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Autómatas de cuidado

Fuentes: Rebelión

En los últimos años las inversiones en el desarrollo de inteligencias artificiales y la complejización de nuestros medios tecnológicos e industriales, junto a los avances en robótica y automatización, deparan transformaciones de raíz en todas las dimensiones de la vida humana, desde la economía hasta la cultura, afectando también a los vínculos sociales y a la gubernamentalidad política. La causa final de los diversos robots de servicios y cobots (robots colaborativos) reside en el plan estratégico de garantizar el bienestar y la calidad de vida de la población. Asimismo, su producción y mantenimiento deben ser sostenibles respecto a la salud medioambiental y accesibles al público. Para asegurar la utilidad óptima de estas tecnologías se han generado metodologías de trabajo y códigos éticos y deontológicos que impidan el diseño y re-apropiación de estas maquinarias con intenciones dañinas o, en caso de mal funcionamiento, habiliten la pronta rastreabilidad y transparencia explicativa de sus errores. Así pues, bajo los principios de beneficencia y no-perjuicio, basados en las leyes de Asimov y recogidos en las Normas de derecho civil sobre robótica del Parlamento Europeo (2018), los robots inteligentes deben cumplir órdenes, realizar sus tareas con eficiencia y asistir las necesidades de los seres humanos sin provocar daño a usuarios ni a terceros.

Debido al incremento de la esperanza de vida y a la reducción de las tasas de natalidad en Occidente, grandes avances en este sector se orientan hacia el modelaje de robots de cuidado para la población de la tercera edad, personas dependientes y/o minusválidas. En principio esta tipología incluye tanto servicios de monitorización y acompañamiento – que no entran en contacto físico con el paciente – como también medios asistenciales de soporte físico (muchos de ellos relacionados con la movilidad, así como prostéticos, sillas de ruedas, exoesqueletos…), hasta llegar a la reciente inserción en el mercado de “robots sociales” antropomórficos que colaboran directamente en las tareas de cuidado. Todos estos medios perfeccionan la actuación sanitaria al facilitar el seguimiento del paciente, un mejor estudio de síntomas y discriminación de causas, e incluso más tiempo útil para que los médicos se impliquen con mayor profundidad en los diagnósticos y la planificación terapéutica.

Entre las funciones que desempeñan dichos ensamblajes tecnológicos, por lo general capaces de mantener conversaciones fluidas y relaciones personalizadas, se halla primordialmente la asistencia cotidiana en tareas físicas según las necesidades de cada paciente, además de la capacidad de crear recordatorios, estructurar horarios, detectar anomalías, reconocer los elementos del espacio doméstico, hacer más selectiva la rehabilitación, garantizar que se cumplen los tratamientos farmacológicos y dietéticos y un largo etcétera. El desarrollo de robots de cuidado y su comercialización masiva a un precio asequible, en consecuencia, está guiado bajo la intención universalista de mejorar la salud de los ciudadanos dependientes, por ejemplo al reducir su aislamiento social, monitorizar su estado fisiológico, organizar las visitas al médico o al realizar los servicios domésticos esenciales. También cabe añadir que estos robots son más que formalmente efectivos a la hora de complementar las labores humanas de cuidado y aliviar la carga material en la responsabilidad de los cuidadores, automatizando patrones básicos de asistencia, mejorando la interconexión digital y prolongando el aumento en la esperanza de vida y la calidad de la misma.

No obstante, estas tecnologías entrañan peligros inherentes al cambio sistémico que provocarían en el modus vivendi de la sociedad, pues, ¿cómo se asegura el control democrático y colectivo sobre la implantación y los límites de estas máquinas, si constatan un progreso unilateral e irreversible? Es posible augurar la brutal sustitución de mano de obra humana por medios automatizados (que realizan más eficiente y rápidamente mayor cantidad de trabajo con menos inversión económica y sin descansar), ergo la hiper-inflación del desempleo, quizá la invisibilización de los profesionales en el sector del cuidado, una mayor competitividad en la explotación de capacidades cada vez más excluyentes según los intereses del mercado (y menos puestos de trabajo disponibles), aparte de más vectores de desigualdad en los privilegios de clase, marcados por quién sería capaz de acceder a estas tecnologías y beneficiarse de ellas mientras otros no – hasta verse perjudicados indirectamente –, o según cómo sean empleadas desde los organismos institucionales y corporativos para manipular la vida de la población [desprotegida ante el avance de la modernización global, bajo los expolios jerárquicos de la soberanía (bio)política neoliberal] ¿Acaso no supone la tecnologización de los trabajos de cuidado y de reproducción de la vida otra colonización extrema de labores que antaño se habían escindido del valor de trabajo, a la par feminizándolas en instancias no-analíticas, para ejercer su re-apropiación monetarizada por la acumulación de plusvalor tardocapitalista?

Conjuntamente, los peores riesgos conciernen a la deshumanización del ámbito moral y ecológico, a la percepción existencial y al trasfondo de las redes intersubjetivas. Por un lado, basándose en la mímesis del cogito humano a través de la neurociencia cognitiva y la industria 5.0, a pesar del esfuerzo de la psicología funcionalista por sintetizar la mente como un programa informático, la im-personalidad autómata no encarna la sensibilidad ni la inteligencia existencial de un organismo biológico. Tal y como problematizó John Searle mediante el experimento mental de la habitación china, los ensamblajes tecnológicos carecen de intencionalidad, comprensión y afecto, pues sólo trabajan con asociaciones in-formativas y la efectuación de respuestas pre-programadas según algoritmos y normas de procesamiento; el único aprendizaje propio del autómata se basa en la aceleración de procesos y la ampliación de su alcance, junto a un incremento en el rango de operaciones disponibles. En otras palabras, un “robot social” no habita la interioridad subjetiva de los agentes morales que identificamos como seres vivos, [quienes no sólo manipulan símbolos, sino que dan cuenta de su significación]. El hecho de que a través de sus interacciones y tecno-semiótica imiten la apariencia y conductas biológicas proviene, en paralelo al mito demiúrgico, de la instauración sistemática del imperativo al progreso, un impulso de totalidad logocéntrica y neocolonial que aisla y reproduce la agencia tras la reducción epistemológica de lo existencial.

Por otro lado, la deshumanización introducida por la robótica en la praxis del cuidado afectaría de lleno a la intimidad y la socialización entre paciente y cuidador, deformando el compromiso ético y el contacto con la alteridad mediante la asunción de fórmulas homogéneas que estructuren a priori las funciones esenciales del cuidado [reproducibles industrialmente por máquinas según un discurso bienestarista de las necesidades humanas]. Debido a estas nuevas herramientas, la responsabilidad inmediata de la sociedad civil se diluiría en torno a cadenas burocráticas y legales de indemnización, sin capacitar activamente centros de enunciación performativos para los usuarios. En definitiva, el tejido corporal e intersubjetivo del contacto, la significación del acompañamiento a una persona dependiente y la respons-habilización moral frente a los otros son dimensiones de la vida irremplazables por la expresión antropomórfica de mecanismos autómatas, incapaces éstos de colmar el valor de la afectividad y la experiencia en común junto al prójimo.

Ningún robot puede fingir un rostro, ni reconocer error o diferencia. Asimismo, la vigilancia y control ejercidos por estas nuevas tecnologías del cuidado alienarían la (auto)percepción del enfermo, quizá con efectos degenerativos para la salud a largo plazo, desde la posibilidad de inducirle disonancias cognitivas, mermar su autonomía o hacerle sentir más solo y aislado – pues se ha cosificado la imagen del cuerpo sufriente como un mecanismo defectuoso, tematización de un ente que necesita ser reparado actualizando sus piezas gracias a la asistencia de un taller cibernético –; hasta el reverso de personalizar excesivamente la relación subjetual con el robot, figurando intelección o sentimientos propios a su operatividad (así como en la película Robot and Frank), lo cual podría derivar en lazos de familiaridad no-recíprocos, malentendidos en la comunicación, expectativas imposibles de cumplir, angustia emocional y el agravamiento de trastornos mentales, entre otros fenómenos difíciles de prever.

En conclusión, si bien las asistencias robóticas podrían realizar una mejora funcionalista del bienestar de personas dependientes, en sí mismas efectúan los intereses tardocapitalistas del progreso neoliberal, de manera que arrastran dilemas y riesgos inherentes a la manipulación (bio)política de masas y al individualismo atomizante de la globalización, cuyo potencial de trauma en la psique humana, en el reconocimiento moral del prójimo y en la semiótica de las relaciones interpersonales podría discurrir hacia el solipsismo y una peor desposesión de los más vulnerables. La implementación de estas tecnologías necesitará de una constante supervisión por parte de usuarios, aparte de una coordinación transparente y dialógica entre sociedad civil, gobiernos representativos, empresas y estados de derecho, pues apenas existen medios legales de jurisprudencia democrática o internacional para asegurar las normas civiles sobre los servicios robóticos – así como que complementen y no sustituyan la actividad humana –, ni mucho menos para garantizar que estas normativas, hechas para sostener los privilegios del statu quo en modelos de vida insostenibles, de la llamada civilizatoria al progreso, mitiguen los imprevisibles escenarios de crisis epistémica, social y ecológica que al mismo tiempo se estimulan y amparan.

BIBLIOGRAFÍA

– AI/Robotic Researches (2017) Asilomar AI Principles, en Future of Life Institute: https://futureoflife.org/ai-principles/?cn-reloaded=1

CGP (2014) Humans Need Not Apply, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7Pq-S557XQU

– Parlamento Europeo (2018) Normas de derecho civil sobre robótica, en el Diario Oficial de la Unión Europea

Schreider, Jake (2012) Un amigo para Frank

– Searle, John (1980) Minds, Brains and Programs, en Behavioral and Brain Sciences, Volume 3, Issue 3, págs. 417-457