Blas Infante Pérez de Vargas (Casares, 1885-Sevilla, 1936) fue un político andalucista, fusilado en los inicios de la Guerra Civil española (1936-1939).
Tras estudiar en las Escuelas Pías de Archidona y en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra, Blas Infante trabajó desde 1900 como escribano en el juzgado de Casares, al tiempo que estudiaba en la facultad de Derecho de la Universidad de Granada.
En 1910, empezó a ejercer de notario en Cantillana. Y, en la década de 1910, inició su actividad intelectual y política.
En 1915, publicó su obra más importante, Ideal andaluz, en la que relata su visión personal de la historia, la identidad y los problemas de Andalucía y enumera una serie de propuestas para mejorarla. En 1916, publicó otro ensayo dedicado al político Joaquín Costa Martínez: La obra de Costa.
En 1918, se celebró la Asamblea de Ronda, aprobándose en esta asamblea histórica la propuesta de Blas Infante de adoptar como «insignias de Andalucía» una bandera verdiblanca y un escudo con la imagen de Hércules.
El 19 de febrero de 1919, Blas Infante se casó con Angustias García Parias, con quien tuvo cuatro hijos. Y, en los años siguientes, publicó varios libros como La Sociedad de las Naciones, entre otros.
En 1924, viajó a Marruecos, donde visitó la tumba de Motamid o Al-Mutámid, el último emir de la Taifa de Sevilla, del cual escribió él su biografía en 1920.
En 1928, viajó a Galicia y se reunió con los ideólogos del galleguismo, colaborando con la revista galleguista denominada Nós.
Con la proclamación de la Segunda República española, en 1931, Blas Infante se hizo cargo de la notaría de Coria del Río, ciudad en la que se construyó una casa que llamó Dar al-Farah (en árabe “Casa de la Alegría”) inspirada en la arquitectura de Al-Ándalus.
Desde esa fecha, Blas Infante presidió la Junta Liberalista de Andalucía y se presentó a distintas candidaturas por el Partido Republicano Federal, no alcanzando la representación parlamentaria. En 1933, se presentó también por Málaga, dentro de la coalición Izquierda Republicana Andaluza, sin obtener representación parlamentaria.
En ese año de 1933, Blas Infante propuso que la melodía del canto religioso Santo Dios fuera el himno de Andalucía, cambiándole la letra, medida que fue aceptada. Este himno, junto con la bandera y el escudo elegidos en la Asamblea de Ronda de 1918, perduran como símbolos oficiales de Andalucía.
Durante la Asamblea de Sevilla celebrada el 5 de julio de 1936, Blas Infante fue aclamado como presidente de honor de la futura Junta Regional de Andalucía, un proyecto que estaba a punto de ponerse en marcha. Pero trece días después, el 18 de julio, se produjo un Golpe de Estado contra la Segunda República española y el gran proyecto andalucista quedó parado.
El 2 de agosto de 1936, menos de un mes después de la aclamación de Blas Infante como presidente de honor de la futura Junta Regional de Andalucía, varios falangistas lo detuvieron en su casa de Coria del Río y lo trasladaron al Ayuntamiento de Coria.
Tras pasar arrestado ocho días en el cine Jaúregui, convertido en aquella época en la cárcel de los sublevados contra la República, durante la noche del 10 de agosto, Blas Infante fue subido a un camión y conducido al lugar en el que encontraría su final. Le acompañaron otros detenidos: el exalcalde de Sevilla José González, su mano derecha Emilio Barbero y los diputados socialistas Manuel Barrios y Fermín de Zayas.
Blas Infante fue fusilado, sin juicio ni sentencia, junto a otros dos detenidos, la madrugada del 11 de agosto, en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona.
Han pasado más de ochenta años del final dramático de Blas Infante. Su vida intensa, repleta de vivencias y acontecimientos, tuvo un final poco esperado y dramático. Sin embargo, hoy, después de más de ocho décadas de su fusilamiento, su figura permanece.
Blas Infante está reconocido como “Padre de la Patria Andaluza “, por el propio Parlamento de Andalucía, y recibe todo tipo de homenajes. Cada 28 de febrero, con motivo de la celebración del Día de Andalucía, es recordado con intensidad.
Parece evidente, pues, que su figura ha trascendido en el tiempo, superando los obstáculos de aquellos que quisieron silenciarla.