Con ese caldo de cultivo no es extraño que organismos judiciales aporten su grano de arena en esa cerrazón por resucitar a ETA
A estas alturas, imagino que mucha gente conoce ya los sucesos ocurridos en Alsasua, el 15 de octubre de 2016. Ese día hubo una reyerta, trifulca o pelea de bar entre varios jóvenes del pueblo y dos guardias civiles, que acabaron con lesiones leves, de las que la más notable fue una fractura de tobillo, además de hematomas y magulladuras. Desde un principio, a este caso se le ha dado una dimensión especial porque pasó enseguida a otorgársele la consideración de acto terrorista.
De los juzgados de Pamplona, tratándose de un asunto relativamente usual en ciertos pueblos navarros, pasó a ser un asunto de calado nacional, para ser llevado desde la Audiencia Nacional con todo el rigor que se espera en un asunto tildado desde determinados medios como terrorista. Fue, en primer término la juez Carmen Lamela la que enfocó los hechos de esa forma. El fiscal José Perals ha solicitado nada más y nada menos que 375 años de cárcel para los ocho imputados, yendo las penas individuales desde los 62 años y pico que pide para el que considera máximo responsable, hasta los doce y medio que solicita por la simple colaboración en los hechos.
Comienza el escrito del fiscal diciendo: «A lo largo de los años en la Comunidad Foral de Navarra se ha imbuido en un sector de la población un sentimiento de odio hacia la Guardia Civil». Toda una declaración de intenciones que implica a una parte indeterminada de la población de la Comunidad navarra. De entrada una buena ración de gasolina para apagar el incendio en que han convertido este asunto. A muchos se nos vino al leer la petición del fiscal, la idea del bombero pirómano y la frase tan conocida de «echar más leña al fuego».
Es la guinda de un pastel que lleva mucho tiempo horneándose en momentos memorables como los cinco años de cárcel que se pedían por el tartazo a la presidenta de la Comunidad Foral navarra, Yolanda Barcina, los más de dos de media por cabeza que pedían a los de Yesa por agresiones más que dudosas, las penas que han pedido a los titiriteros por una obra crítica, que incluía la palabra ETA (que los del PP no hacen más que repetir, por cierto), las condenas de raperos, de tuiteros, etc, etc, etc. Esta última petición de condena sería como el escarmiento estrella, en el que confluye la geografía, la localización del hecho, para intentar resucitar fantasmas escondidos.
El PP lleva décadas necesitando la presencia de ETA para sacar réditos electorales. La mejor muestra de ello fue la obcecación con la que mantuvieron y alentaron la teoría de ETA como autora del 11-M. Algunos de los más lenguaraces personajes políticos de la cúpula pepera han visto relación entre ETA y el aborto, por ejemplo y nadie de sus filas ha abierto la boca al respecto.
Con ese caldo de cultivo y ese talante, no es de extrañar que organismos judiciales con componentes de orientación claramente conservadora, aporten su grano de arena en esa cerrazón por resucitar a ETA a toda costa, en vez de contribuir a que desaparezca definitivamente para dar paso a una nueva relación con todo el pueblo vasco (también con aquellos navarros que así se consideran).
Me parece muy bien que se homenajee a Miguel Ángel Blanco, tras veinte años de su muerte. Con lo que no puedo estar de acuerdo es con que se haga como si no hubiese pasado nada en este tiempo y el terrorismo de ETA estuviese presente como lo estaba hace dos décadas. Intentan además convertir ese homenaje en un espectáculo hipócrita para visualizar a quien está con ellos (los del pensamiento único) y a quien disiente de su forma maniquea y miope de ver el asunto del terrorismo de ETA. El PP siempre está en periodo electoral y sigue en su empeño de hacernos creer que la corrupción no va con ellos. Siguen erre que erre con lo de la trama contra ellos y presentándose como los adalides en la lucha contra los corruptos. Tienen la suerte de que Bárcenas parece haberse arrepentido de su primer impulso en destapar la trama ilegal y ahora vuelve a redil, donde al parecer se está más calentito y se protegen mejor los millones de euros robados.
Hay muchas razones para que el PP no vuelva a gobernar. Los que le votan por inercia deberían reflexionar hacia donde nos lleva su autoritarismo cada vez evidente, su triunfalismo que deja en la estacada a tanta gente y la cerrazón con el que trata asuntos como el de Cataluña y el fin definitivo del terrorismo en el País Vasco.
Claro que, por si acaso, ya anuncian que este va a ser un año cojonudo para el turismo. No faltarán puestos temporales de camareros, ni faltarán muchos españoles a su anhelada cita con las payas abarrotadas, donde coger sitio se convierte casi en un trabajo más. Todo está en su sitio. La crisis es un espejismo y todos los que se han tenido que ir del país son tan solo turistas de larga duración, que también, por desgracia y a pesar de ser la generación más preparada de la historia de nuestro país, tendrán que trabajar también de camareros.