El «medio ambiente» , debe ser comprendido como una dinámica compleja de interrelaciones dialécticas; lleno de contradicciones de vida y muerte a la vez; es una unidad, una totalidad, en la cual también estamos inmersos como transformación. El verlo como «entorno», como un «otro», un «ajeno» a los procesos históricos, es caer en un idealismo […]
 El «medio  ambiente» , debe ser comprendido como una  dinámica compleja de interrelaciones  dialécticas;  lleno de contradicciones de vida y muerte a la vez; es una unidad,  una totalidad, en la cual también estamos inmersos como transformación. El verlo  como «entorno», como un  «otro», un «ajeno» a los procesos históricos, es caer  en un idealismo muy alejado de la realidad. Pero estamos claros, que esa idea,  es parte de la misma dominación, enajenación y explotación, viene con ella, es  su concepto; el problema sucede cuando la hacemos nuestra.
 Pero, si estamos  en conocimiento de la gravedad del conflicto, de las catástrofes anunciadas, de  la responsabilidad histórica de solidaridad intergeneracional que nos cabe  ¿por  qué no le damos una explicación, una categorización y propuesta de solución con  la misma profundidad? ¿por qué reproducimos una separación ideológica  proveniente de la racionalidad burguesa entre hombre y naturaleza?  y más aún,  sabiendo que ello puede propiciar condiciones para que la contradicción se  constituya, por un cambio cualitativo, en antagónica que sintetice en  un nuevo  planeta distinto al actual, y por cierto,  sin nosotros… 
 Ha existido una  preocupación por el tema, pero sin atenderlo desde su esencia, lo que deriva a   un reduccionismo de mayor peligrosidad, como el descuido reformista,  porque  obstaculiza una lectura de la vida real, de la totalidad. 
 Al parecer,  estamos cometiendo un error de envergadura planetaria al eludir de nuestras  responsabilidades a la problemática entera, estamos parcelando tanto nuestras  luchas y con ello,  que cada vez más nos alejamos del mundo, y por ende, de  nuestra posibilidad de cambiarlo por uno nuevo necesariamente posible. Ya el  comandante Fidel Castro nos pusiera en alerta nuestra práctica revolucionaria en  una plataforma  mundial, la  Conferencia de Río el año 1992  llamada también, la  Cumbre de la tierra  «Una importante  especie biológica está en riesgo de  desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales  de vida: el hombre» y nos recordara, en enero del 2004, en el discurso  conmemorativo de los 45 años de la Revolución » La síntesis de cuanto he dicho  expresa la profunda convicción de que nuestra especie, y con ella cada uno de  nuestros pueblos, se encuentran en un momento decisivo de su historia: o cambia  el curso de los acontecimientos o no podría sobrevivir. No existe otro  planeta adonde podamos mudarnos.»
 Por cierto, asumimos que el medio ambiente  no es un tema más, es el mismo, sólo que ahora  obliga a no renunciar en la  profundidad del cambio, pero con la prisa de la necesidad. Sin embargo, se hace   referencia a él  como un apéndice o externalidad  y ello porque caemos en  utopismos, pues  no damos una solución material e él. Más aún, insistimos en la  tendencia de idealizar el socialismo, en el sentido de creer que con él,  mejorará la distribución desde una mirada del «tener», sin embargo, hemos  olvidado que es una característica del mismo modo de producción Y como dijera  Marx «El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia)  ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución  como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el  socialismo como una doctrina que gira en torno a la distribución. Una vez que  está dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas,  ¿por qué volver a  marchar hacia atrás?» (Marx, «crítica del programa de  Gotha).
 Visto así proponemos  una reflexión dirigida a :
 Identificar el  problema ambiental con la relación social denominada «capital», es decir, no es  un problema que se deba satisfacer con un cambio de actitud del hombre con  la  naturaleza, como mecanismo de solución, sino que, se resuelve, en el mismo acto  de eliminar la contradicción capitalista. Por cuanto, con redimir a los medios  de producción del carácter que ahora tienen para  darles uno social, estamos  iniciando un camino que permite realmente la existencia de generaciones futuras.  No hay otra alternativa, es el significado de su trascendencia 
 El cambio  revolucionario, como coincidimos, no es un problema de distribución, como eje  central, sino que  consiste en cesar con la producción de mercancías, y con ella  el imperio del producto sobre los productores. Consiste en un nuevo modo de  producción, el comunista,  que  se diferencia del capitalismo, en todo. Sería un  contrasentido proponer una forma de vida actual, pero igualitaria, ello es  insostenible, necesitamos satisfacer nuestra necesidad de ser humano, no de  reproducción del capital, no se producirá para el mercado, sino para la vida,  incluida la totalidad 
 No es posible, pensar un socialismo, como etapa  transitoria, sin una correlación favorable en la instancia política de dirección  para eliminar lo viejo en lo que tiene de fundamental, y hoy se completa con la  claridad de  la liberación de la naturaleza humana y no humana que se ha  convertido  en rehén de grupos de hombres (como lo aludiera la Dra. Talía Fung  Riverón en la II Conferencia de la obra de Marx y el siglo XXI). 
Si entendemos la problemática ambiental como una manifestación de las contradicciones del imperialismo como fase superior del capitalismo, es decir a escala planetaria, tendremos que considerar que es ingenuo querer masificar una iniciativa de, simplemente cambio de actitud del hombre frente a la naturaleza. Sabemos que ello requiere de un cambio de las condiciones materiales que lo producen, es decir, del cómo organizamos nuestras sociedades para producir y producirnos en ella. Aceptando que la naturaleza humana es, el conjunto de relaciones sociales, sólo con el cambio de ellas, el humano estará en condiciones materiales de propiciar la vida, o hacer práctica una bioética.
En definitiva, lo que provoca el daño ambiental no es el hombre, sino el modo de producción -que incluso produce al hombre-, no está la solución en la cabeza, ni en los individuos, ni en una experiencia disociativa entre lo ambiental y lo social, sino en la liberación de la naturaleza humana y no humana, en el fin de la enajenación.
Para aclarar la contradicción específica de la práctica capitalista a la que aludimos, la hemos denominado «plusambiente», es decir, para referirnos a que, la mercancía no sólo lleva en sí explotación, sino que al hombre mismo en la medida que se cosifica la interrelación que impide una correlación entre vida y muerte equilibrada. Para lo anterior, se requiere entender al hombre como síntesis de un proceso llamado totalidad (no es una parte de él, ese desprendimiento es herencia idealista, burguesa, de separar la unidad concatenada), y como síntesis, nos incorporamos en la mercancía como excedente ambiental porque que deja de ser para quedar atrapado en ella. (la que no sólo es una relación social, sino también una relación interambiental, sólo que el fetichismo impide verlo de ese modo).
Esta actualidad ambiental, Engels la anunciara del siguiente modo «No nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras» (Engels, «El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre») Pero, obviamente, nosotros, no teníamos la suficiente práctica acumulada para advertirlo. Hoy la tenemos visible en el agua o lo afectado de su ciclo, sequías, en el aire, en el hoyo de la capa de ozono; visto humanamente, se traduce en enfermedades, falta de alimento, etc.
Se hace imperativo considerar, entonces, que en esta dinámica, ya no sólo estamos en condiciones de decir que, mientras más produce el obrero más pobre es, sino que, además, menos ES.
La multidimensión del imperialismo requiere de una atención que nos permita entenderlo desde su esencia para transformarlo, sin temor ni excusas, sino en atención a lo que tiene de esencial, porque cualquier escombro que permanezca, es semilla de germen destructor.
Pero esta vez, debemos agregar algo que cambia la antigua concepción. Ya no es posible conceptuar el crecimiento de las fuerzas productivas para que «corran a chorro lleno los manantiales de riqueza colectiva». Sino «¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual , según sus necesidades!, pero éstas, determinadas por la solidaridad interambiental, que debieran ser las propias de las relaciones sociales comunistas.
 En síntesis, la única solución posible para nuestro conflicto,  como planeta, es una trasformación revolucionaria de él.
  Cualquier paso  táctico idealista, es un riesgo a la estrategia final. Lo distinto de hoy  consiste en que  en el intento, nos jugamos el planeta. No sólo la sonrisa de un  niño, sino, su nacimiento…


