Escribí el pasado 11 -no es que tenga buena memoria; es que he cotejado la fecha exacta en los archivos de este blog- sobre lo que llaman ahora en Francia la peopolisation, barbaridad lingüística que utilizan para referirse a la irrupción en el primer plano de la política de celebridades de la canción y el […]
Escribí el pasado 11 -no es que tenga buena memoria; es que he cotejado la fecha exacta en los archivos de este blog- sobre lo que llaman ahora en Francia la peopolisation, barbaridad lingüística que utilizan para referirse a la irrupción en el primer plano de la política de celebridades de la canción y el cine que marchan codo con codo y en aparente plano de igualdad con los candidatos de los principales partidos.
Me ha llamado la atención el dato: algo así como 200 de los 1.000 asistentes a la última Conferencia Política del PSOE, que se reunió hace diez días en Madrid, no eran -ni son- militantes socialistas, sino personajes del llamado «mundo de la cultura», a los que se les concedió un papel estelar en el acto -lógico: son estrellas- y que fueron tratados con exquisita deferencia por los dirigentes del PSOE, empezando por el propio Rodríguez Zapatero. (*)
La referencia al «mundo de la cultura» es engañosa. Se mete en ese saco lo mismo a pensadores, filósofos, ensayistas y politólogos, integrantes todos ellos de gremios a los que se les supone un conocimiento relativamente alto de las materias que caracterizan la gobernación de los pueblos, que a actores, actrices, cantantes y cantantas de relumbrón, que es muy posible que sepan de cuestiones económicas, políticas y sociales tanto como nada, o que las encaren con media docena de tópicos de andar por casa por todo bagaje cultural.
En días pasados ha corrido por Madrid el bulo de que el PSOE estaba planteándose la posibilidad de presentar como candidato-estrella a la Alcaldía capitalina a Joaquín Sabina. Me da que el rumor es falso de toda falsedad, entre otras cosas porque no creo que Sabina se dejara. Pero lo curioso es que, en medio de ese extraño barullo, los hubo que salieron en defensa de la idea, apelando al papel que debe jugar en política «la sociedad civil» (como si para formar parte de la sociedad civil fuera obligatorio vivir alejado de la actividad política militante).
Queda el hecho, en todo caso, de que algún dirigente del PSOE ha dejado caer en público que se están planteando ofrecer la cabeza de su lista municipal madrileña a una persona que no milite en el PSOE y que esté dedicada profesionalmente a actividades ajenas a la lucha política. No han faltado los malvados que han atribuido esa supuesta generosidad al convencimiento que tiene el Partido Socialista de que Alberto Ruiz Gallardón va a revalidar su cargo sin ningún problema. Estarían tratando de librarse ellos de la quema -ya lo ha logrado Trinidad Jiménez- y de colocar el marrón a algún pardillo independiente.
¿Por qué no prueban con Ramoncín? Si consiguen que aprenda a cantar La puerta de Alcalá , su candidatura podría ser un bombazo. O por lo menos un petardo.
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(*) A la vista de ese dato, me ha parecido que podía tener interés rescatar la reflexión del 11 de septiembre y adaptarla a las dimensiones de una columna para darle salida en El Mundo de hoy (28 de septiembre). A ver si conseguimos que empiecen a debatirse este tipo de asuntos en los medios de comunicación de masas.