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Palabras de agradecimiento en su 80 cumpleaños en la Feria Internacional de Libro de La Habana

Aunque el tiempo pase uno siempre es joven

Fuentes: La Jiribilla

Ningún homenaje por mis 80 años ha sido para mí más importante que este que se me hace en Cuba; justamente por ello, por tratarse de Cuba, que es el único país socialista que queda en el mundo, y el único que se mantiene rebelde ante el imperialismo. Qué sería de nosotros en América Latina […]

Ningún homenaje por mis 80 años ha sido para mí más importante que este que se me hace en Cuba; justamente por ello, por tratarse de Cuba, que es el único país socialista que queda en el mundo, y el único que se mantiene rebelde ante el imperialismo. Qué sería de nosotros en América Latina sin Cuba. Entonces, mi primer agradecimiento es para este país; muchas gracias también a Cintio y Fina. A Cintio por estas líneas, que no me gustaron porque no me agradan los elogios, y menos aun inmerecidos, pero bueno, en veinte líneas resume mi vida, mi obra y también lo que no soy, lo que él se imagina que soy, y lo que quisiera ser. Gracias a José Luis Fariñas por sus ilustraciones. Gracias a Casa de las Américas. Gracias al Instituto Cubano del Libro. Este es el mejor regalo de cumpleaños para mí.

No es ningún mérito cumplir 80 años. En Nicaragua cuando alguien cumple una edad, especialmente los niños, por ejemplo, si cumple 9 años, dice «ando en 10». Es el deseo de los niños de ser grandes. Yo ahora ando en 81, que no es mérito, pero hay un salmo de la Biblia que dice que la vida del hombre son 70 años. Eso fue escrito hace miles de años. Desde entonces se ha mejorado la expectativa de vida, pero también ese salmo dice que para Dios, mil años son como un día, como unas horas de la noche. Otro salmo dice que el Mesías es siempre joven, como el rocío de la aurora, y el apóstol Pedro dice lo de los mil años, agregando otra cosa; que para Dios, mil años son como un día, pero un día son como mil años, que es como decir que el tiempo no existe. Hay un científico, Julián Barbour, que dice que en realidad el tiempo no existe, que es una ilusión óptica que tenemos de las leyes física, que lo que existe es el espacio, que los eventos del espacio están separados por el espacio, no por el tiempo. Todo es estático, todo es simultáneo, desde el Big Ban, hasta el más lejano futuro, como un mural, en el que se va viendo todo parte por parte, o como en una película en la que se va viendo cuadro por cuadro, pero todo está estático en el universo, nada transcurre, todo pasa, todo está siendo.

A mí me gusta mucho esa teoría. Quiere decir que aunque el tiempo pase uno siempre es joven. También, aunque el tiempo pase uno sigue viviendo. Ese es precisamente el argumento que Cristo le presenta en el Evangelio a los saduceos, que no creían en la resurrección. Los saduceos eran peor que los fariseos, pues eran colaboracionistas del Imperio Romano y eran también la oligarquía. Y como vivían muy bien no creían en la resurrección. Y Cristo les da el argumento de que él es el Dios de Abraham, de Jacob, de Isaac, quiere decir, que los Patriarcas están vivos, porque Dios es vida, no muerte. Yo diría también que los Patriarcas estaban jóvenes porque Dios no es tampoco un dios de viejos, sino de jóvenes. Debo decir que en él yo recupero mi juventud y recupero también mi vida.

San Agustín llama a Dios belleza siempre antigua y siempre nueva, y un místico colombiano, malhablado y erótico y enamorado de Dios, dice que es él quien tiene la dictadura perfecta. Dios es pues para mí el de la juventud perdida, que en él está recuperada, y mi vida, que en varios sentidos está perdida, está también en él. Con la misma frescura dice el Mesías que él es como el rocío hijo de la aurora.

Es de lo que trata «Canto nacional», un poema que escribí después de mi primera visita, después de lo que he llamado mi segunda conversión –mi primera conversión había sido a Dios, mi segunda, con la Revolución–, poema que dediqué al Frente Sandinista de Liberación Nacional en su peor época y entendí que había que darle respaldo.

Poesía y Escultura

Paralelamente a mi vocación literaria me sentía atraído por la plástica, específicamente en la escultura, pero la practiqué como una afición, pero cuando regresé a Nicaragua después de mis estudios, Rodrigo Peñalba, que fue el fundador de la plástica moderna nicaragüense me animó mucho, me dijo que yo era escultor, que no las hiciera chiquitas, que las hiciera más grandes, que me dedicara a eso, me animó.

Es muy bueno que cuando uno es joven le estimulen, porque si nadie me hubiera animado no hubiera hecho más que figuras en plastilina o en barro. Entonces empecé a hacer cosas grandes que fueron a exposiciones. En la Unión Panamericana de entonces, en Washington, me hicieron dos exposiciones, una colectiva dedicada a América Latina y otra colectiva de Nicaragua, en las que me di a conocer internacionalmente.

Yo no quería tener fama como escultor, porque la prefería como poeta, porque generalmente se cree que uno es bueno solo en una cosa. Sin embargo, ha habido artistas que han tenido dos vocaciones.

Puede haber cierta vinculación entre la poesía y la escultura en mi caso porque las dos cosas son simples. Mi poesía es de mucha simplificación y mi escultura igual. También hay cierto carácter popular en mi escultura, como lo hay en mi poesía. En ese sentido hay entre ambas una identidad. Aunque para mí la vocación de la poesía es la principal y la otra la secundaria.

En estos momentos, andando en los 81, estoy escribiendo mis memorias, que es mucho más difícil, más ardua, más trabajosa. La poesía es más fácil, porque es más breve. Se acortan las palabras. No hay mucha gramática. Es libre, como una pancarta, como una consigna. Es más fácil para mí. Las memorias es recordar lo que está olvidado, aunque después vuelva a olvidarse, pero ya quedó.