En la fachada lucieron la corona monárquica y la insignia republicana
Parece que la historia no se ha movido en los últimos años si se echa la vista hacia arriba al pasar por algunos edificios de Barcelona. La simbología franquista ha ido eliminándose de las calles, pero aún hoy se perciben algunos vestigios que llaman la atención. En el Passeig de Colon, al final de la Rambla, se encuentra el palacio que alberga, desde 1846, la sede de la Capitanía General.
Entre la piedra labrada y bajo la cornisa que remata el zócalo de mármol, se divisa el escudo nacional, pero rodeado por el águila de San Juan y la leyenda Una, grande y libre, símbolos inequívocos del régimen franquista. El emblema preconstitucional ha sobrevivido durante más de tres décadas a todas las limpiezas y reformas por las que ha atravesado la fachada del veterano complejo.
Con la llegada de la democracia, el Ministerio de Defensa, que ostenta la titularidad pública del edificio, sustituyó los escudos franquistas en muchos recintos del Ejército y la Armada, como la Comandancia de Marina, pero pasó por alto la Capitanía y el adyacente Gobierno Militar.
Batalla política
Las explicaciones por este hecho no llegaron hasta 1990. En un debate parlamentario, el entonces ministro de Defensa, el socialista Narcís Serra, argumentó que el águila no podía retirarse de la Capitanía de Barcelona al considerarse «parte sustancial de la ornamentación del edificio». El Gobierno se parapetaba tras la ley 33/1981, que regula el uso del escudo constitucional. Dicha norma permite mantener símbolos antiguos en aquellos edificios cuya estructura pudiera dañarse al separarlos.
Era un argumento de peso. Nadie se atrevería a tocar el símbolo si el patrimonio corría algún riesgo. Sin embargo, un vistazo a las hemerotecas y al archivo fotográfico de la Capitanía desmonta esta teoría. El lugar que hoy ocupa la insignia franquista se fue modificando, como si de una placa se tratase, a medida que se sucedían los regímenes políticos. Así, tras la reforma general del edificio a finales de los años 20 del siglo pasado, se colocó el escudo monárquico, con la consiguiente corona, en honor al rey Alfonso XIII.
La instauración de la República en 1931 permitió una imagen inédita. Las barras del escudo de la Generalitat republicana lucieron en la fachada durante la década de los años 30. En enero de 1937, estallada ya la guerra civil, el diario catalán La Humanitat publicó la insólita fotografía. Poco tiempo después, las tropas franquistas tomarían el recinto y modificarían de nuevo el adorno presidencial de la fachada.
Memoria histórica
En la presente legislatura, los grupos catalanes en el Congreso han vuelto a poner sobre la mesa el escudo de la Capitanía. Una proposición no de ley de IU-ICV y ERC reclamaba, en noviembre del 2004, la sustitución de la simbología anterior a la democracia, siempre que se respetasen los «criterios de conservación del patrimonio». La ley de memoria histórica insiste en la solución: eliminar los vestigios salvo «razones arquitectónicas, artísticas o de interés general». Frente a estas razones, el diputado de CiU Jordi Jané instó a buscar «una solución imaginativa que permita dar un paso adelante sin reabrir heridas». Pero, de momento, ninguno de los cambios de decoración impuestos por la historia ha hecho chirriar la estructura del palacio. El águila, en cambio, continúa ahí.