El 26 de abril de 1937 una noticia conmocionó al mundo: la tristemente célebre Legión Cóndor, escuadrón aéreo alemán en apoyo al ejército del general Franco, alzado en armas contra la República Española legalmente constituida, bombardeó y ametralló durante tres horas a la población vasca de Guernica, de 8 mil habitantes, matando a más de […]
El 26 de abril de 1937 una noticia conmocionó al mundo: la tristemente célebre Legión Cóndor, escuadrón aéreo alemán en apoyo al ejército del general Franco, alzado en armas contra la República Española legalmente constituida, bombardeó y ametralló durante tres horas a la población vasca de Guernica, de 8 mil habitantes, matando a más de 800 personas. El pintor Pablo Picasso se apresuró a componer un cuadro de grandes dimensiones donde con trazos dramáticos denunciaba la agresión nazi-fascista contra el pueblo español.
El repudio de la opinión pública internacional fue inmediato: el ataque constituyó una prueba irrefutable del apoyo de Hitler a Franco y nadie dudó que, efectivamente, las bombas y metralla germanas asesinaron a cientos, sino miles, de civiles que ni siquiera tuvieron oportunidad de ser evacuados. Era sábado y día de mercado por lo que puede suponerse que incluso murieron más personas de lo que oficialmente se admite.
El bombardeo sobre una población civil indefensa, hecho de por sí cruel e injustificable, fue llevado a cabo no porque Guernica fuera una ciudad importante sino para asestar un duro golpe moral al ejército republicano y quebrar la valiente resistencia vasca.
Y es que Guernica no era una ciudad cualquiera, sino símbolo de la autonomía vasca porque desde tiempos inmemoriales se reunía bajo su roble el parlamento de los senadores vascos y constituía una tradición secular que los monarcas españoles o sus delegados juraran en la Iglesia de santa Eufemia el respeto a los fueros vascos.
En Venezuela, donde las noticias sobre la Guerra Civil Española eran seguidas con fervor, y donde los periódicos tomaban partido apasionadamente por uno u otro bando, el diario «Ahora», que aglutinaba a buena parte de la intelectualidad progresista de la época, abrió su edición del día 29 de abril con la noticia del bombardeo desplegada. Y no la dieron antes porque procuraron confirmarla primero de buena fuente.
El texto de la información rezaba lo siguiente: «Los aviadores mercenarios redujeron a cenizas a Guernica, así como a los bosques cercanos y otras aldeas y pueblos vascos, entre ellos Arbazegui y Bolívar, donde nacieron los antepasados del Libertador Simón Bolívar» («Ahora», jueves 29 de abril de 1937).
En efecto, durante su ofensiva la aviación alemana pasó por Marquina, poblado cercano a Guernica, donde en 1532 nació el primer miembro de la familia del Libertador que llegó a Venezuela, muriendo en 1612 en Caracas, donde actuó como funcionario de la administración colonial.
«Ahora» utilizó ampliamente esta circunstancia para dramatizar aún más la crueldad del bombardeo alemán y ganar a la opinión pública venezolana a la causa de la República, o lo que es lo mismo, a la lucha por la democracia y contra los residuos del gomecismo que pretendía frenar las reivindicaciones populares.
Con el tiempo, Guernica se convirtió en un símbolo de la lucha contra el fascismo y una prueba de la bestialidad de la guerra. Es necesario recordar que centenares de personas murieron por las bombas nazis en momentos en que una corriente revisionista, tanto en España como en Venezuela, pretende minimizar el bombardeo.
Historiadores derechistas como Pío Moa señalan que sólo hubo 30 muertos. Otros como Vidal Manzanares, llegan incluso a dudar de la legitimidad del gobierno republicano, constituido tras la indudable victoria del Frente Popular en las urnas en 1931, el año en que España decidió liquidar a la monarquía y abrazar la causa republicana.
El revisionismo que llevan a cabo estos historiadores interesados en desvirtuar el pasado lo hacen con intereses políticos muy concretos y actuales, principalmente frenar el auge de la izquierda, indetenible fenómeno mundial, proteger a los asesinos que aprovecharon la guerra para cometer sus crímenes, y evitar que los familiares de los asesinados puedan obtener justicia a pesar de los años transcurridos.
En sus manifestaciones extremas, el revisionismo lleva a estos historiadores sesgados a negar incluso el Holocausto y a suavizar cualquier barbaridad cometida por regímenes derechistas.
Pero tanto en España como en Venezuela la respuesta debe ser la misma, la consigna que pergeñó para la historia la luchadora Dolores Ibárruri, «La Pasionaria», durante la heroica resistencia en Madrid, donde el pueblo organizado logró contener a las hordas fascistas en noviembre de 1936 bajo el lema: «¡No pasarán!». Y no pasaron.
* Eloi Yagüe Jarque. Escritor venezolano nacido en Valencia (España).