Los acontecimientos de estos días en el estado francés han supuesto una catarata sin fin de adjetivos y comentarios que no han osado, o no han querido hacerlo, afrontar y analizar sosegadamente los que allí ha ocurrido. En poco tiempo hemos visto como la mayor parte de la información ha seguido una cadena ya conocida […]
Los acontecimientos de estos días en el estado francés han supuesto una catarata sin fin de adjetivos y comentarios que no han osado, o no han querido hacerlo, afrontar y analizar sosegadamente los que allí ha ocurrido.
En poco tiempo hemos visto como la mayor parte de la información ha seguido una cadena ya conocida en el pasado, una sucesión de hechos que se han convertido en noticias, unas noticias que dan pie a comentarios de todo tipo, y finalmente, la avalancha de opiniones y debates a los que nos vemos lanzados.
Por ello y al hilo de esta situación es conveniente dibujar algunas pinceladas en torno a una realidad marcada por un abanico de elementos, relacionados o no entre ellos, y que escapan de la mayor parte de las reacciones simplistas que hemos soportado estos días.
Los viajes de ida y vuelta, que durante años hemos patrocinado desde Occidente, y con la inestimable ayuda de nuestros socios regionales en el mundo, no pueden ser una causalidad. En los últimos años de la guerra fría, la lucha contra la presencia de los soviéticos en Afganistán alumbró a al Qaeda, responsable de los ataques en EEUU el 11 de septiembre de 2001, posteriormente la agresión y ocupación de Iraq por la alianza comandada por Washington trajo consigo los atentado de Madrid y Londres, en esta ocasión por elementos que se habrían formado ideológicamente o militarmente en aquél país. Y más recientemente tras las maniobras en torno a Siria, alimentando toda una serie de organizaciones para derrocar al gobierno sirio, un nuevo escenario se ha abierto en el mundo jihadista, y ha golpeado en París.
Como ocurrió hace ahora trece años y medio, frente a las condenas vacías de análisis, se impone un acercamiento detallado a lo que acontece en esta larga década. La utilización por parte de EEUU y sus aliados de organizaciones jihadistas para mantener los intereses de Washington, son el preámbulo para el desarrollo de esos grupos que no sólo escapan de la mano que les ha dado de comer, sino que con el tiempo se vuelven contra ella.
El ciclo de violencia puede no tener fin a corto palazo, sobre todo si seguimos inmersos en la dinámica ahora señalada. En un primer momento, a la hora de analizar los acontecimientos citados, no podemos escapar de determinadas dudas y contradicciones. En 2001 y ahora, quien se atreva a analizar detalladamente los hechos, ver los mismos con un sentido crítico, e incluso iniciar un debate sosegado sobre los motivos, es objeto casi de inmediato de acusaciones de simpatizar con los autores de los atentados y en muchas ocasiones también son silenciados.
Sin embargo si se decide seguir por el lamento y la crítica simple, nos tendremos que enfrentar en el futuro a nuevos peligros, donde el ciclo de violencia, represión y destrucción se nos volverá a hacer presente. Estos ataques no ocurren en un vacío, no surgen de una «nada irracional», y es imperativo analizar y buscar los razonamientos (que no es lo mismo que compartir) para entender mejor por qué se producen estas situaciones. Debemos intentar entender el contexto, la historia, la dinámica que surge en la lucha por el poder o entre poderes, de lo contrario nos veremos inmersos en el citado ciclo de violencia.
Varios debates se han abierto en torno a los hechos de Paris. De la noche a la mañana, los mismos que secuestran revistas, que cierran medios de comunicación y que no dudan aplicar la censura, se han vuelto los paladines de la defensa de la libertad de expresión, y en el caso de algunos políticos, como el presidente francés, los eleva a uno de los valores esenciales de la república francesa.
Las delgadas líneas que en ocasiones marcan la sátira y la libertad de expresión de lo que algunos consideran material ofensivo está demasiado presente para que de pronto los defensores del status quo se erijan en los defensores de misma. Del mismo modo que aquellos que en ocasiones intentan huir de la sacralización de la religión, no dudan en sacralizar la propia libertad de expresión, pero siempre en el encaje de determinados «valores».
Tampoco descubrimos nada nuevo si hablamos del doble rasero con el que se afrontan estos hechos. Una situación que abre las puertas a actitudes violentas que se materializan estos mismos días en torno a la islamofobia. Estas actitudes dejan en evidencia a aquellos que defienden que todas las vidas humanas son iguales, pues mientras ponen el grito en el cielo por las víctimas de estos días, nos han acostumbrado a convertir en números, pies de fotos o meras estadísticas a todos los muertos que estos mismos días se producen en conflictos en buena medida provocados o alentados por Occidente.
La llamada «estrategia preventiva» es una de las consecuencias que han traído consigo esa cadena de violencia. Tras el 11-s, después de los atentados de Madrid y Londres, y probablemente a raíz del desenlace final en París, algunos gobiernos no dudarán en poner en marcha un nuevo paquete de medidas, que bajo el manto y el argumento del «incremento de la seguridad ciudadana», en definitiva supondrán todo un recorte de las libertades de la población, como ha ocurrido en estos años.
La experiencia nos indica que aprovechando la delgada línea que separa la protección de la ciudadanía y las libertades civiles, el verdadero motivo suele estar más cerca de importantes retrocesos de los derechos y libertades. Explotando el miedo entre la gente y envolviéndolo todo bajo el argumento de la seguridad, querrán que soportemos toda una serie de medidas coercitivas y de control.
Por último, y centrándonos en los acontecimientos de París, no podemos dejar de lado, el pulso que mantienen a día de hoy al Qaeda y el Estado Islámico (EI), por hacerse con la centralidad de ese complejo y heterogéneo mundo jihadista. De confirmarse la autoría de al Qaeda, ésta estaría intentando reponerse de los reveses que el auge del EI le ha supuesto en los últimos meses (económicos y de captación de voluntarios) y que ha llevado a que ambas formaciones se enfrenten con las armas en Siria.
Los dirigentes de al Qaeda habrían mandado un mensaje a sus seguidores actuales y a las potenciales adhesiones del futuro: ellos son los únicos que a día de hoy han golpeado a Occidente en el corazón de sus territorios, y de esta manera también busca cerrar la sangría de algunas de sus franquicias regionales que estarían apostando por unirse a la nueva estrategia del EI.
Uno de los riesgos que esta pugna entre las dos organizaciones puede suponer es el incremento de acciones en Europa y la posible respuesta que el propio EI pueda planear para reforzar su actual centralidad entre el jihadismo transnacional, lo que también puede abrir la puerta a operaciones militares y atentados en EEUU o en estados aliados suyos.
Frente a las críticas simplistas, selectivas y oportunistas, es necesario reconocer la complejidad de los acontecimientos, y un buen inicio podría ser analizar la historia, los antecedentes, el contexto y la interrelación entre un número importantes de elementos y factores que están diseñando el escenario que hemos vividos estos días.
Txente Rekondo.- Analista internacional
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.