Ante el proyecto de ampliar la vida de la central nuclear de Almaraz, el autor denuncia la falta de seguridad de esta instalación.
El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha tomado la decisión de prolongar la vida de la central nuclear de Almaraz I (Cáceres) por diez años, cuando ésta cumple casi 30 años de funcionamiento. Esta decisión es un preludio de lo que sucederá con Almaraz II, dos años menor. No por esperado este dictamen es más admisible. Tras todos estos años de funcionamiento y diversas vicisitudes, que incluyen una multa de 90 millones de pesetas impuesta por el Consejo de Seguridad Nuclear y el cambio de los generadores de vapor, las dos centrales de Almaraz deberían cerrarse tras cumplir los 30 años. Se trata de no tentar a la suerte y de no dejar que progresen problemas que aumentan la inseguridad.
Era obvio que el Consejo de Seguridad aceptaría la prolongación del permiso de funcionamiento y que el Ministerio de Industria lo refrendaría, dado que los propietarios de la central han invertido esfuerzos y dinero en una ampliación de potencia de las dos unidades. En el dictamen sobre Almaraz, al igual que ya hizo en el caso de la central de Garoña (Burgos), el CSN introduce un concepto nuevo que no deja de ser inquietante. Se trata de la llamada «autorización condicionada». Ésta consiste en imponer a la central una serie de condiciones (13 en el caso de Almaraz I) que deberá cumplir en el futuro para seguir funcionando. Cabe preguntarse aquí: si la central funciona a la perfección, ¿por qué se le imponen mejoras a realizar?; y si no, ¿por qué se permite que siga funcionando? Si se detectan anomalías, la planta debería paralizarse al menos cautelarmente.
Almaraz ha presentado un problema endémico de refrigeración, puesto que el Tajo no tiene el caudal suficiente para garantizar el enfriamiento del núcleo en caso de accidente. La forma de solucionar este problema era bajar potencia cuando bajaba el caudal del Tajo, hasta que se instalaron irrigadores, para disminuir la temperatura ambiente. También fue necesario cambiar los seis generadores de vapor de las dos centrales hace ahora 13 años, con un coste de unos 60.000 millones de pesetas (unos diez millones de euros), que repercutieron en el recibo de la electricidad. Se dijo en aquel momento que los generadores nuevos no presentarían los mismos fenómenos de corrosión que los antiguos y que se había resuelto el problema.
Sin embargo la realidad es tozuda y muestra, una y otra vez, que existen multitud de factores en torno a la energía nuclear que no se conocen a la perfección: los nuevos generadores de vapor presentan ya problemas de corrosión y agrietamiento, lo que no ha impedido que el CSN permitiera la ampliación de potencia y la prolongación de la vida de la central.
Estos sucesos vienen a sumarse a otros muchos. En abril del año pasado dos sucesos simultáneos dispararon las alarmas en la central. Por un lado, falló la turbobomba que se encarga de extraer el calor del reactor, permitiendo obtener energía y evitando el daño grave al reactor y, por otro, se produjo una enorme vibración de las barras de control que sirven para detener la reacción nuclear. Además de estos problemas técnicos, hay que tener en cuenta que la central genera residuos radiactivos de complicada gestión.
Los conflictos sociales del ATC
Precisamente, en estos días se están produciendo múltiples conflictos sociales y políticos motivados por la búsqueda de un emplazamiento para la construcción de un Almacén Transitorio Centralizado (ATC), un cementerio nuclear temporal donde se depositarán todos los residuos de alta actividad de las centrales españolas durante unos 60 años.
El modelo de desarrollo generado por las nucleares no es tampoco recomendable. En ninguna comarca española con instalaciones nucleares se ha experimentado un verdadero desarrollo y distribución de la riqueza generada por la central, como demuestra el hecho de que en todos ellos se ha perdido población.
En el caso de Almaraz se da el agravante de que la central expulsa a la comarca del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), privándola de una importante fuente de ingresos. Las centrales nucleares en España son perfectamente prescindibles dada la gran cantidad de potencia instalada y dadas también las potencialidades que existen para tomar medidas de ahorro y eficiencia energética.
Se ha hecho tan poco en este sentido que se puede mejorar mucho el panorama. Además, en la actualidad, las nucleares suponen un freno a las energías renovables. Al menos en cinco ocasiones ha sido necesario desconectar aerogeneradores en momentos de gran producción eólica dado que resulta imposible parar una central nuclear en un corto plazo de tiempo.
Por tanto, es una equivocación prolongar la vida de Almaraz I. Lo sensato sería definir un plan de cierre de centrales nucleares que les otorgara una vida suficiente para que sus propietarios recobren sus inversiones, de tal forma que el cierre no sea oneroso para los ciudadanos. Así, nuestro país habría corregido el error nuclear en un horizonte de diez años. Pero este plan debería haber empezado por no prorrogar el permiso de explotación de Almaraz I.
Francisco Castejón es físico nuclear y responsable del área de Energía de Ecologistas en Acción.