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El jazz y su influencia en la Literatura

Arte que no entiende de mezquindades

Fuentes: Rebelión

Del Blues y del Ragtime al Jazz: Una historia negra…** Entre diciembre de 1988 y diciembre de 1989, la Revista Avianca publicó una serie de ensayos sobre jazz agrupados bajo el título Grandes del Jazz y firmados por quien escribe. Con base en los recuerdos de esa época y de lo que ha venido después, […]

Del Blues y del Ragtime al Jazz: Una historia negra…**

Entre diciembre de 1988 y diciembre de 1989, la Revista Avianca publicó una serie de ensayos sobre jazz agrupados bajo el título Grandes del Jazz y firmados por quien escribe. Con base en los recuerdos de esa época y de lo que ha venido después, hoy quiero proponer esta Conferencia-audición a la que he titulado El Jazz y su influencia en la literatura. No quise, a propósito, reducirla al campo de la literatura del Caribe, aunque hablaré de ello, sencillamente porque no se puede reducir lo irreductible. Explico: el jazz ha trascendido las fronteras de su pueblo, el estadounidense y, en concreto, el afroamericano, para abrazar al planeta entero, sin detenerse en la mezquindad de los límites de creación o en la mezquindad de las fronteras que pretenden separar a los pueblos. Pero, ya sabemos que los pueblos no se separan, sino que son los políticos los que lo pretenden. Teniendo en cuenta la cantidad de músicos y de estilos, por razones de espacio se hablará únicamente de ciertos temas en forma bastante restringida, dado que se dispone sólo de dos horas, aunque eso sí generosa. Si bien la historia general del jazz, incluye los nombres más relevantes de la historia del género, agrupados por instrumentos, en este caso se hará, primero, una pequeña historia del género afroamericano por excelencia, para, luego, abordar la influencia del jazz en la literatura mundial, con los nombres, entre otros, de Ralph Waldo Ellison y, en el campo de la mujer, a Toni Morrison, en EE.UU; Hermann Hesse, en Alemania; Boris Vian, en Francia. Enseguida, se hablará del llamado Renacimiento de Harlem, periodo clave para comprender la asimilación por los negros de su propio arte, de sus propias obras y, en particular, del trabajo del poeta Langston Hugues, el primer negro que definió la terrible onomatopeya del be-bop, estilo que después del decadente swing, recuperó el sonido del blues para la música y para la historia de la música. La parte inicial de esta charla, aquí en el Colegio Integrado (término por demás bello pues alude a la cooperación, a la solidaridad, a la integración) se refiere a los elementos y factores que desembocan en el jazz, fenómeno musical de los siglos XX y XXI. Como telón de fondo se escucharán ejemplos musicales y, por último, se hará referencia a las obras y a los autores representativos de esa influencia que el jazz dejó en su vida y luego en su trabajo. A Ralph Ellison, se agrega, en el campo femenino, una de sus más destacadas figuras: la afroamericana Toni Morrison (n. 1931), autora de la novela Jazz, entre otras, Premio Pulitzer, en 1988, y Premio Nobel en 1993. Por último, se hará una breve mención, dado que el asunto es muy complejo, a la influencia del jazz en la literatura del Caribe y en especial en Cuba (Guillermo Cabrera Infante), Puerto Rico (Luis Rafael Sánchez) y República Dominicana (Junot Díaz). Detrás del contexto, dentro de algo que cabría titular UNA HISTORIA NEGRA…, como elementos de enfoque y análisis estarán la transculturación y el racismo: la primera, forma de agregar quitándole a la cultura primigenia; el segundo, factor de discriminación por el color de la piel, el origen de clase, la posición económica. Desde la óptica de la fe, esa creencia en la falta de evidencias, el asunto podría verse a partir de la experiencia de los negros con el góspel, manifestación a través del ritmo y del canto de sus raíces musicales y religiosas: «Podrás alejarme de mi tierra, de mi gente y obligarme a creer en tus dioses; sin embargo en mi canto y en mis palmas conservaré mi amor por el Creador de mis antepasados». En últimas, el jazz es una música de resistencia a la opresión, es decir, libre en su sentido más amplio y política en el más estricto sentido, como advierte Archie Shepp en Free Jazz/ Black Power (Anagrama, 1973): «El jazz es una de las aportaciones sociales y estéticas más significativas de América. Y muchos lo aceptan por lo que es: una aportación significativa, profunda, de América… Está en contra de la guerra, en contra de la del Vietnam; está a favor de Cuba; está a favor de la liberación de todos los pueblos. Esta es la naturaleza del jazz. No es necesario ir a buscar más lejos. ¿Por qué? Pues porque el jazz es una música nacida de la opresión, nacida de la servidumbre de mi pueblo»

(Down Beat Music’ 66, Chicago, 1965: 20).

Una breve historia del jazz: entre la aculturación y el racismo

La etimología de la palabra Jazz es confusa. Según Peter Tamony deriva de gism/jasm, modismo gringo sinónimo de fuerza, excitación o esperma. Otra hipótesis: la deformación del giro francés chasse-beau, figura del cake-walk, convertida pronto en Jasbo, apodo de músicos. El diccionario Merriam-Webster sugiere un derivado del verbo francés jaser, utilizado en argot creole, mientras Dizzy Gillespie aseguraba que jasi, en un dialecto africano, significa vivir a un ritmo acelerado, bajo presión. Tony Palmer señala que en argot cajun (nativo de Louisiana o de ancestro franco-canadiense) las prostitutas de New Orleáns son llamadas jazz-belles, en referencia a Jezabel, personaje de la Biblia: Jezabel, esposa de Acab (como el capitán de Moby Dick), rey de Israel, y madre de Atalia. Ésta, reina de Judá entre 846 y 835 a.n.e. y famosa por sus crímenes e impiedad, que fue devorada por los perros… 

En general, se asocia el jass o jazz con la danza, la vitalidad, el acto sexual. La aparición del término jazz se vincula a una serie de anécdotas relativas a la Original Dixieland Jass [sic] Band. Dicen los críticos ingleses Clayton y Gammond, ambos de nombre Peter y autores del libro Jazz A-Z (Taurus, 1989), que fue durante la actuación de aquella banda en el Schiller’s Cafe, de Chicago, aún bajo el nombre de Johnny Stein’s Band, cuando la voz jazz fue aplicada por primera vez a esta música. ¿El responsable? Un actor de revista jubilado que, borracho, se puso de pie y gritó: «Jass it up, boys». A partir de ahí, se dice, fue contratado para que todas las noches, en el momento indicado, gritara…: debido a ello, pronto el grupo recibió el nombre de Stein’s Dixie Jass Band. Cuando se trasladó al restaurante de Reisenweber, en el Columbus Circle, de Nueva York, la banda fue ya anunciada como The Original Dixieland Jass Band y luego, debido tal vez a una errata de imprenta (elemento determinante, para bien o para mal, en los neologismos) como Original Dixieland Jasz Band, como aparece en un cartel de la época: de ahí se pasó a Jaz y finalmente a Jazz, completando el cambio de letras. Por último, un anuncio en el New York Times de una actuación, ya en 1917, convirtió definitivamente el Jass en Jazz. Hoy en día, el grupo se conoce por su sigla ODJB.

Históricamente, es dicha orquesta de músicos blancos nacidos en Nueva Orleáns, alguno de ascendencia italiana (Nick La Rocca), la que da a conocer el nombre (se reitera, al comienzo con doble s) y las primeras grabaciones en el citado Reisenweber, para Victor Records el 26 febrero 1917, que incluyeron los temas Livery Stable Blues y Dixieland Jass Step (más tarde conocida como Original Dixieland One Step), a las que seguirían otras como Tiger Rag, grabadas no obstante con anterioridad, en enero 1917, aunque para Columbia Records, que las publicó más tarde. https://www.youtube.com/watch?v=BRcuisqMPI8 (ORIGINAL DIXIELAND JAZZ BAND – Original Dixieland One Step: 2:38) (1)

Sin embargo, hay que decir que ya en 1912, a William Christopher Handy, el mal llamado Padre de los Blues (y no porque no lo mereciera sino porque un género popular no tiene padre), se le había negado la posibilidad de hacer las que hubieran sido las primeras grabaciones del jazz: ¿la razón? Handy era un nigger, un vulgar negrito. https://www.youtube.com/watch?v=Gpp75gQ-T6Y W. C. Handy – St. Louis Blues: 3:07 (2)

Tom Brown, jefe de otra banda blanca, afirma que la palabra jazz la empleó él por primera vez cuando tocó en Chicago en 1915. Pero ya en 1913, de acuerdo con el crítico Ralph J. Gleason (1917-1975) en su libro Héroes del Jazz (Júcar, 1980), se relaciona la voz jazz musicalmente en el diario californiano San Francisco Chronicle, fundado en 1865 como The Daily Dramatic Chronicle por los hermanos Charles y Michael H. de Young. Fue un periódico de gran tiraje durante la década de 1880.

La voz jazz designa hoy a un conjunto de géneros musicales de origen afroamericano, que engloba tanto folclores profanos y religiosos como formas sinfónicas, por su mezcla entre elementos populares (blues, ragtime, rhythm and blues, spirituals, gospels, worksongs, fieldhollers, shouts, orquestinas callejeras, marchas funerarias y militares) y elementos provenientes de la (mal) llamada música culta o erudita o seria (escala pentatónica europea, ballads, valses, jigas, mazurcas, danzas húngaras). https://www.youtube.com/watch?v=Oms6o8m4axg Work Songs in a Texas Prison: 1:03 (3)

Es lícito preguntar, ¿hay acaso música inculta o no-erudita o una apenas para reírse? «Qué atropello a la razón», diría Discépolo en Cambalache. Dos características esenciales, ya observadas por el musicólogo y etnólogo André Shaeffner en 1926, son indisociables del jazz: un tratamiento especial de las sonoridades, derivado de la imitación de las voces humana y animal (en el Jungle Style que desarrollan Armstrong y Ellington, especialmente, y que se percibe también en el ya citado Livery Stable Blues, de la ODJB); y una valoración específica de los ritmos: ya sea a través del sonido de la guitarra en los blues de John Lee Hooker, por ejemplo; en el piano, la batería o la percusión del R&B de Ray Charles o Chuck Berry o Fats Domino. https://www.youtube.com/watch?v=xO3k-S_pqK4 Louis Armstrong Hot Seven – Wild Man Blues 3:10 (4) https://www.youtube.com/watch?v=vYNwiAXuh_U Duke Ellington Cotton Club Orch. – Echoes of the Jungle: 3:28 (5)

Es el resultado de la integración de tradiciones traídas de África por los esclavos que llegaron a América entre los siglos XVI y XIX, con métodos instrumentales, armónicos y melódicos inventados en Europa, sobre todo durante el periodo barroco (1685-1750), fechas que coinciden con las de nacimiento y muerte de Johann Sebastian Bach.

Cruce de fuerzas subterráneas de una humanidad con mayor reputación instintiva entre el idealismo de las sociedades inspiradas en la Grecia clásica y en el mundo germánico; de hecho, una forma cultural ideal para la creación espontánea, convidante, gestual, vocal e instrumental. La difusión del jazz se ha visto acelerada, además, por la eclosión de medios técnicos, especialmente adecuados, cuya progresión es paralela: el fonógrafo, la radio, el cine. Un folklore local se dilata hacia lo universal. Hasta llegar a convertirse en la verdadera música clásica de los siglos XX y XXI. Pero, para eso habrán de pasar muchas cosas: descubrir lo nuevo en lo viejo, por ejemplo, como quien sabe que si quiere descubrir en la lectura algo fresco tiene que volver a un libro antiguo.

A comienzos del siglo XX el jazz es rústico, proletario y, por si esto fuera poco, se le atribuye una bastante mala reputación. La música del Sur de los EE.UU que se practica en la iglesia (gospelsongs), en las plantaciones (worksongs), en las estaciones del metro y en los viajes en tren (blues), en las casas de tolerancia (ragtime), en los desfiles callejeros (marchas militares y funerarias), en las compañías de minstrels (blancos con la cara teñida imitando a o mofándose de los negros) y las bambulas (tambores de origen africano llamados originalmente bambalas que a su paso por las Antillas francesas se transformaron en bamboulas: una de las tantas derivaciones de las danzas africanas adaptadas y modificadas en las Indias Occidentales) de Congo Square, New Orleáns, sigue a la emigración de los negros que suben en masa, al cerrarse Storyville (el Distrito de las Luces Rojas) en 1917, por una conveniencia económica y por necesidad de mano de obra barata antes que por una supuesta liberación de los negros, hacia el norte o el oeste de los EE.UU en busca de empleos mejor remunerados. Huelga decir que esto también hace parte del american dream, sueño que se estrellará contra una durísima realidad de explotación, de desprecio, de racismo. https://www.youtube.com/watch?v=OqFL9t9og_I Jelly Roll Morton – Maple Leaf Rag: 2:44 (6)

En Chicago, hacia 1920, se graban las obras maestras de la improvisación colectiva que inspiran a discípulos blancos: se habla de orquestas como la Fletcher Smack Henderson, con quien por breve tiempo tocó Armstrong, pionero del swing antes de que el swing, el elemento («Ese algo que hace marcar el ritmo con el pie», Count Basie) fuera Swing (el estilo que dominó en la Swing Era, 1935-45). Cabria citar, también, a las bandas de Don Redman y de Lionel Hampton. https://www.youtube.com/watch?v=DUEH3VqpPDw Count Basie and his Orchestra – One O’clock Jump: 4:12 (7)

El Renacimiento de Harlem

A propósito de los violentos años 20 (guiño a un filme de Raoul Walsh), hay que hacer un paréntesis para rendir un tributo al Renacimiento de Harlem: el reavivamiento del arte de los EE.UU durante la década de 1920, liderado por los afroamericanos residentes en Harlem, Nueva York. La música de Jazz, la literatura y la pintura resaltaron de forma significativa entre las creaciones de los principales componentes de este movimiento: a principios de los 20 tres obras claves mostraron la nueva literatura afroamericana. Harlem Shadows (1922) de Claude McKay, una de las primeras obras afroamericanas publicadas por una editorial de gran alcance nacional. Cane (1923), de Jean Toomer, es una obra experimental que combina poesía y prosa para mostrar la vida rural sureña y urbana norteña de los negros. Finalmente, Confusion (1924), opera-prima de Jessie Fauset, representa la vida de la clase media afroamericana desde la óptica de una mujer.

Fuera de estas tres obras, hubo dos eventos entre 1924 y 26 que lanzaron el Renacimiento de Harlem. El primero ocurrió el 21 marzo 1924, cuando Charles Johnson, miembro de la Liga Urbana Nacional, fue anfitrión de una cena con el objetivo de reconocer el emergente talento literario afroamericano y presentar los jóvenes escritores a la élite literaria neoyorquina. Gracias a la cena, Survey Graphic, revista de análisis social y crítica que estaba interesada en el pluralismo cultural, publicó un número sobre Harlem en marzo de 1925. El artículo principal trataba sobre la definición de la estética, la literatura y el arte afroamericanos, y fue preparado por el afroamericano filósofo y profesor de literatura Alain Locke. Éste, luego, expandió el número publicando la antología The New Negro. El segundo gran evento fue la publicación de Nigger Heaven (1926) del novelista y fotógrafo blanco Carl Van Vechten. El libro, que resultó ofensivo para muchos afroamericanos, fue muy popular: mostraba la vida de Harlem, desde el punto de vista prejuicioso de un blanco burgués.

Dentro del Renacimiento de Harlem, una de sus figuras más relevantes fue el poeta, novelista y periodista afroamericano Langston Hugues (Joplin, Missouri, 1902 – Nueva York, 1967). Mientras estaba en la escuela elemental, en Illinois, fue nombrado poeta de la clase, porque (como cuenta más tarde) existía en América el estereotipo de que todos los afroamericanos nacían con un gran sentido del ritmo: «Fui una víctima del estereotipo; solamente había dos negros en la clase y el profesor de inglés siempre estaba remarcando la importancia que tenía el ritmo en la poesía. Bien, todo el mundo sabe (menos nosotros) que todos los negros tienen un gran sentido del ritmo, así que me hicieron poeta de la clase». Estando aún en el instituto, en Ohio, comenzó a escribir para el periódico escolar, editó el anuario y comenzó a escribir sus primeros relatos, poesías y obras de teatro. Un ejemplo de esto es su primera poesía incorporando jazz, When Sue Wears Red o The Negro Speaks of Rivers, uno de sus poemas más conocidos. Fue en esta época cuando descubrió su amor por las letras y descubrió a los autores que más influirían en su escritura: Paul Laurence Dunbar y Carl Sandburg. En 1919 Hughes vivió durante un tiempo con su padre en México, pero la relación entre ellos era tan traumática que el hijo contempló el suicidio al menos una vez. Sin embargo, al acabar el instituto volvió a México tratando de que su padre le financiara los estudios en la U. de Columbia. Hughes cuenta en The Big Sea cómo, mientras viajaba a México, solía pensar sobre su padre y la extraña aversión que éste tenía hacia su propia gente. Una de las características más relevantes del Renacimiento es la imitación de los sonidos e improvisaciones del jazz en la poesía, Jazz Poetry, así como los ritmos sincopados. Los pioneros en adaptar los ritmos y los estribillos a la poesía fueron Dunbar y Langston Hughes, ambos muy involucrados en la extensión del orgullo racial y la conservación de la tradición afroamericana. Comenzaron a estudiar como añadir a la poesía ritmos del jazz, el blues y otros tipos de música afroamericana, como los spirituals. Buscaban con esto dar una forma distintiva a su poesía, componiendo poemas como Weary Man Blues (Blues del hombre cansado), que adaptan ritmo, terminología y temática musical. Langston Hugues lee su propio texto y lo acompaña el gran Buddy Guy, guitarra y voz. https://www.youtube.com/watch?v=wyLjbMBpGDA Louis Armstrong – When the Saints Go Marching In: 4:46 (8) https://www.youtube.com/watch?v=qwfYuoSu590 Langston Hugues Weary Blues: 8:15 (9)

Tras el paréntesis con El Renacimiento de Harlem y Langston Hugues, hay que decir que del blues va a surgir, en la década de 1930, el Boogie-Woogie y, cada vez más, los jazzmen aprovechan y transfiguran los temas de la canción popular de Broadway y de otros lugares. En forma paralela se crean grandes orquestas en Kansas City, Chicago, Nueva York, fenómeno asociado a la prohibición del alcohol, la tristemente famosa Ley Volstead (1920-33) por el senador que la impulsó y que fue establecida por la Enmienda XVIII a la Constitución y derogada por la XXI. No obstante, antes de promulgarse, el senador A. Volstead, había dicho: «Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Se acabó el imperio de las lágrimas… Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en fábricas y graneros. Todos los hombres volverán a marchar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno». La medida provoca, por reacción, el incremento en el número de tabernas: en Nueva York se pasó entre 1920 y 21 de 15 mil bares legales a 32 mil tabernas clandestinas o con mirilla (speakeasies) que brotaban del suelo. El alcohol se volvió la obsesión gringa. He aquí el balance del primer decenio de la Prohibición: 500.000 detenciones; penas de prisión por un total de 33.000 años; 2.000 muertos en la guerra del aguardiente entre gánsteres; y 35.000 víctimas por intoxicación alcohólica…

Como se puede notar, el senador Volstead fue escuchado. El jazz sobrevive a la Depresión y a partir de 1930 impregna con su perfume narco-alcohólico al negocio musical, de lo cual son responsables Al Capone y CIA (= cía.). Perfume contaminado además por la perversa mirada de la industria musical blanca, que va a suministrar la droga y el alcohol necesarios para que los negros se pongan a su servicio. Al mismo tiempo conoce Hollywood y desembarca en Europa, donde los músicos negros obtendrán el respeto y el reconocimiento que nunca se les dio en su tierra (cuenta Ch. Parker que la primera vez que le dijeron señor fue en Suecia). Es la moda del Swing, el periodo más comercial de la historia del jazz: muchos arreglistas, compositores, instrumentistas, bailarines, cantantes e improvisadores se exceden a sí mismos en la imaginación creativa y explotan el filón, seduciendo a la vez al gran público en bailes, cine y espectáculos en general. En 1940, mientras el jazz, en realidad el Swing, parece estar en su apogeo, la revolución del Bebop ensancha radicalmente su espacio. Un repertorio original completa el material utilizado de blues y standards. Se multiplican las aventuras, alimentadas por una ebullición de ideas y vanguardias o, por contraste, del revival: cool, hard-bop, jazz afro-cubano, free, fusión, Funk, vuelta al blues.

El jazz integra la melodía y la armonía de ritmos brasileños como chõro, bossa-nova y samba, calipso, flamenco, ritmos afrocubanos (como la salsa) y se aproxima, con la Tercera Corriente a la música clásica. A fines de 1950 provoca un electrochoque en la canción occidental pues tras tomar prestados sus temas, la somete a sus normas de improvisación (lo que ya desde la década de 1930 ha dado origen a los standards) y en adelante se conocerá como New Thing y, más concretamente, Free-Jazz. Es a partir del matrimonio de ritmos, armonías y sonoridades del blues y en especial del R&B con el folk y el country que nace el R&R, coctel explosivo del que sus secuelas no dejarán de colorear a la mayor parte del pop. Marginal en sus inicios, el jazz se convierte en el eje creador de la música popular del siglo XX, en la verdadera música clásica del siglo XXI y en una innegable influencia sobre la literatura mundial. Entre otras, sobre la gringa, por vía de Ralph Ellison, con Invisible Man; sobre la alemana, por vía de Hermann Hesse, con Der Steppenwolf; sobre la francesa, por vía de Boris Vian. Es más que un simple acontecimiento musical. El encuentro en EE.UU de culturas orales y escritas, llegadas desde África y Europa, contribuye a la evolución de costumbres y de leyes. 

Desde 1930, con aquel episodio de Armstrong, entre muchos otros, en el hotel Royal Garden, en el que un locutor blanco le negó el micrófono por nigger y Satchmo lo enfrentó, para al cabo decir: «Fue la primera vez que habló allí un negro… y por radio», el jazz ha ayudado de forma profunda a combatir el racismo. Personajes como Mezz Mezzrow (blanco, para evitar rumores, el fiel surtidor de heroína de Charlie Parker), Norman Granz (el organizador de las giras Jazz at the Philharmonic), Dizzy Gillespie (el otro Dióscuro del Bebop junto a Parker y miembro como éste y Miles Davis del PC de EE.UU), entre otros, han militado para conseguir en el escenario y en las salas de baile el olvido del color de la piel. Aunque se diga que la posguerra (con el Bop y el R&B) aceleró el proceso, la verdad es que pasarán muchos años más, casi veinte, para que se acabe la discriminación de las race recordings; así como para que aparezcan las primeras emisoras negras que permitirá a los de su raza, ya sin vergüenza ni bochorno, presentarse en ellas. Sólo a partir de 1955, se podrá decir que hay una música que congrega a un pueblo, sin distingos de raza, sexo, color político y/o religioso. https://www.youtube.com/watch?v=rOWd4_UR-Ys Charlie Parker/Dizzy Gillespie. Bird & Diz – Bloomdido: 3:17 (Únicamente se escucha el primer tema) (10)

La lucha por los derechos civiles se recrudece en la década de 1950 y alcanza su clímax, primero, el 21 febrero 1965, con el asesinato de Malcolm X, y más tarde, el 4 abril 1968, con otro crimen represivo, el de Martin Luther King, Jr., ambos antes de cumplir 40 años, aspecto siempre considerado por las infalibles matemáticas del crimen oficial-clandestino gringo: las que en la época impedían que cualquier persona disidente o subversiva alcanzara a cumplir tal edad. Así cayó, además, el Che Guevara (1928-1967). Un poco antes, el 1º diciembre 1955, la señora Rose Parks, sentada en la parte posterior de un bus cuando a los negros se les asignaba la parte delantera del mismo, se niega a cederle el puesto a un blanco, el hecho conduce a la represión y al tiempo a la radicalización de la protesta negra. Esta, encabezada al comienzo por King con las marchas de Montgomery y Selma, en Alabama, y sus Freedom Riders, será más tarde liderada por Malcolm X desde su posición como musulmán: a la cual, no obstante, renunciará en 1964, poco antes de caer asesinado, al enterarse de las turbias relaciones de su maestro Elijah Muhammad con dos de sus secretarias a las que dejó embarazadas.

Lo que esperaba André Shaeffner pareciera haberse hecho realidad: «Por el espíritu se consuma el matrimonio de dos razas que los usos rechazan aún en la carne». Al escuchar los mismos ritmos, melodías e improvisaciones, los cuerpos y los cerebros descubren el mismo nivel de inteligencia y de comprensión: la misma humanidad. Aun así, lo anterior sería demasiado optimismo: pese al de Shaeffner, el racismo y la discriminación no han acabado ni se acabarán… Muy al contrario, hacen parte de un programa estructural y perduran hasta hoy, como sostuvo la líder afroamericana Angela Davis en su visita a Colombia en 2010, aun con la elección del primer presidente negro en la historia de EE.UU: en realidad, un negro/blanco, tanto que ahora a las galletas Oreo, las llaman Obama, porque son negras por fuera, pero blancas por dentro. Con lo que de paso se demuestra que los cambios no pueden ser mera apariencia sino que requieren una voluntad política de la que no precisamente hacen gala los políticos: mucho menos, uno llevado a la presidencia por la influencia del sistema financiero: elegido, primero, con un millón y pico de dólares y luego reelegido con seis. Voluntad política que, en cambio, les sobra a los jazzmen, a los artistas y al pueblo en general.

La influencia del jazz en la literatura mundial

De entrada hay que decir que el jazz ha tenido una influencia, directa e indirecta, en muchos y diversos ámbitos de la literatura mundial, como en las novelas del español Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, 1987), en las del gringo Rafi Zabor (El oso llega a casa, 1997), en las del gringo-judío Philip Roth (La mancha humana, 2001). Aquí me limitaré a referir el trabajo de Ralph Ellison y de Toni Morrison. Me hubiera gustado mucho hablar de Richard Wright y de James Baldwin, pero no hay espacio. 

Ralph Waldo Ellison (1°/mar/1914- 16/abr/1994), escritor afroamericano, primer ganador del National Book Award, en 1952, el mismo año en que se creó, con su novela El hombre invisible (1952). Vivió en Oklahoma en su juventud, estudiando en escuelas públicas y padeciendo el ambiente como tantos afroamericanos. Tras recibir una beca, pudo centrarse en la música, su afición temprana; entre 1933 y 1936 estuvo para ello en el Tuskegee Institute, especializándose en la trompeta. Tras encontrarse con Richard Wright en Nueva York, quien le pidió una crítica literaria, empezó en 1939 a publicar artículos, relatos y ensayos en diversas revistas. Sirvió en la marina mercante durante la II Guerra Mundial y dictó una cátedra sobre folklore y cultura afroamericana en distintas universidades. Con una beca Rosenwald, de 1945, pudo dedicarse a redactar su voluminosa novela inicial, que lo consagró: El hombre invisible, 1952, y una serie de ensayos y artículos titulada Shadow and Act (1964) o Sombra y acto. Su novela ganó el mismo año 52 el National Book Award y lo convirtió en el escritor negro más importante de su generación. Su protagonista es un negro sin nombre que en primera persona expresa la dura realidad social de EE.UU de entonces y va tomando conciencia de cómo la sociedad lo aparta de su seno y lo ningunea. No dejó en lo sucesivo su escritura, pero suele recordarse por su docencia: dictó un curso en Salzburgo en 1954; dio clases de literatura en el Bard College (1957-1961) y en la U. de Chicago (1961).

El hombre invisible es la historia de un negro que desde el prólogo se declara así: invisible. Y que con aplastante lógica, pregunta: «¿Por qué he de ser responsable, si todos se niegan a verme?», para resaltar la terrible experiencia que para el autor mismo representó el racismo. Jack the Bear, el protagonista, piensa y cree que no es uno de esos duendes que atormentaron a Poe ni un fantasma de los filmes de Hollywood. No, es un hombre de carne y hueso, con músculos y humores que incluso puede afirmar que tiene una mente. Y, ¿saben ustedes, porque cree que es invisible? Porque la gente se niega a verlo. Aunque golpee a alguien, como lo hace, el otro no lo ve. Quizás por eso reclama la luz, la desea, la ama, como a Satchmo (y por ahí a la yerba), porque es invisible: la luz confirma su realidad, le da forma, lo hace visible, así no lo… De El hombre invisible un fragmento: «Es posible que Louis Armstrong me guste debido a que de su invisibilidad ha hecho poesía. Pienso que ello se debe a que ignora que es invisible. Y por otra parte, la conciencia de mi propia invisibilidad me ayuda a comprender la música. En cierta ocasión, pedí un cigarrillo a unos amigos y los muy graciosos me lo dieron de marihuana. Cuando llegué a casa lo encendí y me senté a escuchar el fonógrafo. Pasé una extraña velada. Permítanme decir que la invisibilidad suele dar un sentido del tiempo ligeramente distinto al normal; uno nunca va sincronizado. A veces, uno va adelantado y otras, retrasado. En vez de tener conciencia de un constante y casi imperceptible fluir del tiempo, uno advierte sus detenciones, esos puntos en que el tiempo se detiene y a partir de los cuales salta, luego, hacia delante. Y entonces uno queda en suspenso y contempla la realidad en torno. Esto es lo que cabe percibir, vagamente, en la música de Louis» (Lumen, 1984: pp. 15-16).

Viene ahora Toni Morrison (Lorain, Ohio, 18/feb/1931) escritora afroamericana, ganadora del Pulitzer en 1988 y del Nobel en 1993, siendo la primera mujer negra en recibirlo. En sus obras, habla de la vida de los negros, en especial de las mujeres, y alaba a su comunidad. Es combatiente a favor de los derechos civiles y en contra de la discriminación y el racismo. Nació en el seno de una humilde familia negra de clase obrera. Bautizada Chloe Anthony Wofford, adopta el nombre literario Toni Morrison, tomando el nombre de su apodo familiar y el apellido de su marido, el arquitecto Harold Morrison, con quien estuvo casada (entre 1958 y 64) y con quien tuvo dos hijos. En 1949 comenzó sus estudios en la U. Howard, para negros, en Washington y continuó en la U. Cornell, graduándose en filología inglesa en 1955. Ese año comenzó a trabajar como profesora en la Texas Southern University en Houston, continuando luego en la U. Howard y en otros centros académicos a lo largo de los años. En 1964, se hizo editora de Random House de Nueva York, desde donde desempeño un rol vital en la difusión de la literatura afroamericana, al editar libros de Henry Dumas, Toni Cade Bambara, Angela Davis y Gayl Jones. Una breve mención a sus novelas-clave: la primera apareció cuando tenía casi cuarenta años: Ojos azules (1970), historia de una niña negra, Pecola, que quiere tener los ojos del color de las muñecas de las niñas blancas. La canción de Salomón (1977), relato sobre la reunión del materialismo y el poder del amor; Tar Baby (1981), traducida La isla de los caballeros, describe el nexo entre Valerian y Margaret que viven en un mansión y disfrutan de su idilio, el que cambiará con la llegada de Son, un náufrago negro de oscuras intenciones que se siente atraído por Jadine, sobrina adoptiva de la pareja. Beloved (1987) relata el caso de una esclava que encuentra la libertad, para descubrir que hay distintas formas de esclavitud posibles. Jazz (1992), narra duras relaciones entre hombres y mujeres negros, teniendo como base las historias que ha cantado la música del título. Joe y Violet salen de Virginia y llegan a la gran ciudad huyendo de la intolerancia y creyendo que también ellos gozarán la utopía colectiva de bienestar que les permitirá trabajar en libertad al margen del color de su piel. La vida parece soportable ahora pero Joe, incapaz de resistir la belleza de una adolescente y para que el amor con su joven amante no acabe nunca, asesina. A partir de ese punto, ya sin retorno posible, Joe deberá aprender con su culpa y con el dolor ajeno y Violet, la esposa que acuchilló el rostro inerte de su enemiga, seguirá acunando en sueños al hijo que nunca tuvo, llorará con su hombre la pasión que fue y arrastrará su pena por Nueva York, cuya música peculiar marca la vida de miles de inmigrantes. De Jazz, un trozo: «A Joe y Violet ni se les pasaría por la cabeza: pagar dinero por una comida que no habían echado de menos y que les exigiría además sentarse a una mesa o, peor aún, separados por ella. No ahora. No cuando ya alcanzaban los límites de la Ciudad bailando sin descanso. La cadera de ella acariciaba el muslo de él, ambos en pie en el pasillo y sin poder dejar de sonreír. Todavía no estaban allí y, sin embargo, la Ciudad ya les hablaba. Bailaban, bailaban. Y como muchos otros millones de seres, latiéndoles con violencia el corazón, gobernados los pies por los raíles, miraban por las ventanillas anhelando la primera visión de la Ciudad que bailaba con ellos para demostrarles cuánto los quería. Como muchos otros millones, a duras penas lograban contenerla impaciencia de llegar allí y corresponder a su amor» (Edic. B, 1995: 57).

Desde Francia, llega el polímata Boris Vian (Ville-d’Avray, 10/mar/1920-París, 23/jun/1959): novelista, dramaturgo, poeta, músico de jazz, ingeniero, periodista y traductor francés. Utilizó varios heterónimos (un heterónimo es un ser literario independiente del autor que lo creó), como Vernon Sullivan, Boriso Viana, o los anagramas Baron Visi, Brisavion, Navis Orbi o Bison Ravi. Escribió teatro, letra y música de canciones, cuentos y novelas. Tanto sus diez novelas como sus actuaciones en jazz fueron muy admiradas. Nació en el seno de una familia de clase media. Sus padres eran Paul Vian, rentista, e Yvonne Ramenez, música: tocaba el piano y el arpa. En su entorno familiar el arte era una cuestión importante, su madre era una amante de la ópera; su padre era poeta aficionado, traductor de inglés y alemán, aparte de interesado por la mecánica y la electricidad. La Depresión provocó un empeoramiento de la situación financiera de la familia, lo que obligó a su padre a trabajar por primera vez en su vida a los 36 años, como representante comercial; también, debieron trasladarse de casa, y entre 1929 y 32 arrendaron su antigua residencia (casualmente a la familia de Yehudi Menuhin). Poco después de cumplir 12 años padeció fiebre reumática y poco después tifoidea, que le provocaron una dolencia cardíaca que condicionó su salud en adelante y provocó su temprana muerte. Fue un estudiante excepcional, aunque sus intereses entonces giraban en torno al jazz y las fiestas. Ya a los 20 años participó en una orquesta amateur de jazz junto a sus hermanos, donde sobre todo interpretaban obras de autores gringos. En 1941 se casó con Michelle Léglise-Vian (1920- ), con quien tuvo dos hijos, Patrick Vian (1942- ) y Carole Vian (1948-1998). Obtuvo el título de ingeniero en 1942, y un año después escribiría sus primeras novelas: Temblor en los Andes y Vercoquin y el plancton. En esta última se ven reflejadas sus actividades reales, como su trabajo en la Asociación Francesa de Normalización y la organización de desmesuradas surprise-parties. En los años siguientes repartió su tiempo en diversas actividades: además de novelas, comenzó a escribir cuentos, algunos publicados en Les Temps Modernes, -invitado por Sartre- donde también escribió crónicas y críticas de aspectos sociales. En el periódico Combat -dirigido por Camus-, abordó la crítica de jazz. En 1946 publicó dos novelas: La espuma de los días y El otoño en Pekín.

Fuera de frecuentar a los existencialistas de aquellos tiempos en Saint-Germain-des-Prés, conoció a jazzmen como Duke Ellington, Miles Davis y Ch. Parker. Dejó finalmente su profesión de ingeniero, y en paralelo a sus principales trabajos, se dedicó a traducir novelas negras (de autores reales) y a dar conferencias sobre diversos temas. En 1950 publica La hierba roja, considerada una de sus mejores obras y la más autobiográfica. Escupiré sobre vuestras tumbas (1946), del género policiaco, novela negra, literatura erótica, trata también del racismo hacia el negro «así aprobado por la justicia». Lee Anderson, un afroamericano, llega a un pueblo donde los jóvenes están sedientos de alcohol y sexo. Trabajando como vendedor en una librería, oculta un secreto: la única razón por la que está allí es para vengar la muerte de su hermano, que murió linchado y colgado por haberse enamorado de una mujer blanca. En cuanto al estilo, es la obra más violenta de las escritas por el autor de El desertor, la más cruda y representativa de la serie de Sullivan, en la que Vian se propuso denunciar al racismo y las condiciones precarias de los negros en los estados gringos del Profundo Sur. Poco después de su aparición, el libro fue prohibido por «pornográfico e inmoral» (como pasó con las obras de Henry Miller, en EE.UU), y su autor condenado por ultraje a la moral y a las buenas costumbres. También se publicó una versión edulcorada de la obra.

El desertor – Boris Vian

«Señor presidente/ le escribo esta carta/ que quizás lea usted/ si tiene tiempo// Acabo de recibir/ la orden militar/ para ir a la guerra/el próximo miércoles// Señor presidente/ no voy a hacerlo/ no vine a este mundo/ para matar pobre gente// No quiero que se enfade/ pero he de decirle/ que mi decisión es firme:/ voy a desertar// Desde el día en que nací/ he visto morir a mi padre/ partir a mis hermanos/ y llorar a mis hijos// Mi madre sufrió tanto/ que ya está bajo tierra/ se ríe de las bombas/ y hasta de los gusanos// Cuando estuve preso/ me robaron la mujer/ me robaron el alma/ y todo mi pasado// Mañana muy temprano/ les cerraré la puerta/ a aquellos años muertos/ y me echaré al camino// Pediré limosna/ por las rutas de Francia/ de Bretaña a Provenza/ y le diré a la gente:// «Niéguese a obedecer/ niéguese a colaborar/ no vaya a la guerra/ niéguese a partir»// Si hay que derramar sangre/ derrame usted la suya/ pues tan buen apóstol es/ señor presidente// Si ordena que me busquen/ dígales a sus agentes/ que no llevaré armas/ que pueden disparar».

El jazz en la literatura del Caribe


Tres tristes tigres, novela del escritor cubano Guillermo Cabrera I. (Gibara, 22/abr/1929-Londres, 21/feb/2005), fue publicada por primera vez en 1965 y en 67, ampliada y revisada. Escrita en el período de auge del boom, y enmarcada dentro del que fue una explosión editorial alimentada con el fuego de la explotación económica, se considera una de las novelas hispanoamericanas claves. La caracteriza el uso ingenioso del lenguaje introduciendo coloquialismos cubanos y constantes guiños y referencias a otras obras literarias, al cine, a la música cubana, al jazz, volviéndose un texto complejo y de gran riqueza lingüística, fuertemente oral (el autor sugiere en nota aclaratoria, «no sería mala idea leerla en voz alta»: claro, lo que hace más por un prurito narcisista que por un acto de desprendimiento), que recrea el ambiente nocturno de La Habana, a través de las andanzas de tres amigos, de ahí tres tristes, a lo largo de una noche.

La estructura lingüística de Tres tristes tigres está hecha, desde el título, de todos los significados posibles de una palabra y a veces de un fonema (la articulación mínima de un sonido, ya sea vocálico, ya sea consonántico), de los ritmos de la frase, de los retruécanos o juegos de palabras verbales más inauditos. Discípulo de maestros como Nicolás Guillén, Roberto Fernández R., Edmundo Desnoes, pero ante todo de su propio oído, Caín (como firmaba en Carteles y aparecía en Arcadia todas las noches), ha aportado al corpus de su novela cosas que no vienen de la literatura sino del cine o de la música cubana (son, guaracha, chachachá) o del jazz, integrando los ritmos del habla cubana con los de las músicas más creativas de este tiempo o, también, del arte cuya persuasión visual ha colonizado la mente y el corazón de no pocos espectadores en el planeta. Al decir que en Gabo o en Caín predomina la concepción de la novela como estructura lingüística, no puede olvidarse que tanto en Cien años de soledad como en Tres tristes tigres los contenidos son de perdurable importancia. ¿Cómo no advertir aquí que el proceso demente de la violencia y de la guerra en Colombia queda trazado a la perfección en la triste superficie y en las entrañas de vértigo, por la mano diestra-siniestra de Gabo? ¿Cómo no reconocer en La Habana del batistato crepuscular en que se agitan aquéllos tristes tigres, una sociedad ya en las últimas, una vela a punto de apagarse o ya extinguida, cuando Caín la evoca en su libro, ya no cuando se va de Cuba? Bueno, la cosa podrá ser obvia, pero lo que hace de ambas obras las singulares creaciones que son, no es su testimonio, que el lector podrá encontrar también en otras menos logradas y puramente extra literarias. No, lo que hace singulares a estas dos obras es su fidelidad a la causa de la novela como ficción total, como obras de arte.

Luis Rafael Sánchez (Humacao, 17/nov/1936) es un dramaturgo, cuentista, ensayista y novelista puertorriqueño. Nacido y criado por sus padres en Humacao, ciudad ubicada al sureste del país. Allí estudió hasta que su familia se trasladó a San Juan, donde Sánchez terminó la secundaria y se matriculó en la U. de Puerto Rico en 1956: allí obtuvo el Bachelor of Arts. En su época de estudiante universitario se interesó por la actuación. En esa época actuó en las radionovelas de la emisora WNEL, pero fracasó en sus intentos de trabajar en la TV. Su primera obra de teatro la estrenó el Departamento de Drama de su Alma Máter en 1958, cuando aún era estudiante. Ese mismo año viaja becado a Nueva York a estudiar dramaturgia y cuentística en la U. de Columbia. Allí se interesará por el sonido del jazz y, en particular por el jazz afrocubano, hoy mal llamado Latin Jazz. También a fines de los años 1950 inicia como narrador: su cuento El trapito será el primero en ser premiado, al que seguirán otros (Destierro, Aleluya negra, Memorias de un eclipse), que también ganarán en certámenes locales y que unidos a otros publicados en revistas y diarios darán origen a su primer volumen de relatos: En cuerpo de camisa, 1966. Después de obtener su Bachelor of Arts en 1960, se incorpora como instructor auxiliar en la U. de Puerto Rico, que nuevamente lo beca para volver a EE.UU, esta vez a la U. de NY, donde en 1963 obtuvo el magister. Posteriormente fue a España, donde en 1976 se doctoró en Literatura por la Complutense de Madrid con una tesis sobre su compatriota Emilio S. Belaval, que tres años más tarde sería publicada en su país. La pasión según Antígona Pérez es quizás su obra de teatro más conocida.

La guaracha del Macho Camacho, considerada su novela cumbre, como su nombre lo indica avanza a ritmo de guaracha y, según la crítica, entra de lleno en lo que podría llamarse el pos boom de la literatura hispanoamericana contemporánea y, también, dentro de la «nueva novela del Caribe» así como en la categoría «novela de ruptura», como sostiene en su ensayo Raúl Alberto Román Riefköhl. Trata de la americanización de Puerto Rico y de otros temas a través de las historias de un grupo de gente que tiene en común el estar en un embotellamiento, un miércoles a las cinco de la tarde. Es la primera novela escrita por el dramaturgo Luis R. Sánchez y fue publicada en Argentina en 1976. Se trata de un juego y exploración en el plano del lenguaje pues al ser leída en voz alta se percibe un ritmo cadencioso. Narra las historias de un grupo de personas que tienen en común estar en un embotellamiento un miércoles a las cinco de la tarde en Puerto Rico. Aunque, por último, se ocupe más de las expresiones musicales del Caribe y, en particular, de Cuba y Puerto Rico, no puede dejar de sentirse en La guaracha del Macho Camacho el vigoroso y contracultural aliento del jazz que el autor bebió y vivió en sus diversas visitas a y estadías en los EE.UU. No hay que olvidar que la guaracha es un género musical y un baile originarios de Cuba que se desarrolló y popularizó en la década de 1940 con los arreglos de las famosas orquestas cubanas de Arsenio Rodríguez, Celia Cruz, la Sonora Matancera, Nelo Sosa y su Conjunto Colonial, el Conjunto Casino, Frank Machito Grillo, José Curbelo, las que marcaron un sonido que las llevaría en los 50 a ser las orquestas más famosas de Cuba, dentro y fuera de la isla. Músicos como Curbelo, Machito, Celia y la Sonora Matancera y Arsenio Rodríguez llevaron la guaracha a Nueva York haciéndola popular y la cual recibió el nombre comercial de Salsa, en los años 70, y luego se fusionó con el jazz afrocubano. Aquí cabe recordar al Septeto de Ignacio Piñeiro y a su tema Échale salsita, son habanero, no montuno, que es de donde se deriva el nombre posterior de Salsa. https://www.youtube.com/watch?v=nOGi5frZqNc Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro – Échale salsita. (11)

Y ahora, Junot Díaz (Santo Domingo, 31/dic/68), escritor dominicano-gringo, ganador del Pulitzer. Profesor de escritura creativa en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y editor de la revista Boston Review. Recibió el Pulitzer de Ficción por la sorprendente novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao. Para el Hay Festival de Cartagena 2009, vino a Colombia Junot Díaz, autor de la obra publicada por Mondadori, Pulitzer 2008 que como prueba, positiva en este caso, de esa especie de fukú que habita su obra, recibió el 9 de abril de ese mismo año. Aquí no se pretende otra cosa que contribuir a la difusión de una pieza literaria comprometida con la Historia de su tiempo, lo mismo que con la Literatura y, en particular, con la narrativa pura: aquella que no hace concesiones a la seudo-filosofía, a las modas en la escritura, ni a los juegos con el lenguaje o con la imaginación. Una novela de una gran carga política, contra la política y que, no obstante, no le concede espacio a las exégesis facilistas, según las cuales toda obra con una carga ideológica tendría que verse desde la óptica del panfleto y a su vez desde la óptica de la extrema izquierda, ya que la crítica nunca ve los panfletos de la derecha por no ser convenientes para el sistema. Una novela que tiene que ver con el carácter narrativo de la historia y el carácter histórico de la narración, que desde sus inicios plantea el conflicto entre la realidad y la historia, desde la perspectiva de la aculturación, la discriminación, el racismo e incluso de la xenofobia. Es decir, toda una temática de claros vínculos con el jazz, la música afroamericana por excelencia.

Conflicto que el autor no pretende resolver pero sí cuestionar, dejar sentada una posición, por ejemplo, frente al recurrente, por cosas de desplazamiento forzado cuando de pueblos latinoamericanos se trata, fenómeno de la diáspora, cuyo origen, en el caso dominicano, una de sus víctimas, el propio Junot sitúa en El ladrón de las elecciones, también llamado El Homúnculo: «Fue él quien supervisó/inició lo que llamamos la diáspora». Y agrega, como para que no se dude de quién se habla, aunque podría ser al tiempo alguien de la tierra paisa: «Considerado nuestro ‘genio nacional’, Joaquín Balaguer era un negrófobo, un apologista del genocidio, un ladrón electoral y un asesino de la gente que escribía mejor que él [en esto sí no se parece nada a Varito]; es notorio que ordenó la muerte del periodista Orlando Martínez. Con posterioridad, en sus memorias, dijo que sabía quién había cometido el criminal hecho (por supuesto, no él) y dejó una página en blanco en el texto para a su muerte completarla con la verdad. (¿Cabe decir impunidad?) Balaguer murió en 2002. La página sigue en blanco. Apareció como un personaje comprensivo en La fiesta del chivo de Vargas Llosa. Como la mayoría de los homúnculos, no se casó ni dejó descendencia» (2008: 92-93). La ópera-prima de Junot Díaz, es una fokin novela dolorosamente jocosa y jocosamente dolorosa. En tres capítulos, ocho subdivisiones y varios intertítulos, narra la visión de «un pobre nerd negro y jodido del gueto» de New Jersey, maníaco por la historia, las chicas, los juegos de rol y de video, bueno sólo para la fantasía y la ciencia-ficción y que «sin embargo (trágica, cómicamente) pertenece a una comunidad y a una cultura que propiamente no se enloquece por los nerds de color ni por sus intereses.» Por lo mismo, esta historia, que podría reducirse a la de Óscar, Lola, Beli y Abelard y que es, al tiempo, el más divertido y dramático y salvaje relato sobre Trujillo, «el Dictador más Dictador de todas las Dictaduras de la Historia», resulta para el lector un fokin mazazo en la nuez de la historia y en el cráneo del lector… Díaz logra mostrar el horror detrás de causas sobrenaturales, como la de un supuesto fukú, una maldición que se cierne sobre el Nuevo Mundo desde Colón, «su partero principal», hasta Kennedy: «¿Quieren una respuesta final a la pregunta de la Comisión Warren sobre quién mató a JFK?» (…) «Fue Trujillo; fue el fukú. ¿De dónde coño piensan que viene la supuesta Maldición de los Kennedy? ¿Por qué creen que el país más poderoso del mundo perdió su primera guerra contra un país tercermundista como Vietnam? […] Quizá resulte interesante el hecho de que mientras EE.UU se involucraba más en Vietnam, LBJ pusiera en marcha la invasión ilegal a RD […]. (Santo Domingo fue Irak antes de que Irak fuera Irak.)»

Destacable, sin duda, la traducción de la cubana Achy Obejas que respeta los giros del lenguaje oral, jergal, escrito; la fluidez narrativa, a través de la cual el discurso adquiere un ritmo de vértigo para describir con acidez la vida de aquél nerdgro que a los 14 años ya pesaba 307 libras y que, no obstante, antes de desaparecer, llevó una vida meteórica; destacable también la carátula del libro que a través del verde limón quizás alude a la acidez precitada, igual que narra la vida fugaz, meteórica, mediante las líneas rojas supermanianas que parecen volar tras el título de la obra. A partir de su lectura muchos ídolos, con pies de barro, se les vendrán abajo a quienes hayan podido tener una imagen positiva de personajes como Trujillo: «Trujillo fue Mobutu antes de que Mobutu fuera Mobutu»; Kennedy: «¿Y qué decir de ese cabrón de Kennedy? Fue él quien dio luz verde para el asesinato de Trujillo en 1961 y pidió que la CIA llevara armas a la isla».

A manera de conclusión

A manera de conclusión, dentro de lo que se ha titulado Una historia negra y teniendo como elementos de enfoque y análisis a la transculturación y al racismo, se ha visto también una clara historia de insumisión, rebeldía, contracultura. Dentro de ella, es evidente la influencia del jazz no sólo en la literatura orbital, en la gringa blanca y negra y en la del Caribe, sino que su hálito y su fuerza y su libertad se sienten hasta en los más recónditos lugares de la tierra: en ellos, también han jugado un papel esencial las mujeres y las escritoras negras, como lo muestra Toni Morrison, a lo largo y ancho de su obra, sobre todo en Jazz, novela que ofrece en forma simultánea el horror y la belleza de muchas vidas signadas al tiempo por la esperanza y la desesperanza, por el desencanto y la utopía, por la represión y la libertad. En últimas, el jazz es una música que resiste a la opresión, va contra los abusos del Sistema, se opone al pensamiento único. Los ejemplos de la literatura del mundo y del Caribe aquí citados sólo pretenden contribuir a entender los alcances del arte en su intento por ayudar a solucionar problemas de la vida cotidiana de los pueblos y a comprender por qué, en efecto, es una de las aportaciones sociales y estéticas más significativas de los afroamericanos y, por extensión, de EE.UU al planeta. Un arte libre en su sentido más amplio y político en el más estricto sentido y al que muchos aceptan por lo que es: una aportación significativa, profunda, de los negros y de EE.UU… que está en contra de la guerra no sólo de la del Vietnam y a favor de Cuba, sino a favor de la liberación de todos los pueblos. Ojalá, dada la naturaleza del jazz, también a favor de la liberación de todos los oprimidos y de la paz entre los colombianos. Ojalá, esta vez, no sea necesario ir a buscar más lejos. Ese sería, para terminar, mi más ferviente deseo, expresado aquí en este Colegio de tan bello nombre, Integrado, como sea que alude a todo lo contrario de lo que ha logrado el capitalismo: la desintegración de los seres humanos. Por fortuna, están el jazz y la literatura, artes nacidos del malestar, la inequidad, la injusticia, que van en busca del bienestar, la igualdad, la justicia. No deja de ser irónico que haya dado esta charla en el Colegio Integrado, cuyo complemento nominal es Guillermo León Valencia, nombre que corresponde a uno de los seres más conservadores de Colombia y en quien recae buena parte de la responsabilidad por la violencia y guerra que desde hace más de 50 años azota a los colombianos. Aunque, como siempre ocurre, al lado negativo hay que buscarle su parte positiva y esa es que hablamos aquí de una de las experiencias más libres del arte: el jazz. El jazz y su influencia en la literatura: mundial y del Caribe. Entre son, salsa, blues, jazz y jazz afrocubano: como se llama la mixtura entre los sonidos afroamericanos, rurales y urbanos que del son llevaron a la Salsa y luego a ser mezclados con el jazz, siempre dentro de una excelsa improvisación, una imaginación desbordante, una libertad sin límites. Improvisación, imaginación y libertad como las del guitarrista y cantante de blues John Lee Hooker, con quien se hace este brindis casi postrero titulado One Bourbon, One Scotch, One Beer. ¡¡¡Salud para todos!!! https://www.youtube.com/watch?v=ZNknFH6asAs JLH One Bourbon, One Scotch, One: 3:46 (12)

Coda https://www.youtube.com/watch?v=zWmz5-NoFzk Caravan – MICHEL PETRUCCIANI solo live: 8:23 (13)

La esencia del jazz… (El Magazín de El Espectador 6/jun/2012)

El pianista mira al cielo, como quien trata de obtener la inspiración necesaria para llevar a cabo la empresa que ha acometido. Pero, él mismo sabe que la inspiración no viene de allá, como tampoco el maná, que la inspiración brota de su trabajo, está en sus manos. Aunque antes de ella, estén los sentidos y los sentimientos, esos poderosos proletarios dentro de nosotros capaces de derrotar a los supuestos invencibles. Aunque antes de la inspiración estén también los abismos y los demonios más que la lucidez o la razón, para dar vía libre al arte a través de esa mezcla imprevisible e inexorable. Y comienza a prodigar notas por el teclado, como quien lanza semillas sobre el campo arado previamente. Toma de aquí y las deposita allí, toma de allá y las esparce allende los mares de los sentidos. Sus manos, casi más largas que sus brazos, parecen ser tan largas como las patas del error. Sólo que él no comete ninguno en los millones de notas que, con absoluto control, poderoso swing, fuerza expresiva sin igual, desparrama sobre las 88 teclas entre blancas y negras, entre blancos y negros. Su camiseta verde trasluce el sudor del mismo modo que el pañuelo de Satchmo, lo que en ambos casos se traduce en la validez del esfuerzo, así muchas veces hayamos descreído de él para inclinarnos por la inutilidad del arte. El ataque de este hombre de apenas un metro de estatura no encuentra paralelo ni siquiera en otro de la talla de Earl Hines, de Errol Garner, de Art Tatum, de Count Basie, de Chucho Valdés. Su swing tampoco: el artista maravilloso interpreta la pieza igual con las manos que con el cuerpo que con el corazón… un corazón a toda prueba que durante 36 años tuvo a su más enconado rival no en los otros pianistas sino en sus huesos de cristal que al final, para sorpresa suya, se le quebraron. El poco colágeno que le ayudó a sellar su osamenta estaba casi todo depositado en sus manos. Las que, no obstante, fueron suficientes para catapultar a la eternidad a su portador. Las que fueron suficientes para demostrar hasta dónde es capaz de llegar un artista en su lucha contra la adversidad. Las que fueron suficientes para hacerle ver a la humanidad que la emoción del arte es siempre superior a la posible, no probable, coherencia de la vida. El artista, con una agilidad que pasma máxime cuando proviene de alguien tan especial, baja de su butaca, se apoya en sus muletas, se dirige al público que, en medio de la ansiedad, quiere retribuirle en parte ese gesto que instantes después de terminar su toque parece hablar a gritos de la satisfacción del amor cumplido: y no del deber cumplido… M. Petrucciani acaba de interpretar Caravan y a uno le da la sensación de que ha oído, visto y sentido la esencia del jazz: a la vez la esencia del arte. Ha quedado claro que el pianista y la pieza son huérfanos de pares.

A Michel Petrucciani (1962-1999) en su medio siglo de vida:

porque sigue vivo, como lo demuestra Caravan.

Nota:

* Conferencia-audición presentada en el marco del XXXIV Semana Internacional de la Cultura Bolivariana en Duitama, Boyacá, Colombia (28/may-1°/jun/2015)

Temas Musicales:

  1. https://www.youtube.com/watch?v=BRcuisqMPI8 (ORIGINAL DIXIELAND JAZZ BAND – Original Dixieland One Step: 2:38)

  2. https://www.youtube.com/watch?v=Gpp75gQ-T6Y W. C. Handy – St. Louis Blues: 3:07

  3. https://www.youtube.com/watch?v=Oms6o8m4axg Work Songs in a Texas Prison: 1:03

  4. https://www.youtube.com/watch?v=xO3k-S_pqK4 Louis Armstrong Hot Seven – Wild Man Blues: 3:10 (4)

  5. https://www.youtube.com/watch?v=vYNwiAXuh_U Duke Ellington Cotton Club Orch. – Echoes of the Jungle: 3:28 (5)

  6. https://www.youtube.com/watch?v=OqFL9t9og_I Jelly Roll Morton – Maple Leaf Rag: 2:44 (6)

  7. https://www.youtube.com/watch?v=DUEH3VqpPDw Count Basie and his Orchestra – One O’clock Jump: 4:12

  8. https://www.youtube.com/watch?v=wyLjbMBpGDA Louis Armstrong – When the Saints Go Marching In: 4:46

  9. https://www.youtube.com/watch?v=qwfYuoSu590 Langston Hugues Weary Blues: 8:15

  10. https://www.youtube.com/watch?v=rOWd4_UR-Ys Charlie Parker/Dizzy Gillespie. Bird & Diz – Bloomdido: 3:17 (Únicamente se escucha el primer tema)

  11. https://www.youtube.com/watch?v=nOGi5frZqNc Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro Échale salsita.

  12. https://www.youtube.com/watch?v=ZNknFH6asAs John Lee Hooker – One Bourbon, One Scotch, One Beer: 3:46

  13. https://www.youtube.com/watch?v=zWmz5-NoFzk Caravan – MICHEL PETRUCCIANI solo live: 8:23

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Estudios de Zootecnia, U. N. Bogotá. Periodista, de INPAHU, especializado en Prensa Escrita, T. P. 8225. Profesor Fac. de Derecho U. Nacional, Bogotá (2000-2002). Realizador y locutor de Una mirada al jazz y La Fábrica de Sueños: Radiodifusora Nacional, Javeriana Estéreo y U. N. Radio (1990-2014). Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo desde 1984. Colaborador de El Magazín de El Espectador. Ex Director del Cine-Club U. Los Libertadores y ex docente de la Transversalidad Hum-Bie (2012-2015). Escribe en: www.agulha.com.br www.argenpress.com www.fronterad.com www.auroraboreal.net www.milinviernos.com Corresponsal www.materika.com Costa Rica. Co-autor de los libros Camilo Torres: Cruz de luz (FiCa, 2006), La muerte del endriago y otros cuentos (U. Central, 2007), Izquierdas: definiciones, movimientos y proyectos en Colombia y América Latina, U. Central, Bogotá (2014), Literatura, Marxismo y Modernismo en época de Pos autonomía literaria, UFES, Vitória, ES, Brasil (2015) y Guerra y literatura en la obra de J. E. Pardo (U. del Valle, 2016). Autor ensayos publicados en Cuadernos del Cine-Club, U. Central, sobre Fassbinder, Wenders, Scorsese. Autor del libro Cine & Literatura: El matrimonio de la posible convivencia (2014), U. Los Libertadores. Autor contraportada de la novela Trashumantes de la guerra perdida (Pijao, 2016), de J. E. Pardo. Espera la publicación de sus libros Ocho minutos y otros cuentos, El crimen consumado a plena luz (Ensayos sobre Literatura), La Fábrica de Sueños (Ensayos sobre Cine), Músicos del Brasil, La larga primavera de la anarquía – Vida y muerte de Valentina (Novela), Grandes del Jazz, La sociedad del control soberano y la biotanatopolítica del imperialismo estadounidense, en coautoría con Luís E. Soares. Hoy, autor, traductor y coautor (con LES) de ensayos para Rebelión.

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