«ATTAC es una red internacional presente actualmente en 50 países y compuesta por ciudadanos y ciudadanas que se organizan con la finalidad de recuperar el poder de decisión que los mercados financieros les han arrebatado, así como en defensa de unos servicios públicos dignos y de los bienes públicos de la Humanidad, tratando de evitar su privatización en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales.» Así explicamos a los nuevos socios que se acercan a nuestro […]
«ATTAC es una red internacional presente actualmente en 50 países y compuesta por ciudadanos y ciudadanas que se organizan con la finalidad de recuperar el poder de decisión que los mercados financieros les han arrebatado, así como en defensa de unos servicios públicos dignos y de los bienes públicos de la Humanidad, tratando de evitar su privatización en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales.» Así explicamos a los nuevos socios que se acercan a nuestro movimiento qué es ATTAC, cómo nos definimos. Somos un movimiento ciudadano contra el capitalismo financiero dominante.
El éxito de ATTAC como movimiento deriva fundamentalmente de dos elementos. Uno, el rigor de sus análisis, que le han convertido en el auténtico referente para todo el espectro social opuesto al neoliberalismo, y en el principal generador de discurso crítico y propuestas alternativas al orden económico dominante. Dos, la amplitud de su propuesta, donde caben prácticamente todas las sensibilidades antineoliberales. Muchxs de nosotrxs trabajamos en ATTAC porque, al contrario que en otros movimientos, nos sentimos muy a gusto aquí. Encontramos en ATTAC un espacio de participación democrático pero no paralizado por el asamblearismo estéril; organizado pero no esclerotizado por burocracias; serio, pero no dogmático; y sobre todo, en el que no encontramos los sectarismos y disputas estériles que tanto lastran otros movimientos.
Creemos que este segundo punto es posible en ATTAC precisamente por esa declaración de principios a la que antes aludíamos: ciudadanxs organizados contra el neoliberalismo. Sin necesidad de una mayor carga identitaria, ni de una definición tan estrecha, ni de un complejo de vanguardia que está en el origen de las desastrosas praxis de muchos movimientos sociales. No tenemos por qué mirar de reojo a aquel por ser «socialista», ni a este por ser «pajarero». No perdemos horas intentando defender a capa y espada palabras como «comunismo» o «izquierda». Ni nos interesa. Somos, nada más y nada menos, ciudadanxs organizadxs contra el neoliberalismo. Elaboramos críticas y proponemos alternativas, y todo aquel que las defienda o asuma como propias es nuestro compañero de viaje, ya sea ciudadanx individual u organización política, sindical o social.
¿Por qué decimos esto y qué tiene que ver con la relación de ATTAC con el Movimiento 15-M? Vamos a explicarlo. En general, compartimos el análisis del compañero Armando Fernández Steinko sobre el origen y evolución del Movimiento 15-M, al que os remitimos para no repetir sus argumentos. Pero creemos que hay que matizar algunos aspectos de crucial importancia que no ha tenido en cuenta, y que son vitales para una comprensión apropiada del fenómeno y del papel de ATTAC al respecto.
Desde las organizaciones tendemos a ver en el individualismo como un fenómeno exclusiva e intrínsecamente negativo. Sin embargo, no podemos olvidar que la autonomía individual es una conquista histórica de las luchas obreras, feministas, juveniles y por los derechos civiles, aunque el individualismo haya sido una consecuencia no deseada de la misma. La capacidad de cada persona para gobernarse a sí misma, para elegir su propio camino y ocuparse de los propios asuntos es una reivindicación histórica de los movimientos populares. La diferencia entre nosotros y los liberales es que los movimientos populares, en la tradición republicana, sabemos que para que cada ciudadano sea libre ha de serlo también la comunidad política a la que se pertenece. O sea, que no sólo existan derechos y leyes, sino también mecanismos que los hagan efectivos: una redistribución justa de los recursos que garanticen la existencia y el desarrollo pleno de las capacidades de cada ciudadano, medidas para evitar que unos ciudadanos acumulen poder a costa de otros, procedimientos para la toma de decisiones colectivas y un gobierno que sea única y exclusivamente delegado de los ciudadanos para poner en práctica dichas decisiones.
No se trata por tanto de oponer individuo y comunidad, sino de encontrar la forma de organización social que maximice la libertad de todos los ciudadanos, respetando su diversidad. Se trata de estar juntos, influenciándonos como iguales, respetando la singularidad de cada uno. En los últimos treinta años ha primado el individualismo autista, consumista y competitivo alentado por el programa neoliberal, pero eso no se soluciona con una invocación más o menos romántica a identidades y comunidades perdidas e irrecuperables, algo en lo que paradójicamente concuerdan movimientos conservadores y buena parte de la izquierda trasnochada.
Hoy los ciudadanos son más celosos que nunca de su propia libertad individual. Esto es un dato, un principio y no un hecho a combatir. Es más, parte de la desafección que los ciudadanos sienten no sólo hacia la política de partidos, sino ante los propios movimientos sociales, viene motivada por el rechazo que a muchos ciudadanos les provoca: 1) la parálisis burocrática de las organizaciones más grandes e institucionalizadas, en las que la participación es imposible y la disidencia a menudo se castiga; 2) la dinámica fuertemente identitaria, tan heredera de la mentalidad de «vanguardia», autorreferencial, a veces asfixiante, de movimientos más pequeños, en los que de corriente se trata al resto del universo (incluidos los otros colectivos) con desprecio a su condición conformista, de letargo y de desinformación y por tanto, con superioridad intelectual (de ahí que tiendan a perder el tiempo en cuestiones que no les importan nada más que a ellos, en negociar entre los muchos iluminados hasta el más ínfimo detalle: quién firma qué, en qué posición va cada pancarta, etc.). La sociedad no se reconoce en estas formas de hacer política, y es en parte por ello que se entrega al consumo, como bien analiza el compañero Fernández Steinko respecto a la práctica juvenil del «botellón».
Asimismo, no es menos cierto que gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha surgido, al menos entre la parte de la población más educada y concienciada, un nuevo tipo de sujeto: que tiene más capacidad de participar, que se informa más y mejor, que se asocia con otros de forma autónoma y sin jerarquías, que produce sus propios contenidos, que no se traga lo que le echan sin pestañear. De hecho, las empresas, especialmente las de la industria del entretenimiento, han comprendido esto a veces mejor que nosotros mismos. De ahí todo el énfasis en el «consumidor activo» que deja sus impresiones en la página web de la marca, que vota el nuevo sabor de las patatas fritas Lays, que vota qué concursante debe dejar la casa de Gran Hermano, que envía sus impresiones sobre el programa de turno vía SMS o Facebook, etc. Las empresas han entendido bien esa necesidad, ese deseo de interactividad, de conexión, y lo han sabido embridar. Nosotros, y en especial organizaciones como los partidos y sindicatos de izquierda, no tanto.
En estas circunstancias, como acertadamente apreció el sociólogo Alain Touraine, la única identidad posible, la única forma de colectividad admisible, el único estar juntos viable, es aquel que: 1) esté lo suficientemente abierto (tanto en sentido organizativo como identitario) como para que cada individuo participe de su creación y recreación, sienta que influye, y que además puede hacerlo en cualquier momento y en diferentes formas según sus preferencias y posibilidades; 2) sea lo suficientemente inclusivo como para admitir en su seno una amplísima variedad de sensibilidades y realidades vitales, respetando la diversidad y pluralidad, poniendo además a todos en un mismo plano de igualdad; 3) que, a pesar de ello, proponga un programa concreto de mínimos con el que toda esa diversidad pueda sentirse identificada. Sólo hay una idea, una identidad capaz de cumplir con esas tres condiciones, y que además sea creíble: la ciudadanía. La defensa de la ciudadanía, de los derechos compartidos, es la única que puede aglutinar tras de sí a la inmensa mayoría de la población, la única que une más que separa.
Lo realmente genial, creativo, innovador y revolucionario del Movimiento 15-M es que ha dado con esta tecla, que no terminábamos de ver, y que en el proceso ha conseguido, al fin, cuajar lo que con buenas razones podemos afirmar es la forma revolucionaria del siglo XXI, que no terminaba de salir y que al fin ha irrumpido con fuerza. El que haya saltado de país a país en tan poco tiempo es la prueba. Han conseguido construir un frente amplio bajo el paraguas de la ciudadanía, enfatizando lo que nos une por encima de lo que nos separa («somos el 99%», «no somos de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba»), retomando la vieja noción republicana de la fraternidad. Y lo han hecho simplemente valiéndose de: 1) un programa de mínimos, que suscribiría casi cualquier persona, pero que, como ha señalado sagazmente Slavoj Zizek, el capitalismo es incapaz de aprobar en este momento, por sensato que sea; 2) una organización abierta y flexible, a la que puede sumarse quien quiera, en la que cada uno pueda participar a su manera, en la que cada persona puede asistir a una asamblea, hacer su propia pancarta o realizar pequeñas acciones (como el rechazo de la propaganda electoral recientemente propuesta por Anonymus) simplemente cumpliendo unas mínimas reglas de respeto, sin sentirse menos que nadie, ni ser menospreciado por otros. Curiosamente (o no), esto parece haber sido mejor entendido por muchxs ciudadanxs hasta ahora desafectos a la política, que por otrxs de larga experiencia de lucha. Afortunadamente, no es el caso de nuestra organización.
En ese sentido, el Movimiento 15-M no es tanto una organización como un espacio, un proyecto, una identidad. Es una propuesta susceptible de integrar a cualquiera, persona o movimiento, que acepte esos marcos mínimos. Es comprensible por consiguiente el énfasis primero en el consenso, en tratar de que no se pierda ninguna voz en el camino. Tampoco queremos dejarnos llevar por una visión romántica, es verdad que el movimiento también presenta contradicciones y problemas, algunos de ellos correctamente por el compañero Fernández Steinko. Pero es igualmente indiscutible que la evolución del movimiento es vertiginosa y su potencial gigantesco. No podemos olvidar que, de nuevo como dice el compañero Fernández Steinko, está comandado por jóvenes con un altísimo nivel formativo, algunxs de ellxs con las ideas bastante claras en cuanto a la estrategia a seguir.
Por otra parte, echamos de menos en los documentos presentados hasta ahora algunos aspectos más cualitativos que la irrupción del Movimiento 15-M ha provocado en la sociedad española. Cualquiera que esté un poco atento a lo que está sucediendo puede apreciar la cantidad de nuevas iniciativas que están emergiendo por doquier, la cantidad de nuevos movimientos que se están organizando, el impacto que ha producido en las organizaciones establecidas (algo comenta el compañero Fernández Steinko respecto a IU) e incluso el cuestionamiento de los marcos de pensamiento de muchas personas, que a día de hoy no sólo se están politizando, sino que incluso están interrogándose por el tipo de vida que han llevado hasta ahora. Todo ello, inspirado por el Movimiento, y partícipe de su espíritu. El 15-M ha supuesto, en nuestra opinión, una auténtica explosión, un movimiento tectónico que está sacudiendo a buena parte de la sociedad española desde los cimientos.
Ahora puede comprenderse mejor lo que se dijo anteriormente acerca del éxito de ATTAC en haber apostado por una identidad y una forma de organización basada en la idea de ciudadanía organizada contra el neoliberalismo. Por eso podemos afirmar que ATTAC es un precedente del Movimiento 15-M. Compartimos un planteamiento de fondo muy similar, sólo que por la idiosincrasia de nuestro movimiento no nos ha correspondiendo a nosotros liderar el proceso de movilización emergente. Es por eso que somos un referente de peso para el Movimiento. Es por eso que somos prácticamente la única organización que, existiendo antes de la aparición del 15-M, no es rechazada cuando se presenta como tal en las asambleas, a la que se le permite llevar sus símbolos a las movilizaciones, a la que se le invita a participar en los debates y talleres. Por nuestra trayectoria, porque hemos demostrado que no tenemos intención de vampirizar ni de aprovecharnos de nada, porque nos hemos ganado esa confianza. Porque somos lo mismo.
Por eso, nos resulta extraño leer frases como «ATTAC frente al Movimiento 15-M», como mirando de forma ajena y separada, como si no formásemos parte de un mismo impulso político. No acertamos a entender por qué un movimiento que tiende a expandir y universalizar lo que desde ATTAC llevamos 10 años defendiendo. ATTAC no tiene por qué posicionarse «ante», «con» o «frente» al Movimiento 15-M. ATTAC es parte del Movimiento 15-M, entendido como se ha hecho aquí, como un amplio espacio de unidad de todas las organizaciones y ciudadanxs críticxs con el orden neoliberal y dispuestxs a cambiarlo, como la sociedad civil organizada en un proyecto común de superación del neoliberalismo. En este camino coincidimos con toda una serie de asociaciones e iniciativas hermanas (Democracia Real Ya, Ecologistas en Acción, Plataforma contra los Desahucios, Marea Verde, Mesas de Convergencia…) que son la parte más organizada y consciente de este esfuerzo colectivo para conformar un gran polo ciudadano opuesto al neoliberalismo y en defensa de la democracia. Desde este punto de vista, ATTAC puede aportar al conjunto del Movimiento en muchos aspectos diferentes:
1) Elaborando pensamiento, propuestas, discurso, que es y debe seguir siendo la función principal de ATTAC.
2) Animando a nuestros socios a participar en las asambleas y movilizaciones.
3) Poniendo a disposición del Movimiento nuestros recursos, en cuanto a difusión (página web, ATTAC TV, programas de radio, etc.), organización (nuestra red tanto nacional como internacional) e incluso financiándolo en la medida de nuestras posibilidades.
4) Tratando de vincular el Movimiento con las organizaciones de la izquierda tradicional, en la medida que el prestigio de ATTAC hace que seamos bien recibidos por unos y otros, tenemos la responsabilidad de actuar como mediadores entre ellos, ayudar a vencer los recelos mutuos, tratar de aunar fuerzas en una estrategia común. Independientemente de lo que pensemos de unos y otros, nadie sobra en esta lucha.
ATTAC tiene, por tanto, mucho que aportar al Movimiento 15-M, o lo que es lo mismo, a la ciudadanía organizada contra el neoliberalismo. Ahora bien, en nuestra opinión ATTAC no puede ni debe desvincularse de las convocatorias en marcha, y mucho menos plantear su propia agenda o ambicionar sustituir al 15-M como referente principal de las movilizaciones ciudadanas en marcha. ATTAC no es un partido político, ni aspira a serlo.
Del mismo modo, no podemos caer en el error de pensar que estamos sólo para enseñar. ATTAC debe trabajar con toda la humildad, sabedores de que tenemos mucho que ofrecer, pero también mucho que aprender. No somos vanguardia de nada, ni de nadie. Y el Movimiento 15-M ha demostrado más potencia y capacidad que ningún otro desde la Transición, por lo que seríamos muy ingenuos si lo subestimásemos.
Es importante que seamos racionales, que identifiquemos los problemas presentes y futuros que puedan hacer fracasar el Movimiento, y empujar para tratar de corregirlos. Pero tampoco podemos obsesionarnos con ellos. Porque, ¿no es posible que quizá los equivocados seamos nosotros? Sin duda, es importante que el Movimiento tienda a dotarse de estructuras estables, y que antes o después aspire a conquistar el poder político a través de las elecciones, especialmente si el PSOE se ve inmerso en un proceso acelerado de descomposición, escenario en absoluto descartable (y la tremendamente interesante iniciativa Asamblea por el Senado en la Región de Murcia puede ser un modelo pionero en este sentido). Pero no es aconsejable insistir más de lo preciso en ello, entre otras razones porque no son objetivos que estén fuera de la agenda de algunos de los actores más destacados del 15-M, en especial de DRY. Es bueno que el Movimiento se desarrolle a su propio ritmo, que madure según se desarrollen los acontecimientos. Nosotros podemos apoyarlo en el sentido que consideremos más correcto, pero sin terquedad, con respeto.
Otro tanto cabe decir de la política de alianzas y de la necesidad de dotarse de un programa o una agenda más concretos. Siendo sinceros, el 15-M, y en especial DRY, se ha demostrado mucho más coherente y sensato que muchos partidos políticos con presencia en el parlamento. Hay que recordar uno de los lemas más hermosos emanados de las jornadas de movilización de mayo: «vamos despacio, porque queremos llegar lejos». Toda una declaración de intenciones y un desafío a estos tiempos desbocados que nos ha tocado vivir. Es verdad, no tenemos todo el tiempo del mundo. La situación es crítica, urgente, requiere una intervención decidida ante el que más que probable colapso financiero, y quizá sistémico. Pero de nada servirá precipitarnos, pecar de impaciencia. Equilibrio, compañeros.
Por último, la cuestión de las siglas y las banderas no debería suponer un problema para ATTAC. Nuestra única bandera ha sido siempre nuestras ideas y propuestas. Hacemos gala de admitir en nuestro seno a cualquiera que concuerde con ellas. No entendemos entonces por qué tiene que ser un problema que el 15-M haga lo mismo. Para el 15-M, el procurar mantener todo lo que se pueda una alianza ciudadana tan amplia como sea posible es un principio estratégico de primer orden. ¿Hasta qué punto son las siglas o las banderas importantes, lo son tanto como para alienar a potenciales aliados?, ¿acaso no aceptamos como compañeros de viaje a quienes no acepten una determinada bandera , símbolo o palabra aunque estén de acuerdo con lo que estos representan?, ¿y si existen aglutinantes más poderosos que los tradicionales? Puede que el Movimiento 15-M esté siendo demasiado exigente en este sentido, pero lo que es seguro es que en estos momentos, esta es la menor de nuestras preocupaciones.
Jose Antonio Cerrillo Vidal – ATTAC Sevilla
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