Si alguien se le ocurriera la idea de ponerle nombre a este año, sin dudas se debería llamar: «El año de los indignados». Las razones son conocidas, al menos para la gente de «a pie». Para los que sufren las políticas de «austeridad» y recortes que son, un claro atentado a los intereses de la […]
Si alguien se le ocurriera la idea de ponerle nombre a este año, sin dudas se debería llamar: «El año de los indignados». Las razones son conocidas, al menos para la gente de «a pie». Para los que sufren las políticas de «austeridad» y recortes que son, un claro atentado a los intereses de la mayoría de los de los ciudadanos de este planeta. Son -en resumidas cuentas-, un ataque frontal a la dignidad plena del hombre y la mujer.
Me refiero a los que vivimos en el machacado concepto o estereotipo del «Primer Mundo». En ese mal llamado «Norte», cuando somos o deberíamos de ser, sencilla y llanamente: «hombres y mujeres de este Gran Planeta».
No es ocioso recordar que los del «Sur» o del «Tercer Mundo», conocen muy bien de la precariedad, de la pobreza extrema, del expolio, del robo a mano armada con guante de seda. De la corrupción de los políticos mediocres, en componenda con el empresariado transnacional, más una lista «insospechada de realidades» que «salen a flote», gracias, -entre otras razones- a la redes sociales, en la que ciudadanos, ONG y los medios de comunicación de la izquierda, alternativa o altermundistas, la reflotan y reconducen hacia los verdaderos estamentos de la verdad.
¿Hay que protestar? ¡Sí! Hay que luchar por un giro de la historia, pues el tiempo no espera. Es ese tiempo que no cesa de andar y andar. Nuestra vida «pasa», inadvertida, pálida, desprovista de la sal y de las «especias» que hemos de usar para fortalecer nuestro sentido de humanidad. Nuestra verdadera razón y sentido de estar en esta tierra.
A la cultura le toca hacer tarea. Qué alegría me dio al ver a un grupo de bailarinas de flamenco y cantaores, con la complicidad de los cineastas para hacer causa común contra la corruptela y la impunidad de un banco «modélico», que estuvo dirigido -hasta hace nada-, por el ex presidente del genocida financiero, Fondo Monetario Internacional (FMI). «Don» Rodrigo Rato.
La composición de la coreografía evolucionaba de manera gradual. Como quien se va sumando a una causa legítima y necesaria. Una primera bailarina hace un solo de magistral fuerza, de hidalguía y coraje. Se suman tres y otras más hasta lograr expresar con el virtuosismo que caracteriza a esta manifestación danzaría, el clímax esperado en un «escenario tan singular, como la sede de un banco.
La fuerza de cante, de voces acompañantes son parte de esa dramaturgia que va calando en la protesta entre los espectadores -pocos-, que tuvieron la suerte de disfrutar de un espectáculo de apenas cuatro minutos. No faltó en esta «puesta en escena audiovisual», el empleado que hace una llamada telefónica ante el «ataque» cultural de su esqueleto bancario o el ¿contable?, que mira con ironía la «inusitada» situación. ¿Qué habrá pensado este empleado de Bankia ante un atraco de estas características?
A los artistas e intelectuales les asiste el derecho y deber de hacer obra, ante el atraco de los bancos, que anda por la carretera de la impunidad. Bajo el amparo de políticos reaccionarios, que son los subalternos de estos descerebrados de la humanidad.
Desde el arte culto y comprometido podemos hacer una obra mayor por este planeta que grita con digna rabia. Esta obra «efímera» ha de moverse por el mundo. Por su genialidad, por su compromiso social y su clara vocación de servir para que todos tengamos un mundo mejor.
Que lo disfruten.
Video: https://www.youtube.com/watch?v=iop2b3oq1O0&feature=player_embedded
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