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Balance político del año 2014

Fuentes: Rebelión

El año 2014 ratificó la presencia de un «movimiento democrático» que existe «de hecho» en la sociedad colombiana. Es un movimiento que va más allá de los partidos, grupos y dirigentes. La población que apoya a los sectores independientes, alternativos, liberales sociales, socialdemócratas, progresistas y de izquierda, se expresó en forma consistente durante el año […]

El año 2014 ratificó la presencia de un «movimiento democrático» que existe «de hecho» en la sociedad colombiana. Es un movimiento que va más allá de los partidos, grupos y dirigentes.

La población que apoya a los sectores independientes, alternativos, liberales sociales, socialdemócratas, progresistas y de izquierda, se expresó en forma consistente durante el año que termina. Así lo viene haciendo en los últimos 15 años.

Las primeras manifestaciones de ese proceso se presentaron a principios del siglo XXI con la elección de Lucho Gómez, Guillermo Alfonso Jaramillo, Floro Alberto Tunubalá y Parmenio Cuéllar, en la Guajira, Tolima, Cauca y Nariño, respectivamente.

Después vino la elección de Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro en Bogotá. Allí, a pesar de los tremendos errores cometidos, el movimiento democrático siguió buscando y apoyando las iniciativas sociales, progresistas y de izquierda.

Sin embargo, en los últimos meses de 2013 y primeros meses de 2014 – después del formidable Paro Nacional Cafetero y Agrario – se evidenció la incapacidad de los dirigentes «alternativos» de sintonizarse con el sentir democrático de una buena parte de la sociedad colombiana.

No fueron capaces de generar consensos y acuerdos para presentar una fuerte candidatura de «tercería» a la Presidencia de la República.

La tozudez sectaria de Robledo que se negó a apoyar la legalización jurídico-electoral de las convergencias, la práctica viciada de Navarro concentrada únicamente en acuerdos burocráticos entre personalidades políticas, y la falta de identidad ideológica que rayó en el oportunismo, llevaron a la división y dispersión del campo democrático y a la auto-derrota.

Menos mal que la sabiduría popular y la reserva democrática dieron la mano.

A pesar de las órdenes de dirigentes progresistas y algunos verdes de votar en la primera vuelta presidencial por Santos, el grueso del «movimiento democrático» decidió apoyar la dupla conformada por Clara López y Aída Abella.

Esa fórmula consiguió el respaldo de cerca de 2 millones de votantes y ratificó la existencia de fuerzas nítidamente anti-neoliberales que exigen cambios importantes en la conducción del país.

Sin embargo ese resultado no se puede interpretar como un triunfo contundente. Es, indudablemente la revalidación de que la unidad suma y multiplica votos, pero nada más. No deja de ser una derrota.

Sobre todo cuando en la Nación desde el año anterior (2013) se respiraba un aire de protesta, inconformidad y movilización social activa y beligerante. Ese ambiente tuvo que haberse materializado en importantes resultados en el campo electoral.

El gran derrotado al interior de las fuerzas democráticas fue el senador Robledo, quién había anunciado una debacle en el Polo por unirse con sus anteriores aliados del Partido Comunista y la Unión Patriótica, representados por Aída Abella.

Pero Petro también sufrió su pequeño revés. Se negó a apoyar a Clara y prefirió hacer acuerdos directamente con Santos, muy seguramente para sostenerse en la Alcaldía frente a la arremetida del Procurador.

En la segunda vuelta el «movimiento democrático» vuelve a expresarse con coherencia. A pesar de los llamados del Moir y un sector de los Verdes a votar en blanco, la gran mayoría de las fuerzas democráticas decidieron «votar por Santos contra Uribe», a favor de la Paz y contra la guerra.

Esa votación significó – así mismo -, que el movimiento democrático les perdonó a Santos y a la guerrilla sus incoherencias oportunistas en el manejo de los diálogos y del proceso de Paz.

Pero el uribismo – aprovechando esos errores – obtuvo un importante respaldo que no se puede minimizar. Está allí, acechando, complotando y esperando su oportunidad.

También existió la expectativa de que el gobierno de Santos profundizara las políticas sociales que inició en su primer gobierno (reparación de víctimas, restitución de tierras a desplazados y otras) e impulsara algunos cambios en su política neoliberal.

El problema consistió en que los partidos y dirigentes alternativos y de izquierda que ayudaron a elegir a Santos – por complejos moralistas – no exigieron ni forzaron la participación en el gobierno ni sustentaron los cambios correspondientes. Cazaron el tigre y se asustaron con el cuero.

En el 2015 el «movimiento democrático» no sólo tendrá que seguir respaldando el proceso de Paz, elegir gobiernos locales y regionales que representen las nuevas fuerzas sociales y políticas que emergen desde lo profundo de la sociedad, sino perfilar un escenario nuevo y de transformación democrática hacia el 2018.

No se trata solo de detener al uribismo. La meta tiene que ser ganar la alcaldía de Bogotá con fuerzas claramente independientes, alternativas, liberales sociales, progresistas y de izquierda.

En donde esto no sea posible, en aquellos entes territoriales donde se corra el peligro de que el uribismo pueda ganar, se tendrán que concertar amplias alianzas con base en programas democráticos, sociales y contra la corrupción.

Ojalá los graves errores cometidos durante el 2014 no sean olvidados ni justificados. Deben servir de lección para que en el 2015, el «movimiento democrático» sea interpretado consistentemente por la dirigencia de los grupos y partidos, construyendo unidad y claridad.

Sin embargo, para forzar mayores desarrollos en el campo democrático se necesita ir visualizando el surgimiento de un Nuevo Proyecto Político.

Es necesario que aparezca sangre nueva que utilice métodos realmente democráticos e impulse prácticas incluyentes, ágiles y flexibles. No se trata de oponerse a alguien en particular pero si es urgente dinamizar y canalizar los procesos sociales y políticos que están apareciendo en las ciudades y que requieren nuevas alternativas y propuestas.

Los grupos y partidos alternativos y de izquierda que nacieron en los años 60s y 70s del siglo pasado (XX) sufren la «fatiga del metal». La corrosión y el envejecimiento los ha debilitado. Son partidos con genes y herencias rurales que ya no dan más. Se precisa un fuerte sacudón y el relevo generacional. ¡El año 2015 es propicio para que la juventud se haga sentir! 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.