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Bill Gates, Forbes y la culpa de morirse pobre. Un intento de demostración

Fuentes: Rebelión

He recibido mucho maltrato y muchas vejaciones. Y lo que he sufrido no quiero que lo sufra nadie más, venga de dónde venga o se llame como se llame… No tengo miedo a nada. Si hemos llegado hasta aquí no nos vamos a esconder ahora. Montserrat Castañé (54 años, trabajadora suspendida de empleo y sueldo […]

He recibido mucho maltrato y muchas vejaciones. Y lo que he sufrido no quiero que lo sufra nadie más, venga de dónde venga o se llame como se llame… No tengo miedo a nada. Si hemos llegado hasta aquí no nos vamos a esconder ahora.

Montserrat Castañé (54 años, trabajadora suspendida de empleo y sueldo seis meses por sus protestas en Esfosa).

 

Forbes (recuerden. «nada personal, sólo negocios»). Portada del número del mes de julio-agosto [1]: fotografía retocada de Tim Cook: «Apple, la marca valiosa del mundo… y cómo TC planea defenderla». Cita destacada en la portada: Bill Gates: «Si naciste pobre no es tu responsabilidad. Pero si mueres pobre sí que es culpa tuya».

Nacimiento, responsabilidad, muerte, pobreza, reflexiones de uno de los hombres más ricos del mundo, del máximo representante de una gran corporación del planeta. Todo en una sola tacada.

Un intento de «demostración» de este aforismo gatiano sobre pobreza, muerte y culpas. Es necesario intentarlo. Tomo pie en un artículo de Daniel Verdú [DV] sobre una lucha obrera en Cataluña [2]:

Hay cambio de turno en el Matadero de Le Porc Gourmet, en Santa Eugènia de Berga, un pequeño pueblo pegado a Vic (Barcelona), comenta DV. Salen centenares de inmigrantes y entran otros tantos que llegan en riadas de bicicletas. El matadero es uno de los más importantes de España.

En el aparcamiento, resguardado del sol bajo los tejados de uralita, aguarda un grupo de trabajadores, parte del creciente y desesperado ejército industrial de reserva, que buscan trabajo. «Por si hay suerte y pueden ocupar el lugar de alguien a quien despidan».

Ninguno recibirá más de 7 euros brutos la hora. ¡Siete euros brutos! «Luego hay que descontarle material, autónomos, gastos de transporte». Los turnos pueden llegar a las diez o doce horas.

Durante ese largo (larguísimo) tiempo, a los que trabajan en la cadena no les dejan ir al baño y deben orinarse encima, relata una trabajadora que pide ir a hablar a un descampado lejano para que no la reconozcan. «Creen que somos robots y un día pasará algo. Dentro se ríen de nosotros, pero aquí fuera no son nadie», amenaza un trabajador apostado a la salida del recinto.

Este matadero, por supuesto, no es el único lugar donde hay abusos de este tipo. ¿Dónde no los hay? Las gentes ya no quieren quedarse de brazos cruzados. El pasado mes de marzo, los trabajadores de Esfosa -«que acaba de poner un ERE temporal sobre la mesa»-, uno de los principales mataderos de cerdos de la comarca de Osona (el 13% del total catalán), «convocaron unas jornadas de paros en protesta por unos ajustes de horarios y retribuciones de festivos».

Lo que parecía un problema solucionable con algo de mano izquierda, señala DV, «derivó en un conflicto a tumba abierta con la dirección de la empresa agravado por los insultos racistas y amenazas de Josep Ramisa, uno de sus socios, a los trabajadores, en su mayoría inmigrantes». Podemos imaginarnos los insultos.

Aquel fuerte encontronazo puso al descubierto las condiciones en las que trabajan los trabajadores y trabajadoras de los mataderos de cerdos en Cataluña, el nuevo país idílico al decir del secesionismo, «la principal zona productora de España, con el 43% del mercado y unos siete millones de animales». Prendió la mecha de una revuelta «que empieza a extenderse a todos los recintos bajo el nombre de ‘Cárnicas en lucha». Allí siguen.

El martes 12 de julio comenzó una nueva acampada delante de Le Porc Gourmet. No están solos. Tienen el apoyo del Ayuntamiento de la localidad. Veremos en qué queda y hasta dónde llega. Los organizadores se comprometen «llevarla a la puerta de todas los mataderos donde no se respeten los derechos de los trabajadores de esta industria». Han repartido octavillas y han explicado detenidamente a todos los que salían o entraban los derechos que tienen como trabajadores.

El matadero, según DV, despacha unos 13.000 cerdos diarios. Emplea a unas 750 personas (chinos, indios, marroquíes, polacos, rumanos, subsaharianos). Prácticamente no hay ningún trabajador de origen catalán-español. Están contratados en régimen de cooperativista, «figura laboral amparada por la ley que permite contratar a centenares de autónomos como si estuviera en régimen indefinido». Estudiodos trucos legales, abaratamiento de la partida «costes laborales». Deben pagar el material de trabajo, una cuota por entrar a trabajar y su propia cotización a la seguridad social. Toni Iborra, abogado del sindicato de trabajadores COS (Coordinadora Obrera Sindical), comenta: «Es legal, pero completamente oscuro. Además, buscan la diversidad de orígenes para que compitan entre ellos y no se junten contra la empresa. Es algo deliberado». La ley de la jungla, el darwinismo social como estrategia empresarial.

Se ha denunciado a los Mossos prácticas irregulares de grupos mafiosos dentro de los mataderos. Un ejemplo, «cobrar a determinados inmigrantes para trabajar». El caso también ha llegado al Parlament. La Generalitat, por supuesto, todavía no ha movido ficha. No es parte de la narrativa tema-monotema, no es un nudo del procés. ¿Qué pensará de todo ello la presidenta de la Generalitat? ¿Es también aquí «España» la que esclaviza a estos trabajadores catalanes («és català qui viu i treballa a Catalunya»)?

Said Belkacem, recuerda DV, un trabajador marroquí a quien la empresa despidió hace unos meses después de cuatro años y medio por un paro que se produjo, va mucho más allá de los problemas laborales y de las «mafias de contratación. Denuncia graves trapicheos a nivel sanitario. «Cuando llegan los veterinarios y señalan algún cerdo que huele mal o ya no está bien, hace ver que lo tiran, pero luego otra persona lo recoge y lo vuelven a colgar. Están compinchados con los inspectores, que avisan cuando vienen. Es todo una mafia y tratan a la gente como esclavos».

¿Esclavos, exagera? Michael Obeng se cortó el tendón de un dedo hace unos meses. Nadie quiso llamar a una ambulancia. Tuvo que coger su bici y pedalear hasta allí solo. José Luis Tolosana, el presidente de TAIC (gestiona unos 400 trabajadores), rechaza las acusaciones. Cree que son «interesadas». Su «reflexión»: «Tenemos una página web con un buzón donde la gente puede denunciar cualquier cosa y no hemos tenido ninguna queja. Nada de lo que están contando llega aquí». ¿Cómo, quien se atreve? Añade: «Creo que son verdades a medias, un batiburrillo mezclado para crear este clima contra las cooperativas. Lo desmiento totalmente». Admite, eso sí, que quizá con las anteriores cooperativas que trabajaban aquí pudo suceder. En la suya no por supuesto.

Montse Castañé, enlace sindical de COS, informa que la lucha se ha extendido a otros mataderos. «Después del verano iremos al resto, que sabemos que están igual que aquí. Esto solo acaba de empezar» (en referencia a instalaciones situadas en L’Esquirol i Sant Vicenç de Torelló).

El conflicto ya ha captado la atención de la prensa internacional (poco la de la «nacional», grande o pequeña) y algunos mataderos, como Esfosa, han contratado a agencias de comunicación -¡a agencias de comunicación!- para «tratar de atenuar» el problema de la mala imagen (¡este es el punto!) que preocupaba mucho a empresas como Tarradellas (es el máximo accionista del matadero).

Esfosa considera infundadas las acusaciones de explotación laboral y racismo, aunque, según testimonios, uno de sus accionistas llamó «negro de mierda» a un trabajador y le amenazó con mandarle de vuelta a África. Nada de racismo como puede verse.

Hasta aquí el desarrollo de la demostración de la tesis gatesiana.

Así, pues, demostrado está: si uno muere pobre y explotado y maltratado y esrafado e insultado es culpa suya. No es tan listo ni «tan creativo» como Bill Gates y sus afines. Es culpa suya.

PS: Me he olvidado. Monsterrat Castañé tiene los brazos llenos de cicatrices y cortes. Recuerda aún cómo, siendo pequeña, recortaba subida en una banqueta para poder llegar al animal mientras las trabajadoras con las que compartía despiece escuchaban el consultorio de Elena Francis. Anna Gabriel, si no ando errado, ha recordado su caso o el de compañeras como ella en alguna ocasión en el Parlament de Catalunya. Fueron muchos casos. Mi hermana Marta trabajaba así, subida en una banqueta, en Faema. Tenía entonces 12 años

***

Notas

1) Contraportada de Babelia, 16 de julio de 2016.

2) Daniel Verdú, «La gran revuelta de los mataderos», El País, 15 de julio de 2016, p. 1 (Edición Cataluña)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.