No hay político asociado al duopolio que organiza la vida institucional en Chile que haya comentado públicamente los resultados de las recientes elecciones al Parlamento Europeo. Para la militancia social y política de izquierda auténtica que participa desde los movimientos sociales y desde afuera del establishment (la estructura de poder financiero, económico, político y mediático), […]
No hay político asociado al duopolio que organiza la vida institucional en Chile que haya comentado públicamente los resultados de las recientes elecciones al Parlamento Europeo. Para la militancia social y política de izquierda auténtica que participa desde los movimientos sociales y desde afuera del establishment (la estructura de poder financiero, económico, político y mediático), lo sucedido en el contexto de los conflictos sociales en Europa debería ser materia de reflexión.
A la ultraderecha chilena (UDI, RN y sucedáneos) podría convenirle analizar la situación en el viejo continente, pero dependiendo de dónde se la mire. Desde Francia (el FN francés 25%, el más alto) e Inglaterra (el UKIP obtuvo el 37% de la votación inglesa) sí, porque en ambos estados las ultras derechas les sacaron ventaja en votos a los partidos de derecha moderada, centristas y socialdemócratas/social-liberales (homólogos de la Nueva Mayoría). Ahora bien, no es el caso de España ni de Grecia. En estos dos países mediterráneos, de pasado dictatorial reciente como en Chile y con potentes movimientos sociales que se han tomado la plaza Syntagma (Atenas) y acampado en la Puerta del Sol (Madrid) el 2011, la izquierda socio-política de transformación social, que se ha reagrupado para librar batalla electoral en estos comicios, ha sido una sorpresa para los partidos de la derecha y del centro.
Tanto en Grecia como en España los partidos socialistas (PASOK y PSOE respectivamente) están muy desprestigiados. Y en ambas naciones los partidos comunistas fueron aparte de las nuevas izquierdas que reagrupan numerosos colectivos de diferentes orígenes, pero que maduraron, se unieron y lograron darse objetivos programáticos claros y esperanzadores para las mayorías de sus países. Sus dirigentes no fueron succionados por las instituciones estatales ni por las máquinas partidarias dominantes como en Chile. La dirigencia social conserva celosamente su autonomía.
El recién formado Podemos (7,9) en España y Syriza (26%) en Grecia (que viene perfilándose como una real alternativa de Gobierno) levantaron un programa con evidentes contenidos antineoliberales y de perspectivas anticapitalista en un paisaje de crisis política, social y económica de la Unión Europea.
Lo anterior, en un marco más general, donde la tendencia fuerte se consolida: la abstención en Europa para elegir el parlamento europeo alcanzó el 57%. Muy parecido a la abstención en Chile del orden del 60%.
Es evidente que los más perjudicados han sido las socialdemocracias europeas, que desde los ochenta han adoptado sin chistar las políticas neoliberales de recortes presupuestarios en programas sociales y de austeridad, con bajos salarios y despidos recomendados por la Troika (Fondo Monetario Internacional, Unión Europea, Banco Europeo). De ahí que se las caracterice como social-liberales puesto que promueven cambios cosméticos superficiales que en mediano y largo plazo se transforman en ajustes al sistema de dominación.
Es un dato duro. La socialdemocracia europea ha mutado. Las elecciones lo demuestran. La crisis actual ha acelerado su adhesión a las políticas neoliberales. En un contexto dominado por el capital financiero, la socialdemocracia, siempre cuidadosa de respetar los equilibrios capitalistas, ha abandonado las fórmulas keynesianas clásicas (Estado Social). La convergencia de las políticas de los gobiernos de derecha neoliberal e «izquierda» social-liberal es evidente para millones de trabajadores que no ven la diferencia entre ellas.
Como en Chile, con la Nueva Mayoría, las socialdemocracias europeas se convierten en el equivalente del partido demócrata americano, instrumento de la alternancia burguesa. En ese proceso, lo que aún queda del «origen social-demócrata», esa vía peculiar hacia un socialismo democrático, pero con expropiación a los grandes capitalistas y a las multinacionales, está en vías de total extinción.
Cabe recordar que la construcción de la Unión Europea ha estado dirigida por y hacia las clases dominantes, los gobiernos y las élites tecnocráticas. Y, por supuesto, los pueblos no han sido considerados.
La conjunción de este modelo de construcción y las políticas neoliberales tienen por efecto el estrangulamiento a los pueblos y conducen a un rechazo masivo de parte de la población asalariada. La confusión ideológica es enorme, y las derechas racistas se aprovechan de la cesantía y de las políticas de los gobiernos «socialistas» que favorecen a las grandes empresas y al capital financiero para levantar propuestas patrioteras que atraen a sectores populares despolitizados. Además, el periodismo tiende a abandonar su deber crítico y los grandes grupos de prensa se alinean detrás de los intereses inmediatos de los grandes grupos económicos con los cuales tienen estrechos vínculos .
Los analistas de izquierda coinciden en afirmar que la enorme crisis de representación política que afecta a casi todos los países de Europa abre una fase de crisis política, no sólo en las instituciones europeas sino también en las relaciones entre estados europeos.
Olivier Sabado, en un artículo (Europa a la deriva, terremoto en Francia) analizaba en estos términos las elecciones europeas: «La victoria del Front National (FN) (extrema derecha racista y nacionalista) constituye una sacudida histórica para Europa y un terremoto para Francia. […] Estamos frente a una onda de choque cuya amplitud aún es difícil de valorar». Sabado advierte que los resultados deben analizarse con cuidado: «según la situación política de cada país, las relaciones de fuerzas varían de un país a otro». Para Francia identifica las tendencias electorales de fondo: «abstención masiva, crecimiento de la extrema derecha, retroceso de la derecha tradicional, debilitamiento considerable de la social-democracia y estabilidad de la izquierda radical» (*). Pero para él, como para cualquiera analista riguroso, lo realmente interesante es el ascenso de Syriza en Grecia y la sorpresa de Podemos en el Estado español.
Cabe agregar que en el Estado español y en Portugal, los partidos neo-fascistas son insignificantes. Esto se explica por el profundo rechazo popular a las dictaduras policiales tras décadas de franquismo y salazarismo (Franco y Salazar son los homólogos de Pinochet. Los tres murieron en su cama y fueron derrocados por la calle. En Portugal, el 25 de abril de 1974, militares de las colonias portuguesas en Africa, se sublevaron contra el régimen dictatorial). Hay presencia de una extrema derecha en el Partido Popular español de Rajoy (Gobierno) que, con la presión de la jerarquía católica, explica los proyectos de ley para poner en cuestión el derecho al aborto (la UDI se inspira de ellos y juega el mismo papel de fuerza integrista y pro neoliberal en Chile -no hay contradicción en esta amalgama).
Vincenç Navarro, economista español y connotado analista de izquierda afirma: «En lo que respecta al Estado Español estamos hoy viendo el fin de esta Transición. Nunca antes, durante el periodo democrático, el Estado español había perdido tanta legitimidad. Hoy, el rechazo de la población hacia las instituciones democráticas y hacia la clase política está generalizado. El famoso eslogan del movimiento 15-M «No nos representan» se ha convertido en un eslogan generalizado. […] «Hoy, el declive del bipartidismo y su sustitución por una pluralidad de partidos, en los que la izquierda contestataria puede alcanzar la mayoría con un gran apoyo popular, representan una amenaza para la permanencia de ese régimen. El descrédito de las instituciones herederas de la inmodélica Transición (española) representa su principal amenaza. De ahí deriva el deseo de hacer cambios significativos en cuanto a los personajes que la hicieron -tales como el Rey-, para presentar la imagen de que hay una transformación que les puede salvar del posible fin del régimen. La abdicación del Monarca en favor de la figura de Felipe es un paso importante en esta dirección» (**).
Y con respecto a los resultados de la izquierda en el Estado español Sabado agrega: «El bipartidismo también sufre los avances de IU (izquierda Unida, Partido Comunista) y Podemos. Entre estas dos formaciones políticas suman el 18% de los votos; un resultado que pone sobre la mesa la cuestión de las relaciones unitarias. La fuerza de Podemos tiene sus referencias a los procesos de lucha y autoorganización de estos últimos meses en el Estado español. Este movimiento puede jugar un papel fundamental en la reconstrucción de una perspectiva social y política unitaria que pese en el conjunto de la izquierda. Para las y los revolucionarios que forman parte del mismo constituye todo un desafío» (*).
el otro caso paradigmático para la izquierda anticapitalista mundial es Syriza. Con más del 26% de votos es una alternativa al poder de la coalición de Nueva Democracia y el Pasok (Partido Socialista). Apoyándose en las movilizaciones y en las redes de solidaridad social en todo el país, se perfila como la primera fuerza política griega. Es una fuerza radical anti poderes europeos. Ha exigido elecciones anticipadas. Syriza, eso sí, deberá tomar decisiones importantes. Según Sabado: «O bien defiende una política anti-austeridad consecuente anulando la deuda griega y rechazando los «memorandums» (órdenes y pautas de la Troika) o bien cede a las presiones de la burguesía griega y de la Unión Europa. En esta batalla, la tendencia de izquierda anticapitalista de Syriza, que propone un gobierno de izquierda con el KKE P (PC griego) y Antarsya (anticapitalistas), juega un papel decisivo».
Como puede verse el problema de las alianzas es crucial entre la fuerzas de izquierda con perspectivas de gobierno antineoliberal. Julio Anguita, dirigente histórico de Izquierda Unida al ser consultado acerca de la unidad entre Podemos, cuyo dirigente es el mediático cientista político y académico Pablo Iglesias y la suya, expresa: «ya vendrá después; tengamos el niño y después le ponemos el nombre. Lo importante sería que la ciudadanía viera a distintos colectivos decir: ‘Señores, nos dirigimos a ustedes en nombre de los 15 puntos que compartimos, sobre los que hemos llegado a un acuerdo. Ahora los queremos discutir con ustedes para que salgan a la calle a defenderlos’. Hay que crear un poder ciudadano en el que nosotros [los partidos] seamos una parte, la levadura de ese contrapoder ciudadano. Ya lo dije cuando hablé del Frente Cívico: Yo no creo ya a estas alturas que ninguna fuerza política pueda resolver el problema, es el contrapoder ciudadano, estas fuerzas que he citado -entre ellas la mía, Podemos o Equo, las que pueden constituirse en garantes de que el proceso se va a iniciar, para actuar como levadura. Fíjese que palabra estoy utilizando: nada de vanguardia… levadura, simplemente para animar a los ciudadanos desde el ejemplo, desde compartir un programa común que sometan a debate para que la gente se lance a constituirse» (***).
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(*) Ver: http://www.vientosur.info/spip.php?article9084
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