Sucede cada tres, cuatro minutos. Una vibración. Un mensaje SMS, una llamada, otra. Y otra. El móvil de Cayo Lara Moya (Argamasilla de Alba, Ciudad Real, 1952), un Sony Ericsson «sencillito», se remueve incesante en la mesa oval del despacho del nuevo coordinador general de Izquierda Unida. Apenas han pasado unos días desde que […]
Sucede cada tres, cuatro minutos. Una vibración. Un mensaje SMS, una llamada, otra. Y otra. El móvil de Cayo Lara Moya (Argamasilla de Alba, Ciudad Real, 1952), un Sony Ericsson «sencillito», se remueve incesante en la mesa oval del despacho del nuevo coordinador general de Izquierda Unida. Apenas han pasado unos días desde que el pasado 14 de diciembre el Consejo Político Federal (CPF) le ungiera como líder, por un 55% de los votos.
Ya está somatizando el cambio, admite, digiriendo su mudanza personal: «Es una transición tremenda, imagínate, de coordinador desde 2000 de una federación pequeña, Castilla-La Mancha, a coordinador nacional. Todavía estoy aprendiendo el salto de discurso, desde la política regional a la estatal e incluso la internacional… Y luego está la presión de la gente, las llamadas constantes, los medios. Mi móvil ya no puede más».
Lara conversa con paso lento, sin desdibujar su sonrisa, afanándose en imbricar la política de corazón. Por eso no desembucha párrafos rotundos, concisos, densos. Pasa de una idea a otra, como si cada una de ellas fuese un hipervínculo que condujese a la tesis siguiente.
Lara, durante 12 años alcalde de su pueblo, de 7.000 habitantes, defiende la «honradez» de los políticos. También la «austeridad y la ética». Y pone cuatro ejemplos. Uno, su lucha contra el constructor Francisco Hernando, Paco El Pocero. Dos, la campaña de 2007 que se hizo en moto y por toda La Mancha. Tres, el generoso regalo que devolvió al empresario Juan Abelló cuando era regidor. Cuatro, el sueldo que se impuso en los últimos dos años, de 1.500 euros netos al mes. «Ahora será algo más alto. Poco más, lo justo para cubrir la diferencia del coste de la vida en Madrid, aunque no pretendo pasar toda la semana en la capital. No quiero perder mis raíces», silabea. Tampoco a su familia, su mujer y sus dos hijos, Cintia y Olmo. Ni sus amigos, ni sus compañeros del sindicato agrario COAG.
¿Qué tal la digestión del triunfo?
Algo descolocado. El día del Consejo estaba nervioso, no tanto por ver si salía coordinador, sino porque era la culminación de un proceso, la comprobación de que todos éramos capaces de acordar una dirección compartida. A mí, la popularidad… La acepto, pero no me gusta. Que salga a la calle y me paren, aunque sea con afecto… me incomoda, porque me siento un hombre espectáculo.
¿Siente ya en sus manos el poder?
No, no me veo poderoso. Tengo una concepción distinta del poder. Soy un tipo normal, corriente, de la calle.
Su mayoría se sustenta gracias a un pacto con Ángel Pérez, el hombre fuerte de la federación madrileña, adversario íntimo de Enrique de Santiago. ¿No teme que el acuerdo salte a la mínima, que sea inestable su poder?
Entramos en un tiempo distinto y mi talante es profundamente conciliador. Me quemaré buscando los consensos. No me preocupan las familias, sí que no haya injerencia en las federaciones. Si hay roces, habrá que procurar el entendimiento. No concibo una IU enfrentada o dividida.
Pero hubo táctica, estrategia.
Con el 43% que obtuvo nuestra lista en la IX Asamblea, necesitábamos trabar alianzas. Primero, perseguir el acuerdo del 80%. No fue posible, pero sí forjamos una ejecutiva colectiva, aunque no paritaria, porque no quisimos vetar los nombres que ofertaran las otras familias. Quizá no es la forma ideal de montar una dirección, cierto. Y durante la negociación, Madrid decidió no apoyar a Eberhard Grosske, que encarnaba a la cúpula saliente. A fin de cuentas, la Nacional II no era un movimiento político como tal.
¿Ganar con un 55% no significa, cuando menos, que hay dos culturas diferentes dentro de IU?
Habría fractura si nosotros, como vencedores, hubiésemos formado una dirección monocolor, situando al resto de IU en la oposición. Eso se acabó. Nada de eso ha pasado.
¿Valora como un «acto de generosidad» que los ‘gasparistas’ retirasen a Grosske en el CPF?
Hicieron sus cuentas y vieron qué posibilidades tenían. Pero sí, es un gesto que ayuda muchísimo a la distensión en IU. Claro que lo valoro.
¿Podemos decir que han ganado los ‘blandos’ de cada sector? ¿Los que querían acordar, no romper?
Ha vencido quienes querían la cohesión, que IU no reventara.
¿Y había muchos que buscaban lo contrario, que estallara?
Lo importante es que hoy no queda nadie que quiera dinamitarla. Incluso los apáticos se han puesto las pilas. Ha triunfado la posición de aquellos que han escuchado qué nos pedían las bases: el pacto.
Ganó la moderación, por tanto.
Ganó la voluntad de encuentro, en la política y en la nueva ejecutiva.
Hubo una lectura casi unánime del Consejo Político Federal: que con su victoria el PCE recuperaba el liderazgo de IU. ¿Se imprime así un acento distinto?
Que mi lista recibiera el 43% y ganase la coordinación no significa que el PCE controle IU. De este proceso emergen dos identidades parejas e indisolubles de la federación: el claro giro a la izquierda y la unidad interna. Enfatizamos nuestra posición a la izquierda de un PSOE entregado al neoliberalismo más puro en lo económico. En la pasada legislatura, en cambio, sí había una cierta supeditación a los socialistas que la asamblea ha enderezado. Y digo antes, no ahora, porque Gaspar está haciendo un trabajo correctísimo.
¿Pero cómo exhibirá autonomía frente a los suyos del PCE? Dijo que las familias habían muerto.
Mi partido se supedita a IU. La democracia funcionará de forma radical, y se respetarán todas las decisiones. El coordinador, además, refleja la postura mayoritaria, no opina.
¿No le costará dejarse ver? ¿No le puede eclipsar Llamazares?
No es complejo separar las funciones. Gaspar cumplirá su papel de embajador, de acuerdo con el programa electoral y las conclusiones de la asamblea. IU beberá de la sociedad y sus quejas y él las canalizará como diputado en el Congreso.
¿Cómo se visualizará ese giro a la izquierda al que se ha referido?
En lo concreto. En la refundación que completaremos en 18 meses, debemos encontrarnos con movimientos sociales y políticos de izquierdas, alternativos y combativos, pero con los pies en el suelo. No vamos a pedir la luna sólo por estar en la oposición. No exigiremos, por ejemplo, que se renacionalice Repsol, sí que se pueda rescatar un 20% de la compañía. IU, pues, tiene un proyecto sólido, creíble. Siempre digo que la política se hace con calculadora. Pensemos a qué se podrían haber destinado los 5.600 millones que ha costado el cheque de los 400 euros, o los 4.500 millones de la reforma fiscal que entró en vigor en 2007, o los 1.800 millones que no recaudará el Estado desde 2009 por la supresión del Impuesto de Patrimonio a un millón de declarantes. Mucho se podría hacer para desplegar la Ley de Dependencia o generar empleo.
Identifica a PP y PSOE con el neoliberalismo. ¿Están en la misma orilla? ¿Tiene IU una ansiedad por diferenciarse de los socialistas?
Según qué temas. El PP abomina de la memoria histórica. El PSOE, no, aunque no nos satisfaga al cien por cien la ley. No pasa nada si no nos entendemos en todo. Por ejemplo, es vergonzoso que el PP rebasase por la izquierda al Gobierno al exigir que el Estado garantice que los 50.000 millones para el rescate de la banca lleguen a pymes y familias. El mundo al revés: el PSOE defendiendo a los banqueros y el PP apoyando prácticas socialdemócratas. No se trata de simplificar y decir que PP y PSOE son iguales. Con el Gobierno estaremos en políticas de izquierda. Con sus medidas neoliberales, nos tendrá enfrente.
Es decir, no tenderán cordones sanitarios contra el PSOE.
Sería una barbaridad, muy poco racional. Si el PP plantease subir el salario mínimo a mil euros, como decimos en IU, ¿no lo apoyaríamos?
¿Entienden que la Iglesia ha ganado la batalla al Gobierno?
Sí, el Ejecutivo se ha supeditado a la jerarquía católica, ha claudicado, no se ha armado de la valentía prometida en 2004 en asuntos como el aborto. Y estos obispos están aún en el nacionalcatolicismo. El PSOE no cumple con la Constitución al no sacar los crucifijos de las escuelas. Que la Iglesia predique lo que guste, pero que no interfiera en temas de Estado.
¿Por qué se ha rendido el PSOE?
Imagino que por oportunismo.
¿Se le acabó a los socialistas su sangre de izquierdas? En su 37º Congreso prometieron medidas sociales muy en la línea de IU.
Juzgaré los hechos, pero hoy imperan en el PSOE las posiciones más conservadoras. Sólo hay que ver a José Bono o las políticas anticrisis.
¿Tiene previsto reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero?
No lo sé. Lo dirimiremos en la ejecutiva. Lo más probable es que pidamos un encuentro con PSOE, PP, Iniciativa per Catalunya Verds [ICV]…
¿Rechaza cualquier voluntad de influencia en el Ejecutivo? Ese guiño guió la pasada legislatura.
Yo le decía a Gaspar que si el Gobierno quería pactar con IU sus Presupuestos, debíamos poder decidir sobre importantes partidas y visualizar en los medios públicos qué conquistas se han logrado. Aquí no estamos de comparsa del PSOE. Hay que marcar distancias. Se puede hacer girar al Ejecutivo si nuestros votos son necesarios. ¿Qué sucede? Que partidos tan patriotas como PP y PSOE se niegan a modificar una ley electoral poco representativa, que nos condena, con 970.000 votos, a tener dos diputados, uno de ICV. ¿No pueden cambiarla para no tener que depender tanto de los partidos nacionalistas?
¿Nunca aceptaría entrar en el «área de Gobierno»? Lo pedía Llamazares en la pasada campaña.
La cuestión es el programa, el qué se va a negociar. Si lo que se ofrece está en consonancia con parte de nuestras propuestas, ¿por qué no?
En la IX Asamblea proclamaron que IU es «anticapitalista, federal, republicana…». ¿Se prima el programa de máximos, se pierde cierto pragmatismo, acción?
No, pretendemos alternativas reales. Nos llamamos republicanos, sí. La República quizá no esté entre las prioridades de los ciudadanos, pero tampoco debe reducirse la cuestión a garantizar que las mujeres accedan al trono. Es curioso que los que no defienden la igualdad del voto defienden con ardor la igualdad en la sucesión a la Corona. IU plantea una sociedad republicana, y eso es algo más que poner una bandera tricolor y quitar a un rey. Hay valores que tienen que incorporarse. La Constitución de 1931, en su artículo 6, renunciaba a la guerra «como instrumento de política nacional». Eso también es República. Hoy es un insulto, un esperpento, que la Carta Magna reconozca el derecho al trabajo cuando hay 200.000 parados más al mes, o que asuma un derecho a la vivienda que no existe. Hablamos de una democracia de calidad, la res publica. La primacía de lo público frente al abuso de lo privado. No es una utopía.
¿Quiere decir que intensificarán su lucha a favor de la República?
No debe ser una línea prioritaria en IU, pues lo urgente es la crisis, pero sí ha de alzarse como una línea de trabajo clara, creando cultura.
¿Plantearían el cambio de la forma de gobierno si se abriese paso la reforma constitucional?
Sí, claramente. Defendemos con nitidez un referéndum Monarquía-República. Las encuestas ayudan… ¿Qué problema subyace? Que la idea de República se liga a destrucción por los 40 años de franquismo.
Con respecto al PP, ¿aprecia algún cambio de actitud?
Está en una posición de partido atrapalotodo. Apunta a todo, con o sin coherencia. No se puede estar en política en una contradicción permanente. Que explique cómo quiere bajar impuestos y aumentar los servicios. Igual con su deseo de defenestrar al presidente de la Federación de Municipios y Provincias. Desacredito que se insulte a los votantes de un partido, pero Pedro Castro ha pedido disculpas mil veces. Tendría sentido que dimitiera si no cumpliera con sus compromisos con los ayuntamientos. No es así.
¿Observa una deriva del PP en la política antiterrorista por ANV?
Utiliza este asunto de forma sucia y partidista. El acta es de los concejales, sólo de ellos, y para que se expulse, han de delinquir. Si unos ediles no condenan un atentado, por muy grave que sea, ¿disolvemos a toda la corporación? Eso asestaría un golpe terrible a la democracia.
Aún es pronto, pero ¿qué posición defenderá usted para las elecciones vascas y europeas? ¿Qué alianzas perjudican y cuáles benefician a IU federal?
No lo hemos diseñado. Ahora bien, soy el coordinador de todos, y no opinaré para inclinar la balanza.
¿Pero los pactos de Ezker Batua con el PNV o la convergencia con ICV les castiga o les premia?
Buscaremos las alianzas que más beneficien al proyecto de IU.
¿Y todas han beneficiado?
Tengo una duda razonable con la lista a las europeas que presentamos en 2004, cuando concurrimos con ICV. Voté en contra. Luego resultó que el número dos, el eurodiputado de Iniciativa [Raül Romeva], se fue al Grupo de los Verdes, no al de la Izquierda Unitaria Europea.
Por tanto, ¿no está a favor de que se repita la alianza con ICV?
No estuve a favor en 2004. No quiero anticipar qué haremos ahora.
¿Ha pensado competir en las generales? Dijo que su cargo no se liga «necesariamente» a los comicios de 2012.
No, claro que no.
¿Será usted, Rosa Aguilar…?
No hagamos futuribles. Aún no.
¿Fue un calentón amenazar en el CPF con una huelga general?
No, ni calentón ni algo premeditado. Dije lo que dije: que de seguir así el Gobierno, con esta política de ayudar a los banqueros a tapar sus agujeros y no generar empleo ni liquidez, los sindicatos deberían reflexionar si conviene convocar una huelga general para presionar al Gobierno y al poder económico.
¿Hay condiciones ya para eso?
Que lo decidan los sindicatos. Pero el camino que llevamos no puede aguantar demasiado tiempo.
¿Los sindicatos están dormidos? ¿Falta un puñetazo en la mesa?
No soy quién para darles mensajes. Tampoco haremos un mundo si no compartimos criterio. Ellos son perfectamente soberanos.
¿Se ve como una síntesis superadora de los dos últimos coordinadores generales, Julio Anguita y Gaspar Llamazares?
Julio ha sido nuestro mejor líder, una de las personas más brillantes de IU, del que aprendí a hacer política en lo concreto. Ha sido siempre respetuoso con la federación, incluso después de irse. Gaspar es más frío, distante, muy trabajador. Ambos vivieron momentos distintos y visiones distintas de la política.
‘Anguitistas’, ‘gasparistas’… ¿Habrá al final ‘laristas’?
[Ríe] No… ¿Pero qué es eso?