«Barcelona no ama a sus putas». Esta es la conclusión del colectivo Hetaria, la asociación que más lucha por defender el derecho de las prostitutas a ejercer su profesión, cuando le pedimos valorar la polémica normativa aprobada en la ciudad condal para limitar el oficio más antiguo del mundo. Mientras los políticos se afanan por […]
«Barcelona no ama a sus putas». Esta es la conclusión del colectivo Hetaria, la asociación que más lucha por defender el derecho de las prostitutas a ejercer su profesión, cuando le pedimos valorar la polémica normativa aprobada en la ciudad condal para limitar el oficio más antiguo del mundo. Mientras los políticos se afanan por una política abolicionista sin precedentes en Europa, las profesionales del sexo se movilizan para protestar ante esta doble moral donde nadie sale ganando. Mientras se persigue a las mujeres y a los clientes, la moderna trata de esclavas continúa creciendo en el submundo que envuelve a la prostitución.
En marzo de este año el Ayuntamiento de Barcelona modificó dos artículos de la ordenanza de civismo aprobada en 2006 para endurecerla y prohibir la prostitución en la calle, una medida que ya ha entrado en vigor y que está conllevando las primeras multas a prostitutas. Esta iniciativa es promovida por el Partido Popular, aunque Convergencia i Unió se la hace suya y convierte a Barcelona en el banco de pruebas antes de aprobarlo en toda Cataluña, algo que está previsto para fin de año. Como sabemos CiU también gobierna en la Generalitat y su consejero de Interior, Felip Puig , lo tiene claro: «Yo personalmente querría que estuviera prohibida y seríamos de los abolicionistas, aunque muy pocos países en Europa lo han impulsado, sino más bien van hacia la regulación».
El Barómetro Semestral de Barcelona afirma que el 77’9% de los barceloneses está de acuerdo en prohibir la prostitución y el primer teniente de alcalde, Joaquim Forn , asegura mostrarse satisfecho de que el 85,5% de los ciudadanos esté de acuerdo con que el ayuntamiento -atentos a lo que sigue- «apoye al colectivo de prostitutas para que encuentren salidas laborales». ¿Prostituta no es una salida laboral? ¿Son todas las prostitutas unas desvalidas a las que hay que ayudar porque no se pueden valer por ellas mismas? ¿Esta ordenanza no es algún tipo de persecución y acoso para limpiar las calles de la ciudad condal, ahora que estamos en verano, para que así los turistas no vean que en la Barcelona de CiU hay «putas»?
Las dudas me llevan a ponerme en contacto con alguien que conoce bien el tema y que además no es de Barcelona. Carmen Briz es una periodista que forma parte del colectivo Hetaira, con sede en Madrid. El colectivo Hetaira -esta palabra designaba a las antiguas cortesanas griegas que gozaban de una privilegiada educación y nivel social- defiende los derechos de las prostitutas desde 1995. La primera afirmación de Carmen es contundente: «No todo el mundo tiene cualidades para ser trabajador/a del sexo. Tiene que gustarte el sexo y tiene que gustarte el sexo con personas desconocidas. Si no se cumplen estas dos premisas es muy complicado que alguien pueda ejercer con tranquilidad. Mejor dedicarse a otra cosa para la que se tengan más habilidades personales».
Vaya, ¿entonces sí que es una profesión? «Por supuesto, y es muy importante la profesionalización en la industria del sexo, igual que en otros sectores laborales. Trabajes como trabajes, el objetivo es que lo hagas en las mejores condiciones posibles, cuidándote y contando con la información necesaria para decidir en cada ocasión. Existe un manual que pretende ayudarte a aumentar control de tu trabajo, de tu salud, de los tiempos, prácticas y situaciones de stress. La idea es que puedas consultarlo cuando busques un tema en concreto o simplemente lo veas por curiosidad». (Manual completo en pdf y gratuito haciendo click aquí).
¿PROFESIÓN?
Con estas primeras declaraciones ya se vislumbra una distancia importante entre la visión que tienen las instituciones públicas de las prostitutas y las que tienen ellas sobre si mismas como colectivo y como trabajadoras. Por eso la principal misión de Hetaira «es servir de puente entre la sociedad y las trabajadoras/es del sexo, rompiendo el estigma que las mantiene en la exclusión actual; hacer ver a quienes nos gobiernan que es imprescindible que las consideren interlocutoras válidas, sujetos con poder de decisión y quienes habrían de negociar con las autoridades cuando se habla de prostitución. Es un colectivo con el que nunca se cuenta y esto ahonda aún más en la discriminación que ya sufren. Esto no sucede con ningún otro sector de trabajadoras/es ni con ningún otro sector social. Es curioso, por ejemplo, como en prostitución se cuenta con el vecindario, con las asociaciones de comerciantes y nunca con las prostitutas o con las asociaciones que velan por sus intereses».
Y es aquí donde aparecen nuestros políticos salvando a la sociedad del mal de la prostitución, pero aún más salvando a la prostituta del mal que existe en su interior, ¿algo así como un exorcismo laico? «Pensamos que en ocasiones puede más la ecuación sexo más mujer que cobra por ello igual a algo malo, malísimo. La sexualidad sigue siendo muy diferente para hombres y mujeres. Cuando la sociedad castiga a una prostituta, por el hecho de serlo, está castigando a todas las mujeres, en realidad. Explica, sin palabras, que hay que ser «buena mujer» porque si eras «mala» esta sociedad te lo recordará castigándote y excluyéndote. Con la moral no pueden hacerse políticas públicas. La moral ha de formar parte del mundo privado de cada quien».
Quizás en este caso la moral está sirviendo como estrategia legitimadora para unas políticas que esconden otros objetivos, ya que sino sería más fácil actuar directamente contra la trata de mujeres y no contra las mujeres que ejercen libremente su oficio. «Estamos cansadas de los grandes discursos, que se aplauden desde todos los sectores desde El Vaticano y la Iglesia Católica hasta los partidos de izquierda. Todo el mundo repite incesantemente que la trata es algo terrible y, sin embargo, no se hace nada por cambiar esta situación y cuando se ha hecho algo se hace fatal, porque consiguen castigar a todas las personas que se encuentran trabajando en la prostitución por decisión propia».
Si la verdadera intención de los que promueven este tipo de políticas realmente fuera poner fin al problema de la trata «habría que centrar las políticas en dar protección a quien se encuentra en situación de trata y ofrecerles por tanto: justicia y reparación del daño causado, como permiso de trabajo y permiso de residencia, asilo, facilidad para encontrar empleo o vivienda, etc.». Y Carmen Britz concluye sobre el tema: «en nombre de la trata se están conculcando derechos humanos a trabajadoras y trabajadores del sexo y encima no se está haciendo nada para solucionar el problema real. En casos de trata se detecta una falta de garantía y reconocimiento de derechos e incumplimiento de obligaciones por parte del estado».
PERSECUCIÓN POLICIAL
De este paternalismo o maternalismo las mujeres saben mucho, ya que siempre hablaron otros en su nombre y aquí sucede lo mismo. «Tras las políticas que se adoptan en materia de prostitución se esconden, a menudo, situaciones de persecución policial contra las personas en situación administrativa irregular. Hemos sido, y somos, testigo de redadas brutales en donde no importa que sean prostitutas sino que son «irregulares», éste es el primer paso hacia su expulsión, tras el paso por un CIE. El atrevimiento es tal que cuando una mujer se atreve a decir públicamente que es puta se desestima su opinión y se afirma que ella «no representa a las demás». Es mejor que estén calladas, que sino una «puta cualquiera» es capaz de desbaratar las grandes teorías redondas y acabadas del mundo de la política, del mundo de la academia, de parte del movimiento feminista abolicionista, etc.»
Comparo lo que me cuenta Carmen con los mensajes que me llegan desde Ayuntamiento y Govern a través de los medios y es muy difícil encontrar algún punto en común. Dicen que quieren ayudarlas -aunque ellas sigan diciendo que no necesitan su ayuda- pero lo que realmente hacen es perjudicarlas y desprotegerlas cada vez más. ¿Por qué no hablar con ellas y los colectivos que las representan igual que se podría hacer con cualquier otro colectivo para así llegar, al menos, a un punto de acuerdo?
Barcelona está marcando un ejemplo a seguir para las ciudades o comunidades que quieran ocultar lo que sus políticos consideren «problemas», aunque ni ellos mismos hayan reflexionado sobre el tema, y realmente no les interesa perder el tiempo haciéndolo. Es más fácil esconderlo debajo de la alfombra, que es lo mismo que se hizo con los homeless antes de las Olimpiadas del 92 y se va repitiendo de forma cíclica. «Barcelona quedará para la historia de la prostitución en este país como la ciudad que menos amó a sus putas. Es impresionante el hostigamiento a la que están sometidas las mujeres en esta ciudad. Está situando a las prostitutas en un nivel de desprotección brutal sin ofrecerles nada a cambio. Policía, multas y criminalización social. Así es difícil que cuando una mujer se encuentre en situación de trata o coacción pueda ver en la Policía Nacional a una aliada y animarse denunciar».
Sergi Ribas es licenciado en Sociología por la Universidad de Barcelona. Especializado en Medio Ambiente y Sociedad, ha trabajado para el Consell Assessor per al Desenvolupament Sostenible de la Generalitat de Catalunya y posteriormente ha tenido la oportunidad de viajar por el Cono Sur americano colaborando con diferentes ONG como la Fundación ambiental boliviana Gaia Pacha y la entidad chilena ¡Activo! Actualmente escribe en Ecodiari.cat