Es una expresión comúnmente utilizada en estos tiempos, por todos los grandes partidos políticos españoles, la de «hay que lograr la confianza de los mercados». En muchas ocasiones, llevando los argumentos un poco al extremo, entendemos cual es la orientación, el sentido y el puerto al que conduce una determinada idea. ¿Quieres la confianza de […]
Es una expresión comúnmente utilizada en estos tiempos, por todos los grandes partidos políticos españoles, la de «hay que lograr la confianza de los mercados».
En muchas ocasiones, llevando los argumentos un poco al extremo, entendemos cual es la orientación, el sentido y el puerto al que conduce una determinada idea.
¿Quieres la confianza de los mercados?:
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Baja los salarios. Que los hombres y mujeres de este país trabajen jornadas de 10-12 horas por 400 o 500 euros.
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Vía suelta y completas facilidades a la especulación y el fraude fiscal de las grandes masas de dinero del país (esto incluye una baja tributación). Que el dinero que las riquezas de nuestro país genere, no repercuta en la mejora del mismo y sus habitantes.
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Que hablar de austeridad presupuestaria y ajuste entre ingresos y gastos, sea un mensaje a cumplir solo por la ciudadanía y lo público. Los bancos pueden hacer todo lo contrario.
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Aumenta la facilidad para que, las espectrales sumas de dinero conseguidas por la especulación de la burbuja inmobiliaria en España (y sufridas en muchos casos hasta el suicidio por su población), puedan evadirse del país y ser utilizadas en reproducir la misma burbuja inmobiliaria (para aumento de los beneficios de los mismos individuos) en otros países emergentes (como el caso de Brasil, por citar un ejemplo).
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Vender a precio de saldo, como está ocurriendo en Grecia, todos los bienes nacionales construidos con el esfuerzo, el dinero y la vida de sus habitantes: Empresas eléctricas, empresas de agua, autovías, autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, sanidad, educación, servicios sociales (cuyo objeto era mejorar la vida de las familias y empresas de ese país)…con la finalidad de atraer a los «inversores internacionales».
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Llama a todo lo anterior «Plan de Modernización». Convertir a toda esa nación en una máquina productora cuya principal finalidad sea «pagar una deuda inmensa y sin final en el horizonte». El progreso y mejora de la vida de sus habitantes no es la finalidad. La finalidad de la nación debe ser pagar la deuda y los intereses de la deuda para con los «mercados internacionales».
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Inicialmente, que uno de cada tres euros de ese Estado sea para pagar deuda. Inicialmente.
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Aún con ello, repite a los ciudadanos y ciudadanas de ese país continuamente (mientras trabajan ya como animales asustados) que «sus perspectivas económicas siguen siendo muy sombrías».
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Desahucia de sus casas por impago (provocado por el desempleo y la miseria) a los ciudadanos y ciudadanas del país. Casas que, en muchos casos, llevan pagando más de una década (con sus correspondientes intereses), y permite que los bancos se las pongan en alquiler. La importante diferencia es que ya pierden el derecho a la propiedad. Pagarán para siempre y sus hijos/as no podrán heredar una vivienda producto del esfuerzo y trabajo de sus padres y madres. Tendrán también que pagarla.
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Si aun así no se consigue la confianza pretendida, se recurrirá al siguiente argumento; «las nuevas circunstancias nos obligan a realizar mayores esfuerzos».
Estos despreciables requisitos, entre otros muchos, conforman la idea expresada por multitud de políticos españoles, cuando de sus bocas sale la expresión «ganar la confianza de los mercados».
Dichos requisitos no tienen ninguna relación con el bienestar democrático de nuestro país. Más aún, dichos requisitos consiguen todo lo contrario.
La expresión «ganar la confianza de los mercados», es utilizada por políticos españoles como un objetivo deseable y prioritario.
Muchísimos de ellos, invierten parte de sus sustanciosos sueldos (provenientes de las arcas públicas) en acciones y valores de entidades financieras y fondos de inversión que forman parte de esos «mercados internacionales».
El objetivo no es la democracia y el interés general. Es hacerse más ricos.
Juan Luís Rodríguez, [email protected]. Psicólogo, especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Técnico Superior en Navegación, Pesca y Transporte Marítimo. Ex-asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla.
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