Hay dos formas de lanzar un ataque nuclear contra otro país: la primera, la sofisticada, es la que utilizaron los estadounidenses en Hiroshima; la segunda, más burda pero más devastadora, es la que ya puede desatar España gracias a los misiles Taurus. Lean: «Los misiles más caros son los más baratos… No sería lógico usarlos […]
Hay dos formas de lanzar un ataque nuclear contra otro país: la primera, la sofisticada, es la que utilizaron los estadounidenses en Hiroshima; la segunda, más burda pero más devastadora, es la que ya puede desatar España gracias a los misiles Taurus. Lean: «Los misiles más caros son los más baratos… No sería lógico usarlos para destruir un tanque, pero sí una planta nuclear. Es nuestra arma estratégica» (declaraciones de un general del Ejército del Aire a el diario El País).
Hay que ver qué bien lo explica este hombre: el Taurus es un misil estupendo cuyo poder perforante le permite atravesar los muros de un reactor nuclear, y aunque cuesta un millón de euros sale tirado de precio, porque con uno solo de esos bichos vas y te cargas un país entero, o dos, si son pequeños. Qué fetén, ¿no? La Constitución dice que las Fuerzas Armadas tienen como misión defender la integridad territorial, pero Zapatero acaba de comprarnos cuarenta y ocho misiles diseñados específicamente para provocar catástrofes nucleares mayores que la de Chernóbil, en países bien alejados de nuestra «integridad», claro está.
¿Saben lo que sentimos ante todo esto? Lo mismo que expresa magistralmente el protagonista de la película «El indomable Will Hunting», un joven albañil rebelde y superdotado para las matemáticas, cuando rechaza una oferta de trabajo de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.: «¿Por qué no debería trabajar para ustedes? Pregunta difícil, pero intentaré responderla… Imaginemos que empiezo a trabajar y me ponen un código sobre la mesa, uno con el que nadie puede. Yo intento descifrarlo y lo consigo, y me siento satisfecho porque he hecho bien mi trabajo, pero a lo mejor ese código era la situación de un ejército rebelde en el Norte de África y en cuanto han localizado su escondite bombardean el pueblo donde se esconden los rebeldes; mueren 500 personas a las que no conocía y con las que no tenía ningún problema. Luego los políticos dicen: «enviemos a los marines para asegurar el área», aunque les importa una mierda, no serán sus hijos los que vayan a morir, los suyos tienen recomendación y se pegan la vida padre en la Guardia Nacional. Será un colega mío al que le llenaran el culo de metralla, y cuando vuelva descubrirá que la planta en la que trabajaba ha sido trasladada al país del que acaba de volver, y el tipo que le llenó el culo de metralla le ha quitado el trabajo porque lo hará por 15 centavos al día y sin pausas para mear. Luego el chico comprende que el único motivo por el que le enviaron allí fue para instaurar un gobierno que nos vendiera el petróleo a buen precio. Y las compañías petrolíferas han aprovechado el conflicto para disparar el precio de la gasolina… ¿Que qué me parece? Creo que me lo puedo montar mejor».
Y ustedes, ¿no piensan que bombardear centrales nucleares en otros países quizá no es la mejor manera de «montárselo»? ¿No nos lo podríamos montar mejor sin infectar de radioactividad continentes enteros, sin acoger ésa Escuela de Pilotos de la OTAN que nadie quería, sin fabricar los helicópteros Tigre que combaten dentro de las ciudades, sin ésa militarización de las relaciones internacionales que tan gráficamente describe Hunting y que guía la política exterior de todos los países de la OTAN?
Porque si montárselo así es toda la herencia que nos dejará la confluencia interestelar Obama-Zapatero, pues vaya m… de herencia (qué curioso: parece que a unos nos cuesta más soltar un taco que a otros borrar un país del mapa; sí, definitivamente, somos unos blandos).
El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Elías Rovira y Javier Sánchez.