Sus autores aspiran a que se convierta en un libro de consulta, de trabajo y de formación
Cuántos niños, niñas y adolescentes hay en las provincias cubanas, con quién viven, cómo son sus casas y cuáles son los municipios con mayores complejidades, son preguntas a las que responde el Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba.
La herramienta realizada para apoyar políticas contra las diferencias territoriales a partir del Censo de Población y Viviendas 2012, fue concluida en 2017, gracias al trabajo conjunto de la Universidad de La Habana, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (ONEI) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El equipo de investigación estuvo integrado por Luisa Íñiguez (coordinadora), Janet Rojas (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Programa Cuba) y Edgar Figueroa (Centro de Estudios de Población y Desarrollo, de la ONEI).
El texto aborda las características sociodemográficas de niños y adolescentes, hogares y convivencia de niños y adolescentes con sus padres, características de madres y padres y de las viviendas donde residen niños y adolescentes e incluye mapas, gráficos, glosario de términos sociodemográficos y bibliografía.
El atlas analiza diversos patrones: división político administrativa, zonas urbanas y rurales, llanas y montañosas, color de la piel, discapacidades, tipos de hogares, empleo, escolaridad, materiales de las viviendas, acceso al agua y la electricidad, entre otros.
En un taller realizado en marzo en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, Íñiguez llamó la atención sobre la gran brecha existente entre lo urbano y lo rural en todos los indicadores, lo que obliga a trazarse metas y objetivos sobre esas desigualdades y desequilibrios.
La investigadora, quien recomienda comenzar la lectura por el final, considera en el epílogo que el atlas es un «llamado a comprender la heterogeneidad, a contar con ella, a incluirla en todas las políticas, y a aguzar la mira sobre el mapa. Se persigue que se convierta en un libro de consulta, de trabajo y de formación… una utopía realizable».
En medio de la complejidad de los asuntos que aborda el atlas, la aspiración es que sea empleado para monitorear las reacciones de los territorios y de su población ante nuevos procesos, y sus efectos concretos en la vida de niños y adolescentes cubanos.
A su vez, sugiere que se analicen las heterogeneidades territoriales de indicadores entre provincias y municipios, oriente y occidente, zonas urbanas y rurales, o entre las madres y los padres y hasta dónde, en el contexto actual, las políticas y sus adaptaciones a los territorios y comunidades pueden acercar los mundos urbanos y rurales.
«Lo que los mapas y gráficos del atlas están queriendo decir es que las dinámicas económicas, sociales y culturales de los territorios difieren o se asemejan por procesos, tanto históricos como actuales, y que las políticas universales penetran en los territorios con diferente intensidad», apunta.
Otros resultados
Además, el análisis arrojó que:
-El Censo de Población y Viviendas de 2012 registró 2.341.649 niños y adolescentes, el 21 por ciento de la población total. En términos absolutos y relativos, este sector poblacional mantiene una tendencia a decrecer desde 1970, sobre todo en las últimas tres décadas.
– Si para el total de la población cubana hay más mujeres que hombres, en el caso de los niños y adolescentes existe una ligera superioridad de población masculina sobre la femenina, con unos 70.000 niños y adolescentes más.
-En 1.570.185 viviendas particulares de Cuba residen niños y adolescentes, lo que representa un 42 por ciento de las totales, el 76 por ciento de ellas en zonas urbanas. Su distribución territorial está en correspondencia con la distribución de la población total.
-En 24 por ciento de los municipios del país residía poco más de la mitad de la población de 0 a 17 años, lo cual muestra que existe una elevada concentración territorial.
-Según la categoría de asentamientos humanos del Censo, residían en ciudades 53,2 por ciento del total de niños y adolescentes; en pueblos, 21,2 por ciento; en poblados, 16,5 por ciento; en caseríos, 3,6 por ciento y 5,5 por ciento en asentamientos dispersos, considerados de especial interés por las restricciones de conectividad y vulnerabilidad social.
-Los territorios con la mayor proporción de niños y adolescentes rurales, en caseríos o dispersos, concentrados en pueblos y poblados, o en zonas montañosas o llanas, no aportan per se indicios de condiciones de vida más desfavorables.
-Según la información censal, 91 por ciento de población de 0 a 17 años era nacida y residente de toda la vida en el municipio donde fue censada.
-En números absolutos, conviven con uno de sus padres o sin ambos cerca de 1.200.000 niños y adolescentes. La monoparentalidad y la consensualidad, como características de los hogares, son coincidentes con las tendencias de cambio en los modelos de familia en países de América Latina.