¡Quieren ser libres y no saben ser justos! Emmanuel Joseph Sieyès El filósofo esloveno Slavoj Zizek, en su breve ensayo «Elogio de la intolerancia», explica que detrás de cada concepto hay una batalla por imponer una determinada noción político-ideológica. Para Zizek, estos combates no son simples algaradas semánticas, sino que detrás del conflicto, hay […]
¡Quieren ser libres y no saben ser justos!
Emmanuel Joseph Sieyès
El filósofo esloveno Slavoj Zizek, en su breve ensayo «Elogio de la intolerancia», explica que detrás de cada concepto hay una batalla por imponer una determinada noción político-ideológica. Para Zizek, estos combates no son simples algaradas semánticas, sino que detrás del conflicto, hay una lucha por imponer una noción universal. En la manifestación de las Plataformas de Afectados por la Hipoteca en Madrid, la joven militante del PSOE Beatriz Talegón se vio envuelta en una de esas batallas que se expresan a través de lo simbólico. El problema de Beatriz Talegón es que no entiende que los asistentes a las manifestaciones de las PAH no reivindican su derecho a una vivienda digna de una forma abstracta, pedigueña o suplicante: lo hace contra aquellos que han generado el drama de los desahucios con sus políticas austericidas. Cuando se protesta en las calles, en las plazas o desde la fábrica se hace frente al otro, en una relación de antagonismo en donde el contendiente es percibido como parte del problema y no de la solución La reacción de los manifestantes es completamente natural, en el sentido emocional y político del término.
Más allá de la justificación obvia, lo que en el PSOE temen de forma intuitiva, es que a partir del 15M y de las protestas anti-austeridad se está forjando una nueva legitimidad paralela de la cual no se pueden apropiar. La preocupación del PSOE proviene de su incapacidad para reformular en términos de integración en el régimen una demanda tan transversal como es el caso de la vivienda. Es curioso que en la edición dominical de El País, justo en la página siguiente en la que aparecía la foto lacrimógena de Beatriz Talegón, publique una encuesta en donde casi de el 90% de los ciudadanos del estado español apoyan las reivindicaciones de las PAH, incluidos los votantes del PSOE y del PP. Como Zizek explica, detrás de toda aspiración hay también un debate sobre su «legibilidad», es decir, sobre quién es capaz de interpretar mejor en términos discursivos las experiencias concretas. ¿Como va a entender lo que pasó ayer en la manifestación Beatriz Talegón? ¿En cuantas movilizaciones contra los desahucios ha participado ella o cualquier otro dirigente del PSOE? Las manifestaciones de ayer y la expulsión de Talegón demuestran que la interpretación del problema de la vivienda y sus soluciones han sido leídas por un movimiento autoorganizado desde abajo, fuera de los canales integradores del régimen. La casta política se limita a sancionar (positiva o negativamente) en el Parlamento lo que las PAH han construido en las calles. La expulsión de Beatriz Talegón y de su acompañante Lopez Aguilar delimita esa dialectica: una cosa es que os exijamos en el parlamento que apoyeis nuestras demandas y otra bien distinta es que no sepamos que sois el enemigo. Esa identificación es una conquista valiosisima del movimiento, que no olvida que el mismo PSOE que participó en las manifestaciones populares contra el gobierno Aznar fue el mismo que posteriormente constitucionalizó los recortes a través de la priorización del pago de la deuda.
Porque en realidad, a pesar de que Beatriz Talegón sea una arrogante y mediocre burócrata, no es nada personal lo que hay en su expulsión. El relato de la ideología dominante siempre insiste en «personalizar» los conflictos, como si detrás de esos conflictos no se escondieran choques entre clases. Al fin y al cabo, lo que diferencia a Ada Colau de Beatriz Talegón son unos hechos, unos métodos y una legitimidad representativa. Algunos siempre plantearán la pregunta ¿Por que una puede ir a la manifestación y otra no? Es una pregunta completamente falaz, impregnada de ideología pluralista de corte parsoniano. Beatriz Talegón no puede ir a las manifestaciones porque no todos los políticos son iguales, porque mientras muchos activistas de organizaciones de izquierdas se han ganado el derecho a participar en las manifestaciones, el partido de Beatriz Talegón se ha ganado el derecho a ser expulsado. Son el otro. Están en el otro bando desde hace más de 30 años. Nos manifestamos contra ellos. Eso es lo que no ha entendido Beatriz Talegón y lo que reflejan sus lagrimas. Sería absurdo, una burla, que el representante de un grupo de criminales acudiera a un homenaje de su asesinado, aunque no hubiera participado en la acción misma. ¿Quien no lo expulsaría?
Curiosos son también los llantos moralistas de Beatriz Talegón, quejándose de la crueldad de los manifestantes. Lo que es cruel, moralmente execrable, es que en la reunión de la «Internacional Socialista», cuando Beatriz Talegón se preguntó retóricamente donde había estado su partido cuando sucedió el 15M y las revoluciones árabes, ninguno de los burócratas allí presentes le respondiera que el PSOE gobernaba en el Estado Español y que en Túnez gobernaba Ben Alí, miembro de la Internacional Socialista y «amigote» de muchos de los que estaban presentes en la reunión. Igual así se hubiera ahorrado el ridículo de ayer. Pero es que en la casta no tienen ni piedad entre ellos.
«La sociedad del espectáculo» devora a sus propias creaciones. Lo más sorprendente es como el concepto de «casta» se vuelve patético: cuando los que viven al margen de la vida cotidiana de los abajo van a su encuentro, se ven obligados a huir, expulsados por la realidad. Las lágrimas de esta chica son las lágrimas del desconcierto. Independientemente de que sus intenciones fueran sinceras, no son honestas. No se puede estar con ellos y con nosotros.
Se trata también, desde nuestro prisma, de mirar la política estratégicamente. Necesitamos a decenas de miles de votantes del PSOE y del PP para construir un bloque social capaz de revertir la barbarie neoliberal. No podemos mostrarnos como rencorosos con otros oprimidos que en el pasado (o en el presente) se hayan identificado con el PSOE, sustituir la pedagogía por facil reproche o encerrarnos en purismos esencialistas. Pero si que se trata de crear ese bloque social desde una correlación de fuerzas favorable. Se jugarán muchas batallas en torno a demandas concretas: si somos capaces de hacerlas nuestras, de gestionarlas nosotros mismos, desde abajo, de convertirlas en poder político, sin pasar por el filtro de los representantes del régimen, ganaremos. Ayer los manifestantes que expulsaron a la militante socialista dieron una lección de ética política colectiva. En política, la ética empieza por no dejarse engañar, en romper la disociación medios y fines y en desarrollar un lenguaje impenetrable para el otro, en delimitar bandos, en crear barreras que el enemigo no pueda sobrepasar, en decidir quién es tu aliado y quién es tu enemigo. Seamos los de abajo los que marquemos agenda. Porque a Beatriz Talegón y a su agonizante cascaron parasitario llamado PSOE no los necesitamos. La lección que ellos olvidaron mientras configuraban del régimen del 78 nosotros la estamos aprendiendo en las calles: «la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos» (K. Marx).