«A veces los pueblos simulan dormir, pero es el sueño que precede al ataque». Laureano Cerrada Santos
Si algo debemos hacer los anarquistas y anarcosindicalistas, como bien dice la secretaría de prensa y propaganda de nuestro Comité Nacional a raíz del anuncio del juez Garzón de revisar los crímenes cometidos durante el franquismo, es recuperar nuestra memoria histórica al margen de los chupatintas representados entre otros por la clase política -la cual gusta traficar con las ideas y sentimientos- y sobretodo, al margen de cualquier moda temporal que solo sirve para adoptar una imagen que ni sienten ni padecen.
Lo nuestro es y debe ser un ejercicio profundo y sincero de querer recuperar nuestro pasado para comprender el presente y de esta forma poder utilizar sus enseñanzas para el futuro. De lo contrario, perderemos la esencia que nos ha caracterizado hasta el momento de coherencia, respeto y compromiso con la idea, cosa que no pueden afirmar otros como por ejemplo esa otra tendencia autodenominada también como anarcosindicalista, en donde los principios (aquello que da contenido y fuerza a un proyecto) fueron abandonados a las primeras de cambio.
Centrándome en la cuestión que motiva este artículo, el pasado 12 de septiembre se cumplían 60 años de una de las acciones más espectaculares que se habían diseñado para acabar con la vida del dictador Francisco Franco. Mediante una avioneta cargada con bombas, diferentes compañeros anarquistas se habían propuesto liquidarle aprovechando su estancia en una jornada de regatas que tendría lugar en San Sebastián. Podríamos pensar que se trataba de un plan descabellado pero no si conocemos al artífice de dicho plan, este no era otro que Laureano Cerrada (aunque se ha dicho que dicha idea la tomó inicialmente de Pedro Mateu, otro destacado anarquista que formaría parte del asesinato en 1921 de Eduardo Dato, quien fuera en su momento ministro de Alfonso XIII), una persona muy respetada dentro de las filas anarquistas por su trayectoria histórica. Sirva un breve repaso a su intensa vida para darnos cuenta de la magnitud del personaje:
Formado en su juventud dentro del movimiento de escuelas racionalistas de Barcelona, concretamente fue alumno de uno de los maestros más destacados como José Alberola. Participó muy activamente en la defensa de Barcelona durante la rebelión fascista de 1936, actuando en la toma del cuartel de Ataranzas entre otras acciones. En el inmediato período revolucionario estaría a cargo de la caja central de la administración de ferrocarriles, destacando de manera sobresaliente en esta labor. Una vez terminada la experiencia revolucionaria y con el fascismo triunfante, toma rumbo hacia exilio, vía Francia como muchos otros compañeros, para incorporarse a la resistencia antinazi, en la cual realizaría actividades muy peligrosas como fueron el robo de armamento o la creación de una red de fabricación y distribución de documentos para los judíos perseguidos. Terminada la guerra mundial participaría activamente en la CNT (a la cual pertenecía desde sus comienzos de su lucha anarquista), de la cual llegaría a ser expulsado por sus métodos considerados por el Movimiento Libertario del Exilio como inadmisibles. Cierto es que sus planteamientos y estrategias son cuanto menos discutibles y criticables como es el caso de plantear un atentado en el cual se preveía una masacre de personas inocentes, a lo cual Cerrada despachó con un simple «Dios reconocerá a los suyos«.
Se puede decir que ante todo era un ser muy particular, con una visión muy diferente a la planteada hasta el momento por la mayoría de los anarquistas, quizás se deba a que estaba adelantado a su tiempo. Un ejemplo de ello era que desde sus orígenes los anarquistas tenían un profundo desprecio por el dinero, ya que consideraban que al igual que el poder, éste corrompía al individuo. Sin embargo Cerrada pensaba que eso ocurría en realidad porque las personas no tenían unas convicciones ideológicas realmente fuertes. Su crítica iba más allá y decía que si de algo servía el dinero era para poder hacer la revolución y que si los anarquistas lo querían destruir era por miedo. No obstante, y como advertencia para aquellas mentes mal pensantes, cabe destacar que al igual que casi la práctica totalidad de los anarquistas que se dedicaron a las diferentes formas de adquirir de manera «ilegal» grandes cantidades económicas, éste dinero iba exclusivamente destinado a financiar las luchas y jamás para su uso particular, dándose la paradoja de que compañeros que durante su vida estuvieron rodeados de grandes fortunas, al final de sus vidas se verían rodeados de miseria, lo cual explica la grandeza de nuestros hombres y mujeres.
Laureano Cerrada no era persona que pasara desapercibida con ese historial, lo que ha hecho que existan diversas opiniones respecto a su vida militante, pero lo que no se puede negar es su enorme entrega por el ideal ácrata y su lucha contra toda autoridad. De él se dice (y así lo demuestran los hechos) que era una persona muy enérgica e infatigable (basta con decir que era el hombre de aquella época más buscado por la Interpol ¡con la nada despreciable edad de 73 años!), se trataba de una persona que se imponía a las circunstancias por muy adversas que fueran éstas, caracterizado por su audacia e imaginación y siempre teniendo en mente grandes proyectos. Su objetivo de acabar con Franco o el de raptar a Abd-el-Krim para exigir la independencia de Marruecos así lo demuestran. Pero por diversas circunstancias estos planes solo se quedaron en deseos de conseguirlo.
Pero no todo fueron fracasos en las aspiraciones de Cerrada, ni mucho menos, si lo analizamos desde la óptica de que fue una de esas personas que tuvo el inmenso placer de ver hecho en realidad sus sueños y esperanzas, podemos afirmar tajantemente que fue un auténtico triunfador. Pero dejando de lado este aspecto, que ya de por sí es una auténtica proeza, Cerrada fue, junto con Lucio Urtubia, un auténtico maestro en el arte de la falsificación. Aspecto el cual sirvió para dotar de documentación falsa a miles de compañeros, y de apoyar al movimiento libertario con la entrega de grandes cantidades de dinero para poder llevar a cabo sus proyectos.
De vuelta a la acción del atentado, los preparativos formaban parte de la «Operación pánico», la cuál se debía de desarrollar satisfactoriamente para poder culminar la estrategia general denominada «Plan X» con el objetivo definitivo de acabar con la vida del dictador. Este plan se llevó a cabo de forma ultrasecreta para que no se viera involucrado en él nadie más que aquellos que iban a participar directamente, con el fin de que todo saliera correctamente. También se llevó a cabo de esta manera para evitar que los dirigentes históricos del Movimiento Libertario español en Francia desaprobaran su plan.
Dada la experiencia de Cerrada en la lucha clandestina, había observado los diversos errores en los que habían caído las diferentes estrategias planteadas por parte del movimiento libertario, por lo cual intentó optar por una estrategia que evitara pasar por determinadas situaciones que al fin y al cabo escapaban en muchas ocasiones del control de sus propios militantes. De esta forma para la Operación pánico, Cerrada constituyó a través de varios compañeros una empresa transportista denominada «Empresa de Transportes Galicia», la cuál servía de tapadera para introducir armamento y permitir una situación estable a los compañeros instalados en España. Dicha operación fue abortada por la policía gracias a los servicios secretos y los confidentes con los que contaba. Aun así no se desbarató por completo el plan ya que consiguieron trasladar las bombas cerca de San Sebastián. También lograron impedir que se atentara contra el gobernador y el arzobispo de Zaragoza (como ya ocurriera en 1923 cuando un grupo anarquista, supuestamente el famoso grupo de Los Solidarios, -compuesto entre otros por los míticos Durruti, Ascaso y García Oliver-, asesinaron al cardenal Soldevilla).
Una vez con las bombas en su poder, reúne a dos sindicalistas de la madera muy amigos entre sí, Antonio Ortiz Ramírez (quien fuera comandante de la denominada Columna Ortiz) y José Pérez Ibáñez, El Valencià, junto con Primitivo Pérez Gómez experto piloto de Polikarpov I-16 (Mosca) durante la Guerra de España. Cerrada estaba convencido de que una avioneta pasaría inadvertida entre las muchas que ese día sobrevolarían el cielo. A finales de agosto, compra una Norécrin Nord 1203 en París. Perforan su suelo e instalan dos tubos de un metro para arrojar cuatro bombas incendiarias y 20 de fragmentación. El objetivo es claro: «Ni una bomba en el barrio de pescadores. Todas para el pescador de agua dulce«.
A las 13.00 horas sobrevuelan La Concha levantando las sospechas. Cuando descienden a 300 metros, un hidroavión Dornier se les coloca detrás. Después, se suman otros cuatro cazas que también recelan, luego serán dos más. Los anarquistas localizan el barco de Franco, pero también pueden observar como las torretas de los torpederos que protegen al Caudillo siguen su trayectoria con sus cañones. Dan alguna vuelta, pero no se deciden a actuar. Nuevamente gracias a los confidentes de la policía lograrían entorpecer la acción anarquista.
Este hecho al igual que tantos otros relacionados con la lucha clandestina antifranquista y encabezada por los anarquistas (el maquis anarquista en Cataluña, el Grupo Ponzán, la formación de DI (Defensa Interior) con los intentos de Stuart Christie o el caso Granados y Delgado son un ejemplo de ello) nos dan una muestran de cómo a pesar de las calumnias o la infravaloración, el movimiento libertario siempre ha estado a la cabeza y ha dado el todo por el todo en situaciones que incluso le podían llegar a desfavorecer o que simplemente no le correspondía encabezar (como en su lucha en defensa de la II República, una República que no lo olvidemos había sido muy poco benevolente con el movimiento obrero), quizás por pecar de cierta ingenuidad (con la utilización de los anarquistas y anarcosindicalistas en primera línea de combate una vez lograda la militarización de las milicias durante la guerra civil española) o muy probablemente por esa característica intrínseca que llevan los anarquistas fieles a su ideario en el que la dignidad y la propaganda por los hechos están por encima de cualquier otra circunstancia.
Bibliografía consultada
– Los atentados contra Franco (1976), de Carlos Bayó.
– La gaceta de los negocios (versión digital).
Bibliografía relacionada
– Historia de un atentado aéreo contra el general Franco (1993), de Téllez Solá – Los que quisieron matar a Franco (2006), documental dirigido por Pedro Costa y José Ramón da Cruz.
César Galiano Royo, autor entre otros del libro El día de Barcelona, está preparando una crónica novelada sobre la vida de Laureano Cerrada que esperemos tenga pronta aparición
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