Una de las cuestiones más notorias que ha acompañando en el tiempo a las acciones de protesta de Amadeu Casellas es el silencio cruel que han guardado sobre ellas los medios de comunicación en general y la prensa generalista en particular. El preso ha tenido que mantener dos largas huelgas de hambre -y su grupo […]
Una de las cuestiones más notorias que ha acompañando en el tiempo a las acciones de protesta de Amadeu Casellas es el silencio cruel que han guardado sobre ellas los medios de comunicación en general y la prensa generalista en particular. El preso ha tenido que mantener dos largas huelgas de hambre -y su grupo de apoyo ha tenido que radicalizar la protesta cortando el acceso a la ciudad de Barcelona u ocupando una emisora de radio- para que, finalmente, algunos medios se dignaran a dar fe de la situación a la opinión pública. Otro silencio cómplice -y no menos cruel- es el de los partidos y grupos de izquierda que han optado por mirar hacia otro lado, como siempre suelen hacer a la hora de encarar cualquier cuestión que provenga del mundo de las prisiones: es el tema tabú por antonomasia.
Notorio ha sido también el hecho de que la consejera de Justicia, Montserrat Tura, haya dado señales y haya dado sus opiniones solo a partir de que se le presentaran firmas de apoyo al preso avaladas por la «posición social» de personas provenientes de ámbitos profesionales o culturales. O de que un diputado de ERC, Joan Tardà, reclamara atención al caso.
Entre los argumentos aducidos por la consellera para que el interno siga «pagando con la privación de libertad» (sic), encontramos «su conducta inadecuada, que acumula 35 expedientes disciplinarios» (sic). Y es que, precisamente, si algo distingue a Amadeu Casellas es su espíritu de rebeldía mostrado en su constante actitud de denuncia de la realidad del sistema penitenciario. Esa rebeldía -que es la misma que, en la década de 1970, emanaba de la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) con la que el propio Amadeu se inició en su experiencia carcelaria- es la que el sistema necesita ocultar a base de silencio.
Por eso, es importante percibir la lucha de Amadeu Casellas no sólo como el grito desesperado e individual de uno de los presos más antiguos de las cárceles catalanas, sino como un preso que con su rebeldía permanente simboliza el sufrimiento de los demás.
En este sentido, pues, dar apoyo a Amadeu Casellas ha de ser también trascender su propia persona extendiendo el apoyo hacia quienes están en su misma situación. Es el mejor modo de romper el silencio para que la sociedad bienpensante mire de frente a «esas tumbas de piedra sobre las cuales se escribe Casa de corrección y que los mismos carceleros llaman Casas de corrupción«. Así vio las prisiones Kropotkin en 1887 y así podemos verlas en la actualidad.
Semanario Directa, Nº 160, noviembre de 2009