jose Luis Guerra un
largo viaje, para acudir a la prisión de Alcalça-Meco en Madrid y poder
así visitar a su hijo Ekain, que se encontraba en situación de prisión
preventiva a más de 500 km de su domicilio.
Unas horas después,
sobre las 8:15 de la mañana, una vez más volvió a golpearnos la crueldad
de la política penitenciaria. Los primeros momentos tras recibir la
noticia fueron de shock, nos resistíamos a aceptar que fuera cierto,
«no, no puede ser verdad… no, otra vez no…», solo la confirmación de la
tragedia nos hizo perder la esperanza de que se tratara de una broma
macabra.
CL 15, provincia de Soria, sentido Madrid. Karmele fallecida, Jose Luis gravemente herido.
Para
quienes escriben estas líneas es difícil describir la desesperación que
sumía a las familias de otras personas que como Karmele perdieron la
vida en similares circunstancias, pidiendo por favor que no fuera cierta
la noticia que ya empezaba a extenderse por toda Euskal Herria.
Difícilmente se puede explicar el sentimiento que recorría a estas
familias que estaban reviviendo su propia tragedia.
Cerca de
Barañain, en Iruñea, a penas un año antes, el mismo shock, el mismo
desgarro ante la muerte de la joven Sara Fernández… la misma pregunta
sin respuesta: ¿Por qué?
¿Por qué nos obligan a recorrer cientos
de kilómetros? ¿Por qué con el riesgo que conlleva? ¿Por qué siguen con
esto si está generando cientos de siniestros y un reguero de personas
heridas y fallecidas? ¿Por qué si esta tragedia es absolutamente
evitable?
Existe una controversia sobre si las víctimas mortales
de la dispersión son víctimas de vulneraciones de derechos humanos. La
controversia, que duda cabe, es política, relativa al relato de
violencia existente en este país.
Un largo viaje obliga siempre a
enfrentar riesgos. Sin embargo, Karmele y Jose Luis, al igual que Sara y
el resto de personas que perdieron la vida o resultaron heridas en
idénticas circunstancias y contextos, no decidieron realizar un viaje de
cientos de km. No. No lo hicieron.
Simplemente, decidieron ejercer su derecho a realizar una visita a un familiar o allegado en situación de prisión.
Las circunstancias y condiciones en las que poder ejercer ese derecho las tomaron otros, la imposición de medidas políticas de carácter excepcional como el alejamiento y la dispersión, fueron el resultado de decisiones políticas tomadas por personas concretas con un fin bien definido; por tanto, recorrer cientos de kilómetros semanalmente para poder visitar a sus seres queridos durante 40 minutos, se constituyó en un imperativo de obligado cumplimiento que exigía además asumir los riesgos asociados a los largos desplazamientos; en demasiadas ocasiones realizados de noche para cumplir con un calendario y horario de visitas que no entiende de conciliación laboral, de cruzar la península, de atascos, de puntos negros, de cansancio o sueño, de inclemencias atmosféricas etc.
Los largos y penosos viajes por carreteras, cruzando distintas provincias a lo largo de la geografía española y francesa, no fueron viajes de placer, ni caprichos, no fueron viajes de ocio o escapadas turísticas. Las políticas de alejamiento y dispersión impusieron las condiciones en las que poder ejercer el derecho a la vida familiar, a las visitas.
Esos viajes a cientos de kilómetros de distancia eran la única vía por la cual poder hacer efectivo el derecho a la vida privada y familiar. Y estas crueles, degradantes e inhumanas condiciones impuestas, establecieron la vinculación de causa-efecto que todas conocemos, viajes semanales a Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Galicia, Castilla, Asturias… miles de km recorridos durante los fines de semana, durante meses, durante años… cientos de siniestros, muchos de ellos graves, con secuelas de por vida, y en el caso de 16 personas más la muerte. Un daño irreparable que era, reiteramos, absolutamente evitable.
No vamos a entrar en si el desenlace fue el perseguido (doloso) o simplemente fue un efecto indirecto, colateral, involuntario. El hecho es que ocurrió y volvió a ocurrir… y así durante 25 años, en los que nadie (de entre quienes podían hacer algo) hizo nada para evitarlo.
Y esta es una realidad que debe ser atendida, porque en un momento como el actual en el que contamos con distintos mecanismos de reconocimiento y reparación para víctimas de vulneraciones de Derechos Humanos, resulta imprescindible analizar en qué condiciones se ejercen los derechos, porque de su análisis se puede inferir la propia vulneración del derecho.
Por todo ello, por el recuerdo a Karmele y por el reconocimiento y reparación de todas las víctimas generadas como consecuencia de la dispersión, desde la Fundación Egiari Zor hacemos un llamamiento a participar en la manifestación organizada por la plataforma popular “Karmele Gogoan” que tendrá lugar el viernes día 6 de diciembre a las 12:00 del mediodía y que partirá desde el ayuntamiento de Barañain.