A la luz de lo que uno tiene que escuchar a los tertulianos de radio y televisión, y leer en los periódicos españoles, Amancio Ortega es un auténtico héroe nacional. Los comentaristas políticos nos cuentan cada vez que se les presenta la oportunidad que se trata de un hombre hecho así mismo, o en terminología […]
A la luz de lo que uno tiene que escuchar a los tertulianos de radio y televisión, y leer en los periódicos españoles, Amancio Ortega es un auténtico héroe nacional. Los comentaristas políticos nos cuentan cada vez que se les presenta la oportunidad que se trata de un hombre hecho así mismo, o en terminología yanqui, un «self made man».
Cuanta razón tienen aquellos que proclaman que en España, desde hace muchas décadas, quizá incluso desde hace un par de siglos, existen dos realidades: la publicada y la cotidiana.
Decimos esto porque a la luz de lo que uno tiene que escuchar a los tertulianos de radio y televisión, y leer en los periódicos españoles, Amancio Ortega es un auténtico héroe nacional. Los comentaristas políticos nos cuentan cada vez que se les presenta la oportunidad que se trata de un hombre hecho a sí mismo, o en terminología yanqui, un «self made man».
Por si las cosas no quedaran claras, nos agregan que su biografía es la de un humilde asalariado gallego, que a los 13 años empezó a laborar en una humilde tienda de ropa en La Coruña. Narran sus cuentistas, además, que en 1963 fundó una empresa dedicada a la fabricación de prendas de vestir, desarrollando diseños propios con la ayuda de su amante esposa. Y así, poquito a poquito, fue juntando una fortuna que hoy alcanza decenas de miles de millones de euros.
Sé que hay mucha gente que se cree esta hagiografía. Yo en cambio soy muy escéptico. Y es que una simple operación matemática me ha demostrado que la combinación entre los años trabajados y los beneficios que honestamente se pueden obtener anualmente, no puede dar como resultante una fortuna de decenas de miles de millones de euros. Lo siento, pero las matemáticas son las matemáticas, una ciencia exacta que nunca se equivoca.
Claro que luego a la narrativa del milagro Amancio Ortega vienen a añadirse, clarificadoramente, las noticias provenientes de Pakistán, Bangladesh y de la India, que me ponen al descubierto que la multinacional Inditex –Industria de Diseño Textil, Sociedad Anónima– que dirije D. Amancio y fabrica las prendas que lucimos vanidosamente en España y en Europa, se confeccionan en esos países a base de mano de obra esclava, con salarios misérrimos, que solo permiten a sus operarios alimentarse para poder continuar trabajando al día siguiente.
Sólo cuando se produce algún grave y frecuente accidente en algunas de esas destartaladas «fábricas», donde trabajan hacinados centenares de hombres y mujeres, el mito del hombre self made man termina cayendo hecho añicos y no resiste un solo asalto. Sin embargo, pese a que es una evidencia demostrada, poderosas «razones» deberán tener nuestros tertulianos y gacetilleros para que, a pesar de lo que está a la vista, continúen manteniendo que Ortega es un hombre al que todos los españoles deberíamos de imitar. ¿Se imaginan?
Pero esta mañana, mientras leía la prensa digital -la escrita no dice nunca nada- se me terminó de llenar el gorro. Leo que las plantillas de los centros de Inditex en Madrid y León organizaron este jueves manifestaciones de protesta porque ya están hasta los mismísimos de que mientras la compañía obtenía la friolera de 3.157 millones de euros de beneficios durante el año 2016 -un 10% más que el año anterior– los salarios de sus trabajadores permanecían en estado de hibernación
Ortega ha acabado con la paciencia de sus trabajadores en la capital del Estado. Dicen los asalariados de Inditex que «la ultima gota ha colmado el vaso», porque aunque los resultados de la compañía siguen creciendo vertiginosamente, el patrón de Inditex se resiste panza arriba a ceder ante la exigencia generalizada de una subida salarial.
Alegan sus operarios que don Amancio super abusa de la contratación a tiempo parcial y se niega en rotundo a poner solución al extenso abanico de dolencias profesionales que afectan a aquellos que trabajan bajo sus órdenes. Eso, puntualizan sus representantes sindicales», ha arrastrado a la plantilla a una situación límite».
Imagínense si esto sucede aquí, con algunas tenues luces y pocos taquígrafos, lo que sucederá en las ignotas fábricas que trabajan en Bangladesh, la India o Pakistán para Don Amancio, el hombre que «poquito a poquito» pudo hacerse con una gigantesca fortuna.