Nos encontramos ante un nuevo caso de injerencia de ciertos jueces franquistas tratando de enmendar la plana a los historiadores cuyo dictamen sobre Astray es de sobra conocido.
Según un juez de lo Contencioso Administrativo número 7 de Madrid no hay razones para que el fundador de la legión, José Millán Astray y Terreros, no siga teniendo una calle dedicada en el barrio La Latina de Madrid. Y ello porque no hay pruebas de que «hubiera participado de manera inequívoca en la sublevación militar, ni en las acciones bélicas durante la guerra, ni en la represión de la dictadura». Una interpretación que también ha sancionado el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
El bochorno que nos causa dicha sentencia es absoluto y, con seguridad, lo preceptivo sería escribir un artículo reflexionando sobre la pandemia mental que asola el cerebro franquista de ciertos jueces que, sin rubor alguno, son capaces de cuestionar lo que tanto historiadores de, llamémoslos de izquierdas, como de derechas, han reconocido de manera inequívoca, que Millán Astray es verdad que no participó en el golpe del 18 de julio –no lo hizo porque se encontraba fuera del país–, pero en cuanto regresó a España se sumó al mismo poniéndose a las órdenes de Franco, de quien sería su más ferviente valedor.
En octubre de 1936 Astray diría que «Franco es el designado por Dios para salvar a España, enviado de Dios como conductor para la liberación y engrandecimiento de España. Es un estratega eminentísimo, de inteligencia clarísima, cultura profesional completa, memoria prodigiosa, sobrio y austero, profundamente religioso, enérgico y hombre de prestigio cuyas órdenes son seguidas con seguridad y acierto. Es el primer estratega de este siglo; un táctico eminentísimo. Jamás se equivoca.» (Diario de Navarra, 6.10.1936).
Todos sus discursos se asentarán en estos tres pivotes esenciales: la guerra concebida como cruzada anticomunista, la personificación de Franco como enviado de la Divina providencia y el culto a la muerte, traducido en honor y gloria para los caídos por Dios y por España.
Un documento nada condescendiente con la Ley de la Memoria Histórica, como es el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia, ya sostuvo que «Millán Astray se puso incondicionalmente a disposición de Franco».
En un tono más ético que historiográfico, entendemos que la sentencia de estos jueces constituye un insulto manteniendo el nombre de una calle a un militar que encarnó como nadie la violencia brutal del ejército y la exaltación fascista de la violencia. Si la guerra alcanzó en ciertos contextos y lugares la brutalidad que tanto admiraba Queipo de Llano, fue gracias a la intervención de los legionarios, cuyos desmanes y violaciones fueron sin cuento.
En cuanto a la División Azul (DA) que apoyó el nazismo, es incontrastable que toda la plana mayor del ejército golpista aplaudió la invasión de la URSS por las tropas del Reich el 22 de junio de 1941. Lo que dijeron los obispos españoles con respecto a la guerra en España chamullaron contra Rusia: la consideraron una cruzada contra el comunismo. Es bien conocida la sentencia condenatoria que Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores y jefe de la Junta Política de la Falange, pronunció a los futuros combatientes en Madrid: «Rusia es culpable».
La connivencia de la División Azul con el nazismo fue absoluta. La mejor manera de plasmarla es recordar cómo el Gobierno franquista pagó a las tropas alemanas terminada la invasión falangista.
José Bastos Ansart fue director general del Banco de España donde se guardaban los fondos del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME). También fue coronel auditor de guerra en el ejército franquista. Controlaba los pagos de la División Azul, asumidos por la Subsecretaría del Ministerio del Ejército, cuyo titular lo transmitía mensualmente a su homólogo de Industria y Comercio y éste, a su vez, al IEME.
Como es sabido, el 3 de octubre de 1943 se anunció la retirada de la División Azul. Sin embargo, los estadillos de pago de esta unidad –según la documentación del IEME–, y de su continuadora, la Legión Española de Voluntarios (LEV), revelan que se pagaron sus gastos al menos ¡¡¡hasta julio de 1946!!!
Recuérdese que la LEV contaba con unos 2.000 combatientes y decidieron quedarse en el frente oriental integrándose en divisiones de las Waffen-SS. Los gastos correspondientes que ocasionaron se liquidaron en junio de 1944. No solo se estaba infringiendo la pretendida neutralidad franquista, sino que el gasto interno fue abrumador.
Entre 1943 y 1946 los presupuestos del Estado fueron doce mil millones de pesetas. Los casi 625 millones destinados a la División y Legión Azul supusieron un 1% anual en una España donde la gente se moría de hambre. Mientras el subsecretario de Trabajo fanfarroneaba por destinar 60 millones en subsidios a las víctimas de siniestralidad laboral en 1944, la pagaduría del Ministerio del Ejército abonó a los alemanes adscritos a la DA 154 millones de pesetas en 1943 y otros cuatro millones en concepto de pensiones entre 1944 y 1945. (Notas extraídas de: https://www.eldiario.es/murcia/murcia_y_aparte/papeles-Division-Azul-Banco-Espana_6_850824913.html).
En la práctica, los gastos invertidos en personal alemán duplicó al de los voluntarios españoles durante el tiempo en que la DA estuvo en el frente. Sin duda, estos gravámenes de sangre y carencias económicas de los españoles fueron la consecuencia del sistema de pago escogido por Franco para saldar parte de su deuda de guerra con los nazis.
Nos encontramos ante un nuevo caso de injerencia de ciertos jueces franquistas tratando de enmendar la plana a los historiadores cuyo dictamen sobre Astray es de sobra conocido. Injerencia a la que el Congreso debería poner freno legislando sobre el particular.
Firman este artículo: Víctor Moreno, Clemente Bernad, Jesús Arbizu, Orreaga Oskotz, José Ramón Urtasun, Ángel Zoco, Carlos Martínez, Pablo Ibáñez, Carolina Martínez y Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort.