Profesionales del periodismo, la comunicación y personas vinculadas a proyectos agrícolas en diferentes zonas del país se pronunciaron por llevar a los medios de comunicación imágenes más reales y menos estereotipadas de las mujeres.
Contar sus historias desde buenas prácticas comunicativas, que ahonden en sus realidades, éxitos, obstáculos y aspiraciones fueron algunas de sus propuestas, hechas durante el foro virtual «Representación mediática de las mujeres cubanas vinculadas a la producción de alimentos», realizado el pasado 9 de abril mediante un grupo de WhatsApp.
El espacio fue convocado desde la campaña Soy todas, del proyecto Acelerar la producción sostenible de alimentos en municipios cubanos (Prosam), coordinado por el Instituto de Suelos del Ministerio de la Agricultura, con apoyo del gobierno de Canadá y las ONGs Care y Oxfam en Cuba.
Ese proyecto trabaja para incrementar la producción agrícola sostenible para mujeres y hombres en cinco municipios urbanos y suburbanos de la nación caribeña: Artemisa en la provincia del mismo nombre, Guanabacoa en La Habana y Güines, Bejucal y Madruga en Mayabeque.
Para la periodista Dixie Edith Trinquete, lograr el cambio deseado en la representación de las mujeres vinculadas a la producción de alimentos necesita no solo mostrar su protagonismo en esas labores, sino también variar la forma en que los medios se acercan a sus historias, las preguntas que les hacen y las imágenes que construyen.
En un escenario mediático donde conviven buenas y malas prácticas, la especialista en género y comunicación reiteró la necesidad de que profesionales y equipos técnicos de los medios se preparen y entrenen para poder romper con visiones sesgadas, discriminatorias y sexistas.
A ello se refirió también Dainerys Mesa Padrón, de la revista Alma Mater. «El trabajo de los medios es en equipo. De nada vale trabajar, capacitar o sensibilizar a periodistas, cuando quienes grafican, realizan vídeo o sonido no están en la misma sintonía», argumentó.
Por su parte, Loliet Fernández, punto focal de género en la oficina de la FAO en Cuba, puntualizó que «cuando hablamos de mujeres, sobre todo las rurales, aunque ellas están en el centro de nuestra plática, hay que reconocer que viven en un medio con el resto de la familia y que las responsabilidades deben ser compartidas para que ellas puedan salir adelante».
«Necesitamos reflejar los matices del crecimiento de estas mujeres en ese entorno, cómo se convirtieron en exitosas por su trabajo o cuánto aportan al desarrollo del país», agregó Danielle Laurencio, periodista de la Agencia Cubana de Noticias en la oriental provincia de Las Tunas, a 650 kilómetros de la capital.
«Las estructuras de dirección o las fuentes de información pueden o no estar sensibilizadas, pero tenemos que ser capaces de ir allí donde están las historias, de colocar a las mujeres en el centro de la noticia; ya llevamos mucho mostrando a los hombres como principal fuente de información», sostuvo.
En opinión de Sergio Cabrera, coordinador general del Proyecto Palomas, Casa productora de audiovisuales para el activismo social, una mala representación mediática reafirma los patrones sexistas de los ambientes rurales.
En cambio, cuando el acercamiento es adecuado, permite visibilizar las realidades de las mujeres en estos ambientes y desmitificar su presentación desde una perspectiva triunfalista, agrega.
Tampoco se trata de presentarlas como heroínas o mujeres inalcanzables por otras mujeres, como ocurre con frecuencia, reflexionó Willy Pedroso, profesor de la Universidad de La Habana.
El también integrante del equipo creativo de Soy todas alertó, igualmente, acerca de que los medios pueden reproducir una desigualdad entre las propias mujeres, cuando se insiste en mostrar un prototipo de mujer por encima de otros.
«Se visibiliza más a las lideresas, dueñas de fincas, que a las trabajadoras. Y luego hay espacios de mucha importancia en los sistemas agroalimentarios que no se visibilizan tanto, como una mujer que lidera el trabajo en la tierra: las que están en mercados, minindustrias, las técnicas», argumentó.
A criterio de Alcides García Carranza, coordinador de Videos Crisol, en la oriental provincia de Granma, muchas veces se cae en el peligro de cosificarlas o mostrarlas como algo sorprendente y excepcional, ya sea por su función de dirección o por una labor en particular.
Transformar tales imaginarios y representaciones pasa, en su opinión, no solo por la formación profesional, sino también por las políticas editoriales e informativas, la construcción de las agendas mediáticas, prácticas y rutinas productivas, así como la actuación de quienes deciden sobre qué y cómo publicar contenidos que refuerzan o ayudan a cambiar estereotipos.
Problematizar la realidad, entrenarse en una mirada desafiante y cuestionadora, hacer preguntas polémicas, emplear acertadamente las estadísticas y desarrollar un pensamiento crítico son claves que la comunicadora Tamara Roselló esgrime como esenciales.
A ello agrega la formación en género, que «ayuda a compartir buenas y malas prácticas de las que aprender cómo contar la realidad desmontando imaginarios, roles y prejuicios que refuerzan las desigualdades».
Identificó como una gran oportunidad que los propios proyectos asuman la comunicación para el desarrollo y potencien las capacidades de las mujeres para convertirse en sus protagonistas, para que «puedan contar sus historias con voz propia y dejen de ser la sombra tras los hombres», comentó.
Es importante que el género no se vea como el «tema» que aborda una o un periodista en específico, opinó el colega Jesús E. Muñoz Machín, periodista de la emisora radial COCO y colaborador en la TV cubana.
«Es una herramienta, enfoque o perspectiva con la cual construir un discurso más parecido a nuestra realidad y que, cuando la toque, la cuestione», aseguró.