[La declaración de Helena Maleno ante el Tribunal de Apelación de Tánger se ha aplazado al 27 de diciembre. En el número 150 de la revista viento sur, Helena Maleno escribía sobre la Frontera Sur Gabriel y su última batalla. Nos sangran las fronteras – guerras no declaradas del siglo XXI ] Podría decir que […]
[La declaración de Helena Maleno ante el Tribunal de Apelación de Tánger se ha aplazado al 27 de diciembre. En el número 150 de la revista viento sur, Helena Maleno escribía sobre la Frontera Sur Gabriel y su última batalla. Nos sangran las fronteras – guerras no declaradas del siglo XXI ]
Podría decir que siento miedo ante la incertidumbre de lo que puede pasar, pero miedo de verdad tienen que sentir las 35 personas que están una segunda noche a la deriva en Alborán. En medio del mar, a oscuras y sabiendo que a lo mejor no van a sobrevivir. Podría tener miedo, pero cuando pienso en eso me nace otro sentimiento. Uno de lucha, de fuerza. De decir: ‘Esto es así. A veces hay que hablar y a veces, cuando se habla, corremos riesgos.
La principal defensora de derechos humanos en la frontera sur española, Helena Maleno, describía con estas palabras sus sensaciones un día antes de acudir a la declaración judicial programada este martes a las 11 de la mañana (hora española) en el Tribunal de Apelación de Tánger. Poco sabía, decía, sobre el origen de su acusación y los delitos que se le imputan, pero algo sí conocía: su nombre aparece en el punto de mira de una investigación penal internacional sobre tráfico de personas por solicitar el rescate de migrantes en peligro en el mar.
Su miedo se transformaba, relataba con la misma voz entrecortada con la que informa de vidas perdidas en el Estrecho, en la misma fuerza que le ha empujado a dedicar buena parte de su vida y sus energías a defender los derechos de las personas migrantes. «A veces hay que hablar», señala la activista desde Tánger.
Más que hablar, Helena Maleno ha gritado.
El «grito» de Helena Maleno es el primero que se escucha cada vez que una vida corre el riesgo de perderse en las aguas del Estrecho. Desde Marruecos, su país de residencia, su voz resuena en España cuando una patera navega a la deriva, cuando los migrantes que la ocupan comienzan a sentir la entrada del agua en su barca, cuando una mujer espera con su hijo en brazos un rescate que no llega, aunque un helicóptero español sobrevuele sus cabezas durante horas.
Los primeros que escuchan sus palabras son quienes se encuentran en riesgo en su intento de atravesar las aguas fronterizas entre España y Marruecos. También aquellos familiares que esperan con angustia señales que no llegan de un hijo, una madre, un hermano que intentó cruzar el Estrecho hace horas sobre una patera.
Cómo funcionan las alertas que encienden sospechas
Desde el colectivo Caminando Fronteras , Helena Maleno y su equipo reciben numerosas llamadas desde las propias pateras. El trato cercano mantenido con las comunidades migrantes residentes en Marruecos impulsa a los pasajeros a llamarles a ellos cuando se encuentran en peligro. No saben si saldrán embarcaciones o no, indican siempre desde el colectivo. No se lo cuentan de antemano.
Cuando el móvil de Helena Maleno suena, ese mismo teléfono que aparece intervenido en el expediente judicial, la activista trata de obtener toda la información posible de quienes piden auxilio con un objetivo: trasladársela a Salvamento Marítimo, el organismo dependiente del Ministerio de Fomento español encargado del rescate de personas en riesgo. También a las autoridades marroquíes, con menos recursos y menor capacidad de reacción.
Cuando un periodista llama a Salvamento Marítimo para conocer los detalles de una patera desaparecida o rescatada, es habitual escuchar una respuesta similar: «Se activó el operativo de búsqueda tras el aviso de una cooperante». Detrás de esa «cooperante» está Helena Maleno. Y sus alertas han permitido el rescate de centenares de vidas en el Estrecho.
«Nos dicen que su barca está pinchada, que qué pasa que nadie llega a rescatarles, que tardan mucho… Nos transmiten mucha angustia», explicaba la activista en un reportaje de 2012. Toda su labor está atravesada por la alegría de cada vida rescatada, de cada grito de «¡Boza!» (victoria), pero también por el dolor.
Identificación de las víctimas de las fronteras
A pesar de los años entregados a esta causa, quienes la conocen saben que Maleno no se ha inmunizado del sufrimiento que contagian muchas de las historias escondidas en las cifras. Se percibe en su voz rota cuando describe detalles de algunas de las vidas que se tragan las aguas fronterizas. Cuando acaba de salir de una morgue y se dispone a hablar con familiares de las víctimas, para confirmar sus sospechas. Para confirmarles que el cuerpo que acaba de reconocer coincide con el de Cedrick, Ibrahim, Patience...
Cuando tacha el número de supervivientes de una larga lista de pasajeros de una patera y aún quedan nombres en ella: Samuel, Larissa, Veronique y tantos otros que fueron completando «ese puzzle de las pérdidas» en el empeño de la activista de personalizar a las víctimas de las fronteras.
Ante la falta de información oficial tras cada vida perdida en el Mediterráneo, el colectivo Caminando Fronteras activa sus redes para poder identificar quién está detrás de cada uno de los cadáveres que han aparecido en la costa andaluza. Para poder dar respuestas a las decenas de familiares y amigos que esperan saber si su hijo, hermana o marido están entre los que nunca llegaron al otro lado del Estrecho.
Por su trabajo en la defensa de los derechos de los migrantes y, en concreto, de la infancia, la portavoz de Caminando Fronteras recibió el Premio Nacho de la Mata del Consejo General de la Abogacía Española. Durante la entrega del reconocimiento, su discurso provocó que el ministro de Justicia, Rafael Catalá, agachase la cabeza cuando mencionaba el «incumplimiento de la legalidad» en frontera.
«Si me ahogo en un mar de lágrimas durante este discurso permitídmelo. Como se ahogó Prince, de dos años, en los brazos de su madre en el Estrecho de Gibraltar. Salvamento de Tarifa esperó a que fuesen rescatados por Marruecos, y esto no ocurrió», arrancó Maleno.
Son muchas las veces que hemos dejado de escuchar por unos segundos a Helena Maleno al teléfono porque las lágrimas le impedían continuar. Al final lo hace, al igual que esta semana la activista reconocía buscar la forma de transformar su miedo en «fuerza» para afrontar ser interrogada por la justicia marroquí por su labor en la frontera española.
Otro de sus retos consistía en «transformar el dolor en justicia», un proyecto de Caminando en Fronteras con el que trata de impulsar que las comunidades de migrantes con familiares desaparecidos a las puertas de Europa se organicen para exigir información, justicia, reparación a las autoridades correspondientes.
El caso del Tarajal y sus familias
Lo hicieron las familias de los fallecidos en el espigón del Tarajal (Ceuta) el 6 de febrero de 2014 en medio de pelotas de goma y botes de humo de la Guardia Civil. A través de una asociación, buscan la manera de ser escuchadas por el Ejecutivo español para poder identificar los cuerpos de sus allegados que aún permanecen sin nombre en nichos ceutíes y recordar que, detrás de esas personas muertas en las fronteras, hay otras que los extrañan y añoran justicia.
Ese grito de Helena Maleno ha subido el volumen a las denuncias de la comunidad migrante sobre las vulneraciones de derechos humanos en las fronteras. Caminando Fronteras también documenta con informes, fotografías, testimonios, los abusos de las autoridades españolas y marroquíes sobre quienes intentan entrar en España de forma irregular.
Sus tuits, declaraciones y alertas han permitido desvelar el caso del Tarajal, la muerte de siete mujeres en el marco de un operativo conjunto entre España y Marruecos, muchas devoluciones ilegales en Ceuta y Melilla. Ha llamado la atención sobre rescates que se retrasan demasiado y aquellos que nunca llegaron. Ha enviado fotografías de decenas de personas que, sin agua ni comida, acaban de llegar a una isla militarizada.
Cuando están en apuros, acuden a ella. Maleno les escucha y, luego, chilla. Su grito es incómodo, porque, sin él, nunca habríamos escuchado las otras muchas denuncias que acompañan el suyo.
«Y, a veces, cuando se habla, corremos riesgos», concluía la activista. Este martes Helena Maleno afronta uno de esos peligros, para ella y para muchos: la posibilidad de ser silenciada.
Fuente: http://www.eldiario.es/desalambre/defienden-Maleno-activista-espanola-Marruecos_0_714979372.html