«El gobierno de los mejores». Así definía Artur Mas a su gabinete tan sólo llegar al poder al inicio de esta legislatura que ahora termina. Y es verdad, a la Generalitat llegaba «el gobierno de los mejores», pero el «de los mejores con las tijeras». Desde su victoria electoral, dos años atrás, en Catalunya se […]
«El gobierno de los mejores». Así definía Artur Mas a su gabinete tan sólo llegar al poder al inicio de esta legislatura que ahora termina. Y es verdad, a la Generalitat llegaba «el gobierno de los mejores», pero el «de los mejores con las tijeras».
Desde su victoria electoral, dos años atrás, en Catalunya se ha recortado en sanidad, educación, prestaciones sociales varias… Unos recortes que empezaron ya con el gobierno tripartito y que ahora se han agudizado. Hemos retrocedido en derechos sociales, económicos y democráticos y han vendido el país al mejor postor. Nos han dejado en manos de banqueros ladrones y políticos ludópatas, que critican la «cultura del no» y de la protesta, mientras son adictos a la «cultura del sí» a todo lo que dice el capital. El vodevil fallido de Eurovegas y las reverencias bananeras a un turbio personaje como Sheldon Adelson han sido el mejor ejemplo.
Unas políticas que nos han conducido a una situación de bancarrota colectiva, donde hoy una de cada cinco personas en Catalunya vive por debajo del umbral de la pobreza, en la que un millón y medio, según el Banco de los Alimentos, sufre carencias alimentarias, y donde cada día se llevan a cabo más de cien desahucios. Artur Mas ha resultado ser el mejor alumno de Angela Merkel, la Troika y los «hombres de negro». Aquí se implementó por vez primera en el Estado español el copago sanitario y es donde las tasas universitarias han sufrido la mayor subida, un 67% más respecto al año anterior.
Se han cerrado, en dos años, más de cincuenta ambulatorios y servicios de urgencia, se ha paralizado la construcción de cinco nuevos hospitales y el número de personas en lista de espera ha aumentado un 43%, retrocediendo a cifras del 2003. La privatización de la sanidad pública, mediante la precarización y la externalización de sus servicios, es una realidad. Un negocio magnífico para la patronal sanitaria catalana, de la cual, por cierto, Boi Ruiz fue el presidente antes de ocupar su actual cargo de consejero de sanidad. Vaya coincidencia… o no.
Unos negocios, los de la sanidad, donde se mezclan intereses públicos y privados y en los que la transparencia de las cuentas públicas no es precisamente cristalina, como han puesto de manifiesto las investigaciones de la revista Cafèambllet cuyas revelaciones les han costado nada más y nada menos que una multa de 10.000 euros. Meter el dedo en el ojo a quien manda, no sale gratis.
Nos han recortado, también, en educación. Reducción de un 14% del presupuesto, 3500 profesores menos, seis escuelas cerradas, construcciones de nuevos centros paralizadas, mantenimiento de más de mil aulas en barracones, caída de un 50% en la inversión en guarderías y menos becas, y retraso en su pago, para servicio comedor.
Asimismo se ha criminalizado y estigmatizado la pobreza. En agosto y septiembre del 2011, el Gobierno dejó a miles de familias perceptoras de la Renta Mínima de Inserción (RMI) sin cobrar. Su argumento: era necesario examinar cada expediente para combatir «los abusos» de algunos de sus beneficiarios. Y aunque se llegó a suspender la ayuda a siete mil personas, éstas nos se correspondían con el fraude anunciado, ya que a muchas de ellas, a posteriori, se les reconoció su derecho a la prestación aunque no la volvieron a cobrar.
Ninguna promesa electoral del programa de CiU fue cumplida. Tan sólo una. Eliminar el impuesto de sucesión a las rentas más altas. Una medida que ya había empezado a implementar el gobierno del tripartito, rebajando dicho impuesto para que sólo tributasen las grandes fortunas, y que CiU eliminó completamente. En consecuencia, 150 millones de euros menos de ingresos, mientras se recorta por doquier.
Las tijeras no se limitan, pero, a los derechos sociales. También cercenan derechos democráticos. La «doctrina Puig» ha impuesto las detenciones preventivas, la persecución y criminalización de activistas sociales, sindicalistas, estudiantes…, y la puesta en marcha de una página web para delatar a manifestantes, en una especie de retorno del espíritu Mc Carthista de los años cincuenta. Desde la pasada huelga general del 29 de marzo se han detenido más de cien personas por el sólo hecho de haber participado en piquetes el día de la huelga. Según la «doctrina Puig», ser joven, parado, desahuciado, inmigrante, sindicalista, estudiante, feminista… y luchar por tus derechos es sinónimo de delinquir y, por lo tanto, susceptible de ser detenido, multado, imputado. A menos Estado social, más Estado penal y punitivo.
Hoy empieza la campaña electoral en Catalunya y todo indica que Artur Mas volverá a ganar. El único presidente al que la crisis y los recortes no pasará factura. Su fórmula mágica: utilizar las legítimas aspiraciones soberanistas del pueblo catalán para tapar unas políticas que nos han llevado a la miseria, al paro y a la precariedad. Artur Mas se nos presenta como el «salvador» de Catalunya, cuando en realidad nos ha conducido al precipicio. Nosotros queremos decidir nuestro futuro, pero también queremos un futuro y un país sin recortes, sin Millets, sin Montulls, sin Brufaus y sin Feiners.
Manostijeras vuelve, pero ya no es aquel inocente Eudardo Manostijeras, de Tim Burton, que recortaba y moldeaba bellas figuras. Su versión más gore la vemos hoy en Catalunya y sin pasar por taquilla. Es la de Artur Manostijeras que por allá donde pasa deja un rastro de miseria y desolación, a la vez que lo recorta todo, absolutamente todo, excepto a los ricos y sus privilegios.
*Artículo publicado en Público, 09/11/2012.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.