Recomiendo:
0

Antisemitología

Fuentes: Taz

Traducido por Vicente Romano


Las habladurías sobre el antisemitismo elevan el odio a los judíos a eterno fenómeno místico. Sirve, sobre todo, para denunciar la crítica a Israel. Respuesta a Micha Brumlik.

¿Se da también el antisemitismo entre los judíos? Esta es la pregunta con que obsequió Micha Brumlik a los lectores del taz en la fiesta judía de pessah (taz, 3 de abril). En principio es imaginable, aducía Brumlik, pues, en última instancia, también hay mujeres misóginas y homosexuales andróginos. De ahí que los judíos que critican la política de Israel puedan ser también «antisemitas». En cualquier caso, la iniciativa «schalom 5767», en la que 70 firmantes judíos han exigido hablar incluso con Hamás, acepta «al menos dando por bueno» el antisemitismo de Hamás.

Lo primero que llama la atención es el carácter denunciador del argumento. Pues, si los judíos son «antisemitas», resulta evidente que son traidores a su comunidad judía. De ahí que, si no se arrepienten y ejercen la autocrítica, quedan excluidos de esta comunidad y debieran ser despreciados también por las personas que no son judías.

Ahora bien, no deja de ser un buen artilugio apoyar a los firmantes del schalom 5767 cerca del «antisemitismo»: con nuestra «Declaración de Berlín» a favor de una Palestina viable al lado de Israel acentuamos la tradición ética del judaísmo y nos declaramos a favor de un futuro de paz para ambos pueblos. Pero Micha Brumlik, en calidad de gran inquisidor, cree desenmascarar a los lobos con piel de cordero. Y hasta es dolorosamente consciente de que los «desviados» pueden tener razón en algunos puntos esenciales – al fin y al cabo certifica que el comportamiento del gobierno israelí hacia los palestinos es «contrario a los derechos humanos y al derecho internacional». A pesar de todo parece haber llegado a la convicción de: ¡cerrar los ojos y adelante!

Esto no se explica tan sólo con argumentos racionales. Mas, hablemos mejor del concepto de «antisemitismo». La palabra se acuñó en el siglo XIX para darle un tinte científico al odio ordinario contra los judíos. También debía subrayar la necesidad de la lucha entre la noble raza «germánica» y la inferior «semita». (Abraham el patriarca de árabes y judíos, era el tatatatatarabuelo de Sem, el hijo de Noé, y, de acuerdo con la teoría pseudocientífica de las razas, pertenecía a la «raza semita».) Los nacionalsocialistas lo aceptaban gustosos. ¿Pero debemos usar de nuevo esta palabra, inventada por gente que sólo tenían en mente sus propios prejuicios?

El error de este término para su uso actual es el «ismo»: así, todo acto, toda manifestación de odio no se toma como lo que es, sino como parte de un «sistema antisemita» o de un «carácter antisemita», en vez de analizar con mayor precisión el trasfondo de este odio.

La animadversión contra los judíos puede nutrirse de muchas fuentes. La principal es el odio contra todo lo extranjero: siempre son los «otros» los raros, se visten de modo falso, se comportan mal, escuchan la música falsa (mi vecino siempre la emisora NDR1, ¡es terrible¡), creen en los ideales falsos. «¿Qué hace aquí esta gente? ¿No pueden irse a otra parte»?

Este comportamiento feo, pero muy humano, tiene en sí mismo poco que ver con los judíos. No obstante, durante siglos, los judíos fueron la única minoría relevante en tierras alemanas. Por ejemplo, cuando se inauguró en 1880 nuestra sinagoga de Lübeck, los casi 300 judíos constituían la mayor minoría de la ciudad, superior incluso a los católicos. Durante muchos años, la sociedad alemana fue homogénea de un modo que hoy no nos podemos imaginar.

Causas históricas especiales para el dio a los judíos en Alemania son el rencor cristiano contra los judíos, como pueblo que no se dejó convencer por Jesús, y más tarde la ideología nazi sobre el desequilibrio de las «razas». Últimamente, como consecuencia de los crímenes nazis, existen problemas de relación con los judíos. Pues, naturalmente, uno se siente desconcertado cuado cuando sus propios familiares le han hecho algo a alguien y uno se encuentra con los familiares de éste. Esto puede manifestarse en superreacciones: uno se arruga o explota a destiempo con observaciones inapropiadas. Por último, se toma a mal que a uno le recuerden los crímenes del pasado.

Una nueva razón es la indignación sobre la manera en que el Estado judío trata a los palestinos.

Hay que distinguir estas distintas fuentes de la animadversión contra los judíos. La xenofobia general no ha disminuido, pero ya no se dirige solamente contra los judíos. En Alemania es mucho más peligroso vivir si se tiene una piel oscura que si se es judío. Y como musulmán se reciben hoy casi las mismas conductas que recibían antes los judíos.

El odio cristiano hacia los judíos ofreció durante miles de años la justificación ideológica más importante para la discriminación y la violencia, pero hoy, al menos en Alemania, ha perdido su importancia. Tampoco desempeña hoy ningún papel públicamente perceptible el «antisemitismo» de los nazis.

La inseguridad frente a los judíos sobre el fondo de los crímenes de la época nazi sólo da fe de la dificultad de hallar el trato correcto. Tal vez sea útil el debate abierto, sincero, que, de todos modos, se ve muy dificultado por el último punto.
Este punto es la indignación por la política israelita frente a los palestinos. Como admite también Brumlik, ésta es de momento justificada. Tampoco sería ninguna fuente de hostilidad hacia los judíos en Alemania si los órganos de representación de la comunidad judía en Alemania no se identificaran tanto con la insostenible política israelí de ocupación y no rechazasen toda crítica a la misma como expresión de «antisemitismo».

El artículo de Brumlik se publicó para el pessah, la fiesta más importante para la familia judía. Al final del «Sseder», la celebración de la primera noche del pessah, se canta, por lo general ya con unas copas de más, la canción tradicional «Chad Gadya», el «cabrito»: El cabrito se lo come el gato, éste es mordido por el perro, éste golpeado por el palo. Y así sucesivamente hasta que al final Dios pone fin a este absurdo. La cantante israelí Chava Alberstein grabó de nuevo esta canción hace 20 años y se preguntó: ¿Hasta cuándo va a seguir esta «Chad Gadya» entre Israel y los palestinos? ¿Podemos permitirnos todavía esperar hasta que Dios se anuncie? ¿No debemos parar nosotros mismos esta espiral de violencia?

La Universidad de Tel Aviv concedió a Chava Alberstein el título de Doctor honoris causa en 2005. Según Brumlik habría que pensar si también ella es una «antisemita judía».


Fuente: http://www.taz.de/pt/2007/04/12/a0133.1/text

Rolf Verler es psicólogo y vive en Lübek. Con otros 70 firmantes judíos redactó un llamamiento al Gobierno alemán para que defendiera activamente un Estado palestino viable:
www.schalom5767.de

Vicente Romano es traductor de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente con fines no comerciales a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.