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Entrevista con el escritor venezolano Luis Britto

América Latina y la creación como rebelión

Fuentes: La Jiribilla

Invitado al 1er. Festival Internacional de Narradores Jóvenes La Habana 2008, vuelve a Cuba el intelectual venezolano Luis Britto. Escritor, dramaturgo, historiador y profesor universitario, fue ganador del Premio Casa de las Américas en dos ocasiones: en 1970 con Rajatabla y en 1979 con Abrapalabra, Premio Nacional de Literatura de Venezuela en 1980. Ha publicado […]

Invitado al 1er. Festival Internacional de Narradores Jóvenes La Habana 2008, vuelve a Cuba el intelectual venezolano Luis Britto. Escritor, dramaturgo, historiador y profesor universitario, fue ganador del Premio Casa de las Américas en dos ocasiones: en 1970 con Rajatabla y en 1979 con Abrapalabra, Premio Nacional de Literatura de Venezuela en 1980. Ha publicado además Los fugitivos y otros cuentos (1964), Vela de armas (1970), La orgía imaginaria (1983), Venezuela tuya (1971), Así es la casa (1971), El tirano Aguirre o La conquista de El Dorado (1975, Premio Nacional de Teatro), Suena el teléfono (1979), y los ensayos Ciencia, tecnología y dependencia (1975), La máscara del poder: del gendarme necesario al demócrata necesario (1988), El poder sin la máscara: de la concertación populista a la explosión social (1989), El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad (1991) . Partidario de concebir este tipo de encuentros como un gigantesco taller literario donde se rompa el mito de la soledad del escritor, Luis ofreció en la inauguración que tuvo lugar en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, la conferencia magistral Literatura nuestra, a propósito de la cual nació esta conversación.

En su conferencia afirmaba que en las últimas décadas han disminuido los experimentos con el lenguaje en la literatura latinoamericana y hay una vuelta al lenguaje común. ¿Significa esto que ha decaído el nivel de esta literatura?

Los experimentos no necesariamente significan que baje o suba el nivel pues el nivel se refiere a la adecuación del experimento con el fondo de lo que se quiere narrar, es una vinculación compleja, soy muy partidario de los experimentos narrativos pero lo cierto es que se los emplea cada vez menos. Cosas como los universos narrativos de Lezama Lima, por ejemplo, o todas las intrincaciones que hacía Sarduy son cada vez menos frecuentes. A veces hay un elemento fantástico pero transmitido en lo posible con un idioma diáfano. Simplemente verifico eso, no necesariamente significa una pérdida de calidad en la literatura pero me parece que una de las finalidades de la literatura es experimentar con el lenguaje.

Se refería a que de algún modo el policiaco propio del continente era aquella literatura donde estaba presente la conflictividad social

El policiaco es un género que corresponde a la creencia en un orden, un orden que puede ser restablecido bien por el aficionado culto o bien por el solitario romántico como en la serie negra de Estados Unidos. En América Latina ese orden usualmente no existe, no se puede creer ni en los aficionados inteligentes ni en la policía, porque esta frecuentemente es un conjunto de canallas peores que los delincuentes, más bien ella es la autora usualmente de los delitos, está confusamente mezclada con el sicariato, en Colombia con el paramilitarismo y en otros sitios con los escuadrones de la muerte. Entonces nuestra novela de la violencia política es el equivalente de la novela detectivesca o novela negra, porque a esa realidad corresponde otro tipo de narratividad, un género que uno podría llamar específico de la realidad latinoamericana.

También ha establecido a la novela del exilio como un género propio de América Latina, a pesar de las diferencias notables de calidad entre ellas

En todos los géneros hay gradaciones de calidad, no es lo mismo Rayuela, novela que inaugura eso, que muchos de los bodrios posteriores, algunos de ellos con la confesa intención de utilizar políticamente la situación del exilio, por ejemplo se ha insistido mucho en una novela del exilio cubano, pero… ¿y el exilio chileno, y el chicano dentro de Estados Unidos? Al parecer hay ciertos exilios que lo son más que otros, pero es un género considerable. Hay países como Ecuador cuyo segundo ingreso principal ―el primero es el petróleo son las partidas que envían los emigrados ecuatorianos, que son la mano de obra fundamental de España. América Latina es un continente en proceso de desarraigo.

De hecho usted se refería a que América Latina ha sido constantemente amenazada como proyecto, como cultura

Sí, la negación de América Latina y el Caribe es el tema constante de los medios de comunicación. Sería un continente inviable, sin cultura, sin futuro, sin proyecto, sin perspectivas económicas, pero justamente la afirmación de América Latina es en gran parte el contenido de la literatura nuestra. Hay todo un proyecto de negación de Latinoamérica desde que esta se formó, eso ha seguido hasta hoy, pero en alguna forma cada vez que alguien inventa algo, crea. Hay una magnífica novela de Philip K. Dick, el que hizo esa novela en la que se basó la película Blade Runner que se llama El hombre en el castillo. En ella Estados Unidos perdió la Segunda Guerra Mundial, la mitad es una zona alemana y la otra mitad es una zona japonesa, no hay cultura de Estados Unidos, lo único que quedan son las colecciones americanas, toda la trivia de pequeñas cosas de antes de la Guerra y hay un artesano cuya función era falsificar trivia como yesqueros, que se atreve a crear un producto nuevo, lo cual plantea un escándalo, porque se supone que una nación vencida no crea. Entonces el balance de esa tremenda gravitación del mundo se ve vencido por un simple individuo, falsificador, imitador de tonterías, que de repente se decide a crear una cosa. Eso mismo sucede en nuestro continente, América Latina ha sido repetidamente derrotada desde la época de la conquista, luego por todas las dependencias que hemos tenido y, sin embargo, ejercemos esa rebelión que es la creación la cual se complementa con la rebelión armada.

Usted afirmó que había sido la palabra la que nos había salvado porque nos constituye

Sí, eso se explica si pensamos que tenemos una conciencia de que existe América Latina y el Caribe, pero eso no existe en lo político, porque somos más de 25 unidades políticas diferentes; no existe en lo comercial, porque estamos muy fragmentados a pesar de intentos como el MERCOSUR o el ALBA; no existe en lo estratégico, porque nuestros ejércitos están separados, estaban unidos en un Pacto absurdo hecho por Estados Unidos que fracasó cuando las Malvinas; esa unión está planteada en lo diplomático muy dificultosamente, pero resulta que en las letras nos encontramos enteramente cómodos leyendo a un argentino, un cubano o a un brasileño, sentimos que eso nos toca, nos corresponde, no nos es extraño ni indiferente, no hay esa divergencia cultural como cuando vamos a leer a un finlandés, cuando debemos ponernos una bufanda y un abrigo para cambiar de temperatura literaria.

Esto pudiera sonar un poco paradójico porque usted afirmaba que las hegemonías regionales económicas se habían convertido de algún modo en hegemonías en la literatura

Efectivamente. Cuando Argentina era el país del futuro por la magnitud de su producción y la cantidad de habitantes que tenía, había grandes editoriales que distribuían libros y había un excedente de ellos que nos hacían conocidos a los autores argentinos, por ejemplo a Eduardo Mayea lo leí en mi juventud por libros importados, lo mismo sucedía con México, habían grandes editoriales para un gran mercado lector, se exportaba un excedente y uno conocía la producción mexicana. Para nosotros conocer a los colombianos, vecinos de Venezuela, lo debíamos hacer también a través de alguna de estas casas editoras, cité el ejemplo de que a García Márquez lo leí a través de la Editorial Sudamericana de Buenos Aires y a otros magníficos escritores colombianos los leí de casualidad como Germán Espinosa, autor de Los cortejos del diablo, o un genio como Andrés Caicedo Estela, un novelista que se suicidó a los 25 años, a quien conocí porque en un concurso literario donde se enviaban los trabajos anónimos insistí en que le dieran un premio y nos carteamos. Conocemos la literatura de los confines del mundo, sabemos del último estornudo de alguien en Madrid, pero no conocemos a nuestros vecinos o tenemos que ir a hacerlo precisamente allí o porque nos publica una editorial española como Planeta o Alfaguara. Chile tuvo grandes editoriales como Zig Zag y en parte a través de ella conocimos a Gabriela Mistral, a Neruda. Cuando la dictadura la cerró hubo un problema para la difusión literaria, hay como una zona escura de décadas de la literatura chilena de la cual nos llegan pocas noticias. Lamentablemente el espíritu que es la literatura depende de estas precariedades, repentinamente le apagan la luz y el espíritu se queda a oscuras.

Refiriéndose al espíritu de la literatura, ha afirmado que los talleres literarios deben servir como confesionarios, pero luego de su conferencia se generó un debate sobre las piñas intelectuales, ¿no pueden acaso convertirse los talleres literarios en una marca en la escritura de un autor, en un círculo literario en sí mismo?

Sí, podría ser, pero lo importante de un escritor es que un escritor es maligno, sobrevive a todo, a las mafias, a la represión política, el escritor sobrevive hasta a la muerte, gran parte de los escritores de los cuales hablamos son gente muerta que no dejó más que unas páginas ensuciadas y sin embargo ahí están presentes; entonces si el escritor es capaz de resistir todo eso, debe resistir también todas estas piñas. Soy un caso atípico, no pertenezco a ninguna mafia literaria, lo cual bastó para condenarme en Venezuela, mis amigos son mecánicos de aviación o submarinistas; la gran ventaja del submarinismo es su silencio. No hay que confundir la creación con la sociabilidad, en muchos casos se ve la literatura como un elemento social de encuentros y desencuentros y no se trata de eso porque lamentablemente el hecho creativo es solitario.

Se refería a la aparición en la actualidad de una tendencia de novelas íntimas contra el predominio hace unos años de una narrativa más ética

Esta narrativa uno la podría llamar personal, vale decir que ciertamente no ignora la ética, por ejemplo, en la novela de Carlos Noguera Los cristales de la noche, muchos de los personajes están marcados por la lucha armada, estuvieron presos, fracasaron, su destino se quebró, sus relaciones personales se arruinaron, pero en la novela lo que importa es el proceso personal, íntimo, cómo ve ese personaje su vida actual, más que la peripecia externa de la lucha armada o de la participación política. Esa es la explicación y hay una gran cantidad de novelas centradas en experiencias interiores, se mencionó a Diamela Elquit, una escritora chilena centrada en cosas muy impenetrables de masoquismo, de imposibilidad de vivir, de relaciones contrariadas, lésbicas a veces, situaciones límites que casi lindan con la necrofilia. En América Latina hay una situación externa que nos avasalla, pero también hay una realidad interna que merece consideración de los autores.

Contaba que cuando ganó el Premio Casa de las Américas en Venezuela lo silenciaron durante algún tiempo, ¿qué sucedió en el resto del continente?

Arnaldo Orfila Reina, que fue el fundador de Siglo XXI, pasó por Venezuela y me buscó porque le interesó el libro y lo publicó en México. En virtud de esa publicación en México y en otros sitios, llegaron a conocerme en muchos lugares, fue algo extraordinario porque me abrió paso hacia una gran cantidad de amigos, quizá también de enemigos, pero de todos modos lo único malo es la indiferencia.

¿En qué trabaja en la actualidad Luis Britto?

Acabo de publicar un libro llamado América nuestra, integración y revolución, donde se examinan las posibilidades y las vías para la integración de América Latina, y para las revoluciones latinoamericanas. Estoy preparando también un libro sobre las intervenciones de Estados Unidos y tratando de hacer una novela sobre la inteligencia artificial, y un libro de micro relatos.