La destinataria de las Cartas a Milena, de Franz Kafka, fue comunista, antiestalinista, resistente contra los nazis, feminista… Mientras repasaba la documentación sobre Margarete Buber-Neumann, sobre la que escribí un largo trabajo titulado La comunista alemana que Stalin entregó a Hitler, aparecido en diversas Web (y creo que el primer trabajo mío que se publicó […]
La destinataria de las Cartas a Milena, de Franz Kafka, fue comunista, antiestalinista, resistente contra los nazis, feminista… Mientras repasaba la documentación sobre Margarete Buber-Neumann, sobre la que escribí un largo trabajo titulado La comunista alemana que Stalin entregó a Hitler, aparecido en diversas Web (y creo que el primer trabajo mío que se publicó en Kaos), tomé unas cuentas notas sobre esta mujer que acabó sus días en el mayor campo de concentración para mujeres y se convirtió al final de la guerra en un centro de exterminio por el, simple hecho de que las enfermedades infecciosas acababan con la vida de las internas. Debilitada de salud, Milena sufre paradontosis y una grave infección renal. Por añadidura, tuvo que afrontar Milena la hostilidad de las otras presas comunistas, que no pudieron soportar que estableciese amistad con Margarete, la viuda del legendario Heinz Neumann, otro comunista alemán ejecutado por Stalin en el curso de una de las purgas efectuadas en nombre del socialismo, y con Greta Buber, que, al igual que Margarete, había sido entregada por la URSS a los nazis y que también llegó a Ravensbrück. La enfermedad de Milena se agravó hasta el punto de requerir una operación, que realizó un médico que había sido en Praga alumno de su padre. Milena no mejoró y el 15 de mayo de 1944 murió a los 48 años y la incineraron en el crematorio. Una superviviente del campo se llevó, tras el final de la guerra, un diente de Milena y lo entregó a su hija en Praga.
En estas notas Milena Jesenska (Praga, 1896), aparecía como una mujer deslumbrante, inmersa en la aventura militante, una comunista y feminista de primera línea a la que un tiempo le gustó escandalizar con un toque de lesbianismo, internada en un manicomio por su padre, morfinómana, figura de los cafés y salones literarios de Praga y Viena; acarreó maletas, dio clases de idiomas, sirvió en casas e incluso robó, para ganarse la vida o para llamar la atención; convertida en brillante periodista, mantuvo tormentosas relaciones con varios hombres, aunque su mayor fama se la deba al haber sido algo así como la novia de Kafka, con quien mantuvo una relación epistolar y unos breves y complicados encuentros, cuando ya la tuberculosis devoraba al escritor, pasó muchos años inadvertida y eclipsada, reducido su nombre aun título de libro.
De hecho, no fue hasta su centenario que se publicarían varios libros sobre ella, amén de documentos sobre su detención por la Gestapo. También una antología de sus artículos, así como crónicas y reportajes sacan a relucir su enorme talento periodístico, su libertad de mente y su insobornable condición de persona opuesta a todos los que condenan la funesta manía de pensar. Comencemos diciendo que el padre de Milena fue un auténtico gran burgués, un médico ilustrado que se envanecía de ser descendiente del célebre Juan Jessenius, rector de la Universidad Carolina a principios del siglo 17 y médico de cabecera del emperador Rodolfo II. Jessenius, el primer médico en realizar en Praga una autopsia, fue ejecutado en Praga en 1621 por haber participado en una sublevación de los estamentos protestantes checos contra la Casa de los Habsburgo, una página, la liderada por Juan Huss, que merece ser conocida. Sin embargo, el señor practicaba el dilema de las virtudes públicas y los vicios privados, y en casa era una auténtica mala bestia. Al menos así se deduce de la descripción que hace Jana Cerna, la hija de Milena, en una biografía que escribió de su madre. Los recuerdos de Milena sobre la infancia con su padre los resume su hija en pocas palabras: fealdad, tristeza y miedo. No obstante, el feroz padre, que enviudó cuando Milena tenía 20 años, envió a su hija al instituto femenino Minerva, donde se formó una élite de mujeres checas, en verdad una generación de pioneras de la emancipación femenina.
Rompió con su padre cuando se enamoró de un bohemio que frecuentaba los cafés de Praga, Ernst Pollak, austriaco y judío, con el vivió una intensa relación por encima de loso obstáculos paternos. De esta época datan sus primeros intentos con la morfina, que Milena robaba de la consulta de su padre, pero la dependencia de la droga se agudizó varios años más tarde, tras el nacimiento de Jana, como consecuencia de las dosis…Milena y Pollak acabaron huyeron de Praga para establecerse en la Viena decadente y derrotada tras la «Gran Guerra», y tras una crisis revolucionaria asimilada por la socialdemocracia. Pero bajo el manto «liberal» Pollak tampoco era tan diferente del padre, y trató de someter a Milena, hasta el extremo de querer obligarla a convivir con sus amantes, eso sí, en nombre de la libertad sexual.
En este tiempo, Milena se ganó el sustento acarreando maletas en la estación, dando clases de checo a señoritas de buena familia y limpiando casas, mientras, Pollak deslumbraba con su cháchara a sus contertulios en los cafés vieneses. Fue por entonces que tuvieron lugar sus encuentros con Frank Kafka, un hombre muy diferente sino opuesto pero no menos difícil por otros motivos, que le escribía a escondidas a un apartado de correos de Viena. Ella había empezado a escribir en periódicos y revistas de Praga como una especie de corresponsal y cronista cultural y tradujo al checo El fogonero, un relato de Kafka que luego formó parte de un libro. Frank comentaba los artículos de Milena y llegaron a encontrarse, pero la relación resultó imposible aunque sus cartas suponían para Milena un bálsamo en las heridas de su relación con Pollak. Para Kafka, escribe la hija de Milena, suponían arrancarle del sentimiento de la soledad: «Su amor vivió sólo en las cartas, aparte breves encuentros. Kafka y Milena no tuvieron que confrontar su amor con la realidad».
Animada por una dura indignación moral y social, Milena contactó con las ideas del comunismo que acaban de iniciar la revolución mundial en una Rusia atrasada y asolada por las guerras. El contacto de Milena fue el conde alemán Schaffgotsch, curiosamente adicto a la revolución. Rota la relación con Pollak y sin que la que mantuvo con Kafka pudiera ir más lejos ya que éste murió en el ostracismo en 1924, Milena regresó a Praga con su amante y camarada para moverse por los medios periodísticos y de la vanguardia política y cultural de una ciudad que hervía inquietudes. Entonces se enamoró y se casó con el arquitecto Jaromir Krejcar, un seguidor de la Bauhaus alemana, no menos comunista. Prueba de ello es que él se marchó solo en el Moscú de después de Lenin, y desde regresó horrorizado ante los crímenes y las purgas del estalinismo. Sobre esta historia se ha publicado entre nosotros el testimonio de otro comunista checo, Jiri Weil, Moscú frontera (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2005), que tuve la oportunidad de leer y sobre el que habrá que volver.
Con la firma del infame tratado de Munich de 1938, hijo de la misma diplomacia del «apaciguamiento» que llevó a las democracias a dar la espalda a la república española, la Alemania nazi ocupará en un paseo militar Checoslovaquia. Milena se entrega a la resistencia y organiza una extensa red para sacar del país a refugiados y personas en peligro, entre ellos muchos judíos. Su papel recuerda mucho al de la julia encarnada por Vanesa Redgrave en la famosa película de Fred Zinnemann. En esta actividad resultara una ayuda increíble la de un conde de origen alemán y esta vez, de ideas anarquistas. Se llamaba Joachim von Zadtwitz, y con su coche deportivo sacaba fugitivos de Checoslovaquia hacia Polonia con el mayor de los desparpajo. Esto cambio cuando el 1 de septiembre de 1939 estalló la guerra mundial y todo cambió. El 12 de noviembre de 1939 la Gestapo detuvo en Praga a uno de los responsables de una publicación clandestina. Ese mismo día detuvieron a Milena en su casa acusada de «conspiración para alta traición». Fue trasladada a Alemania, pero un tribunal en Dresde la absolvió por falta de pruebas. Pero la Gestapo no estaba dispuesta a soltar su presa, así que después de que Milena se entrevistara en Praga con su padre y su hija, que apenas la reconocieron por su lamentable estado físico tras la prisión, fue detenida de nueva, pero esta vez sería enviada al campo de concentración de Ravensbrück.
Su relación con el comunismo fue, al decir de una amiga, parte de «un periodo de corta, pero de intensa fe absoluta».Cierto es que dicha fe estaba mediatizada por la reflexión y por la convicción de que la crítica era parte esencial del marxismo y conforme a ello actuaba: «Decía en voz alta todo lo que pensaba y quería corregir los errores que veía» Hubo una serie de factores que la llevaron a reflexionar: la guerra de España y el estalinismo, las purgas de Moscú, el testimonio al regreso de la Unión Soviética de su ex marido…Todo ello llevó a Milena a denunciar, al estalinismo en sus escritos. En un artículo del 8 de marzo de 1938 escribe Milena contra el comportamiento de la URSS con personas de ideología comunista de las que se sirvió y luego dejó sin apoyo. Relata Milena cómo gran número de ellos acabaron en prisiones soviéticas: «Así y no de otro modo trató la URSS a quienes fueron tan estúpidos de creer que ser comunista significaba lo mismo que estar bajo protección soviética».
Fuente: http://www.kaosenlared.net/