Este breve documento recoge unas anotaciones sobre cuestiones relativas al Poder y la acción represiva del Estado aprendidas a lo largo de estos meses. Son unas anotaciones personales, cualquier persona podría completar o cuestionar aspectos aquí expuestos, de hecho se anima a hacerlo y modificar el texto parcial o totalmente cuanto se desee. 1. Sobre […]
Este breve documento recoge unas anotaciones sobre cuestiones relativas al Poder y la acción represiva del Estado aprendidas a lo largo de estos meses. Son unas anotaciones personales, cualquier persona podría completar o cuestionar aspectos aquí expuestos, de hecho se anima a hacerlo y modificar el texto parcial o totalmente cuanto se desee.
1. Sobre la capacidad de acción del Estado ante «nuevos repertorios» (como las acampadas 15m): el Estado y sus estrategias de control y represión tardan en articular respuestas para nuevas prácticas políticas (o actualizaciones). Es decir, cuando se realiza una acción nueva que no está tipificada en los protocolos de actuación de la policía o en el código penal, la policía tiene más dificultades para actuar. Por esta razón es más dependiente de las órdenes de los mandos y éstos de la Delegación de Gobierno. Ahora bien, como la Delegación, el Ministro de Interior es un cargo político que ha de responder de las «actuaciones» y los errores que puedan cometerse, lo que abre multitud de posibilidades, pues las autoridades políticas están inmersas en el juego mediático. La división entre los agentes represivos y su posicionamiento en el espacio público o mediático es un aspecto clave. Volvemos sobre esto más abajo.
2. Sobre procesos de legitimación de la desobediencia civil frente a la deslegitimación de la violencia policial: La relación de fuerzas desmedida entre la acción de la policía y unos/as manifestantes pacíficos deslegitima el uso de la violencia por parte de la policía. Siempre y cuando estas escenas sean grabadas, las imágenes no se graben desde el punto de visión de los policías y sea claro que la acción de la policía no trata de contrarrestar ataques desde el lado de los manifestantes. Por ejemplo, la pintura y las «peligrosas botellas de plástico» del Parlament de Catalunya han servido para justificar unas condenas desproporcionadas y, en los primeros momentos, una fuerte deslegitimación del motivo político de esa protesta, así como la justificación de la violencia policial. El motivo de la acción (protestar por lo que se estaba aprobando en el parlament) queda eclipsado por una de las formas de la acción (definida como violencia). Por otro lado, la acción de algunas personas (que hacen eso que se supone que es violento) se superpone a la acción de la mayoría de personas que están protestando sin utilizar esa supuesta violencia.
3. Frente a la represión, sostenimiento de la movilización, vamos con otro ejemplo: cuando la @acampadapolicia tomó la Puerta del Sol durante tres días en agosto, vimos un ejemplo de los límites de la represión. Es decir, sólo «aguantaron» tres días con la plaza cortada (el objetivo era evitar la instalación de otro punto de información, eso sí lo consiguieron). Para ello tuvieron que movilizar antidisturbios de diversas regiones del Estado, suspender las vacaciones de otros tantos, duplicar turnos… El número de efectivos policiales tiene límites, su resistencia también. Si recordamos los sucedido en Sol en aquellos días de agosto podemos extraer algunos aprendizajes:
– La policía no puede limitar el acceso a un espacio de tránsito durante demasiado tiempo.
– La policía no puede mantener la acción sostenida en el tiempo en toda su intensidad. Cuando esto ocurre, comienza el malestar y se produce la politización de los agentes represivos; errores policiales (distancia entre la orden y la acción); primeras formas de desobediencia (quejas por parte de los Sindicatos de la Policía y otros actores…); cuestionamiento de toda la cadena de mando (superiores, Delegación de Gobierno, Ministro del Interior…).
Parece que una forma de ejercer influencia es mantener al actividad en la calle durante varios días seguidos (siendo ésta considerada como no violenta). La contestación en la calle difícilmente puede ganar por la vía violenta, parece necesario imaginación y acciones sostenidas en el tiempo, siempre y cuando éstas sean respaldadas por un gran número. Como demostró la Cabalgata Indignada, el sentido del humor y la ironía es una buena forma de contrarrestar los mensajes criminalizadores y transmitir el mensaje político de la acción.
4. Nuevas tecnologías y procesos de influencia en los medios de comunicación: Una de las formas de de influir en los medios de comunicación masivos es utilizar las tecnologías que tenemos a nuestro alcance.
Los grandes medios de comunicación como empresas responden a sus intereses, aunque como empresas responden también a la necesidad de vender sus productos, de competir en un mercado por la producción y venta de la «realidad mediática». Ahora bien, la influencia de las empresas no es igual de visible en todas las coberturas mediáticas, por ejemplo, al igual que una manifestación puede tener cierta repercusión en prensa (cada medio lo representa, manipula… como le parece), en cambio, una acción como la paralización de desahucios ha ido desapareciendo de los medios masivos, en parte, por el poder movilizador que tienen las «victorias» de la organización política de los vecinos/as). Es decir, podemos distinguir dos tipos de coberturas: aquellas relativas a acontecimientos que no cuestiona directamente los intereses de las grandes empresas que financia los medios (sujetas a manipulación); y aquellas que cuestionan directamente a estas empresas, que, simplemente, no son noticia.
Al menos hasta ahora, la gente ha sido capaz de influir en el primer tipo de noticias, es decir, hemos sido capaces de dar contra-información a las noticias que aparecen en prensa y tratan de manipular un acontecimiento. Por ejemplo, continuando con el intento de desalojo de la Plaça de Cataluya, desde el Gobierno se decía que era una «operación de limpieza» (es decir, se pretende hacer desaparecer los motivos políticos de la acción por una mera cuestión de higiene pública). Los medios de comunicación daban la noticia por cerrada: El Gobierno va a «limpiar la plaza», toda resistencia se entiende como una resistencia al propio objetivo declarado por el Gobierno. Sin embargo, la gente que está en la plaza y alrededores comienza a difundir imágenes, vídeos, audios, twitter….que cuestionan la «limpieza» de la acción policial y evidencia su carácter represivo y violento. Los medios situados más a la izquierda comienzan a hacerse eco en sus ediciones digitales, por ejemplo, Público. Paulatinamente, los mayoritarios reflejan la noticia, empezando por El País y continuando con el resto de medios. Una vez que la noticia está reabierta cada medio, ha de emitir una definición, es decir, apropiarse del acontecimiento. Por supuesto, el hecho de reabrir la noticia no tiene por qué beneficiar a los manifestantes, pero sí pone sobre la mesa problemas que de otra manera no saldrían (la violencia policial, la falsedad de los argumentos de limpieza, las acciones de los policías «secretas»…). Esto permite que las propias autoridades tengan que manifestarse de nuevo para «hacerse con la situación», emitiendo nuevas manifestaciones (se han resistido violentamente, la policía se ha excedido…) A su vez, estos comunicados generan más reacciones: sindicatos de policía, otros políticos que aprovechan la situación para sacar partido…
Lo más importante de este párrafo es que es posible influir en los medios de comunicación masivos y que la mejor forma es «reflejar» lo que está ocurriendo en la calle. Además, los que no están en ese momento en el lugar pueden desde sus casas hacer una labor de difusión que tiene efectos políticos.
5. Debilidades del Gobierno y oportunidades de acción: Parte de los de los problemas del Gobierno es su exposición internacional. Es decir, los asuntos nacionales y su gestión (realización de recortes y políticas de austeridad -pobreza-…) en el momento que son problemáticos (imágenes dando la vuelta al mundo con cargas salvajes o disturbios urbanos) cuestionan al propio Gobierno. La situación económica ante la presión de los especuladores mundiales hace que cualquier signo de debilidad sea aprovechado para cuestionar la credibilidad del país y «apostar» en las bolsas internacionales contra la solvencia. Ahora bien, también hay un plan -más bien, un «(contra)sentido común» en la tecnocrácia neoliberal que nos gobierna- que consiste en privatizar todos los servicios públicos independientemente de la contestación en la calle, así como reducir los derechos laborales para asegurar la rentabilidad de las empresas interesadas. Este tipo de mala prensa puede mermar notablemente las capacidades del Gobierno en diversos ámbitos.
El Gobierno, aprovechando el momento en el que se encuentra (primeros meses de la legislatura), está lanzando multitud de medidas que afectan a ámbitos como el trabajo, la salud, la educación… Lo que el Gobierno espera, en el peor de los casos, es una contestación parecida a lo que los medios mayoritarios nos han transmitido de Grecia. Es decir, grandes enfrentamientos en grandes manifestaciones. Lo que no espera o está menos preparado es a enfrentarse a la ocupación de los espacios públicos por las personas, es decir, ¿qué sucede si hospitales, facultades, escuelas, centros de trabajo son tomados y se mantienen tomados hasta que las las propuestas se cumplan? ¿O qué pasa si aumenta la objeción de conciencia de los diversos profesionales ante las ilegítimas medidas?
Por otro lado, hay otro tipo de acciones que pueden ser efectivas y requieren otro tipo de organización. Por ejemplo, grupos de personas por afinidad que realicen acciones puntuales orientadas a objetivos concretos, como, por ejemplo, la reciente acción en el Metro de Madrid. En un escenario represivo creciente, la imaginación y la diversificación en las formas de acción es la clave. Esto pasa por asumir que no todas las acciones pueden ser realizadas por las asambleas del 15M: un aspecto positivo porque nos permite sumar iniciativas y fuerzas.
6. Entre la inclusividad y la concreción. Cuanto más concreta es una afirmación/acción, menos gente puede compartirla; ahora bien, cuanto menos concreta, más difícil es sostenerla en el tiempo y comprender los efectos logrados. Una figura que genera alianzas y abre posibilidades son afirmaciones que niegan y, sin proponer una solución, plantean los medios. Por ejemplo: «No a la privatización del Canal de Isabel II y referéndum vinculante». Este enunciado asegura la defensa de los derechos y la solicitud de mayor democracia directa; cuestiona tanto la decisión política de privatizarlo como su propia legitimidad.
En definitiva, tenemos una responsabilidad histórica de actuar. No es ya el futuro de nuestros/as hijos/as o nietos/as, sino el presente de todos nosotros/as. A pesar de que la violencia no está de nuestro lado, el Estado hará lo posible por considerarnos un enemigo, por lo que más que nunca la responsabilidad individual articula la colectiva y las posibilidades de las estrategias de reivindicación y resistencia.
Desobedecer a un Gobierno y un sistema económico injusto no es sólo un derecho; ahora más que nunca es cuestión de supervivencia.
Fuente: http://madrid.tomalaplaza.net/2012/05/02/por-la-desobediencia/