No, amigos, no se trata del resultado de un partido amistoso de fútbol jugado entre los equipos de esa especialidad de La Zarzuela (capitaneado por Juan Carlos I) y el del BBVA, con su antiguo crack, el señor José Ignacio Goirigolzarri, a la cabeza. Ni tampoco, del marcador final de un largo, larguísimo, encuentro de […]
No, amigos, no se trata del resultado de un partido amistoso de fútbol jugado entre los equipos de esa especialidad de La Zarzuela (capitaneado por Juan Carlos I) y el del BBVA, con su antiguo crack, el señor José Ignacio Goirigolzarri, a la cabeza.
Ni tampoco, del marcador final de un largo, larguísimo, encuentro de tenis sobre tierra batida, con incrustaciones de oro, entre el ya fondón jefe del Estado español y el espigado y ya ex consejero delegado del gran banco español de las «bes» y la «uve», que ha saltado a la fama en los últimos días a cuenta de la pensión «de caridad» que ha tenido a bien concederle dicha entidad hasta que la espiche. Ni tampoco, asimismo, esos dígitos del encabezamiento hacen referencia al número de piezas de caza mayor (osos, borrachos o no, incluidos) logrados por cada una de estas dos respetables personas en el curso de reciente cacería en alguna reserva cinegética de la Rusia profunda. Ni tan siquiera esos emblemáticos números, puestos al lado de sus conocidos apellidos, reconocen las hipotéticas victorias que cada uno de ellos haya podido conseguir a lo largo de los años en las habituales regatas mallorquinas, que todos los años organizan la familia real española, y en las que el rey suele ejercer de patrón del yate (o lo que sea, pues de estos jolgorios elitistas de la vela reconozco que no sé ni papa) «Bribón».
No, no, no es nada de todo eso, amigo lector. No se trata de ningún resultado alcanzado en reñida confrontación deportiva, del tipo que sea, entre estos dos preclaros personajes del entorno político y social español: el rey Juan Carlos y el bancario vasco José Ignacio. Se trata, lisa y llanamente, del número de millones de euros que cada uno de estos dos angelitos «milloneuristas» van a ingresar el año que viene y sucesivos (si Dios, el Parlamento español, los accionistas del BBVA o la madre que les parió, con perdón, no lo remedian) en sus respectivas cuentas corrientes; que en el caso que más conozco, la del Borbón o del Gran Capitán (que vienen a ser lo mismo, pues este heredero de la finca de Franco a título de rey no da cuentas a nadie del dinero que le regalamos los españoles para sus francachelas) supera ampliamente los 300.000 millones de las antiguas pesetas (1.270 millones de euros), si hacemos caso a prestigiosas revistas internacionales. Aquí en España, su fortunita constituye uno de los secretos mejor guardados, mejor incluso que los preparadísimos planes que el Estado Mayor del Ejército tiene confeccionados para defendernos en su día del sátrapa marroquí Mohamed VI.
Entonces, amigos, vista la apabullante diferencia de sueldo a favor del antiguo cazador de osos y todavía rey de España, Juan Carlos I, ¿a qué vienen los desaforados ataques que ha sufrido en los dos últimos días el bancario (o banquero, no quiero que se me enfaden los bancarios de verdad) Goirigolzarri?
¡Que si cobrará más de un millón de pesetas al día; que si se meterá todas las noches en el colchón lo equivalente al sueldo de setecientos jubilatas de pensión media; que si esto puede ser de recibo en un país empobrecido, en crisis brutal y con más de un millón de «ceroeuristas» que no cobran ya ni un duro; que si no ha llegado el momento de decir basta a estos «bonus» salvajes que encienden al personal…!
A mí, desde luego, como al resto de los españoles que llevan ya más de un año haciendo cuentas todas las noches para poder sobrevivir a su pobreza al menos 24 horas más, esto del sueldo multimillonario del banquero de oro vasco, traicionado y prejubilado por su jefe que le había prometido su sillón y luego nada de nada, me pone de muy mala leche. No digo de los nervios, pues hace ya muchas décadas que no los tengo o, por lo menos, no los noto; justo desde que en el curso de un salto en paracaídas me lié con otro y pude ver con toda claridad como la madre tierra se aproximaba a mí a bastantes metros por segundo. Pero, desde luego, lo de este hombre, obligado ya a perpetuidad a viajar en furgón blindado en lugar de en el ya clásico Audi 8 de reyes, príncipes, políticos trincones y ejecutivos de alto estanding, no se debe dejar pasar de rositas. En Europa y América pensando como les rebajan los humos a banqueros y blindados económicos de todo tipo y aquí, como siempre, sacando los pies del tiesto.
Pero es que, a mí, a pesar de todo lo que acabo de decir, me pone todavía de más mala leche, que en un pequeño rinconcito de los presupuestos de cada año (este año tienen la caradura de decir que se los congelan), como si nada, sin que nadie lo debata o ponga en cuestión, se le otorguen al monarca español la friolera de 9 millones de euros (8,9 para ser exactos), 1.500 millones de pesetas, para sus gastos de bolsillo puesto que todos los demás gastos de sus residencias, palacios, yates, vacaciones, bodas reales, viajes… y demás bagatelas propias del inútil, antidemocrático y extemporáneo cargo que ostenta, van aparte, contra el bolsillo de todos los ciudadanos españoles, pero aparte. Seguramente para que el monto total de lo que nos cuesta la llamada pomposamente familia real no se dispare y ponga al personal al borde de un ataque de nervios…republicanos.
Así que, ya ven: Borbón 9; Goirigolzarri 3. Gana el primero por goleada y nadie se mete con él. Este país es así: simplón, paciente, cortesano y un pelín cobarde. No se enfade el personal celtibérico pero es así, ¿Como se le pueden seguir pagando, con la que está cayendo, a este hombre, que no hace nada, sólo figurar (su última excursión productiva ha sido el viajecito de Estado para marcar paquete en la sede del COI) y divertirse todo lo que puede por el ancho mundo, que no ha sido elegido por nadie decente (el que lo hizo era un redomado genocida de su propio pueblo) y que se ha dedicado durante muchos años a incordiar a los legítimos representantes del pueblo soberano, la friolera de 1.500 millones anuales de las antiguas pesetas?
Esto si que es un despreciable bonus de raíz franquista, pagado anualmente por todos los ciudadanos españoles. No nos escandalicemos, por lo tanto, con el caso del banquero vasco de largo apellido y seguramente un magnífico profesional y procuremos hacer cuanto antes todo lo necesario para que el flagrante caso del Borbón multimillonario no dure mucho en el tiempo.