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Notas para una reflexión autocrítica desde la izquierda revolucionaria

Avance de la ultraderecha mediática

Fuentes: Rebelión

El triunfo de Javier Milei en Argentina ha causado sorpresa, miedo e indignación entre muchos sectores de la izquierda en nuestra región continental, expresiones desde “no lo puedo creer” “no tenemos memoria” “no tenemos remedio” inundan comentarios en redes sociales y foros de opinión. Sin  embargo no estamos ante una situación inédita ni aislada, sino a un […]

El triunfo de Javier Milei en Argentina ha causado sorpresa, miedo e indignación entre muchos sectores de la izquierda en nuestra región continental, expresiones desde “no lo puedo creer” “no tenemos memoria” “no tenemos remedio” inundan comentarios en redes sociales y foros de opinión. Sin  embargo no estamos ante una situación inédita ni aislada, sino a un cierto comportamiento de las tendencias electorales en la región sobre el cual debemos realizar un análisis más profundo.

En esta ocasión propongo estas notas como pie de análisis de parte de la situación, escribo por tanto en  un grado amplio de generalidad, entendiendo que en cada país y cada región de los mismos hay particularidades que no serán expuestas en estas notas.

–          Lo primero que hay que señalar es que la izquierda electoral latinoamericana cada vez se parece más a la derecha que dice combatir, así que debemos tener cuidado en interpretar los triunfos de esa izquierda como un verdadero triunfo de un programa político de izquierda, y por lo mismo debemos tener cuidado en sobre-interpretar el triunfo de una candidatura mediática de derecha como un verdadero convencimiento popular del programa político de la derecha política con todo lo que esto implica.

–          Es importante recordar que buena parte de la población es ajena a la militancia política y suele tener la misma simpatía y antipatía por cualquier político, independientemente de su filiación, y las diferencias que se hace entre ellos desde la percepción popular, no necesariamente tiene que ver con una aprobación programática.

–          Lo que es patente en América Latina desde hace alrededor de treinta años es que estamos en una aparente democracia en donde transitan partidos de izquierda bastante derechizada con partidos de derecha que también tienen tintes populistas. Estas transiciones suelen dejar trunco tanto el programa de unos como de otros en ciertos aspectos, pero también suelen tener mucha continuidad entre ellos. El hecho es que ni los partidos de izquierda ni de derecha pueden cumplir lo que prometen y terminan desgastando a la opinión pública evidentemente insatisfecha.

–          Las promesas incumplidas son en todos los sentidos, ni se cumplen todas las amenazas de los candidatos de derecha ni las mejoras sociales que propone la izquierda electoral. Por ello es importante retomar el materialismo histórico y caracterizar los actores políticos y las situaciones por lo que realmente sucede y no por las declaraciones, que muchas veces son estrictamente publicitarias.

–          La izquierda electoral en América Latina se ha vuelto monótona y repetitiva, cada vez despierta menos entusiasmo y militancia real, avanza en ciertos puntos de la agenda progresista, pero sobre todo de carácter simbólico, pero no logra dar resultado en los aspectos más sensibles que afectan a la clase trabajadora, quien hace tiempo que no ve en esa izquierda su representación política.

–          La izquierda electoral ha sido caldo de cultivo para el oportunismo de grupos que para posicionarse políticamente y hacerse de sus propios cotos de poder burocrático, hacen uso demagógico de algunas demandas legítimas, pero terminan desacreditando esas demandas al convertirlas en un mero instrumento de dichos grupos para hacerse de recursos que administran como propios. Lejos de promover un progreso en las libertades, a veces estas prácticas empujan a parte de la población a posiciones más conservadoras, pues terminan asociando la agenda progresista con el mero oportunismo de ciertos grupos.

–          La izquierda revolucionaria atravesamos por un período crítico, pasan los años y no nos logramos reponer de los duros golpes recibidos en la parte final del siglo XX, y desdibujados, pasamos a veces por sectas, y a veces por otros seguidores de los partidos socialdemócratas de la izquierda electoral.

–          En ese extravío, muchas veces llegamos a justificar lo injustificable y defender lo indefendible; sabemos que las propuestas de la socialdemocracia son históricamente inviables, que tienen muchas fragilidades económicas y que le dan aire a las estructuras más sólidas de la dominación. Aun así, con tal de no ceder espacio a la derecha, terminamos defendiéndolos, o simplemente terminamos callando. No es y no ha sido fácil caminar la delgada línea entre no ser comparsas de la derecha promoviendo el descrédito de la socialdemocracia ni ser comparsa de prácticas reaccionarias de la izquierda electoral.

–          No podemos ignorar en nuestro análisis sobre el declive de algunas fuerzas políticas de la izquierda electoral que parte de sus gobiernos han estado acompañados de casos graves de corrupción, de incompetencia administrativa y de muchas otras actitudes que desde la perspectiva popular son detestables. Es cierto que esas mismas situaciones pasan en la derecha, pero eso no hace que sea menos cierto que pasan en los llamados gobiernos progresistas y no es insensato pensar en que el desgaste de los mismos viene de sus propias incapacidades.

–          Siempre que la derecha gana en alguna forma y en cualquier lado, se sabe que hay manipulación de por medio, una carga mediática que hace eco en sectores de la población con poca o nula educación política, con poca o nula comprensión de los fenómenos económicos y con poca o nula conciencia histórica; pero, por otra parte, esas son constantes en la democracia burguesa y además son factores que a veces también influyen en el atractivo de algunas propuestas de la izquierda electoral, quien al igual que esta derecha mediática suele promover confusiones económicas e históricas.

Por último, dejo abierta la siguiente pregunta tratando de contribuir con ello a la reflexión: Si la justificación de parte de la izquierda que fue revolucionaria y se sumó a la izquierda reformista electoral, era el hartazgo de cosechar derrotas y la urgencia de ganar, aunque sea algo ¿Cuándo nos vamos a cansar de cosechar las derrotas de la izquierda electoral? ¿Cuándo vamos a reconocer que no tiene viabilidad histórica ni a mediano ni a largo plazo?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.