Hace ya tres semanas que Evan fue diagnosticado de lipoatrofia semicircular. Es el primer alumno de la guardería El Roure, situada en la calle Comte d’Urgell, en el distrito del Eixample de Barcelona, a quien se le ha detectado esta enfermedad leve que causa marcas en las piernas, reducción localizada de la grasa en las […]
Hace ya tres semanas que Evan fue diagnosticado de lipoatrofia semicircular. Es el primer alumno de la guardería El Roure, situada en la calle Comte d’Urgell, en el distrito del Eixample de Barcelona, a quien se le ha detectado esta enfermedad leve que causa marcas en las piernas, reducción localizada de la grasa en las extremidades y, en algunos casos, también en el cuello, en la espalda o en la parte baja del estómago.
Su madre, Elisenda Ferrándiz, lo llevó al médico tras observar como las lesiones que presentaba eran idénticas a las que habían contraído la veintena de trabajadores de la biblioteca pública Agustí Centelles, ubicada en el mismo edificio y cerrada desde diciembre pasado por orden del Comité de Salud Laboral del Consorcio de Bibliotecas de Barcelona.
Tras varios informes, este organismo que depende del Ayuntamiento de Barcelona confirmó que la mayoría de bibliotecarias y del personal de limpieza habían resultado afectados por este trastorno provocado por la exposición a los campos electromagnéticos que desprenden las computadoras, los suelos inteligentes y otras tecnologías.
Oficialmente, la lipoatrofia semicircular se describe como una enfermedad benigna y reversible, que no requiere ningún tratamiento médico, y desaparece tras el alejamiento temporal del afectado del lugar de trabajo. Para varios expertos y facultativos, en cambio, podría ser el síntoma de enfermedades tan graves como el hipertiroidismo, la fibromialgia, el Alzheimer y algún tipo de cáncer.
El caso de Evan habría pasado desapercibido si no fuera porque «las bibliotecarias repartieron a las puertas de la escuela las fotos donde aparecían sus afectaciones físicas», dice Ferrándiz.
A pesar de ello, la escuela negó rotundamente que el alumno pudiera estar afectado por esta enfermedad arguyendo que el centro está bien ventilado y cumple todos los protocolos de edificabilidad. Unos extremos que quedaron desmentidos después de que la pediatra que atendió a Evan, la doctora Baselga, del Hospital de Sant Pau, le diagnosticara lipoatrofia semicircular en las piernas.
Desde el día que tuvieron los resultados, los familiares de Evan han intentado hablar con el resto de padres de la escuela. «Compañeros de mi hijo, como Lucía, Joan, Lili y Molly, corren el riesgo de sufrir lipoatrofia, ya que, a pesar de que cada niño responde de una manera determinada ante un edificio enfermo, también hace dos años que están expuestos al mismo ambiente», advierte Ferrándiz. Según ella, la dirección de la escuela se ha limitado a invitar a los padres a visitar las aulas para mostrarles que, aparentemente, no hay ningún problema de ventilación ni de campos electromagnéticos agresivos.
Sólo si apareciese otro alumno afectado, entonces la guardería debería admitir que existe un brote y debería hacerlo oficial. «El problema radica en que siempre derivan los familiares a Cristina Rius, epidemióloga de la guardería y empleada de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, que ha negado que el problema de nuestro hijo tenga nada que ver con las condiciones ambientales del edificio», explica Ferrándiz. También la directora del centro, Nuria Roca, en declaraciones a EL TRIANGLE, afirma que «la escuela no tiene nada que decir sobre el asunto», al tiempo que remite a la comunicación que ya ha facilitado la médico de la Agencia de Salud pública.
Señales inequívocas
El caso de Evan llega cuando aún colea el episodio ocurrido el año pasado en la biblioteca Agustí Centelles, ubicada en la parte baja de la guardería.
También entonces, los responsables negaron que los trastornos que presentaba la plantilla tuvieran que ver con las condiciones del equipamiento. «Lo atribuyeron al estrés y a otras alteraciones psicológicas causadas por el trabajo», explica Sergi Draper, delegado sindical de la CGT. Una posibilidad que fue rechazada tan pronto como los médicos atendieron a los primeros afectados, al comprobar que los síntomas que presentaban correspondían a la lipoatrofia semicircular. «Todos tenían marcas en las piernas a una altura aproximada de 75 centímetros, justamente el estándar de las mesas de oficina», dice Draper.
Una de las personas que trabajaba allí comenta a EL TRIANGLE que los primeros casos se detectaron en septiembre de 2011, tres meses después de haberse inaugurado el equipamiento. «La aparición de marcas comenzó a alertarnos, porque supone un evidente efecto estético, si bien algunos también teníamos picor en los ojos, dolor de cabeza y otros problemas relacionados con el hecho de trabajar en un edificio enfermo», comenta.
Con los informes médicos, el sindicato y los empleados interpusieron dos denuncias en los juzgados y, tras intervenir en el pleno del distrito del Eixample, consiguieron que se decretara el cierre de la biblioteca con el compromiso de hacer las reformas oportunas. Así lo notificó el Ayuntamiento a principios de enero, mediante un comunicado en el que anunciaba la instalación de máquinas de humidificación para garantizar una humedad entre el 45% y el 55%, la sustitución del linóleo actual (incluidos azulejos y servicios técnicos) por un linóleo más seguro, así como la recolocación de las tablas a fin de que los usuarios de la biblioteca no tengan contacto directo con el cableado de los ordenadores. «Las obras se podrían alargar hasta septiembre», indica Draper.
Con todo, el conocimiento de esta incidencia ha servido a los padres de Evan para instar a la Agencia de Salud Pública de Barcelona a que cumpla el protocolo aprobado por la Generalitat en el año 2009, y haga un peritaje de la guardería con el objetivo de corroborar si el centro presenta los mismos perjuicios que los registrados en la biblioteca.
Lacra sin control
La aparición de lipoatrofia semicircular en la biblioteca Agustí Centelles y la guardería, construidas durante el 2011, no es una circunstancia aislada ni limitada a este complejo del Eixample.
Otros episodios similares han ocurrido en los últimos años en Cataluña. El más conocido fue en 2007, cuando 246 empleados de Gas Natural Fenosa contrajeron este malestar después de instalarse en el nuevo edificio de la compañía, un rascacielos totalmente acristalado que requirió la instalación de humidificadores para alcanzar un nivel de humedad relativa superior al 50%, así como la colocación de perfiles adicionales de mesas ergonómicas blindadas del cableado.
También en el campus del Raval de la Universidad de Barcelona, donde se encuentra la Facultad de Geografía e Historia, siete trabajadores han sido diagnosticados de la enfermedad desde que el edificio entró en funcionamiento en el 2007, mientras que 9 todavía presentan la sintomatología descrita por todos los manuales médicos.
Como en el caso anterior, también se comprobó que, al impacto que tienen los campos electrostáticos, se añadían los problemas que se derivan de trabajar en un equipamiento donde la ventilación y los niveles de humedad causan varias lacras físicas y psíquicas.
Fuente: http://www.lamarea.com/2013/04/15/aumentan-las-patologias-causadas-por-edificios-enfermos/