Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull
El proceso poselectoral ha tomado velocidad. La competición por la Lehendakaritza empezó la misma noche electoral. En el caso del PNV y del PSE-EE, las declaraciones a la sazón realizadas se hicieron con la vista puesta en Ajuria Enea. La guerra dialéctica ha seguido desde el día siguiente; primero en los medios de comunicación y después en la primera reunión entre ambos partidos. Visto el resultado de la reunión, esto es, que el PSE-EE no quiere renunciar a la oportunidad de hacerse con la Lehendakaritza, el PNV ha tenido que mostrar sus cartas: ha difundido una propuesta hecha a la medida del PSE-EE. Así, el PNV ha querido dejar patente la ambición del partido socialista, que sólo le interesa la silla de Ajuria Enea, pero al mismo tiempo se ha dejado en evidencia a sí mismo.
El documento que el PNV ha presentado al PSE-EE es una propuesta hecha a la medida del partido socialista, realizada con la intención de poner difícil el decir que no. Pero eso demuestra que está dispuesto a dejar de lado algunos de los principales ejes del mandato de Ibarretxe. En el primer punto, limita la «pluralidad política de la sociedad vasca» a los que han logrado representación en el Parlamento vasco, excluyendo a la izquierda abertzale de esa pluralidad. El segundo principio es priorizar «el diálogo y colaboración entre diferentes», esto es, la tranversalidad. Otro punto de la oferta del PNV es la estabilidad de las instituciones, de la Comunidad Autónoma Vasca y de España. En este documento el PNV se ha alejado notoriamente de su programa electoral y de su discurso de campaña. Al cabo de pocas horas ha mostrado un rostro muy diferente. No obstante, eso no ha sido suficiente para colmar los deseos del PSE-EE, porque, según todas las apariencias, éste no está dispuesto a renunciar a la Lehendakaritza.
Estos movimientos de las negociaciones iniciales son suficientes para ver varias intenciones ocultas. Por ejemplo, que, para poder mantener el dominio de años, al PNV le interesa neutralizar lo máximo posible a la izquierda abertzale. Si hubiera logrado una mayoría absoluta favorable en el Parlamento vasco, habría tenido más fácil ese objetivo: la izquierda abertzale habría tenido que soportar dos presiones; la de la ilegalización y del acoso policial, por un lado, y la de Aralar (convertido, además, en el principal sustento de un hipotético gobierno del PNV), por el otro. Pero la moneda ha caído del otro lado. La mayoría ha quedado a favor del PSE-EE, reforzando la posición del Estado en el País Vasco. Paradójicamente, esta situación puede ser mejor para la izquierda abertzale. Si el PNV pasara a la oposición, podría tener mayor oportunidad para formar una alternativa independentista, con menor presión política, en caso de acertar el camino. El Estado siempre estrechará el cerco sobre la izquierda abertzale, intentará que se rinda, pero el partido socialista tiene más espacio para adecuar su estrategia, para compatibilizarla con el objetivo de quitarle poder al PNV.
En una situación extrema, y considerando el apoyo reunido el domingo, la izquierda abertzale ha demostrado que tiene una base sólida y fiel. Acaso esa base no sea de por sí suficiente para transformar la situación política, pero puede ser un punto de partida para poder realizar movimientos. Con la ilegalización ha cambiado la correlación de fuerzas en el Parlamento y, como consecuencia, puede cambiar el terreno de juego político. Todos los agentes tendrán que adecuarse a la nueva mesa de juego.
Berria, 8 de marzo de 2009