Los viajes de Aznar a la región y su repentina vocación docente son parte de la nueva colonialidad del poder y del saber. La alianza entre empresarios españoles, latinoamericanos y el Partido Popular se resuelve en la firma de contratos millonarios a su favor. Sin embargo tienen un objetivo mayor que el engordar su cuenta […]
La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) ha terminado recientemente un trabajo colectivo cuyos creadores son los dirigentes del Partido Popular y los empresarios españoles con intereses en la región como el BBVA, el Santander o ENDESA. Se trata de una visión elaborada a conciencia y contrastada con miembros de fundaciones como Elcano, la Konrad Adenauer, de los partidos y personajes relevantes de medios académicos, periodísticos y diplomáticos de la derecha latinoamericana. Entre ellos destacan: Manuel Espino Barrientos, presidente del PAN de México; Belisario Betancourt y Andrés Pastrana, ex presidentes de Colombia; Carlos Tuleda, secretario ejecutivo de Asuntos Exteriores del Partido Demócrata Cristiano chileno; Sebastián Piñera, presidente de la Fundación Futuro de Chile; Adalberto Rodríguez Giavarini, ex canciller de Argentina, Marcela Prieto Botero, directora ejecutiva del Instituto de Ciencia Política de Colombia; Luis Cordero Barrera, prorrector de la Universidad Andrés Bello de Chile; Diana Sofía Giraldo, decana de Comunicación de la Universidad Sergio Arboleda de Colombia; Luis Bustamante Belaunde, rector de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas; Ricardo López Murphy, presidente de la Fundación Recrear para el Crecimiento de Argentina; Leopoldo López, Alcalde de Chacao-Venezuela; Alberto Jorge Triaca, director de la Fundación Pensar, Argentina; Gerardo Bongiovani Garassai, director de la Fundación Libertad, Argentina. No faltan periodistas , como Julio Cirino y Carlos Pagni de Argentina o Plinio Apuleyo de Colombia y asesores políticos como el boliviano Sarmiento Kohlenberger. Pero las instrucciones mas relevantes las reciben de los «intelectuales amigos» como: Enrique Krause, Carlos Alberto Montaner, Jorge Edwards o Álvaro Vargas Llosa.
Entre estos, los políticos y asesores españoles se reunían en la calle Juan Bravo 3, sede de la FAES, en ocasiones, encubriendo dichas sesiones bajo aparentes conferencias, para trabajar en el documento. En otras ocasiones se trasladaban a los despachos del Partido Popular ubicados en la calle Génova 13, donde laboraban hasta altas horas de la madrugada. Allí el protagonismo lo adquirían Baudillo Tomé, secretario de Programas, y Jorge Moragas, responsable de Relaciones Internacionales. Por sus oficinas dejan sus aportes Ana Palacio, ex ministra de Asuntos exteriores; Román Escolano, ex director del departamento de economía de Presidencia de Aznar; José luis Feito, ex embajador de España ante la OCDE; Santiago de Mora Figueroa, Marqués de Tamarón; Luis Martí Mingarró, decano del colegio de Abogados; Francisco Pérez González, presidente de la Sociedad Iberoamericana de Amigos del Libro; Fernando Fernández Méndez de Andrés, rector de la Universidad Antonio de Nebrija; Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, ex-embajador ante la OEA; Antonio Tornel, vicepresidente de la Fundación ENDESA; Enrique Rajoy, secretario general del Centro Internacional de Derecho Registral; José Luis Escrivá, director del servicio de estudios Económicos del BBVA; Juan Costa Climent, ex ministro de Ciencia y Tecnología; Gustavo de Arístegui, portavoz de Asuntos Exteriores del Partido Popular en el Congreso, entre otros.
El objetivo, buscar el complemento a su política exterior subordinada a los Estados Unidos redactada en el documento: OTAN una Alianza de la libertad. Para este fin, la responsabilidad recae sobre dos figuras relevantes del partido y la FAES: Miguel Ángel Cortés, ex secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, y Guillermo Hirschfeld, coordinador de programas para Iberoamérica de la FAES. Todo el 2006 trabajan en dicha propuesta y en febrero de 2007 ve la luz el informe final: América Latina. Una agenda de Libertad. Prologado por el presidente de la FAES, José María Aznar, tendrá un costo nada despreciable de un millón de euros entre viajes, consultas, conferencias y actividades colaterales. Ello muestra la importancia, para la derecha, sus aliados latinoamericanos y los partidos conservadores europeos de implementar una segunda revolución liberal en el continente. La invitación de Aznar por América Latina se inscribe en esta dinámica. Sus clases son un compendio del nuevo vademecum. De su boca sale un guión perfectamente diseñado. Veamos.
Dejando de lado la presentación del susodicho, sigue una breve introducción donde los autores destacan el carácter heterogéneo de la región. Genérico en sus propuestas, explica la utilización de la voz América Latina y no Iberoamérica o Hispanoamérica. Pero, lo verdaderamente importante es el contenido de los tres capítulos: I. América Latina y Occidente; II: ¿Dónde Estamos?; y III: Una Agenda de Libertad y Progreso. Mientras el primero no posee sub-apartados; el segundo se subdivide en la política y en economía y sociedad; el tercero es una suma de propuestas en el cual incluyen una mención expresa sobre perspectivas cubanas. Sus puntos son:
Políticas institucionales para un Estado de Derecho efectivo
Crecer para aumentar el bienestar
Educación y Cultura: las bases para una economía del conocimiento
Integración: un objetivo de geometría variable
Estados Unidos: actor insustituible, agente impulsor
Unión Europea: exportando seguridad y democracia
España: construyendo la Comunidad Iberoamericana. Además del citado «perspectivas cubanas».
El texto se cierra con un apartado de conclusiones.
Para abrir boca veamos su lógica argumental: «América Latina es una parte sustancial de Occidente. Esta afirmación es capital para pensar el futuro de América Latina… Occidente no es un concepto geográfico. Occidente es un sistema de valores vigente en una sociedad. Es una cultura. No es la expresión del espíritu de un pueblo, ni es patrimonio exclusivo de nadie. Los valores occidentales son universales… Pero hay que recordar también que Occidente no es una conquista asegurada para siempre. De hecho ha habido terribles regresiones a la barbarie y el salvajismo en los países y sociedades que han ayudado a conformar Occidente». Y en el continente existe «una izquierda anti-occidental… Fidel Castro era su principal referencia… Pero el chavismo ha tomado el relevo del castrismo terminal. Chávez, como líder emergente, intenta forjar una verdadera alianza antisistema cuyo objetivo es la implantación del socialismo del Siglo XXI en América Latina». Ahora, vayamos por partes.
Si se trata de poner el acento en la pertenencia de América Latina a Occidente, en este marco observamos la construcción del proyecto de la derecha española. Estamos en presencia de una propuesta política. Según sus autores, la agenda para la libertad es un diagnóstico donde definen problemas, se observan amenazas y se visualizan las oportunidades para el futuro del subcontinente. Es un estudio de prospectiva de fuerzas políticas. Así, la definición de Occidente cobra relevancia para su programa político. Su inicio es peculiar. Occidente es un sistema de valores universales. ¿Cuáles? Para la derecha, tres factores dan lugar a esta construcción:
Las ideas nacidas en Grecia, en tanto superadoras de la monarquía de origen religioso y mágico. Aparición de la polis y el Agora desde la cual se distingue el orden de la naturaleza y el orden social. La noción de semejanza, de igualdad ante la ley y la idea de libertad.
Los aportes de Roma. El derecho, esencial para la humanidad. Delimita lo tuyo y lo mío. «Permite individualizar la vida, porque la propiedad ya no se confunde con el magma comunitario». Así, se extiende la idea de un derecho superior, perfecto e inmutable, un derecho natural, del que el derecho positivo no es más que una aproximación
Los valores procedentes de la tradición judeo-cristiana. «Cuyo valor fundamental a los efectos que aquí interesan, es la idea de compasión, un concepto que va mas allá de la justicia propia de la tradición romana…», donde se unen: «el relato bíblico de la creación que hace hermanos a todos los hombres; la idea de tiempo lineal y no circular que hace posible la idea de progreso; la idea de la dignidad esencial del ser humano, universal».
Factores necesarios para que el mandamiento «no matarás no rija sólo para los judíos sino para toda la humanidad. Algo por completo novedoso en comparación a otras civilizaciones. Tanto en el antiguo como nuevo testamento». Sobre estos tres pilares asientan la idea de persona. Y por arte de birlibirloque extrapolan dichos valores a un régimen en el cual sintetizan las premisas: la democracia liberal. Éste, alegan, condensa Occidente, por cuanto elige a sus gobernantes, limita las decisiones a un Estado de derecho, garantiza el derecho a la vida, la igualdad ante la ley, las libertades de reunión, asociación y culto, la tolerancia y pluralismo. Además de reconocer el desarrollo del pensamiento científico, crítico y el método racional. Y en el orden económico, lo dicho se traduce en la economía de mercado, «donde se reconoce la capacidad de emprender y comerciar, el factor de pluralismo e iniciativa». Complementos de la libertad y la propiedad. Bajo estas cualidades, Occidente se yergue patrimonio de la humanidad expandiendose a lo largo de la historia. Por ende: «América Latina es el fruto histórico de esa expansión a fines del siglo XV, donde lo más relevante de dicha incorporación… a la idea de Occidente… fue la extensión del cristianismo».
Pero la supremacía de Occidente frente a otras civilizaciones se encuentra amenazada por quienes desean retrotraerla al magma comunitario del salvajismo o la Barbarie. Y si en América Latina «hubo dictaduras, totalitarias o no, y represión… han sido períodos limitados en el tiempo… la aspiración ha sido siempre retornar a formas de gobierno democráticas». Sobre este principio,enfatizan, el proceso de inserción de América Latina a Occidente ha sido imperfecto e incompleto, pero por su historia y por su tradición, por sus aportes a la creación, al pensamiento y la cultura es una parte de él. Sin embargo, ahora toca dar un nuevo impulso para evitar que caigan otra vez en el salvajismo. El camino es incorporarlos a la modernidad y ello pasa por su agenda para la libertad. Su itinerario se traza en el apartado ¿Dónde Estamos?. La redacción presenta un cuadro cuyo objetivo es mostrar las amenazas para cumplir los objetivos políticos. Comienzan afirmando: «En el último tercio del siglo XX había razones para que América Latina tuviera confianza en sí misma». Sus argumentos son cuantitativos. Indices educativos, de salud, etcétera. Factores equiparables, según los autores, a los países desarrollados en los años ochenta. Así, sus instituciones políticas, su proceso de industrialización y modernización se extendió en los años cincuenta y sesenta. Pero a diferencia de otras zonas de Occidente fracasaron a la hora de crear condiciones de bienestar y calidad de vida. Pretexto para la propagación de movimientos revolucionarios, que a la vez generó golpes militares. Por suerte, en los ochenta, las transiciones «con la anomalía irritante de Cuba», señalan, supuso un cambio acompañado «de un descrédito del nacionalismo económico fundado en el proteccionismo comercial, la sustitución de importaciones y la hipertrofia del sector público. Todo seguido del respaldo del FMI y el BM, que apoyaron las reformas liberales en los años noventa. Lamentablemente, aplicadas de forma parcial y deficientemente como el consenso de Washington».
Ha sido esta circunstancia, según la derecha española, lo que resucita y da alas a los «partidos y movimientos que apelan a las emociones, antes que a la razón para el apoyo popular». Es el «discurso viejo y falaz del nacionalismo económico, de la retórica antiimperialista, del victimismo histórico, cuando no del racismo inverso que niega la raíz europea de las sociedades americanas» lo que pone en riesgo el futuro. Además, estos movimientos no son viables, están anclados a fórmulas fracasadas y ajenas a la tradición liberal latinoamericana. «Si dan crédito a estos espejismos y abandonan los esfuerzos reformadores, la región corre el riesgo de perder otro tren hacia la modernidad». Hay que profundizar en las reformas liberales y los valores occidentales antes que sea demasiado tarde. El problema es grave. Aunque «los regímenes democráticos se generalizan persisten los problemas de inestabilidad política, fragilidad democrática y falta de confianza en las instituciones».
En este contexto se esconde la amenaza colectivista: «movimientos, pues no cabe identificarlos como partidos políticos, continuadores de grupos revolucionarios que proclaman su adhesión a las doctrinas de la izquierda radical del siglo XX…»
Identificar al enemigo de Occidente es una necesidad. Si «Fidel Castro en tiempos de guerra fría trató de construir un bloque ideológico contra las democracias occidentales, frustrado tras la caída del muro de Berlín. Hoy Chávez, toma el relevo, forja la alianza anti-sistema cuyo objetivo es la implantación del socialismo del siglo XXI. El proyecto contra Occidente lo conforman: el indigenismo, el neoestatismo, el nacionalismo, el militarismo y el populismo. Juntos, arman la propuesta anti-sistémica donde «priman los supuestos derechos colectivos frente a los individuales, ignorando al individuo en beneficio del grupo, sea etnia, sindicato o clase social». En la Agenda, «el indigenismo empieza a ser para América Latina lo que el nacionalismo es a Europa… Ambos cuestionan los Estados nacionales modernos… el indigenismo, sustituye el concepto de ciudadano de una república por el miembro de una comunidad étnica, al igual que el nacionalismo europeo busca fórmulas identitarias excluyentes… Tanto los indigenistas americanos como los nacionalistas excluyentes europeos promueven el falseamiento de la historia, en terreno económico utilizan la reivindicación de supuestos derechos históricos como instrumento de dirigismo y proteccionismo económico». Por otro lado, «el neoestatismo es una amenaza ideológica ya que culpa al neoliberalismo de todos los males de la región. Su aplicación es un retorno al pasado, porque sus políticas económicas fracasaron. En cuanto al populismo, Enrique Krause es el gurú conceptual. Personalismo providencial de un líder demagogo. Carisma con control de los medios de comunicación. Sujeto halagador del pueblo, con culto de la personalidad, arbitrario y perteneciente a un partido o movimiento. ¿Pensaba Krause en Aznar, Fox, Bush, Berlusconi, Fujimori? Respecto al nacionalismo populista, la agenda, señala el antiimperialismo de los antisistémicos como la ideología corrosiva al satanizar el papel desempeñado por los Estados Unidos, las instituciones internacionales, las multinacionales y «El consenso de Washington». La estrategia de los anti-occidente es poner en jaque el sistema democrático y el orden institucional. El ejemplo utilizado es Venezuela. «Hugo Chávez… primero… cuestiona a los partidos… luego a las instituciones y la ley y se produce un cuestionamiento del sistema de partido y el sistema democrático en su conjunto». Este nacionalismo populista de Chávez releva a Fidel Castro en la lucha contra Occidente y se considera una: «injerencia castiza del internacionalismo proletario interviniendo en la región bajo la fórmula del populismo revolucionario». Para los autores, ello supone una alianza anti-sistema enemiga de la globalización, cuyos miembros elaboran no sólo una «teoría de la conspiración. Son unos frustrados donde concentran sus iras y perversiones, anti-occidentales y anticapitalistas…aglutinan a la izquierda que fracasó en mayo del 68, a los que jalearon el comunismo y que hoy ven con complacencia la pulsión anti-occidental del islamismo yihaidista, a los antiglobalizadores altermundistas… y a las distintas manifestaciones de indigenismo, populismo y fanatismo religioso. Su enemigo común: Occidente.»
Esta alianza no es sólo teórica. «Hay coincidencia de actuación… entre Venezuela, Irán y Siria… Así, extrapolan y concluyen, en la triple frontera, Argentina, Brasil y Paraguay aumenta la inquietud por la actividad terrorista de los grupos islamistas que defienden el terrorismo… Europa debe hacer ver que América Latina esta inmersa en la amenaza de Al-Qaeda y la yihad y es su objetivo». Bajo este nuevo terrorismo se esconde la alianza antisistema del socialismo del siglo XXI. Se aprovechan del déficit institucional y la fragilidad democrática para llevar a cabo su plan. Eso sí, tal situación es debido también a la suma de dos agravantes: «las doctrinas cepalistas y el populismo dirigista con sus burocracias parasitarias que coartaron las libertades» y «la aplicación parcial, tras las elecciones libres, de las políticas liberales. Ello, según los redactores del documento, se debe a detractores de la economía de mercado que buscan restringir el avance de las libertades. Entre los populistas, neoestatistas, se deben agregar, los teólogos de la liberación y la ideología del pobrismo. «… enemigos de la libertad que intentan convencer a través de argumentos falaces que el capitalismo, los intereses foráneos y la globalización son los que generan pobreza, cuando está sucediendo todo lo contrario… es la ideología del pobrismo…». «No existe experiencia en la que se haya disminuido la pobreza ahuyentando al capital y a los empresarios…», «No se puede decir… el rico es malo… Jesús también fue pobre».
Por el contrario, subraya la Agenda, son la falta de libertad económica, la inseguridad jurídica para invertir, el menoscabo del derecho de propiedad, la falta de legislaciones y tributaciones de beneficio al capital y un buen pacto de la Moncloa, además de la violencia estructural del sistema, lo que impide el progreso. Según el documento, esto último sería uno de los factores claves. La violencia coarta las libertades, limita el crecimiento económico y dificulta el funcionamiento de la democracia. Según Cortés e Hirschfeld, es un poliedro donde la delincuencia callejera, las pandillas, el terrorismo, el narcotráfico, el secuestro y la impunidad criminal estimulan, gracias a un sistema penitenciario en crisis, a delinquir. Ellos alertan. América Latina es un mar de corrupción, de democracias inmaduras, carentes de liderazgo y con rivalidades nacionalistas. Europa, agregan, es un espejo donde mirar. También el pasado Ibero. Aportó unidad y los vínculos institucionales y culturales a la región del cual carece. En esta lógica, existe un patrimonio histórico-cultural, donde la educación es fundamental. Pero en la actualidad, los problemas vienen por no privatizarse y no estar a la altura de las necesidades de la economía de mercado. Sus tesis para explicar la crisis educativa: «apuntan hacia la ineficacia en la administración de los escasos recursos destinados a la educación, la falta de capacitación y dedicación del profesorado, la calidad deficiente de los métodos de enseñanza y sobre todo el bajo nivel del alumnado». Y por otro lado se declaran defensores de la integracion de las lenguas europeas en América Latina, refiriéndose al ingles, español, francés y portugués. Miran con desprecio las lenguas aborígenes y concluyen: «Durante quinientos años las lenguas aborígenes han pervivido en coexistencia con el español. Aunque pocas han alcanzado algún peso demográfico…». Así, preservar este patrimonio, según constatan, no debería suponer educar en idiomas, ni lenguas aborígenes ni reconocer derechos colectivos, por cuanto «supone una amenaza hacia el orden constitucional liberal y los derechos individuales de los propios miembros de las comunidades».
Bajo el epígrafe: Una agenda para la libertad y el progreso comienzan las propuestas que buscan potenciar la unidad y los valores «entre los partidos de centro derecha(liberales, democristianos y conservadores)… a través de su colaboración y coordinación internacional». Dichos valores son: «… la pertenencia a Occidente, las raíces cristianas de América…, y sobre todo, la voluntad de que el modelo de sociedad abierta y democrática triunfe frente a la amenaza del populismo. El objetivo es derrotar… al socialismo del Siglo XXI. -Así- El Partido Popular europeo… es un buen ejemplo de como la unión de afines es capaz de hacer triunfar unas ideas y valores compartidos. Igualmente los partidos políticos de centro y centro derecha de América Latina deben abrirse a nuevas formas de cooperación, con mayor grado de integración…» Su objetivo, configurar un partido popular regional con un programa único. PAN y nuevos aliados en México, Democracia Cristina y Renovación Nacional en Chile, AD y COPIE en Venezuela, Blancos y Colorados en Uruguay, Liberales y Colorados en Paraguay, Liberales, Democracia Cristiana y Derecha en El Salvador, Liberación Nacional y Democristianos en Costa Rica, etc.
Las bases consisten en aceptar los principios de la economía de mercado y sus instituciones. Normas de derecho a la propiedad privada. Respeto a los contratos para la libertad de mercado y libre competencia. «En América Latina la prosperidad económica sólo puede venir capitaneada por la iniciativa privada garantía de prosperidad y libertad». Su conclusión: el populismo acosa los derechos de propiedad y es un peligro para la libertad individual. «El ataque a los derechos de propiedad por parte del Estado, sin que quepan distingos entre ciudadanos y empresas nacionales, es una constante de los populismos… y del socialismo del siglo XXI». Asimismo, la intervención del Estado en la acción social, rompe el equilibro entre lo público y lo estatal. «Entre las funciones del Estado no está la intervención directa… como reivindican corrientes neoestatistas». El éxito para consumidores y contribuyentes, subrayan, se basa en la privatización y en establecer impuestos como el IVA único. Llegando a proponer un porcentaje, el 15%. En esta dirección se plantean que «América Latina tiene mucho que perder con un proteccionismo que sólo responde a los intereses de determinadas minorías… El discurso proteccionista, tan antiguo como desacreditado, es hoy enarbolado por el nuevo populismo nacionalista y antiglobalizador. América Latina debe reconsiderar su estrategia negociadora en la Ronda de Doha y otro papel en la OMC». Así, todo debe ser trasformada, también, la educación. Se trata de crear consumidores competitivos cuya lógica sea dotarlos de «incentivos al esfuerzo, a la exigencia y a la recompensa condicionada a los resultados… Hay que aplicar normas claras del mercado a la educación y los colegios, a los profesores…» Es necesario aprovechar la creatividad, materia prima abundante para luego sacar partido y fundar un «mercado cultural transatlántico, basado en gustos y tradiciones culturales compartidas y eliminar trabas al mercado… al igual que en otros sectores de la economía. La cooperación iberoamericana debería evitar abrigar o justificar políticas que persiguen controlar la vida cultural de los ciudadanos o condiciones de su libertad de elección, a menudo bajo el pretexto de defender la diversidad… La diversidad es innegable en América Latina y es un tesoro…» aunque, con anterioridad se sitúa la libertad de elegir inherente a la globalización.
En este apartado, destaca su propuesta de integración hemisférica, latinoamericana, subregional e iberoamericana. La primera se refiere a la seguridad y le corresponde ejercerla a Estados Unidos. Es actor insustituible. Tiene una «trayectoria en la defensa de la democracia y la libertad demostrada día a día en la defensa de los derechos fundamentales… como garante activo de los valores en todo el mundo… -lo anterior-… lo demuestra al embarcarse en la batalla en Oriente Medio». La contrapartida del poder hemesférico de los EEUU debe ser fomentar un Plan Marshall de inversiones privadas discriminatorias entre países con Tratados de Libre Comercio, seguridad jurídica y acordes a los postulados del ALCA. Los otros ejes son subsidiarios del primero. En ellos, la Unión Europea tiene que ayudar a los Estados Unidos a consolidarse en la región. La Unión es un «poder blando con capacidad para influir mediante el ejemplo y cooperación». América Latina debe abrir sus fronteras a las empresas multinacionales. A España le cabe construir la comunidad Iberoamericana. Ser un interlocutor y reforzar la alianza atlántica. «No se puede permitir acercarse a regímenes populistas como Venezuela y otros. Eso desacredita el liderazgo español en el mundo». Hay que mantener una posición firme en las cumbres capaz de enfrentar el socialismo del siglo XXI. Así, en el último sub-apartado, perspectivas cubanas, plantean que: «la desaparición de Castro es inevitable, pero su empecinamiento ideológico y su fortaleza física dejan obsoleto cualquier escenario», y añaden, que ha recompuesto «la alianza revolucionaria con Venezuela, Bolivia y Ecuador, junto con la benevolencia de otros gobiernos populistas como China y la India y la pasividad de la Unión Europea. «Lo cual obliga a repensar la política de intervención, mas aún cuando el problema cubano forma parte de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos. Por esta razón, España debe «recomponer la relación Unión Europea, EE UU para trabajar en el diálogo entre cubanos». Su objetivo es crear condiciones para desestabilizar el orden político por medio de «la creación de un fondo José Martí con aportes de inversores privados y de organismos internacionales para ayudar a la oposición y evitar el riesgo, tras la caída, de un nacionalismo populista. El papel de España será ineficaz si renunciamos … a la colaboración con los EE UU».
Por último, en el capítulo de conclusiones, los autores presentan su particular oráculo: «América Latina se encuentra en la encrucijada: elegir entre la libertad o el autoritarismo demagógico… Adoptar la agenda de la libertad es la forma más segura de iniciar la senda del progreso y la libertad y modernización… Occidente demanda la incorporación plena de América Latina».