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Introducción del libro “Manuela, sus diarios perdidos y otros papeles” de Carlos Alvarez Saá, que presentará próximamente la editorial La Iguana Bohemia

Buscando a Manuela

Fuentes: Rebelión

El 18 de mayo de 1828, el Libertador Simón Bolívar, se encontraba en Bucaramanga. Observando atento el curso de la conspiración que se cernía en el horizonte, al atisbar estremecido los peligros a los que se enfrentaba la República, escribió:   «Mi adorada Manuela:   Me encuentro aquí, sólo, en esta ciudad que me turba […]

El 18 de mayo de 1828, el Libertador Simón Bolívar, se encontraba en Bucaramanga. Observando atento el curso de la conspiración que se cernía en el horizonte, al atisbar estremecido los peligros a los que se enfrentaba la República, escribió:
 
«Mi adorada Manuela:
 
Me encuentro aquí, sólo, en esta ciudad que me turba con las noticias que a diario recibo de las deliberaciones de la Convención de Ocaña; sé que me falta tu consejo y tu presencia, aquí donde todo me es ingrato1«.
 
La contrarrevolución armaba su termidor bogotano que en agosto y septiembre condujo a dos complots sucesivos para asesinarlo, de los que pudo salir bien librado una y otra vez, por la valiente y audaz intervención de Manuela. Luego, a la mutilación de la República con la separación de Venezuela. A su renuncia a la Presidencia de Colombia. Al crimen de Sucre, el sucesor elegido de Bolívar, para descabezarla continuidad de la revolución y condenarle a la indefensión, impidiendo su rearme en Quito. A la desaparición misma de Quito, la originaria nación milenaria con la fundación de Ecuador, Eua d´ Or, como le llamaban los franceses. A su solitaria muerte en Santa Marta. Al exilio de Manuela Sáenz en Paita. A la exclusión de Simón Rodríguez. Al prolongado martirio de la Patria escindida, que se extiende hasta hoy.
 
En su soledad, aquel hombre que inspiró y condujo en el campo de batalla una de las más grandes revoluciones de la historia mundial, que derrotó al colonialismo español venciendo tres siglos de opresión en América del Sur, acudía a su compañera a consultar su estrategia política:
 
«La Gran Colombia se sumerge en la discordia de los partidos y no queda otro camino que sucumbir, o la dictadura. ¿Qué me aconsejas?».
 
Cara a cara con la disyuntiva amarga, la del conflicto entre la inexorable necesidad política y sus principios republicanos y democráticos, él que se enamoró de su belleza y valoró como uno de sus atributos su aguda inteligencia política, le declaró saber la necesidad política de su consejo y su presencia.
 
Desde que empezó su amor, el 16 de junio de 1822, cuando se conocieron en la casa de los Larrea en Quito y él le habló de Virgilio y Horacio y ella de Tácito y Plutarco, establecieron un diálogo que atravesó la historia, inspirado por la revolución y el amor2.
 
Bolívar, había definido claramente su estrategia de oponerse al separatismo de Guayaquil. El 2 de enero de 1822, antes de la libertad de Quito, alcanzada en la batalla de Pichincha el 24 de mayo de ese año, escribió a José Joaquín de Olmedo, el Presidente de la Junta de Gobierno del puerto:
 
«Usted sabe mi querido amigo que una ciudad con un río no puede formar una nación; que tal absurdo sería un señalamiento de un campo de batalla para dos Estados belicosos que lo rodean. … Quito ( se refiere no a la ciudad, sino a la nación entera)3 no puede existir sin el puerto de Guayaquil. … Todo lo que el derecho, más lato permite a un pueblo comprendido bajo una asociación, o bajo límites naturales, es la completa y libre representación en la Asamblea Nacional. Toda otra pretensión es contraria a los derechos sociales. Además la política y la guerra tienen sus leyes que no se pueden quebrantar sin dislocar el orden social4«…
 
Manuela, quien antes de conocer a Bolívar, fue condecorada por San Martín como «Caballeresa del Sol», por sus servicios a la independencia del Perú, tenía la mira en el mismo blanco. Conocedora de la personalidad del héroe platense, fue artífice clave para que el histórico encuentro de los dos colosos en Guayaquil, afirmara la unidad de la nación de Quito y la integridad de la República de Colombia, de la cual era parte fundamental desde su fundación en 1819.
 
Pero no se limitó a asegurar la unidad de Quito y Colombia. Su militancia en la revolución peruana y su conciencia excepcional de los peligros que le amenazaban, construidos por la poderosa resistencia de la Corona y sus agentes virreinales, en el que había sido precisamente, durante tres siglos el principal enclave de España en América del Sur, le llevó a trabajar en enlazar las revoluciones del norte y del sur.
 
Si bien la documentación todavía hoy, debe ser buscada, rescatada, y rigurosamente estudiada, de los invalorables papeles que ha recuperado Carlos Alvarez Saá, con una pasión patriótica por la verdad histórica sin par, se comprueba que Manuela, participó no sólo en la organización en las batallas de Junín y Ayacucho, como antes ya lo había hecho en Pichincha, sino que, además de combatir armas en la mano, jugándose el pellejo en el campo de batalla, contribuyó decisivamente en la definición de su estrategia política.
 
Tres batallas que sumadas a las de Carabobo y Boyacá signaron la independencia de los países bolivarianos y consolidaron el curso libertario de todo el subcontinente conocido como Latinoamérica. Cada una de ellas, de dimensiones mundiales, todavía no ubicadas en el pedestal que les corresponde en la historia y en las ciencias políticas y militares universales. Todas predecesoras de la victoria de Ayacucho, sin la cual la Corona española hubiese restituido su dominio colonial. Precisamente por su significado trascendental, fue que en ella luego de guerrear en inferioridad de condiciones materiales y vencer obteniendo la rendición incondicional del Virrey Laserna, Antonio José de Sucre, fue elevado al grado de Gran Mariscal de Ayacucho y por su pedido, Manuela Sáenz al de Coronela.
 
«Se ha destacado, escribió Sucre al Libertador, particularmente Doña Manuela Sáenz por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húzares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos. … Doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta; por lo que ruego a S.E. le otorgue el grado de Coronel del Ejército Colombiano5«.
 
Su papel fue también decisivo en la fundación de Bolivia concebida a la vez que, encarnación misma de la utopía, como un enclave estratégico político y militar para el sostenimiento de la independencia en los países colindantes, en la perspectiva de construir la Patria Grande, a la que convocó el Libertador en el Congreso Anfictiónico de Panamá. Manuela propuso que la república naciente de Chuquisaca, Charcas, La Paz, Cochabamba y Potosí, se llame Bolívar, para sembrar en su territorio el más alto símbolo de la revolución anti-colonial. Al respecto Simón escribió:
 
«Es cierto mi querido Sucre, que esto halaga mi orgullo, pero su nominación genérica debe variar a una consonancia femenina; pues allí radica el beneficio de emular ese territorio con la belleza de un nombre gracioso y útil, además, política, civil y diplomáticamente»6.
 
En el amor y en la guerra
 
La epopeya bolivariana fue el escenario de un amor sin tregua. La revolución misma era el renacimiento del eros, del culto instintivo y profundo a la vida, frente a lo que había sido la cultura necrofílica dominada por la desesperación por la plata y el oro del régimen colonial. Obsesión que sacrificó a cientos de millones de indígenas en las minas, las mitas, los obrajes, las encomiendas y torturó sus culturas y sus originales, comunitarias y humanistas relaciones sociales.
 
El amor es el nervio de la revolución, pues en el fondo, toda revolución es sobre todo sentimientos humanos. Esa pasión por la vida que sensualmente en forma inexorable se expresa en la sexualidad, construyó en la relación de Simón y Manuela, una concepción igualmente revolucionaria del amor, a pesar y seguramente por la adversidad de las condiciones de su encuentro, signado por la viudez de él y el matrimonio de ella. Su relación supera la milenaria opresión de la mujer, afirma su libertad, reivindica su derecho a amar, establece la equidad de género, afirma sus derechos culturales, políticos y militares, en un tiempo en el cual, la condición femenina estaba sojuzgada por la tiranía de la intolerancia.
 
Los diarios y el epistolario que Carlos Alvarez Saá ha reunido en años de instintiva, intuitiva e inspirada búsqueda, y que hoy por primera vez publica completos en este libro, tienen un valor excepcional. En ellos se incluyen reflexiones y cartas íntimas, que permiten aproximarnos a la sensibilidad desnuda del padre y la madre de la Patria Grande.
 
«Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, -escribe Manuela en su Diario de Quito-, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S.E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en el acto; pero S.E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano»7.
 
Esa misma noche, cuando Juan Larrea en su casa le llevó del brazo a Manuela a presentarle al Libertador, él le dijo: Mi estimada señora, ¡si es usted la dama que ha incendiado mi corazón al tocar mi pecho con su corona! Si todos mis soldados tuvieran esa puntería, yo habría ganado todas las batallas»8
 
Ese amor crecerá irreprensible por la correspondencia de su militancia revolucionaria.
 
«Por lo pronto -escribe Bolívar- no tengo más que una idea que tildarás de escabrosa: pasar al ejército por la vía de Huaraz, Olleros, Choveín y Aguamina al Sur de Huascarán. …¿Crees que estoy loco? Esos nevados sirven para templar el ánimo de los patriotas que engrosan nuestras filas. ¿A que no te apuntas? Nos espera una llanura que la Providencia nos dispone para el triunfo. ¡Junín! ¿Qué tal?9«
 
«¿ Me lleva usted? -responde Manuela- Pues allá voy. Que no es condición temeraria ésta, sino de valor y amor a la independencia ( no se sienta usted celoso)10«
 
En los ocho años de amor, camaradería revolucionaria y leal amistad, sus diversas tareas los mantuvieron la mayor parte del tiempo distantes, pero la lejanía nunca pudo apagar la intensa llama de su erotismo.
 
«Solo por la gracia de encontrarnos, -escribe Manuela- daría hasta mi último aliento, para entregarme toda a usted con mi amor entero… Le guardo la primavera de mis senos y el envolvente terciopelo de mi cuerpo».
 
«!Viva el amor en el raso y la seda, las camas mullidas con blandos colchones, los terciopelos rojos, las alfombras, la gloria de ver a una mujer más linda que Cleopatra, ejerciendo todo el poder de sus encantos sobre mis sentidos…, responde Bolívar11«.
 
 
La Libertadora Manuela escribió muchas páginas denunciando la contrarrevolución santanderista y advirtiendo sus reservas sobre el tal Carujo. Frente a las intrigas, la legislación para torcer el curso de la República y someterla al dominio de las viejas clases y capas sociales ricas de la colonia, al termidor bogotano, ella, fue el centro de la infamia y la calumnia, víctima de una campaña orquestada para asesinar su personalidad, dirigida a asilarla del Presidente Bolívar, para mejor debilitarlo y crear las condiciones para su asesinato. En ese contexto él escribió el 7 de junio de 1828, al General José María Córdova:
 
«Ella es también Libertadora, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía y valor, sin que usted y otros puedan objetar tal. …De este raciocinio viene el respeto que se merece como mujer y como patriota»12.
 
Carta ésta de un excelso valor histórico. Fue el Libertador Simón Bolívar quien elevó a Manuela Sáenz a la jerarquía de Libertadora. Evidentemente, por su decisivo papel como estratega política y combatiente militar en la emancipación continental, que él conocía en sus profundidades. Posteriores fueron los hechos de agosto y septiembre, cuando las fuerzas termidorianas avanzaron su pretensión de matar al Libertador, en los que Manuela expuso su vida para proteger la de Simón Bolívar. Por lo tanto, su título de «Libertadora», se confirma pero, no se origina en la noche septembrina, como algún novelista sobre su vida ha sostenido, en una forma que ciertamente disminuye su dimensión histórica.
 
La independencia intelectual de Manuela, siempre fue evidente, a pesar de estar tan cerca de uno de los mayores genios políticos de la historia. Cuando Bolívar en forma magnánima, perdonó a Santander, luego de su complot para eliminarlo, ella fusiló a un monigote que representaba a Francisco de Paula, denunciando que éste evolucionaba rápidamente como el verdugo de los revolucionarios y de la República.
 
Poco tiempo después, con la colaboración activa de Santander y los termidorianos bogotanos, la confabulación auspiciada por Washington, que veía con temor la emergencia de Colombia como una potencia mundial, si se mantenía unida y gobernada en correspondencia con las aspiraciones de su pueblo, fraguaba la mutilación de Colombia en tres republiquetas, condenadas por su debilidad a la búsqueda de un amo extranjero, como lo afirmó la oportuna prognosis de Simón Bolívar, al fundarla unida e integrada en 1819.
 
El libro indispensable
 
Este libro, «Manuela, sus diarios perdidos y otros papeles», contiene la intensa biografía de Carlos Alvarez Saá, en donde páginas que transcurren en un instante, dibujan con precisión los sentidos profundos de la Libertadora. Descubren facetas de su personalidad y de la historia proscritas. Reconstruyen su significado heroico como la más grande exponente quiteña y femenina de la revolución bolivariana. Contiene además, el encanto y la generosidad de abrir los papeles perdidos, prohibidos, perseguidos, de sus diarios de Quito y Paita, su epistolario con Simón Bolívar y la primera parte, la oculta, del diario del Libertador en Bucaramanga, que se publica íntegramente por primera vez.
 
Es por sus sentidos, una contribución fundamental al rescate del significado de los acontecimientos sociales y políticos épicos, más importantes de nuestra nación de naciones, en los últimos seis siglos, expuestos en forma transparente, para el juicio y la continuación de la historia. Al descubrimiento y la valoración de Manuela Sáenz, en sus cualidades más profundas. Y una contribución a lo que conlleva, el reencuentro necesario de nuestras naciones con la génesis de su independencia, tarea indispensable para el impostergable renacimiento de la libertad de la Patria Grande.
 
La historia no está hecha de momentos individuales, separados unos de otros, que puedan ser aislados de su curso vital, es un continum. La vida existe en sus múltiples, diversas y heterogéneas determinaciones. Sin embargo, sus ríos profundos, suelen emerger en la superficie en sus trémulos momentos de crisis y con ellos, reaparecen en la escena sus esencias, encarnadas en sus héroes y símbolos, en sus ideas y valores.
 
Las historiografías oficiales y de claros matices coloniales de Ecuador, América Latina y el mundo, han mantenido oculta la imagen verdadera de Manuela Sáenz. La persecución que sufrió durante su vida se ha extendido a lo largo de los siglos, como una metáfora dolorosa del drama cruel de nuestros pueblos. Este libro, producto de décadas de trabajo por recuperar la verdad, en sus indiscutibles documentos originales, dibuja no una máscara, sino el rostro de la madre de la Patria.
 
Al leerlo, uno puede descubrir a una de las mujeres más deslumbrantes. No sólo de Quito, donde ella nació, y forjó desde niña su sensibilidad, entre los vientos revolucionarios del 10 de agosto de 1809 y la masacre despiadada y vil de sus héroes y el pueblo, el 2 de agosto de 1810, ejecutada por las fuerzas militares enviadas desde los Virreinatos de Lima y Bogotá, para borrar con sangre los intentos insurreccionales independentistas, republicanos, que reivindicó con su vida. No sólo de la Colombia que un día fundó Simón Bolívar en una rivera del vibrante Orinoco, que se extendió por lo que hoy es Venezuela, Panamá, Colombia y Ecuador y miles de millones de kilómetros más allá, por la cual luchó desde la Batalla del Pichincha, hasta las gestas gloriosas de Junín y Ayacucho, que consagraron la independencia de lo que hoy forma Perú y Bolivia y consolidaron la libertad de Colombia, Paraguay, Argentina y Chile y la derrota de la Corona, sin la cual además, la independencia de Brasil no hubiese sido sustentable. No sólo de la Patria Grande a la que dedicó su pasión hasta su último aliento. Deslumbrante, por todo lo que fue, como mujer y estratega política, como militar y poeta, como amante y revolucionaria, vivirá su huella e imagen en la historia de la humanidad.
 
Dos siglos después de su gesta y su martirio, nada puede impedir que Manuela, emerja entre las tempestades del tiempo con la piedad de su coraje libertario y la vasta ternura de su furia heroica, dibujando con su belleza, perspectivas revolucionarias en el horizonte de la historia. Carlos Alvarez Saá, con su tesonera búsqueda, nos ha demostrado que ninguna huella se pierde. Solo el olvido no existe.
 

Los Chillos

Enero, 2005

 


*»Buscando a Manuela» es un texto escrito por Marcelo Larrea como introducción del libro «Manuela, sus diarios perdidos y otros papeles» de Carlos Alvarez Saá, que presentará próximamente la editorial La Iguana Bohemia . Question, publica esta primicia en exclusiva.
**Marcelo Larrea, escritor y periodista, director de «el Sucre» de Ecuador.
 
 

1 Carta del Libertador a Manuela Sáenz, Bucaramanga 18 de mayo de 1828

2 Diario de Quito, Manuela Sáenz

3 Nota del autor

4 Carta del Libertador al Presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, José Joaquín de Olmedo, Cali, enero 2 de 1822

5 Carta al Libertador Simón Bolívar de Antonio José de Sucre, Ayacucho, Frente de Batalla, diciembre 10 de 1824

6 Carta al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, del Libertador Simón Bolívar de fecha 9 de octubre de 1825

7 Diario de Manuela, Junio 19 de 1822

8 Ibidem

9 Carta del Libertador a Manuela Sáenz, Huaraz, 9 de Junio de 1824

10 Carta de Manuela Sáenz al Libertador, Huamachuco, 16 de Junio de 1824

11 Carta del Libertador a Manuela Sáenz, Tunja, 16 de junio de 1825

12 Carta al señor General José María Córdova, Bucaramanga, Junio 7 de 1828