Con el anuncio de la muerte de Andrea Camilleri me invadió una gran tristeza. Hay muertes que marcan más que cualquier otra el fin de una época; muertes que tienen el privilegio de evocar los recovecos de la historia actual, que suenan como una advertencia. Esta muerte me ha llevado a los textos que el […]
Con el anuncio de la muerte de Andrea Camilleri me invadió una gran tristeza. Hay muertes que marcan más que cualquier otra el fin de una época; muertes que tienen el privilegio de evocar los recovecos de la historia actual, que suenan como una advertencia. Esta muerte me ha llevado a los textos que el socialista revolucionario Carlo Rosselli escribió después del fallecimiento en el exilio del socialista italiano Claudio Treves, o al que León Trotsky redactó en 1915 después de la desaparición del socialista francés Edouard Vaillant. Parafraseando al creador del Ejército Rojo, ya que Camilleri es reconocible ahí, «subsistía un vínculo vivo» con el pasado «heroico» de la izquierda italiana, la que había estado en el centro de la cultura política e intelectual de la Italia de posguerra, del cine a la literatura pasando por la filosofía 1/ . Pero Camilleri ya no está cuando la Italia republicana vive uno de los periodos más oscuros de su historia. El novelista, militante, ciudadano, no había dejado de denunciar estos nuevos monstruos que tomaron las riendas del gobierno en marzo de 2018: los del M5E, de entrada, con el que algunas figuras intelectuales de izquierda habían simpatizado (pensemos en Erri de Luca o en el Premio Nobel de Literatura, Darío Fo), después en los de la Liga de Matteo Salvini, a la que denunció sin descanso al ver que su popularidad aumentaba entre una parte significativa de la población italiana; la encarnación de un «rechazo a la república», de una cultura antidemocrática reaccionaria que sobrevivió al fascismo y que hoy parece haber recobrado carta de naturaleza en la península 2/ . Lo definió como la peor cara de la población italiana, «la que siempre hemos ocultado». Decepcionado, ya viejo, en 2018 confesó: «A los 93 años, a un paso de la muerte, me encuentro en la situación de tener que dejar en herencia a mis nietos y nietas un país que yo no esperaba dejar así. Y por esta razón, me parece que he fracasado como ciudadano» 3/ . Un fracaso que debió ser pesado sobre los hombros de este hombre que conoció el fascismo y, a pesar de él mismo, convertido al final de su vida en un testigo molesto e inoportuno de una Italia a la deriva que sobre el fondo de la crisis económica se hunde imperceptiblemente en una crisis social, política y moral. Andrea Camilleri había dicho que ya no quería ir a votar; hasta tal punto le parecía inútil, a este novelista ciego, contribuir con la papeleta en la urna a la reconstrucción de una izquierda de la izquierda capaz de actuar en el marco del desastre italiano. Sin embargo, no había cesado de interpelar a los intelectuales convertidos, según él, en indiferentes al mundo en que vivían. 4/ En 2014, aún apoyó la presentación de la lista «La otra Europa con Tsipras» que provocó la sorpresa con un 4% de los votos, un resultado más que asombroso puesto que esta formación había tenido una cobertura mediática limitada. Esta agrupación reunía activistas de los movimientos sociales, especialmente del No-TAV (movilización en el Val de Suse contra el tren de alta velocidad Turín -Lyon), intelectuales y periodistas (Barbara Spinelli, Marco Revelli). Una mezcla de géneros que buscaba situar su batalla en el terreno europeo y que había suscitado la esperanza de crear una expresión de la izquierda trasnacional de la izquierda radical. En 2016, estará en primera línea para luchar contra la revisión de la Constitución promovida por Matteo Renzi señalando que era «el espíritu de la Resistencia traducido al derecho» 5/ . En 2018, continuó su batalla sin descanso para condenar la Liga de Salvini y el Movimiento 5 Estrellas. Andrea Camilleri no dejó de intentar echar el freno de emergencia, aprovechando la popularidad de sus novelas, para llamar a un despertar de la conciencia. Su mirada sin concesiones sobre la sociedad italiana, mezclada con su profundo sentido de la lengua y su amor por su Sicilia natal, supo ganar al gran público para su obra. Una literatura pensada como un punto de apoyo en la vida política sideral abierta por la izquierda. La novela policiaca especialmente: ¿Por qué existe hoy ese gran interés hacia la novela policiaca -la novela negra- considerada más allá de lo que anteriormente era este género?, se preguntaba él […] El otro día un periodista me citaba a Edmund Wilson, un crítico americano que se preguntaba por qué en Estados Unidos, durante la guerra, la novela policiaca había conocido un enorme éxito. Llegaba a la conclusión de que cuanto más incierto, ambiguo, peligroso, es el mundo, más certeza aporta la novela policiaca: siempre llega a una verdad. Es la suya pero es una verdad. Cuanto más sufre el mundo por llegar a la verdad, más gente se contenta con la pequeña verdad de la novela policiaca 6/ .
Conocido, de entrada, por sus novelas históricas, (La temporada de caza), solo más tarde se dedica al género. Mientras lucha con la escritura de la que en el futuro sería su obra maestra (La opera de Vígàta), recuerda un consejo de Leonardo Sciascia, otro siciliano: «La novela policiaca sin duda es la mejor jaula en la que un escritor puede deslizarse porque tiene reglas, relativas a la relación lógica, temporal y espacial de la novela de la que no se puede hacer abstracción» 7/ . Camilleri prueba este género. Para mayor felicidad de sus lectoras y lectores, había nacido el comisario Salvo Montalbano. Una tierra árida y amarilla donde las peladas montañas remiten a la imagen en relieve de un verdor que lucha por existir. Pueblos colgados en las laderas, mirando al mar, manchas blancas en las colinas, bajo un sol aplastante. Un mar antes límpido que acoge en sus orillas una ciudad imaginaria, Vigàta, «de límites variables, de geometría variable, en realidad, toda Sicilia» incluso puede que sea el mundo entero 8/ .
Andrea Camilleri ama Sicilia. En esto está golpeado por la maldición que afecta a todo autor italiano, condenado, para parafrasear a Sciascia, a recorrer constantemente los lugares de su isla, porque en comparación cualquier otra representación, cualquier otra experiencia, le parece mucho más pobre 9/ . Así que Sicilia está presente en cada línea: sus olores casi carnales, sus paisajes, su calor, su humor, sus personajes, e incluso su lengua, reinventada para la ocasión por la pluma mágica de Camilleri. Porque la lengua, esa maravillosa lengua, es la marca de fábrica, la fuerza de sus novelas, por otra parte, bien resuelta en la traducción francesa de Serge Quadruppani. Entre el sinfín de personajes recurrentes de sus novelas, según Montalbano, Mimì Augello, su segundo, indescriptible perseguidor de faldas, o el sólido inspector Fazio, sin duda, es Catarella quien encarna mejor el alma de su creación literaria. Este sargento, encargado del teléfono, simplón y torpe, colocado ahí por enchufe (en Italia se les llama recomendados), habla una lengua propia. No solo confunde todos los nombres, lo que se convierte rápidamente en un problema para el telefonista, sino que constantemente inventa términos con la seguridad inquebrantable que le da su voluntad de bien hacer y su ingenuidad.
A lo largo de las obras, ese personaje va a ser uno de los recursos cómicos repetido al que Camilleri toma cariño. Pues nos reímos, y nos reímos mucho, leyendo las investigaciones de Salvo Montalbano sin hacer nunca sombra a la simple diversión. Se trata de ese reír, tan querido al neorrealismo italiano, sostenido por un lenguaje revivido, desembarazado de las escorias de la normalización fascista. Un cómico poético y cruel que intenta describir sin concesiones la situación social, política y cultural de Italia que había promocionado magistralmente el autor y realizador Eduardo de Filippo con el que Camilleri trabajó en los años 60. Una mezcla de sátira e ironía: sátira de la sociedad siciliana que encarna mejor que ninguna otra la permanencia, el arcaísmo y los contrastes y la distancia irónica de la mirada de Salvo Montalbano sobre ella. Es que «Camilleri, como buen padre tardío, siente la aguda responsabilidad (no me atrevo a hablar de sentido de culpa para un autor deliciosamente laico) de haber lanzado a su personaje en medio de ese infierno de mezquindad, de violencia, de pequeñeces, de servidumbres», escribía Michel Serra, hace algunos años ya en el diario La república 10/ . No podía negarle el arma de la diversión.
¿Pero quién es este comisario alrededor del cual giran las novelas de Camilleri? Lo presenta como un «vecino de la escalera». Aunque no es un superhéroe, tampoco es un vecino de la escalera corriente. Gusta a las mujeres, sobre todo a Ingrid, esa magnífica sueca, mecánica, dominando la conducción que haría palidecer a un piloto de Fórmula 1, libre en tierra siciliana, pero víctima de repetidos asaltos por parte de su suegro. Y también, su novia Livia, una genovesa con la que Montalbano mantiene una relación tempestuosa y tierna a distancia. Gran amante de la literatura, asombra y sorprende a sus interlocutores por su extensa cultura, citando lo mismo a Jan Potocki que a Manuel Vázquez Montalbán (un guiño de Camilleri al padre del detective privado español Pepe Carvalho). Pero todavía lo que caracteriza más es su gusto por los placeres de la mesa. Hace comentarios de cada plato, que elige con cuidado entre las especialidades de su isla: arancini (croquetas de pasta de arroz. ndt), sarde (pasta con sardinas e hinojo. ndt), espaguetti alle vongole (espaguetis con almejas. ndt ), caponata(estofado de berenjenas. ndt), granita (sorbete. ndt) con brioche, etc.
Ni se plantea devorar una comida rápida o en cualquier lugar. Su gusto por la buena mesa lo aleja de la sociedad de hombres y mujeres que no comparten ese fin. Finalmente, está su amor al mar, al borde del cual vive en una pequeña casa en la playa.
¿Depresivo? ¿Misántropo? ¿Hipocondríaco? Nada de eso. Un hombre de su tiempo que mira de forma viva y mordaz a una sociedad cada vez más inconsciente, seducida en primer lugar por el berlusconismo y después por las tesis extremistas de Mateo Salvini, que explota, reduce a la esclavitud y algunas veces mata a migrantes que llegan de muy lejos en condiciones terribles a las playas de Sicilia. Qué importa si a veces Salvo Montalbano tiene miedo, es cuando dice ¡basta! cuando más convence. Como lo repite después de la violencia policial cometida durante las movilizaciones de Génova en 2001 (Un giro decisivo).
Andrea Camilleri ya no está aquí. Su muerte ha sido portada de los diarios italianos, cada uno intentando apropiarse de un trozo de su popularidad, el vicepresidente del Consejo italiano Mateo Salvini ha hecho un comentario orgulloso, como Luigi di Maio, Mateo Renzi y muchos otros cada uno buscando chupar de la estatura de este gran autor que le había llevado a lo largo de sus años de vida a luchar «al lado de la gente explotada, la gente más tirada, para llevar al mundo la mayor justicia y libertad» 11/ .
En una de sus últimas entrevistas, concedida al diario británico The Guardian, Camilleri contaba esta historia relatada por Leonardo Sciascia: «Justo antes de la llegada del fascismo, un hombre pidió a un campesino ciego qué es lo que percibía para el futuro: El campesino le respondió: «aunque soy ciego, todo está negro». Y mi respuesta, añadía él, es la misma» 12/ . Sin embargo, el padre de Montalbano buscó hasta su último aliento un rayo de luz al final del túnel. ¡Qué su perseverancia nos inspire!
Notas:
1/ / C. Rosselli, «Addio a Claudio Trèves», La Libertà , 15 junio de 1933 (vol. 1, p. 211) ; Léon Trotski, «Sur la mort de Vaillant «, Nache Slovo , 22 diciembre de 1915. Ver S. Prezioso, Contre la guerre 14-18. Résistances mondiales et révolution sociale , Paris, La Dispute, 2017, p. 156-163.
2/ / Francesco Biscione, Il sommerso della Repubblica. La democrazia italiana e la crisi dell’antifascismo , Turin, Bollati-Boringhieri, 2003.
3/ / Simonetta Fiori, «Camilleri C’è un brutto consenso per le tesi estremiste di Salviniome italiano sento di aver fallito», La Repubblica , 7 de julio de 2018.
4/ / Andrea Camilleri, «Alla ricerca dell’impegno perduto «, MicroMega , n° 6, 2013.
5/ / Andrea Camilleri, Paolo Flores d’Arcais, Tommaso Montanari, Nadia Urbinati, Gustavo Zagrebelsky, «Ancora cinquanta giorni di lotta per dire No ai nemici della Costituzione più bella del mondo», MicroMega , 15 de octubre de 2016. Sobre esta batalla, ver Stefanie Prezioso, » Italy: Sovereignty Belongs to the People» «, New Politics , XVI, 2, 2017, p. 85-89.
6/ / Christine Ferriot, «Interview à Andrea Camilleri», Lire , Octubre 2001.
7/ / Rossella Guadagnini, «Intervista a Camilleri», Democrazia Oggi , 18 de mayo de 2013
8/ / Christine Ferriot, «Interview à Andrea Camilleri «, Lire , Octubre 2001.
9/ /Leonardo Sciascia, «»Introduzione «, in L. Sciascia, S. Guglielmino, Narratori di Sicilia , Milan, Mursia, 1991 (1968).
10/ /Michele Serra, «»La solitudine di Montalbano commissario riluttante «, La Repubblica , 7 de mayo de 2014. Ver también Paul Bailey, » The Sage of Sicily «, The Guardian , 14 de octubre de 2006.
11/ / Paolo Flores d’Arcais, «Andrea Camilleri : un amico, un compagno, un grande scrittore «, Il Manifesto , 18 de julio de 2019.
12/ /Lorenzo Tondo, «Italians go for the strongman»: Montalbano author on fascism and the future», The Guardian , 5 de abril de 2019.
Stéfanie Prezioso. Profesora de Historia Internacional en la Universidad de Lausana. Forma parte de SolidaritéS, Suiza.
Texto original en francés: http://www.contretemps.eu/adieu-andrea-camilleri/
Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article15002
Traducción viento sur