Blas Infante Pérez de Vargas fue, sin lugar a dudas, el gran apóstol del andalucismo. Su pensamiento, que puede leerse en su principal obra Ideal andaluz (1915), tiene su origen en el ideario republicano y federal del siglo XIX, sin olvidar su formación krausista y regeneracionista.
Blas Infante nació en Casares, provincia de Málaga en el año 1885 en el seno de una familia de clase media que le permitió poder estudiar. Inició el Bachillerato en las Escuelas Pías de Archidona. Pero la familia sufrió la crisis económica del fin de siglo y tuvo que terminar por libre. Compaginó su trabajo como escribiente en el Juzgado de Casares (Granada) con sus estudios en la Facultad de la capital de la provincia. Se licenció en derecho en Granada y pasó a ejercer como notario en la provincia de Sevilla, aunque luego ejercería en otros lugares de Andalucía. En Sevilla conoció la terrible situación de los jornaleros andaluces. Pero, sobre todo, nació su interés por el andalucismo cuando asistió a una conferencia en el Ateneo de la capital andaluza en el año 1914.
En 1916 fundó el primer Centro Andaluz en Sevilla con la intención de que fuera un órgano expresivo de la realidad cultural y social de Andalucía, ya que, nuestro protagonista no era defensor de crear un partido, sino estos Centros como difusores del andalucismo con el fin de formar unos nuevos hombres, los andalucistas, que cambiarían la situación de Andalucía. También creó dos órganos de expresión, las revistas Andalucía y Guadalquivir.
Blas Infante no tenía una muy buena opinión de los partidos ni de los políticos, aunque, como veremos, acudiría en diversas ocasiones a las urnas. Quería terminar con el caciquismo, pero desconfiaba, en cierta medida, del pueblo, al que consideraba fácilmente manipulable. En todo caso, fue un firme partidario de una reforma agraria que diera la tierra al jornalero andaluz, junto con una reforma social para que surgiera una clase media propietaria. Siempre fue un idealista y con un marcado acento intelectual, alejado del populismo, y con una actitud un tanto distante.
En el mes de enero de 1918 se celebró la Asamblea de Ronda, convocada por los Centros Andaluces. En la misma se adoptaron la bandera y el escudo como los símbolos de Andalucía aportados por Blas Infante. Más adelante, en tiempos de la República defendería la adopción de una melodía de un canto religioso de los segadores como himno andaluz. Esta reunión de Ronda fue muy importante porque se adoptó el Proyecto de Constitución Federal de Andalucía de 1883, conocido como Constitución de Antequera. Este texto fue elaborado en su tiempo bajo el patrocinio del Partido Republicano Democrático Federal, y tuvo un marcado carácter social, siendo un proyecto constitucional muy avanzado para aquella época, sin olvidar su importancia en la Historia del federalismo español.
La Asamblea de Ronda debatió sobre la autonomía andaluza, el centralismo, el caciquismo y la penosa situación social andaluza. Al año siguiente se celebró otra Asamblea en Córdoba.
Blas Infante no tuvo éxito electoral ni en 1918 ni en 1919, ya que en Andalucía la fuerza del caciquismo seguía casi intacta, cuando se estaba resquebrajando en otros lugares de España.
El primero de enero de 1919 firmó con otros andalucistas de los Centros Andaluces el Manifiesto Andalucista de Córdoba, que definía a Andalucía como nacionalidad histórica dentro de una España federal. En el texto se hacía una fuere crítica al Estado español en su configuración.
Blas Infante se casó con Angustias García Parias con la que tuvo cuatro hijos.
Los Centros Andaluces fueron clausurados por Primo de Rivera. En esa época nuestro protagonista viajó a Marruecos y en septiembre de 1924 se convirtió al Islam, aunque esta es una cuestión polémica, ya que su familia lo ha desmentido. En los años veinte publicó Mohamid (1920), La dictadura pedagógica (1921), y Cuentos de animales (1921). En 1928 viajó a Galicia y contactó con el galleguismo. De hecho, colaboró en la revista Nós.
El andalucismo tuvo un cierto protagonismo en la época de la Segunda República, gracias a los Centros andaluces, que formaron la Junta Liberalista de Andalucía. A pesar de su poca confianza en los partidos políticos, Blas Infante intentó entrar por tres veces en el juego político en aquella época, primero en una “candidatura andalucista”, como simpatizante del Partido Republicano Federal, luego en el Partido Social-Revolucionario y, por fin, en una lista denominada Izquierda Republicana Andaluza. No tuvo ningún éxito, remarcando su desilusión por la política.
En 1931 publicó La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía, donde hace una fuerte crítica política a la propia República por el supuesto boicot a la candidatura andalucista en las elecciones. Esta obra supuso una evidente radicalización en el pensamiento de Blas Infante, llegando a hablar del “Estado libre de Andalucía”.
En enero de 1933 se aprobó en la Asamblea de Córdoba un Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Autonomía para que fuera sometido a referéndum.
Blas Infante visitó a Companys en el Penal de El Puerto de Santa María en 1935, a la sazón preso a raíz de la represión ejercida tras los hechos de la Revolución de Octubre de 1934 en Cataluña.
Tras la victoria del Frente Popular el andalucismo revivió con fuerza. La Asamblea de Sevilla del día 5 de julio eligió por aclamación a Blas Infante como presidente de honor de la futura Junta Regional de Andalucía.
Blas Infante se encontraba en su casa de Coria del Río cuando fue detenido por falangistas el día 2 de agosto. El 11 del mismo mes fue fusilado en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona, junto con otras personas. Como fue muy habitual en el primer franquismo, fue multado después de muerto por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por sus ideas y participación política en la Segunda República.
En el Preámbulo del Estatuto de Autonomía de Andalucía se reconoce a Blas Infante como padre de la patria andaluza. La reforma estatutaria de 2007 reafirmó el homenaje a este político. En el lugar donde fue asesinado se levanta un monumento en su honor.
Incluimos un fragmento de su obra principal, Ideal Andaluz (1915):
«La tierra andaluza para el jornalero andaluz. Repitámoslo. Este ideal en el centro; sin él, de nada serviría trabajar por el cumplimiento de los demás ideales. No tendremos espíritu regional, ni pueblo, ni agricultura, sin la base de la tierra. (…) Sin tierra, inútil es pensar en la cultura del pueblo. Para que el cerebro pueda atender los requerimientos de la civilización, es preciso que ésta no estorbe sus primordiales energías elaboradas en los estómagos, donde son atendidos los requerimientos de la naturaleza.
Que Andalucía no se vacíe con los andaluces que en sombría procesión de espectros van atormentados por el hambre, lanzados por la inhospitalidad de su propia región, a buscar amparo, pan y justicia en la extraña tierra de lejanos países. Que las ciudades andaluzas se derramen por el campo, y se abran las dehesas y los cotos al pueblo, ansioso de permutar sus energías con las energías de la naturaleza.
De esta alianza sagrada, de estas nupcias benditas entre el trabajo y la tierra, han de brotar esencias que harán poderosas las energías agonizantes del genio andaluz.»