No sé si la intención de los Medios de Comunicación es la de lanzarnos a una revuelta popular o al desencanto y la inacción total. Pero ahora que tenemos tanta información -desde los claves del wikileaks informando de torturas y manejos por allá y por acá, hasta los sueldos y pensiones de los expresidentes-, viendo […]
No sé si la intención de los Medios de Comunicación es la de lanzarnos a una revuelta popular o al desencanto y la inacción total. Pero ahora que tenemos tanta información -desde los claves del wikileaks informando de torturas y manejos por allá y por acá, hasta los sueldos y pensiones de los expresidentes-, viendo las reacciones -y sobre todo los medios de los que proceden la información-, uno se inclina por pensar que tanta información busca más la apatía que la rebeldía.
En el caso de los expresidentes cuesta hacerse a la idea de lo que supone ganar 80.000 euros al año -más coche oficial, escolta, despacho…- por haber estado unos años de presidente. Qué decir de lo que supone cobrar 100.000 o incluso 200.000 mil euros al año por participar en un par de reuniones. El caso es que son señores que ganan esas cantidades los que gobiernan nuestros sueldos, nuestras pensiones, nuestros derechos. Lo de Aznar es patético, ya lo sabemos, pero lo de Felipe González es de timador profesional porque encima se las da de izquierdista y -como buen encantador de serpientes- anda por ahí intentando justificar toda esta historia. Pero uno estudia los antecedentes y se encuentra con que ambos hicieron creer a muchos lo bueno que era privatizar empresas como Endesa o Gas Natural y ahora vienen a demostrar que, efectivamente, así era. Era buenísimo para sus intereses particulares.
Con estos antecedentes, uno no puede más que esperar ver dentro de unos años a Zapatero cobrando una nómina inimaginable por asesorar planes de pensiones privados, a los que tanto beneficia su reforma, o en alguna de las «supercajas» reconvertidas en bancos.
Pero todo esto da igual, cuando uno se encuentra una montaña de inmundicia resulta imposible creer que se podrá eliminar algún día. Y aunque sea esa inmundicia la que provoca realmente los recortes de derechos sociales, ¿qué más da, acaso podemos hacer algo?
Podríamos pensar que no, pero no estaría de más, al menos, recordar que frente a la falta de ética y de escrúpulos de Aznar y González estuvo la honradez crítica y cargada de proyectos de Anguita y, de la misma manera, podemos caer en la cuenta de que, frente a la avaricia sin fin de los bancos, se apuntan como buenas opciones un par de entidades de banca ética y, si me apuran, de la «no banca» (¿verdad, Juan?); frente a la obsolescencia programada, el decrecimiento; frente a las guerras inhumanas, al menos, la rebeldía en la calle; frente a un «irremediable» cambio climático, la militancia ecológica, frente a Davos, Dakar, frente a los «mass media» que buscan nuestra apatía, los medios alternativos que buscan nuestra conciencia crítica, y frente al recorte de derechos, pues eso, la rebeldía en la calle, la militancia, la conciencia crítica y -¿por qué no soñarlo?- la refundación de Izquierda Unida.