Más de 160.000 albacetenses se marcharon de la provincia entre 1950 y 1970 en busca de una oportunidad laboral hasta que nació este polígono industrial, que pugnó por la factoría española de Ford Motor Company y que, inaugurado oficialmente en 1974, emplea en la actualidad a más de 13.000 personas.
El 26 de noviembre de 1972, La Voz de Albacete abrió su portada con un titular que despertó una tremenda expectación en una ciudad a la que la emigración le había infligido un contundente castigo: “¿Se instalará la nueva factoría de la Ford en Albacete?”, una pregunta con la que se avanzaban posibles contactos entre directivos del polígono industrial Campollano y la compañía norteamericana.
La capital manchega se llenó de esperanza, después de que, en los años 50 y 60 del pasado siglo, la falta de oportunidades laborales y, con ello, de un proyecto de vida, obligara a miles de albaceteños a emigrar. Una hemorragia poblacional que llevó a más de 80.000 albaceteños a buscarse la vida lejos de sus hogares entre 1950 y 1960, y hasta 84.000 personas en la siguiente década, entre 1960 y 1970, según los datos recogidos por José Sánchez en su trabajo Movimientos migratorios y sus consecuencias en la provincia de Albacete.
En 1972, cuando se comenzó a especular con la llegada de la compañía automovilística norteamericana, el actual parque empresarial de Campollano ya no era sólo una ensoñación, sino un proyecto sólido. Y es que, a mitad de los sesenta, y ante esa pérdida tan sobresaliente de capital humano, hubo quienes se concienciaron de lo complicado que era cortar ese fenómeno demográfico. Era un momento en el que la capital vivía prácticamente de los servicios, con un comercio pujante y de primera categoría, y un tradicional sector cuchillero. Pero no era suficiente, como tampoco lo eran ya la agricultura y la ganadería, actividades atizadas por una galopante mecanización, necesaria, sí, pero no es menos cierto que tractores y cosechadoras echaron del campo a miles de trabajadores y trabajadoras.
El 80% de los emigrantes albaceteños se marcharon a la costa mediterránea: Valencia (35%), Alicante (25%), Barcelona (15%) y Castellón (7%), siendo, en gran medida, mano de obra de baja cualificación. Incluso siete de cada 100 emigrantes apenas sabían leer y escribir, aunque esta gran evasión también se llevó a profesionales tan importantes para una ciudad de servicios como es Albacete, desde comerciantes a vendedores, pasando por taxistas o camioneros.
Los promotores
Entre quienes pensaron, quizá en principio de forma utópica, que hacía falta una alternativa económica para la ciudad se encontraba Ángel García Cuesta, delegado provincial de Sindicatos, y al que el periodista Demetrio Gutiérrez Alarcón llamó El inventor de Campollano en sus dos libros sobre la historia de este polígono industrial, La voluntad de un pueblo y Treinta años después.
Pero García Cuesta no estuvo solo, sino que se rodeó de otros tres albacetenses que comprendieron que se debía crear empleo, mucho empleo: los comerciantes Julián Sevilla y Vicente Mompó, y Manuel Aguilar, administrador de la Organización Sindical. En este primer grupo también estaba José Sevilla, pero para encargarse de los negocios familiares, cedió su protagonismo en esa aventura a su hermano Julián
“Desde mitad de la década de los 60 comenzamos a movernos en Madrid, tratando de convencer a quienes debían autorizarnos para disponer de una zona de urbanización industrial en la ciudad”, destaca Mompó, quien, con una memoria prodigiosa, recuerda que, en 1968, y no sin superar un sinfín de obstáculos, se creó la Agrupación de Propietarios y Urbanizadores. “Todo costaba mucho, pero la verdad es que la respuesta de la sociedad albaceteña, del pueblo, fue increíble”, añade Vicente Mompó.
Él y el resto de los promotores de esta magna iniciativa lograron convencer a prácticamente 6.000 albacetenses, que se comprometieron, en numerosas asambleas celebradas en la Casa Sindical, en el antiguo Cine Productor B, a realizar sus aportaciones. Para participar, el coste de la ‘acción’ mínima era de 500 pesetas, tres euros de ahora. Otra cosa es que pagaran todos aquellos que dieron su palabra para comprar los terrenos y urbanizarlos. La valla publicitaria que se colocó en las que iban a ser las futuras parcelas industriales hablaba de no menos de 20.000 empleos y 600 millones de pesetas de inversión, y todo ello, bajo el lema: Tu ideal, Albacete, Tu misión; engrandecerlo.
Otro escalón se subió en 1969, cuando el Ministerio de la Vivienda autorizó el proyecto, lo que dio paso en 1970 a la aprobación por el Consejo de Ministros de la delimitación de este espacio industrial. Fue entonces, en el Teatro-Circo albacetense, y en una asamblea multitudinaria, cuando se constituyó la Agrupación Mixta de Compensación, con participación de ministros franquistas incluidos. Y en esa histórica convocatoria, la anécdota la protagonizó una niña, una de las hijas de Julián Sevilla, nacida ese día y a la que bautizaron como María Teresa Campollano.
En esa Agrupación Mixta, los socios propietarios y urbanizadores debían aportar el 70%; de las arcas del Ayuntamiento de Albacete debía salir el 10% del capital, porcentaje que, con el tiempo, se redujo de forma notable, y el Ministerio de la Vivienda terminaría comprometiéndose con casi un 30% del accionariado.
Despachos oficiales y bancos
Decenas de eternos viajes a Madrid, de esperas en antesalas de despachos oficiales, de pisar moqueta en bancos y cajas obraron el milagro. Ya no era una quimera, Campollano era un proyecto viable en todos sus aspectos. “Recuerdo que en 1971 hice más de 100 viajes a Madrid”, señala Vicente Mompó, apuntando que entre las ventajas de los terrenos escogidos -en principio, se estimó que el polígono se extendería sobre tres millones de metros cuadrados- era su cercanía a la ciudad, apenas dos kilómetros. “Esa era una de sus bazas, aparte de lo que no se ve, como el colector de 15 metros de diámetro, fundamental para ese tejido industrial”, apunta quien fue designado director del polígono, que fue bautizado como Campollano en un viaje de regreso de Valencia en busca de financiación. “Un espacio llano en pleno campo, el nombre era lógico”.
Se barajaron otras alternativas para su emplazamiento, pero finalmente “por los vientos dominantes en Albacete, se consideró que era la mejor ubicación; en aquel momento el modelo industrial se basaba en factorías con sus correspondientes chimeneas, y había que evitar que el humo fuera hacia la ciudad”, indica Mompó.
Campollano estaba inspirado en los modelos de industrialización que se diseñaron para el sur de Italia tras la II Guerra Mundial, puesto que los pesos pesados de la economía de aquel país se quedaron en el norte. En España, la Guerra Civil también trajo miseria y falta de oportunidades económicas, y de ahí que el régimen impulsara los polos de desarrollo, zonas de preferente instalación de empresas industriales de los que Albacete quedó al margen. Y Campollano fue la respuesta, comenta Vicente Mompó.
La oferta a Ford
Y si en noviembre de 1972 se empezó a hablar de instalación de Ford en la ciudad, un mes después, en diciembre, la Permanente de la Comisión Sindical Provincial acordó solicitar al Gobierno que ofreciera a la multinacional los terrenos de Campollano. Para aquel entonces ya eran varias capitales las que optaban a la factoría automovilística. Desde las páginas del diario Pueblo, Máximo se refería a ciudades como Zaragoza, Badajoz, Burgos, Castellón, Albacete… entre las aspirantes a acoger la “áurea mano de Detroit”; “son los americanos que al fin llegan a Villar del Río. Es el soñado polo de desarrollo de 14 resultados, de un solo boleto y a un golpe de suerte”, apuntaba el periodista, con una clara referencia cinematográfica al clásico de Berlanga, Bienvenido Mister Marshall. España se subastaba al gigante estadounidense.
Pero de forma paralela, los gestores de Campollano continuaban con una actividad incesante para atraer la máxima inversión. La empresa que sí confirmó su llegada a Albacete fue Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil SA, es decir, Muñecas Famosa, que según señala Vicente Mompó, incluso aportó una cantidad notable para asegurar su ubicación en el naciente polígono industrial, e incluso, colocó su valla publicitaria. Por cierto, que esta firma no se instaló finalmente en la ciudad.
En 1973, Campollano logró la clasificación de preferente localización industrial, lo que le aportó importantes beneficios fiscales y económicos, una palanca más para ser polo de atracción inversora. Precisamente, ese año, a finales de abril, se confirmó que Ford se instalaría finalmente en Valencia, una inversión de 360 millones de dólares, con una plantilla de 8.000 trabajadores y una producción estimada de 240.000 automóviles. El encargado de dar la noticia fue el ministro de Industria, José María de Letona, a su regreso de un viaje a Estados Unidos, que aprovechó para reunirse con Henry Ford II. Pero esa noticia no frustró los planes industriales de la ciudad. Parece que se daba por descartada esa posibilidad.
De todas maneras, sí hubo una firma que marcó el camino al resto de emprendedores y emprendedoras para dirigirse a Campollano: Cuchillería Arcos, según recuerda Amos Núñez, empresario del sector cuchillero y uno de los fundadores de la Asociación de Empresarios de Campollano (Adeca) en los primeros años ochenta. “Arcos se instaló en la carretera de Madrid, en el kilómetro 242, y lo hizo en 1969, cuando el polígono no existía”, señala este veterano emprendedor, quien también fue uno de los primeros que hizo la mudanza a Campollano.
Cuchillería: de los tradicionales talleres a las naves industriales
El sector cuchillero era uno de los puntales de la economía local, “pero a nivel infraestructuras no estábamos en condiciones, mi padre fundó en 1952 un pequeño taller -se dedicaban a fabricar mangos de cuchillos y navajas- en la calle Herreros del popular barrio de Carretas, un local de apenas 15 metros cuadrados, pero conforme el negocio fue a más, tuvimos que ir extendiéndonos por patios de vecinos y gorrineras”.
Desde 1961, cuando falleció su padre, Julián Núñez, Amós y su hermano Julián siguieron con el negocio, iniciándose en la exportación, con la vista puesta en países como Brasil, Venezuela, Francia o Portugal. “Nuestro local del barrio de Carretas no reunía condiciones ante el aumento de nuestra actividad y tuvimos que buscar otro espacio para expandirnos”, señala Núñez, por lo que en los primeros setenta se trasladaron a una nave en la prolongación de la avenida de España de la ciudad, al lado del estadio municipal Carlos Belmonte, y apenas un par de años después ya formaban parte de la nómina pionera de empresas de Campollano. “Es evidente que Campollano era necesario, nuestro sector estaba constreñido en unos pequeños locales, y para seguir creciendo era necesario disponer de espacio, de buenas comunicaciones, de servicios, y el polígono industrial era la solución”, añade.
Amos Núñez apunta, respecto a la posibilidad que se barajó en aquellos años de la instalación de Ford en Albacete, que “algo recuerdo de todo aquello, pero no sé hasta qué punto hubiera sido bueno para la ciudad, Campollano era la solución industrial a nuestra ciudad y determinó el impulso que alcanzó el sector industrial albaceteño, pero haber hecho depender todo el polígono de una industria hubiera sido arriesgado”.
Sea como fuere, las empresas comenzaron a instalarse incluso antes de que fuera inaugurado oficialmente, firmas como los fabricantes de muebles Perfecto López y Ángel Martínez y también José Osorio, dedicado a la producción de maquinaria para el sector cuchillero, o Calderería Aguilera. “Nosotros también fuimos de los primeros, allí instalamos nuestra empresa, Viuda de Julián Núñez, y desde luego, afirmo que Campollano supuso el nacimiento del Albacete industrial”.
Medio siglo de la inauguración oficial
El fenómeno industrial albacetense recibió el bautizo definitivo el 30 de mayo de 1974, cuando se celebró la inauguración oficial de Campollano, con la presencia de los por entonces Príncipes don Juan Carlos y doña Sofía en una jornada histórica y multitudinaria. La ciudad había puesto pie en pared contra la emigración, y para aquel entonces, Campollano ya tenía adjudicados 625.000 metros cuadrados de superficie, y disponía de 67 empresas funcionando o en fase de ejecución.
Pocas semanas antes de la puesta de largo oficial del polígono, el 27 de marzo de 1974, se da la circunstancia de que los integrantes de la Comisión Ejecutiva de la Agrupación de Propietarios y Urbanizadores y del Consejo Rector de la Asociación Mixta de Compensación de Campollano fueron recibidos en sendas audiencias por Franco y por el Príncipe. Y, casualidad o no, con apenas unas horas de diferencia, el dictador también ofreció una audiencia a Henry Ford II. Ford y Campollano, unidos en el mismo camino, pero en sentido contrario.
La empresa que sí se instaló en Campollano fue Femsa, Fabricación Española de Magnetos, lo que también elevó la moral de los promotores y de la ciudadanía. Y las noticias no eran para menos: 1.000 millones de pesetas de inversión para 1.000 puestos de trabajo. Vicente Mompó reconoce el carácter diferenciador que le dio esta factoría a Campollano por su elevada especialización: fabricaba compresores para los equipos de aire acondicionado de marcas automovilísticas como Rolls Royce y General Motors y algunos componentes para IBM.
Genera el 40% del PIB albaceteño
Campollano siguió cubriendo etapas hasta convertirse en lo que es hoy, con 13.000 trabajadores y trabajadoras, que se emplean en 900 empresas y que, según el actual presidente de Adeca, Santos Prieto, produce cerca del 40 % del producto interior bruto de la ciudad, el 18 % de la provincia, y el 5 % de la comunidad autónoma.
Prieto, responsable de Pripimar, marca dedicada en Campollano a la fabricación de artículos religiosos desde 1975, además de presidente de la Asociación de Zonas Industriales de Castilla-La Mancha (Zincaman) y de la Confederación Española de Áreas Industriales (Cedaes), afirma que existen pocos polígonos -en la actualidad, parque empresarial, por ser multisectorial- en España que guarden una relación tan directa con la ciudad en la que se encuentran como sucede con Campollano. “Estoy convencido de que las claves de nuestro parque empresarial, un modelo de gestión mixto, de colaboración público-privado, están en su cercanía a Albacete y en los servicios que ofrece, además de la excelente ubicación que tiene”, añade, apuntando que “Albacete no hubiera sido lo que es sin Campollano, y viceversa, Campollano es un barrio más de la ciudad”.
Lo que es evidente es que, con este proyecto, la ciudad y con ello, la provincia, pararon esa emigración que, en aquellos años, fue la causa en gran medida del fenómeno de la España vaciada. Y los datos demuestran, con el tiempo, que Albacete comenzó a recuperar población. “Los promotores de Campollano eran conscientes de que algo había que hacer para que los habitantes de Albacete dejaran de emigrar. Y, de hecho, Albacete tuvo su mayor crecimiento demográfico entre los años 70 y los 90, aumentando en más de 60.000 el censo de habitantes, y no dudo que Campollano tuvo mucho que ver”, apunta Santos Prieto.
Amos Núñez subraya en este sentido que Campollano no solo proporcionó empleo y oportunidades económicas, “sino que también contribuyó al orgullo y la identidad de una ciudad que demostró su capacidad para reinventarse y prosperar en tiempos difíciles”, a lo que Vicente Mompó agrega: “Campollano fue el fruto de la ilusión de un pueblo”. Y todavía sigue siéndolo, puesto que incorporó nuevas parcelas con Campollano Norte, y ahora, sus gestores están empeñados en seguir creciendo. “Es necesario disponer de más suelo, fomentar las energías renovables y mejorar las conexiones con la ciudad”, concluye el presidente de Adeca, Zincaman y Cedaes, que algo sabe de zonas industriales.