No hay ningún argumento, ni de seguridad, ni económico, ni medioambiental que indique que la central [nuclear de Garoña] tiene que cerrarse. [Los expertos que asesoran a UPyD] no sólo son favorables a mantener abierta Garoña, sino también a iniciar la construcción de una nueva central nuclear, ocurra lo que ocurra con esta. Rosa Díez, […]
No hay ningún argumento, ni de seguridad, ni económico, ni medioambiental que indique que la central [nuclear de Garoña] tiene que cerrarse. [Los expertos que asesoran a UPyD] no sólo son favorables a mantener abierta Garoña, sino también a iniciar la construcción de una nueva central nuclear, ocurra lo que ocurra con esta.
Rosa Díez, 29 de junio de 2009
No contenta con plantarse a las puertas de la central nuclear de Garoña (Burgos) y demandar la renovación de su licencia de explotación, la lideresa de UPyD y diputada Rosa Díez aprovechó la ocasión para proponer, presa de atómicos furores dignos del mismísimo Mahmud Ahmadineyad, la construcción de un nuevo reactor en la zona.
La creciente implantación electoral y presencia institucional de UPyD constituye una de las más poderosas y enigmáticas tendencias emergentes en el mapa político español. Generosamente amamantada por la más tóxica y rabiosa ultraderecha mediática, Rosa Díez ha asumido el novedoso papel de rompehielos por la derecha del bipartidismo PP-PSOE y habilísima recolectora de un voto primaria y confusamente antisistema de muy diversa extracción: del área más ultra del PP («los federicos», en la terminología empleada en los propios círculos directivos del partido conservador), desplazado por Mariano Rajoy tras su «giro centrista» del congreso de Valencia en junio de 2008, a los sectores más españolistas del electorado del PSOE, refractarios incluso a las tibias reformas descentralizadoras del gobierno Zapatero, pasando por los excéntricos nacional-maoístas de la fantasmagórica Unificación Comunista de España (UCE) o los nostálgicos de la llamada Falange Auténtica, que en su web definían la iniciativa partidaria de Díez como «la mejor y mayor bocanada de aire fresco para la democracia española nacida de la Constitución de 1978» (sic).
¿Cómo es posible semejante conjunción? Gracias a un programa político huero hasta la inexistencia, suplantado por tres machacones estribillos de fácil digestión: (1) un exacerbado nacionalismo españolista preñado de odio a toda expresión de pluralidad nacional del Estado (siquiera en su atenuada forma actual de «Estado de las autonomías» y co-oficialidad lingüística), (2) un vacuo y frívolo «ni de izquierdas ni de derechas» que se pretende y se presenta como crítica regeneracionista del conjunto del sistema político (no siendo en realidad más que una enésima reedición del mugriento tópico falangistoide de la «tercera España», levemente aliñado con algunos aromas del neoderechismo criptofascista francés, holandés o austriaco), y (3) un personalismo circense y populista, obsesivamente focalizado sobre su locuaz lideresa, su inagotable capacidad para ofrecer titulares escabrosos y su exitosa apuesta por presentarse, a medio camino entre el victimismo y el narcisismo, como una especie de Juana de Arco anti-bipartidista victoriosa ante las cortapisas y zancadillas del sistema (o de El Sistema, como enfatizaba el malogrado banquero Mario Conde cuando, con pésima fortuna, pretendió en los años ’90 protagonizar una intentona de parecida naturaleza).
Ni qué decir tiene que todo este sainete no es sino es una burda e inmoral añagaza, perfectamente orquestada desde los despachos de los directores del diario El Mundo y de la franja matinal de la cadena COPE, con el doble fin de perforar el flanco derecho del electorado socialista y, muy sobre todo, tomar posiciones en la batalla interna por la hegemonía en la derecha española, contrapesando (ahora en la oposición, y en el futuro en un hipotético gobierno) las tendencias más centro-derechistas y regionalistas/autonomistas del PP post-Valencia con un partido complementario de la derecha dura que aporte músculo ideológico y electorado ultra a la esfera política conservadora, del mismo modo en que hoy lo hacen los aliados neofascistas del partido de Silvio Berlusconi en Italia. Un horizonte que el confeso joseantoniano Fernando Sánchez Dragó describía a la perfección hace unos meses cuando, desde las páginas del diario El Mundo (cómo no), propugnaba «un futuro gobierno de salvación nacional» (sic), liderado por Esperanza Aguirre, María San Gil y Rosa Díez, que el conocido polemista definía como… ¡»de centro reformista»! (sic, de nuevo). Siendo quizás uno de los más estrambóticos, el de Sánchez Dragó no es el único ni el más radical de los apoyos ultras de Rosa Díez: la obsequian con elogios de grueso calibre, entre otros significados personajes de la galaxia neocón (COPE, Libertad Digital, FAES, AVT, Peones Negros…), Federico Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez, Pío Moa, César Vidal, Gabriel Albiac…
Nada de todo esto se escapa al ciudadano y votante progresista medianamente bien formado e informado. Pero quizás el canto de sirena de Rosa Díez, amplificado hasta la extenuación por la «columna de Yagüe» mediática de Losantos-Ramírez, sí haya podido seducir a algunas almas cándidas de aquella clase trabajadora y pequeña burguesía, poco formada, mal informada, desencantada y desorientada por el funcionamiento de la esfera pública, y visiblemente ansiosa por encontrar un altavoz para su comprensible malestar cívico. Un altavoz, en este caso, lo suficientemente mendaz y tramposo como para, con unos cuantos minutos o kilómetros de diferencia, defender una cosa y la contraria para mantener la adhesión de tan dispares descontentos. Así, la singular proclama nuclearizadora a las puertas de Garoña contrasta poderosamente con la insistente pretensión de las huestes de UPyD en Extremadura de presentarse como parte del frente de oposición ecologista al insostenible y depredador proyecto de refinería petrolera promovido por el Grupo Gallado, el PSOE extremeño y la Junta de Extremadura en la comarca de Tierra de Barros (Badajoz). Una estrategia (de hecho, su única propuesta política de interés para los extremeños, más allá de algunas melifluas elucubraciones sobre el consenso y la transparencia) que parece haberle sido electoralmente muy útil en las recientes eleciones europeas, en las que ha obtenido un sustancioso 1’85% (8.287 votos, cuarta fuerza política regional, creciendo largamente, a pesar de la altísima abstención, desde el 0’77% y los 5.366 votos que obtuvo en las elecciones generales de marzo de 2008) y ha desplazado a Izquierda Unida como tercera fuerza política en las capitales provinciales de Cáceres y Badajoz y en otras localidades significativas (incluyendo alguna de las más directamente afectadas por el proyecto de refinería, como Villafranca de los Barros), en las que roza, alcanza o incluso supera el 4%.
Pero… ¿refinería no y nucleares sí? ¿Qué clase de medioambientalismo es ese? ¿Cómo puede, desde estas posiciones, presentarse en Extremadura como «voto verde» el voto a UPyD? No insistiremos, por innecesario, en lo estéril y falsario de presentar la energía nuclear como alternativa factible y saludable a la economía del petróleo y como herramienta en la lucha contra el cambio climático, una falacia interesada que ni siquiera los gurús del «capitalismo verde» (el mismo Al Gore, sin ir más lejos) defienden, que rechazan taxativamente cuantos pretendan asumir posiciones decididas desde la ecología social, el altermundismo o el anticapitalismo (o, más sencillamente, desde la izquierda), y que a estas alturas sólo se atreven a sostener los publicistas a sueldo del poderoso e hiperactivo lobby pro-nuclear y los más berroqueños y lenguaraces halcones neocón. Incluso el abiertamente pro-nuclear PP, que se muestra muy crítico ante el posible cierre de las centrales en actividad, es a la vez sumamente prudente (en público al menos) a la hora de proponer la construcción de nuevos reactores en España. Ocupando, esta vez sin ambages, el que es su espacio político natural, la vanguardia de la reacción, UPyD se convierte, frente a esas tibiezas centristas del PP tan criticadas en las animadas mañanas de la COPE, en portavoz del programa de máximos del lobby pro-nuclear.
Esta y no otra es la sensibilidad ecológica de UPyD. Esperemos que este encendido alegato atómico de Rosa Díez a las puertas de la central de Garoña haga reflexionar a aquellos irreflexivos sectores del medioambientalismo extremeño que, distraidos por sus oportunistas afirmaciones de oposición a la refinería de Tierra de Barros, puedan haber avalado con su voto al partido que, consecuentemente con las declaraciones de su heroína nacional y lideresa carismática, en breve habrá de respaldar una sustancial prórroga del período de explotación de la achacosa y peligrosísima central de Almaraz (Cáceres), e incluso, si como ha ocurrido en Garoña la ocasión lo propicia y los ánimos se calientan, reclamar la apertura de un nuevo reactor nuclear en Extremadura.
Jónatham F. Moriche, Vegas Altas del Guadiana, Extremadura Sur, julio de 2009