El anarquista que pierde la solidaridad y la necesidad y compañía de los otros, se queda sólo con su individualismo y se convierte en neoliberal. Hay muchos ejemplos. Sanchez Dragó es uno de los más pintorescos. Boadella comenzó en el franquismo con un grupo que se llamó Els Joglars. Teatro de resistencia y vanguardia, como […]
El anarquista que pierde la solidaridad y la necesidad y compañía de los otros, se queda sólo con su individualismo y se convierte en neoliberal. Hay muchos ejemplos. Sanchez Dragó es uno de los más pintorescos.
Boadella comenzó en el franquismo con un grupo que se llamó Els Joglars. Teatro de resistencia y vanguardia, como muchos otros de su época, que culminó con La Torna (1977), con Boadella detenido y varios componentes del grupo juzgados por un tribunal militar.
Boadella se fugó del hospital y pasó a Francia, ahora dice que por amor más que por deseos de libertad, y dos componentes del grupo le demandaron defendiendo que La Torna era una creación colectiva.
A partir de ahí Els Joglars reaparece con Boadella como claro líder, con nuevos actores mas complacientes con el boss y con un teatro que critica algunas manifestaciones religiosas (Teledeum, 19839), el catalanisno (El Nacional, 1993), a Jordi Pujol (Ubú Presidente, 1995) … con un humor cada vez mas «ligth», aunque con tintes escatológicos.
En 1999 monta «Daaalí», en la que defiende la pintura más clásica de este autor, frente a los «informales» Miró, Tapies, Mondrian, Klee, … a los que tacha de infantiles. Ataques al arte moderno se han repetido en otras obras, también en «El sermón del bufón» donde se recrea en este mismo argumento sobre la proyección de la escena que lo representa en dicha obra.
Acusar al arte actual de «infantil» puede ser comprensible en una discusión de taberna, pero atacar con ese «argumento» las «moderneces del arte» como él dice, resulta insultante para muchos espectadores cuando se hace en una función de cierto nivel cultural, como es el caso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo hace dos días.
Todo el mundo evoluciona y él ha pasado de votar a UCD, en las primeras elecciones, a hacerlo ahora con Ciudadanos, pero no por eso deja de alardear de las persecuciones que ha sufrido por parte de la justicia debido a su rebeldía. En «El sermón del bufón» muestra un ego tan extraordinario que su monólogo se convierte en una apología de toda su trayectoria y cuando dialoga, lo hace consigo mismo: Albert discute con Boadella.
Ya al final del sermón, explica que le hubiese encantado ser el bufón de Juan Carlos I, pero lo cierto es que, durante los últimos años, lo ha sido de Esperanza Aguirre en los Teatros del Canal de Madrid y por ahora sigue siendo lo que siempre ha sido: el bufón de sí mismo. Esto, contando con que el bufón no es el que le dice las verdades al rey, porque el que hace esto no suele sobrevivir. El bufón, como todos los cortesanos, simplemente tratan de hacerle la vida más agradable a su rey.
Blog del autor: http://antoniocampuzano.es/2017/08/25/el-bufon-de-si-mismo/