Introducción En un entorno de crisis económica tan profunda como la presente, se agudizan todas las diferencias sociales y afloran las contradicciones con nitidez. Cuatro millones de parados en el estado español, muchos de ellos agotando el subsidio de paro o con amenazas de deshaucio por impago de sus hipotecas o alquileres. El «ajuste» del […]
Introducción
En un entorno de crisis económica tan profunda como la presente, se agudizan todas las diferencias sociales y afloran las contradicciones con nitidez. Cuatro millones de parados en el estado español, muchos de ellos agotando el subsidio de paro o con amenazas de deshaucio por impago de sus hipotecas o alquileres. El «ajuste» del empleo ya no se cubre mayoritariamente con despidos indemnizados como durante la crisis de los años 80, sino con la destrucción de empleos temporales y precarios, por la vía de la no renovación. El gasto social no crece al nivel de las necesidades planteadas sino lo contrario: aumentan las privatizaciones de servicios, se degrada la sanidad y la educación pública por la penuria presupuestaria y planean amenazas sobre el futuro de las pensiones y la solvencia de la Seguridad Social ante la brusca disminución de cotizantes y el paralelo incremento de los beneficiarios de subsidios.
El gobierno PSOE representa la continuidad del modelo burgués de pacto social combinado con el recorte paulatino del «estado del Bienestar» para recuperar el equilibrio presupuestario y frenar la sangría del empleo, abaratándolo. Todos sus apoyos parlamentarios de la «izquierda» del sistema desde IU-ICV hasta la «izquierda» nacionalista (ERC, BNG, EA, CHA, …) no tienen un proyecto alternativo al sistema capitalista, sólo plantean «humanizarlo» con algunas reformas sociales e impositivas. El descrédito de esta política de «apoyo crítico» es cada vez mayor. IU está en un proceso prolongado de descomposición que casi le deja sin representación parlamentaria, y los demás han perdido una parte importante de su apoyo entre los trabajadores y las capas populares de Catalunya, Euskadi y Galicia. La abstención y el voto nulo en los distritos obreros y populares baten récords en cada consulta electoral.
En el momento que el capital descarga la crisis que ha generado sobre los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes y el pueblo trabajador en general, no tienen quien defienda sus intereses, una fuerza política independiente de la burguesía con un programa obrero. La lucha de clases no se ha agudizado todavía más que puntualmente ante algunos ERE de empresas grandes y con tradición de lucha. El miedo al despido, la dispersión de los trabajadores y el conservadurismo de la clase media-baja todavía contienen un estallido social, pero el descontento y la miseria crecen. La necesidad objetiva de una alternativa política anticapitalista, superando la impotencia práctica de los grupos testimoniales, es clamorosa.
Las candidaturas alternativas en las elecciones europeas
Antes de las elecciones europeas, y desde hace unos años han aparecido reagrupamientos de la izquierda combativa, como las CUP de Catalunya, buscando cubrir un espacio político antisistema, expresando en el ámbito municipal o comarcal algunas reivindicaciones sociales y nacionales, de la ecología y la solidaridad o incorporando la experiencia del movimiento antiglobalización.
En las elecciones europeas de 2009 se han presentado dos candidaturas de ámbito estatal que se postulan como reagrupamientos de la izquierda anticapitalista, con diferente origen y sin reproducir siglas anteriores, sino añadiendo, o al menos proponiendo, el valor del proceso unitario de representación de las resistencias sociales al capital.
Estas dos nuevas formaciones, que van más allá de las candidaturas testimoniales tradicionales, presentan proyectos de reagrupamiento en torno a programas de corte anticapitalista: Iniciativa Internacionalista-Solidaridad entre los Pueblos y la Izquierda Anticapitalista. La primera nace de un conglomerado de organizaciones nacionalistas e independentistas (Izquierda Castellana, OSAN, junto a algunos grupos izquierdistas (Corriente Roja) y trotskistas (LI, PRT,…) e independientes con el planteamiento de «articular una propuesta política que incluya respuestas de clase a la crisis capitalista y lucha por los derechos soberanos de los pueblos como dos elementos indisolubles», recibió sobre todo el apoyo de la izquierda abertzale.
A su vez, la Izquierda Anticapitalista, propiciada por Revolta Global y su entorno, pretende capitalizar los ecos entre la izquierda anticapitalista española que deja el NPA francés, siendo el apoyo recibido con la visita de Olivier Besancenot su hecho de mayor impacto en la campaña de las elecciones europeas.
Ambas agrupaciones se definen anticapitalistas y pretenden ser el eje en torno al que se realice el reagrupamiento de la izquierda combativa contra el sistema dominante. Otra cosa es el alcance y desarrollo real de sus respectivos programas políticos. En el caso de II-SP, no presentó un programa formal con un texto explícito, fruto de un acuerdo político amplio, sino que se basó en el consenso sobre los dos ejes principales, se apoyó en manifiestos propios elaborados en cada una nacionalidades y complementó la oferta política con el bagaje propio de los grupos integrantes de la candidatura. La premura de tiempo y los obstáculos legales a su constitución explican este comienzo, pero sigue presente la necesidad de profundizar el debate y clarificar el alcance del acuerdo político, ya que sólo ha girado en torno al derecho a la autodeterminación, la derogación de la Ley de Partidos y la reivindicación de un nuevo proceso negociador en Euskadi. Estos puntos son la piedra de toque de la crisis política del Estado Español, pero en sí mismos no suponen una posición antisistema, sino una exigencia democrática radical que no va a ningún sitio mientras no aspire a romper con el obstáculo que impide su realización, el estado capitalista.
El manifiesto de II SP sostiene que:
«Existe una corriente involucionista, neofascista, impulsada por sectores poderosos del capitalismo español y su entramado institucional y mediático, que tiene dos caras: la «moderna», cuya expresión más significativa es la UpyD, y la «tradicional», cuya punta de lanza es la Conferencia Episcopal Española. Dicha corriente involucionista, con sus diversas expresiones, es la que en este momento está orientando la estrategia de fondo del bloque dominante español, incluido el Gobierno del Estado. Una estrategia que se materializa, entre otras cosas, en la alianza PP-PSOE para conseguir el gobierno vascongado con un objetivo claro: la españolización de ese territorio.»
Nuestro análisis es otro. Consideramos que no hay involución hacia el fascismo político sino un ascenso de la represión apoyado en el conservadurismo y el atraso político de amplios sectores de masas, al servicio de los intereses de la gran burguesía española encabezada por el capital financiero. El aparato político que utilizan hoy es el PSOE, o mejor dicho, el acuerdo nacional-español entre PSOE y PP, con las demás fuerzas del arco parlamentario ejerciendo de comparsas. Ni UPD, ni la Conferencia Episcopal son la orientación dominante del mismo, ni la españolización del país vasco son un objetivo nuevo para ellos, sólo que esta vez han conseguido desplazar al PNV de Ajuria Enea. Un párrafo como el citado no forma parte de una caracterización clasista sino nacionalista, tratando de pescar en el caladero del nacionalismo burgués vasco. Lo mismo cabe decir del internacionalismo planteado por II-SP: su mayor precisión es el apoyo a las naciones europeas sin estado con un planteamiento genérico considerando progresivo todo soberanismo sin tener en cuenta su lugar en la lucha para acabar con el capitalismo, el primer opresor de las libertades de los pueblos.
Esta orientación sólo puede tener sentido con una perspectiva revolucionaria, de clase, porque la burguesía (en este caso las burguesías catalana o vasca) ya no puede cumplir un papel de vanguardia ni siquiera en las reivindicaciones democráticas y nacionales. Hasta el referéndum oficioso por la autodeterminación que se celebró en Arenys de Munt llevaba en su pregunta un estrambote reaccionario significando que la independencia «dentro de la Unión Europea» no aspira a más cambio que el de la soberanía estatal.
El internacionalismo que corresponde levantar es el de los trabajadores y desde él, en la vía del socialismo, abordar las cuestiones nacionales pendientes que el estado capitalista, hoy abiertamente reaccionario se niega a resolver -recorta incluso la democracia formal, burguesa como demuestran las trabas electorales y las reiteradas detenciones de militantes abertzales-.
El debate y la cohesión programática entorno a estas cuestiones es esencial, si es que II-SP se dispone a tener continuidad, como han anunciado sus dirigentes.
Izquierda Anticapitalista
La candidatura de Izquierda Anticapitalista (antes Espacio Alternativo), IA-Revolta Global en Catalunya, se hizo eco de las tendencias unitarias que recorren un sector de la vanguardia pero sólo ha sumado algunas personalidades o apoyos individuales a demás de los referentes internacionales. Dialogó pero no acordó participar en II-SP ni cederle los votos a pesar de tener un carácter testimonial. Ambas candidaturas no han expresado diferencias importantes, ya que también en IA el eje es la democracia radical, y sólo cabe pensar que el hecho de que subsista la división se debe a personalismos e intereses partidistas, ya que el debate previo y a posteriori de las elecciones no arroja diferencias que justifiquen dos organizaciones diferentes.
En cuanto a las propuestas ante las elecciones europeas, Izquierda Anticapitalista ha presentado un «programa-marco» que contiene un extenso recetario para casi todos los temas, relacionados de manera que queden recogidos lemas procedentes de todos los movimientos sociales. Se trata de una especie de manual táctico de la lucha democrática. Significativamente, el primer punto, bajo el epígrafe de «ecosocialismo y feminismo» propone como lema «el buen vivir»: es decir, se trataría del capitalismo humanizado con nuevos modos democráticos y sostenibles de vivir, trabajar y consumir. Es una ilusión perniciosa porque, precisamente, la crisis económica ha mostrado los límites del capital y lo incapaz que es de reformarse en beneficio de los explotados: para sobrevivir sólo huye hacia adelante aumentando la deuda pública y recortando los gastos sociales.
IA propone correctamente muchos objetivos para estimular los distintos movimientos sociales, abarcando detalladamente todos los aspectos, pero se queda corta en su alcance: es una lista de «derechos» cívicos y un programa de tipo mínimo, cuyas medidas más atrevidas resultan parciales y limitadas como la creación de la Banca Pública o el cierre de los paraísos fiscales -sin entrar en la expropiación del capital financiero y las grandes empresas-. Sólo se citan como expropiables las empresas del sector energético, por razones ambientales más que económicas. El eje de este «programa» de IA, y lo más publicitado de él, han sido las «Diez medidas urgentes y alternativas contra la crisis económica y la Europa capitalista» que acompaña las medidas citadas con un compendio de reivindicaciones sindicales y sociales que se resumen en los deseos de la «socialización de la riqueza».
Creemos que es evidente la necesidad de aunar esfuerzos para levantar el movimiento y los que han tomado la iniciativa han de ser consecuentes con su propia posición buscando que la unidad de ambos proyectos estimule un proceso de reagrupamiento anticapitalista en todo el estado español.
La necesidad de abrir el debate a todos los luchadores anti-sistema y de marchar hacia un sólo proyecto que articule organizaciones y movimientos dispersos pasa no sólo por una declaración simbólica, sino sobre todo por clarificar los objetivos políticos, evitando recaer en las trampas que han atado históricamente al movimiento obrero al devenir de la clase burguesa (como la socialdemocracia). El peligro de hacer una nueva socialdemocracia no se puede obviar y tendrá ser combatido con el debate y la democracia interna en el propio movimiento anticapitalista, que necesita contar con el derecho a expresarse y a constituir tendencias y fracciones creando una nueva cultura democrática de base que refuerce la unidad.
Socialismo y Anticapitalismo
La naturaleza del anticapitalismo -como no puede ser de otra manera- es ambigua y confusa, y no define sus objetivos con claridad. Refleja el retroceso histórico que ha sufrido la conciencia de los trabajadores durante más de medio siglo. En su seno convive un amplio espectro de tendencias y sensibilidades políticas, que van desde el ala izquierdista de la socialdemocracia hasta las corrientes con orientación más radical y anti-sistema. Estar en contra del capitalismo salvaje (que muchos insisten en llamar «neoliberalismo») no implica que todos estemos necesariamente de acuerdo en el qué y cómo debe de ser sustituido. Mientras unos abogan por su regularización y control «democrático», para eliminar sus aspectos más nefastos (como por ejemplo ATTAC y la tasa Tobín…), otros consideran que la pretensión de humanizarlo es una peligrosa quimera reaccionaria que debe de ser combatida sin concesiones.
Ni siquiera los que defendemos la sustitución revolucionaria del capitalismo por un sistema alternativo (que algunos nos empeñamos en llamar socialismo) logramos ponernos de acuerdo en el contenido y la naturaleza de éste, o en la forma de llegar a él.
El movimiento anticapitalista se opone enérgicamente a los desmanes (económicos, sociales y ecológicos) del capitalismo depredador, pero tiene serias dificultades a la hora de presentar un proyecto alternativo creíble y coherente. Su gran heterogeneidad ha ampliado y enriquecido los puntos de vista, haciendo más complejo el debate. Al mismo tiempo, el retroceso politico de la movilización democrática y social en la última década dificulta la clarificación y la maduración política.
Desde hace años, el grupo de personas que trabajamos en torno a la revista «En Defensa del marxismo», sostenemos que la futura organización de los trabajadores y de los oprimidos en general nacerá cuando las necesidades más apremiantes de las clases populares (salarios, puestos de trabajo, pensiones…) les obliguen a buscar nuevas formas de lucha y de organización.
La crisis capitalista ha creado ese marco en el que, pese al tremendo atraso de la conciencia, los intereses de los explotados necesitan nuevas formas de expresarse. El capitalismo (sin calificativos) ha entrado en una fase de decadencia sin retorno. No tiene ya nada que ofrecer, salvo paro, miseria generalizada y profundización de la barbarie a niveles jamás imaginados (hambrunas, pandemias, guerras imperialistas, desastres ecológicos de magnitudes nunca vistas hasta hoy…). Aunque no sea de forma consciente, la recesión económica concentra las aspiraciones de las clases populares en un contexto de lucha contra el capitalismo. Un sector importante de la sociedad, de la juventud y los trabajadores, siente que sus organizaciones tradicionales ya no son capaces de defender sus derechos, y que el futuro que les aguarda es cada vez más negro. La vieja izquierda se ha convertido en muchos casos en el mejor instrumento del capitalismo para desmantelar la vieja «sociedad del bienestar». La vieja izquierda del sistema ha llevado a cabo en muchos casos aquello que la derecha no se atrevía a realizar.
Cuando las patronales de todo el mundo exigen abiertamente la congelación de los salarios, el abaratamiento de los despidos, el aumento de la explotación, el recorte de los presupuestos destinados a la educación y la sanidad (privatización), y el desmantelamiento del sistema de pensiones. Cuando la vieja izquierda del sistema se ve obligada a demostrar que hace mucho tiempo que cruzó el Rubicón, y que es uno de los más firmes pilares sobre los que descansa la dictadura del capital; Cuando la burocracia de los sindicatos (generosamente subvencionada por el estado) renuncia a defender las conquistas y los derechos de los trabajadores, y sólo les ofrece una retirada ordenada frente a las exigencias de los capitalistas; Cuando la juventud sabe que no tiene futuro y de que vivirá en condiciones mucho peores que sus padres; Cuando la gente se siente impotente ante el cambio climático y la amenaza de extinción de muchas especies que siempre nos acompañaron (y que las futuras generaciones sólo conocerán por fotografías) y considera que el parloteo en las conferencias y congresos internacionales no vale para nada. Muchos empiezan a sentir de forma acuciante la necesidad de construir nuevas herramientas que sirvan para defender sus intereses. No hay posibilidad de acuerdo, no existe el capitalismo con rostro humano. Los capitalistas quieren salvarse a nuestras expensas. Es, ellos o nosotros.
Que la crisis la paguen los que la han provocado es una reivindicación que hoy puede ser comprendida por la inmensa mayoría de los explotados, pero es necesario concretarla en un programa político, que sin ser necesariamente socialista revolucionario (por lo menos de una forma acabada), ayude a elevar la conciencia de clase del conjunto de la juventud y los trabajadores. Consignas y reivindicaciones que hace algún tiempo eran ininteligibles para la mayoría, hoy pueden ser comprendidas y asumidas perfectamente.
Contra el paro, exigimos el reparto de las horas de trabajo, sin recortes salariales. Si un sistema económico no es capaz de dar un nivel de vida decente a la inmensa mayoría de la sociedad, merece perecer para ser sustituido por otro más humano que tenga como objetivo, no la satisfacción de la codicia y el despilfarro de unos pocos, sino el bienestar de la mayoría. El despido en nuestra sociedad implica muchas posibilidades de caer en la marginación social. El trabajo es la única fuente de subsistencia de los trabajadores. Por lo tanto ningún trabajador puede ser privado de él. Exigimos la prohibición de los despidos. Si una empresa no puede mantener a sus trabajadores debe de ser nacionalizada y puesta bajo control de sus trabajadores, para que con ayuda del estado encuentren su plan de viabilidad. Ante la amenaza de bancarrota de los patronos, la contabilidad de las empresas debe de ser abierta e investigada para evitar el fraude y la descapitalización.
La banca y las cajas de ahorro tienen que ser nacionalizados, sin indemnización (por lo menos en el caso de los grandes inversores) y puestos bajo control de las organizaciones populares y de trabajadores, para que sus créditos e inversiones estén al servicio de toda la mayoría, y no de unos pocos. Los escépticos dirán que este programa es utópico e inaplicable bajo el capitalismo. ¡Por supuesto! Pero defiende los intereses del 95% de la población, aunque sabemos que son medidas insuficientes. Lo que ellos llaman la solución «realista», la que aplica con distintos matices el capitalismo en sus versiones de «derecha» o de «izquierdas» es en el fondo siempre la misma: la crisis la pagarán los de siempre.
El capitalismo, en su versión democrático burguesa, se vanagloria de ser la sociedad de los derechos humanos. Sin embargo continuamente los derechos de la mayoría son continuamente pisoteados y vaciados de contenido. Son derechos formales, más que reales. Dicen que todos somos iguales, que todos tenemos los mismos derechos, pero está claro que unos son más iguales que otros.
La CEOE, por ejemplo, exige una nueva reforma laboral, que en la práctica implicará el abaratamiento del despido, para mejorar la competitividad de sus empresas. Ya se sabe. La dictadura de los mercados (es decir, del capital) está por encima de los derechos de la mayoría. Las patronales de todo el mundo utilizan la misma argucia. La competitividad del capitalismo es una carrera sin límites hacia la generalización de la pobreza y la miseria globales. Para ser más competitivos hay que congelar los salarios, hay que trabajar más, hay que rebajar los impuestos y las aportaciones a la seguridad social a las empresas (que llevará a la quiebra futura del sistema de pensiones). El derecho a la propiedad privada (en realidad, de la gran propiedad capitalista), se antepone al derecho a una vida digna, a la vivienda, a una educación y una sanidad satisfactoria e igual para todos.
En última instancia el derecho a la libertad de expresión bajo el capitalismo es sólo el derecho de los voceros de la burguesía a manipular a la sociedad. Los grandes capitales (como Berlusconi, Murdoch…) construyen los imperios de la comunicación, compran periódicos, cadenas televisivas, emisoras de radio… verdaderos monopolios desde los que se manipula a la «opinión pública». La mayoría de la sociedad no tiene acceso a ningún medio desde el que expresarse, o en el mejor de los casos son marginales, y no puede enfrentarse al inmenso poder de los medios capitalistas.
Los derechos humanos de la inmensa mayoría están al servicio de los privilegios de una exigua minoría, que los sacrifica sistemáticamente en aras de sus intereses inconfesables.
No es casualidad que en todo el continente europeo (y fuera de él) surjan corrientes y reagrupamientos que reivindican la bandera del anticapitalismo. Aunque hasta el momento la mayoría de estos casos sólo tengan una expresión electoral (o electoralista), su aparición refleja el creciente descontento y malestar de sectores cada vez más numerosos de jóvenes y trabajadores. El avance de estas organizaciones en Alemania, Portugal y Francia… refleja que algo ha empezado a cambiar en el seno de la Unión Europea. Somos conscientes de las graves limitaciones de este tipo de reagrupamientos y tenemos importantes divergencias con muchos de sus planteamientos. No importa. Estamos convencidos de que constituyen la herramienta que necesitamos para enfrentarnos a los ataques del capitalismo en crisis. Una organización anticapitalista de la juventud y los trabajadores es el marco en el que, a través de la lucha y el debate, se producirá el proceso de clarificación política que todos necesitamos.
La nueva organización debe de basarse en la democracia directa (asamblearia), donde todo esté sujeto a la discusión y a la voluntad de las bases. La libertad de tendencias (el derecho a la libertad de expresión, organización y publicación, siempre que se sitúen en el campo anticapitalista) debe ser el pilar de la organización que aspire a representar al conjunto de la juventud, de los trabajadores. No nos hacemos ilusiones. Sabemos que surgirán contradicciones, errores y malos entendidos, que surgirá la tentación de volver a los viejos métodos y que el peligro de su degeneración siempre estará latente (al fin y al cabo expresará la realidad de la sociedad capitalista en la que nos encontramos y a la que combatimos). Pero también estamos firmemente convencidos de que el camino se hace al andar.
Llamamos a las organizaciones promotoras de las candidaturas de II-SP y de IA a que sean consecuentes con su compromiso electoral y den continuidad a la iniciativa, abriendo una perspectiva de trabajo unitario convocando localmente reuniones amplias de los participantes y simpatizantes de ambas listas con el objetivo de debatir y organizar una alternativa común.