En el mundo hay de manera permanente más de 20 conflictos armados. Cuando uno camina hacia la resolución y baja la intensidad de la violencia armada, aparece otro para mantener el nivel de actividad militar. Las guerras suceden por múltiples factores, y no es objeto de este artículo analizarlos, pero, hay varias cuestiones que el […]
En el mundo hay de manera permanente más de 20 conflictos armados. Cuando uno camina hacia la resolución y baja la intensidad de la violencia armada, aparece otro para mantener el nivel de actividad militar. Las guerras suceden por múltiples factores, y no es objeto de este artículo analizarlos, pero, hay varias cuestiones que el sentido común hace que nos planteemos recurrentemente.
¿Acaso no es posible acabar con la violencia armada cuando sabemos cuáles son los conflictos existentes, aquellos que pueden llevar a niveles de violencia en que las armas juegan un papel determinante, si sabemos también las mil y una maneras de prevenirlos, de atajarlos o de reducir su impacto, y teniendo en cuenta que también sabemos construir la paz, ya que afortunadamente hay más lugares en el planeta sin guerra que con ella?. Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Acaso nuestros gobernantes ignoran cómo funciona el mundo, no tienen acceso a la información de decenas e incluso centenares centros de estudios por la paz que proponen y promueven maneras diferentes de gestionar los conflictos sin el uso de la violencia, o puede ser que aun sabiéndolo, no lo hagan porque haya otras consideraciones que les impiden tomar las decisiones correctas? He aquí donde tiene cabida el enfoque del ciclo armamentista que sirve para entender la facilidad con que nos embarcamos en guerras y apostamos frecuentemente por la vía militar para resolver los conflictos.
El ciclo armamentista explica el proceso de militarización y armamentismo de las sociedades desde la identificación de la necesidad de las armas hasta su utilización final. La necesidad surge de las amenazas a la seguridad, reales o ficticias. Estas a su vez sirven para justificar el gasto público militar, la producción de la industria armamentística, el comercio de armamento y la financiación de todos ellos. En primer lugar, es importante destacar que el gasto militar es financiado por los presupuestos estatales, con los que se financia una estructura militar humana y material capaz de utilizar la fuerza armada cuando se precise. Es decir, somos los contribuyentes quienes dedicamos un porcentaje de nuestros ingresos a su mantenimiento. En el caso español dedicamos más de 16.500 millones de euros solo en 2014, el 4% de los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone 45 millones de euros diarios. Una parte del presupuesto militar va dedicado a ayudar a las empresas de armas, con créditos públicos blandos se financia la I+D que sirve para fabricar las armas que acaba comprando el ejército. Solo en España se han concedido mas de 23.000 millones de euros en créditos a la I+D militar, la mayor parte proveniente del Ministerio de Industria. Pero la industria militar necesita más dinero y este lo consigue del mercado, como cualquier otra empresa.
¿Qué ofrece el mercado financiero a las empresas de armas? Todos los productos que ofrecen a cualquier otra empresa, que eminentemente son: créditos, préstamos, pólizas de crédito, emisión de bonos y pagarés, ampliaciones de capital emitiendo acciones, la gestión necesaria para la compraventa de acciones en el mercado secundario, fondos de inversión que incluyen acciones de empresas de armas, e incluso asegurar y financiar las exportaciones de armas. Quienes ofrecen tales servicios son los bancos privados. Cabe decir que las empresas que fabrican y comercializan armamento no podrían mantener el mismo nivel de negocio de nos ser por la ayuda de los bancos. Solo teniendo en cuenta las empresas de armas españolas, tras analizar más de doscientas industrias militares, el ratio de endeudamiento medio e las mismas llegaba en 2010 al 73%. Es decir, sin financiación las empresas de armas a lo sumo alcanzarían una cuarta parte de su producción. Si este dato fuera extrapolable a nivel mundial, podríamos pensar que podría haber cuatro veces menos armas en el mundo. La ecuación es sencilla, cuanto menos armas, menor posibilidad de recurrir a la violencia armada, menos víctimas y muy probablemente menos conflictos armados.
En recientes estudios de varias entidades que monitorizan las inversiones en algunos tipos de armamento controvertido, como las armas nucleares, las bombas de racimo o las minas antipersonal. Aparecen datos que muestran una pequeña parte de la realidad de la vinculación entre los bancos y las empresas de armas. Una recopilación de las inversiones en armas de las principales entidades financieras que operan en España es recogida en el informe del Centro Delàs de Estudios por la Paz «Evolución de la banca armada en España» en el que se calcula que las firmas exclusivamente españolas han dedicado a través de créditos, fondos de inversión, emisión de bonos y pagarés y financiando las exportaciones de armas más de 7.000 millones de euros a la industria militar, una buena parte en el periodo de crisis, cuando el crédito a las familias y las pymes estaba prácticamente congelado. Si además calculamos la financiación identificada de la banca extranjera de mayor presencia en el Estado, las cifras son mareantes, cerca de 113.000 millones de euros han ido a parar a la industria militar de bancos como BNP, Deutsche Bank, Citibank, Barclays Bank, ING o Bankinter o aseguradoras como Allianz, AXA o AIG.
Banca Armada, es la denominación utilizada para definir a los bancos que colaboran del complejo militar industrial y que ayudan a que los niveles de armamentismo sean tan elevados y que, en consecuencia, existan un mayor número y más destructivos conflictos armados. Las entidades financieras que son susceptibles de ser llamados banca armada son tantas que fue necesario establecer un ranking para saber, al menos, qué bancos son los que tienen mayores vínculos con las empresas de armas. En el ranking de la Banca Armada española destacan, a gran diferencia del resto, el BBVA y el Santander, los dos grandes bancos españoles que también son los dos grandes financieros de las armas. Destaca también el tercer lugar de Bankia y la aparición de cajas que presumen de obra social, como Caixabank.
Ranking de la banca armada española (10 primeros bancos armados)
1. BBVA (3.626.568.802 €)
2. Santander (1.723.751.052 €)
3. Bankia (392.516.426 €)
4. Banca March (177.415.618 €)
5. Liberbank (92.764.436 €)
6. Caixabank (37.447.993 €)
7. Catalunya Caixa (ahora BBVA) (31.960.000 €)
8. Banco Sabadell (25.503.453 €)
9. Banco Popular-Pastor (21.883.030 €)
10. Ibercaja-Caja 3 (20.755.411 €)
Fuente: Evolución de la banca armada española. Centre Delàs d’Estudis per la Pau 2013
En conclusión, la banca es un elemento clave en el entramado militar industrial. Quiero pensar que los banqueros no son especialmente amantes de la guerra, aunque se pueda dar el caso. Pero los banqueros lo quieren es hacer negocios, y en los negocios no hay moral. La banca armada es un buen ejemplo. Con el añadido de que las empresas de armas son en su inmensa mayoría empresas privadas que se rigen por la lógica del mercado, maximizar el beneficio económico. Y para hacerlo solo hay dos vías, reducir los gastos y aumentar la productividad o aumentar los ingresos. Los intentos de mejora de productividad de las empresas de armas son más que dudosos, vistas las enormes diferencias entre el precio inicialmente acordado y el verdadero precio final que se acaba pagando (solo en España, los Programas Especiales de Armamento acumulan una desviación en su coste inicial de 13.000 millones de euros, es decir un 65% de sobrecoste). Esta no por usual menos abusiva práctica, digna de ser investigada por los tribunales, merece ser situada en un marco en el que el Ministro de Defensa actual, Pedro Morenés, fue hasta el día en que fue nombrado ministro, director en España de la segunda empresa de misiles más importante del mundo, MBDA. Del mismo modo que fue miembro de los consejos de administración de varias empresas militares españolas, entre las que merece especial mención Instalaza, que durante su mandato en 2008, y poco antes de que España firmara el Tratado Internacional por la Prohibición de las municiones en racimo, vendió bombas consideradas ilegales tan solo unos meses más tarde al régimen de Gadafi. Estas municiones, asimilables a las minas antipersonal por su capacidad lesiva en la población civil, fueron utilizadas, como suele ocurrir con las bombas, en este caso sobre el pueblo de Misrata en la guerra civil libia de 2011.
Las armas se fabrican, se venden y se les pierde la pista. El control sobre ellas se pierde y se olvida en el momento en que se cobra el último recibo. Las empresas de armas hacen caja, los bancos cobran intereses por financiarlas y las víctimas las ponen, como siempre, quienes menos culpa tienen. El complejo militar-industrial es un monstruo, por tamaño y horripilante, al que es difícil enfrentarse. Si además sus tentáculos llegan al gobierno, es cuando llegamos a comprender que puede que haya guerras porque hay siempre quien se beneficia de ellas.