Los otoños calientes no son principalmente un asunto de voluntad o de fuerza, sino que precisan de la búsqueda de un tiempo propicio, de un kairós o, si se quiere, de una conjunción de tiempos y situaciones capaces de resonar en un ritmo insurreccional contagioso. Tal vez entre el 15M y el verano de 2012 […]
Los otoños calientes no son principalmente un asunto de voluntad o de fuerza, sino que precisan de la búsqueda de un tiempo propicio, de un kairós o, si se quiere, de una conjunción de tiempos y situaciones capaces de resonar en un ritmo insurreccional contagioso. Tal vez entre el 15M y el verano de 2012 hayamos vivido ese tiempo propicio. Hoy los signos de agotamiento, aturdimiento y descomposición están presentes, y no suele servir de mucho combatirlos con un redoble de voluntarismo. Esto no impide albergar los mejores deseos para la huelga general de la educación pública que aún no ha tenido lugar cuando escribo este billete.
Que un gobierno zombi como el de Rajoy continúe en pie merece una explicación antes que una ofuscación. Se echa de menos en el debate hispánico el rango y la combinación de factores que lo hacen posible. Recordemos que entre junio y julio del 2012 tenemos la conjunción de la entrada en escena «à la 15M» de los funcionarios y empleados públicos con una prima de riesgo por encima de los 600 puntos. Fibrilación ventricular, no ya de un gobierno, sino de todo un régimen. Y salvo en la prensa económica apenas se repara en el papel que en la relativa estabilización que vivimos jugó Mario Draghi, señor del tiempo: «Conforme a nuestro mandato, el BCE está preparado para hacer todo lo necesario para preservar el euro. Y, créanme, será suficiente«. Solo puede hacer promesas, o actos performativos, aquel que tiene la facultad y el poder reconocidos para hacerlas. Y, por así decirlo, el discurso del 26 de julio de 2012 «coló». Tras ese verano asistimos entonces a la bajada de las primas de riesgo de los PIIGS hasta los niveles actuales, reforzada por la euforia cocainómana de los mercados financieros a cuenta de las expansiones monetarias sostenidas de la Reserva federal y del Banco central japonés. Lo que explica, dicho sea de paso, el discurso botiniano del «está llegando dinero a España por todas partes«.
Esta reconstrucción provisional de una gobernanza financiera ha permitido al gobierno Rajoy y a los gobiernos autonómicos una ralentización y una especificación de los tiempos que actúa en contra de su conjunción-contagio insurreccionales. Y en lo que atañe a la eurozona ha creado un cordón sanitario (o más bien una Línea Maginot) que de momento impide el contagio de la «enfermedad del Sur».
Una composición activista nacida con el 15M que está fatigada y menguada; unos sindicatos mayoritarios afectados por la angina de pecho del juicio de los ERE andaluces y, por lo tanto, incapaces de representar amenaza alguna y sin dejar de ser un peso muerto en la dinámica de las mareas; un proceso soberanista catalán dominado por la manía del Estat propi, a pesar de los signos interesantes que emite el Procés constituent y de la violencia de recortes y Mossos; y una «izquierda de partidos» encandilada por las encuestas y que está pensando más en la distribución de puestos y pesos específicos que en la oportunidad histórica de refundarse y arraigar transversalmente en el campo social: he aquí el resto de datos de la estasis actual.
Menos mal que nos quedan las PAHs y todo el movimiento de vivienda, y la promesa de la Red ciudadana/PartidoX. Con el cambio de aliento podemos seguir respirando, al acecho del relevo/espejo sureuropeo que nos devuelva la capacidad de atacar de nuevo, como si fuéramos una sola mente destituyente hecha de infinitas neuronas incrustadas en las luchas, contagiosas de los aún inmensos sectores sociales que permanecen dormidos o anestesiados por la desesperación. Ya huele a primavera.
Fuente: http://www.universidadnomada.net/spip.php?article390