Atochares, El Viso, San José… son nombres de pedanías del municipio almeriense de Níjar que han quedado asociados a los incendios en asentamientos chabolistas. Habitados en su mayor parte por personas procedentes de África que llegan a realizar tareas agrícolas, su día a día tiene como denominador común una habitabilidad deficiente y dificultades en la integración social.
“Aparca delante de mi casa… sí, sí, en El Viso. ¡Hasta ahora!”, me dice Khalifa por teléfono. Él es un joven senegalés que lleva viviendo en España más de 20 años y que participa activamente como voluntario, ayudando en el desarrollo y bienestar de las personas que viven en los distintos asentamientos chabolistas de la zona.
Cuelgo y miro a mi alrededor. Son las seis y media de una calurosa tarde de junio en Níjar, un pequeño pueblo de la provincia de Almería donde una extraña mezcla de ancianos y migrantes es lo primero que sorprende nada más entrar en este municipio. Aquí es dónde en un principio habíamos quedado con Khalifa, pero finalmente hubo cambio de planes.
Arranco el coche y voy a buscarle a El Viso, tal y como hemos acordado. Nada más subir, me explica la situación de la zona y lo difícil que es el acceso a la vivienda aquí. En un principio, no lo comprendo, ya que debido a la situación geográfica en la que se encuentra y la cantidad de viviendas vacías que vemos, los alquileres deberían ser asequibles.
El primer sitio al que nos dirigimos es a un campamento chabolista cerca del pueblo de San José, donde se ha declarado el tercer incendio en cuestión de semanas. Al llegar, vemos a una excavadora allanando el terreno donde, hasta hace pocos días, había decenas de chabolas hoy consumidas por el fuego. Seguimos andando hacia la zona de viviendas que aún siguen en pie después del incendio y nos encontramos a un grupo de chicos de Ghana, la misma nacionalidad que Khalifa.
“La convivencia está resultando difícil últimamente aquí, el ambiente está caldeado. El incendio ocurrió hacia las 2 o las 3 de la mañana, cuando prácticamente todo el mundo estaba durmiendo.” Me comenta Alí, uno de los chicos ghaneses que vive en el campamento. Estos asentamientos chabolistas suelen estar separados por dos zonas: la marroquí y la de los subsaharianos.
Nos dirigimos al punto más céntrico del asentamiento, a la parte marroquí. Allí entramos en una chabola cubierta de plástico de la que no para de entrar y salir gente. Se trata del “centro administrativo”, donde el imán de la mezquita también da soporte a los vecinos del campamento en distintos trámites tales como el proceso de obtención de los papeles para regularizar su situación, acceder a distintas ayudas a nivel social o asesoramiento jurídico.
“Nadie quiere vivir aquí, si están aquí es porque no tienen más opción. En El Viso, Níjar y todos los pueblos de alrededor, los propietarios y las inmobiliarias no quieren alquilar las viviendas a estas personas. El acceso a la vivienda es muy difícil para ellos, tengan o no tengan papeles”. El imán nos pone en contexto sobre cuál es la situación de estos chicos y por qué no les queda más opción que acabar viviendo hacinados en estas pequeñas chabolas hechas de plásticos y madera, en unas condiciones pésimas.
Más tarde nos dirigimos con Khalifa al asentamiento chabolista de Atochares, donde hace pocos días se declaró un incendio que acabó con un gran número de estas pequeñas viviendas. Los incendios en este tipo de poblados son muy frecuentes debido principalmente a dos factores: las condiciones en las que se encuentran las instalaciones eléctricas y de gas y los materiales altamente inflamables con los que se construyen estas chabolas, como puede ser la madera o el plástico.
Al llegar, vemos a una mujer llenando varias garrafas de agua en el pozo situado a las afueras del campamento. Este punto de abastecimiento y otros que se encuentran repartidos por el campamento, son importantes, primero, para abastecer a las personas que viven en las chabolas y segundo, porque funcionan como centro de encuentro entre los vecinos dónde pueden intercambiar opiniones y hablar de distintos asuntos que les conciernen.
En la parte posterior del campamento, un grupo de jóvenes subsaharianos, principalmente de Ghana y de Senegal, trabajan sin parar en la construcción de nuevas chabolas hechas con bloques de hormigón, con una estructura mucho más sólida y segura que las que había hasta ahora. Debido a los numerosos incendios ocurridos en los últimos tiempos, distintas ONG y voluntarios decidieron ofrecer este tipo de materiales para la construcción de estas nuevas viviendas.
Hablamos con varios de ellos y nos enseñan cómo son sus casas por dentro. Algunos han levantado estas construcciones en apenas días, trabajando infatigablemente para poder tener lista su vivienda lo antes posible. Cuando les preguntamos qué harán con su casa cuando se marchen, nos responden que lo más probable es que se la den a algún recién llegado para que tenga cobijo. A veces, no deja de sorprenderme la solidaridad de los que menos tienen.
De camino a Níjar, Khalifa me sugiere que nos paremos a ver a dos conocidos y paisanos suyos: Peter y Emmanuel.
Viven en una pequeña chabola, anteriormente usada para guardar las herramientas de algún agricultor de la zona, a pie de carretera entre San José y Níjar. Los dos son de Ghana y llevan tiempo sin trabajo.“No tenemos papeles y en esta situación es complicado encontrar trabajo. He estado en Lleida, en Granada, en Huelva y en otras ciudades de España, pero mi situación no mejora y cada vez tengo menos esperanzas”, me dice Peter mientras cocina pescado en una vieja olla.
El calor dentro de esta vivienda es insoportable, la temperatura llega casi a los 35 grados y el poco aire que corre entra a través de la puerta que siempre dejan abierta durante el día.
Emmanuel por su parte, no me cuenta gran cosa. El tiempo y la presión han hecho mella en su estado psicológico y emocional. Durante toda toda la visita, se queda sentado frente de la puerta, viendo el tiempo pasar sin demasiadas expectativas de nada.
Como Peter y Emmanuel, son muchos los hombres y mujeres que, después de travesías de miles de kilómetros y de situaciones en las que han visto peligrar su vida, se ven atrapados en una Europa que no es la que se imaginaban; por una parte, con la presión de saber que sus familias, que se encuentran en sus países de origen, necesitan de su ayuda económica para tirar adelante y, por otra, con una serie de trabas burocráticas y administrativas que les impiden regularizar su situación y poder comenzar a vivir dignamente.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/temporeros/asentamientos-nijar-almeria-supervivencia-desesperanza